domingo, 29 de marzo de 2015

CAPITULO 91




Pedro, me encontré con un montón de fotos de Paula entre las pertenencias de Chris. Voy a hacer una búsqueda en ellas y ver lo que puedo averiguar. Mantén un ojo en el hombre, debería tener todo de vuelta en un par de horas —dijo Chad.


—Lo haré —respondió Pedro, decidiendo que Chris iba a trabajar con él ese día.


Pedro fue al granero y encontró a Bob con Chris y algunos de los otros chicos.


—Hey Bob, me voy a robar a Chris. Necesito un poco de ayuda con el pasto del Sur —dijo Pedro.


—No hay problema, jefe.


Chris siguió a Pedro al campo, y ahí fue donde Chad los encontró un par de horas más tarde.


—Hey, ¿podemos hablar? Tengo algunas cosas que enseñarte. Chris puede venir —dijo Chad, con indiferencia.


Pedro sabía que Chad había encontrado las respuestas que estaba buscando por la mirada que él le dio. Él sólo estaba tratando de alejar a Chris de cualquier otra persona en ese momento. Por suerte Chris no parecía darse cuenta de nada.


Chad era un hombre lo suficientemente inteligente como para haber conseguido reunir al resto de la familia en la casa, mientras lo conseguía arreglar todo. Entraron en la casa y un par de oficiales de policía estaban allí esperándolos.


—¿Qué está pasando? —preguntó Chris, con cierto recelo.


—Eso es lo que queremos saber —dijo Pedro con veneno.


Sobre la mesa, Chad tenía las fotos que habían encontrado y el papel con la historia de Chris en él. El hombre entrecerró sus ojos a ranuras peligrosas y miró a Chad. Chad le sonrió con una expresión que parecía decir:Tráelo todo, amigo.


—¿Qué demonios es esto? ¿Está bien revisar las cosas de la gente ahora? —gritó Chris.


—¿Qué estás haciendo con todas estas fotos de Paula? —preguntó Pedro con una voz extremadamente calmada. Él no estaba tranquilo, pero no se lo mostró al hombre repugnante.


—Puedo tener imágenes de quien me gusta —se burló el hombre.


Chad sacó las fotos de las otras chicas que había encontrado.


—Éstas no se parecen a ella —espetó Chad, apenas manteniendo el control de su temperamento. Había encontrado no sólo fotos de Paula, sino que también un grupo de fotografías indecentes de mujeres jóvenes expuestas, tomadas a través de las ventanas, sin su conocimiento.


El rostro de Chris palideció al ver esas fotos. Chad debió haberlas encontrado en algún escondite secreto del hombre, donde pensaba que estaban a salvo. Miró nerviosamente a los oficiales de policía.


—Una vez que me di cuenta que eras un criminal convicto en libertad condicional, me decidí a mirar a tu alrededor un poco más profundo —dijo Chad—. He encontrado tu escondite de fotos debajo de una tabla del suelo suelta. Creo que se trata de una violación a tu libertad condicional.


—No puedes probar que esas fotos son mías —se burló Chris—. Podrían ser de cualquiera de los muchachos —gritó él, con una furia apenas controlada.


—En realidad, podemos probar que son tuyas, ya que también encontré la cámara con que las tomaste —contestó Chad.


—No puedo creer que haya podido engañarme —dijo Pedro—. No puedo creer que te dejé estar cerca de mi familia.


—Supongo que no eres tan inteligente, rico pedazo de mierda —se burló Chris.


—Oficial me gustaría presentar cargos contra este hombre que acecha a mi esposa. Todas las pruebas han sido guardadas y están en la otra habitación —dijo Pedro. Él quería tener una conversación con el pedazo de escoria.


El oficial se acercó a Chris y comenzó a leerle sus derechos.


—¿De qué diablos estás hablando? Yo no he estado acechándola, sólo tome unas cuantas fotos —dijo Chris, interrumpiendo a los oficiales.


Nadie escuchó al hombre y los oficiales rápidamente lo sacaron de la habitación. Pedro sintió como si cincuenta libras de peso hubieran sido levantadas de sus hombros. 


Chris iba a volver a la cárcel por violación de libertad condicional y probablemente le añadirían unos cuantos años más, dependiendo de la edad de las chicas que había violado.


Estaba disgustado consigo mismo por haberlo dejado en su casa. Él normalmente era un gran juez de carácter.


Debió haber estado más distraído de lo que pensaba. Ahora que Paula y Diego vivían allí y sus sobrinas y sobrinos pasaban tanto tiempo allí también, iba a tener que empezar a tener que buscar los antecedentes de todos sus empleados. No había manera de que él quisiera que más
hombres como ése se deslizaran a través de él y estuvieran tan cerca de los que amaba.


—Gracias Chad, has encontrado al hombre mucho más rápido de lo que hubiera creído posible. Pudo haberme tomado mucho tiempo —dijo Pedro a su amigo.


—Sabes que no hay nada que no haría por ti —le dijo Chad.


—No me debes nada, pero yo agradezco que hayas venido —dijo Pedro sinceramente.


—Bueno, tendremos que estar de acuerdo sobre lo debido —le dijo Chad, y luego dio una palmada en la espalda a Pedro.


—Tú realmente eres terco —respondió Pedro.


—Mira quién habla. ¿Eres el caldero u la olla el día de hoy? —dijo con una sonrisa.


—Sí, sí —murmuró Pedro y luego rodó los ojos.


—Tengo que regresar, ¿sabes? —dijo Chad, de mala gana.


—Lo sé. ¿Cuánto tiempo más vas a estar fuera? —inquirió Pedro.


—No estoy seguro. —Hablaron un rato más, y luego Chad lo dejó tan rápidamente como había venido.


—Ahora que todo es seguro, el resto de nosotros vamos a volver a nuestras vidas también —dijo Federico, cuando la familia regresó.


—Agradezco a todos ustedes por dejar todo y estar aquí para nosotros —dijo Pedro.


—Por supuesto, hermano —le dijo Federico.


La familia rápidamente hizo las maletas y se fue antes de que Paula lo supiera. Era triste ver a todos salir. Ella realmente le había cogido cariño a Juana , Malena y a los niños corriendo por los pasillos.


Paula y Pedro rápidamente volvieron a su vieja rutina. Ella se ofreció a volver a su habitación, aunque ella realmente no quería hacerlo. Él le había dicho con toda claridad que él no quería que ella saliera de su dormitorio. Ella se sintió aliviada.


Diego fue creciendo y el tiempo pasaba agradablemente. Un día, mientras Pedro estaba dando a Diego una clase de equitación, un golpe sonó en la puerta. Eduardo estaba haciendo unas compras, por lo que Paula fue a abrir.


Un hombre estaba de pie en un uniforme con un portapapeles que Paula no conocía de nada.


—¿Es usted Paula Chaves? —preguntó el hombre amablemente.


—Sí, ¿en qué puedo ayudarle? —le preguntó, sin saber de qué se trataba.


—Tengo una entrega especial para usted, ¿puede firmar aquí? —le preguntó.


—Claro —respondió ella y firmó el papel, pensando que era algo que Pedro había ordenado.


—Gracias, ha sido oficialmente entregado —dijo el hombre, y se alejó rápidamente.


Paula miró los papeles que el hombre le había entregado. Su ex familia política la había encontrado y el servicio de correo le había llevado los nuevos papeles de custodia. Se la mencionaba como desacato al tribunal y si ella no se presentaba en California el lunes siguiente, que estaba a menos de una semana, sería arrestada y Diego le sería quitado.


Paula inmediatamente comenzó a entrar en pánico. Ella no quería ir a ese tribunal, donde el juez se encontraba en el bolsillo de la familia de su ex, los que eran muy ricos. Ella sabía más allá de toda duda que ellos iban a ganar.


Ella comenzó a hacer algunos cálculos y tomó la decisión de que tendría que irse de nuevo. Tenía guardada la mayor parte de sus ingresos y tenía suficiente para ubicarse en otro lugar y sobrevivir durante varios meses, pero eso significaría salir corriendo y si no encontraba un empleo rápidamente, su hijo y ella estarían sin hogar.


Ella no quería dejar a Pedro. Ella ya lo amaba tanto y Diego estaba prosperando. Él estaría tan molesto por alejarse. Ella vio cuánto se había unido con Pedro. Ella no podía creer que hubiera permitido que se hubieran vuelto tan unidos, cuando ella sabía desde el principio que las condiciones de su vida iban a ser temporales.


Ella estaba sentada en la mesa de la cocina, llorando
silenciosamente cuando Pedro y Diego entraron por la puerta.


Ellos estaban riendo y hablando de lo divertido que los nuevos caballos eran mientras aprendían a caminar. Uno de los cachorros, que era enorme, ahora se arrastraba a los pies de Diego. La vista de ellos hizo caer lágrimas frescas.


Se dio la vuelta y se limpió la cara, no quería molestar a su hijo.


Odiaba que ella fuera a tener que alejarlo de la hacienda y de toda la familia. ¿Era una madre terrible por lo que hacía con él? Pero era la única forma de mantenerse juntos, razonó consigo misma.


Pedro se dio cuenta inmediatamente de que algo iba mal y envió a Diego arriba para que se limpiara y cambiara para la cena. Una vez que estuvo a salvo de la oreja del chico, Pedro se sentó y esperó que Paula le dijera lo que estaba mal.


—Ellos me encontraron —dijo simplemente.


—¿Quién lo hizo? —preguntó Pedro con confusión. Se dio cuenta en ese momento de que ella no le había dicho nada al respecto de sus asuntos de custodia.


—Es una larga la historia —dijo ella.


—Bueno, no hay tiempo como el presente para comenzar a
contármela —le aseguró Pedro. Paula respiró hondo y entonces comenzó la historia.


Pedro nunca dijo una palabra mientras ella explicaba su matrimonio terrible y el marido controlador que había tenido. 


Sus ojos se volvieron rendijas mientras hablaba sobre su ex familia política y la forma en que habían tratado de alejar a su hijo de ella. Cuando terminó con la parte en la que el Juez estaba en el bolsillo de ellos, él simplemente asintió con la cabeza como si hubiera entendido.


—Yo no tenía ninguna otra opción que salir de allí. Tenía que mantener a Diego conmigo. Yo sé lo que pueden proporcionarle, con el dinero todo se puede comprar, pero nunca le darían amor. Sólo lo quieren porque perdieron a su único hijo y están tratando de parecerse a unos abuelos amorosos y preocupados. Ellos apenas reconocieron su existencia antes, sin embargo. No son en absoluto como su familia Pedro —finalizó.


—Siento que hayas pasado por todo eso, Paula —dijo Pedromientras tomaba su mano entre las suyas—. Deseo que lo hubieras compartido conmigo antes, así podría haber estado ahí para ti. Podríamos haber ya tratado con esto también —continuó.


Pedro, yo no puede vencer a esta gente. Ellos saben dónde estamos ahora. No tengo más remedio que irme —dijo ella, con un pequeño sollozo, las lágrimas comenzaron a correr como ríos nuevamente por sus mejillas sonrojadas.


Pedro no dijo nada durante varios minutos, mientras sus lágrimas continuaron cayendo. Se sentó junto a ella, frotándole la espalda, cuando ella consiguió mantener la última de sus emociones bajo control. Luego levantó la barbilla para que ella lo estuviera mirando a los ojos.


—¿Paula es lo que quieres, irte? —le preguntó. Necesitaba saber cómo se sentía. Él iba a ayudarla, sin importar cuál fuera la respuesta, pero necesitaba saber que ella quería estar allí con él.


—Por supuesto que no me quiero ir. Diego es muy feliz aquí y te amo. No puedo perder a mi hijo —dijo, exasperada.


En el calor de la pasión y la frustración, ella no se había dado cuenta de que ella le había dicho que lo amaba por primera vez.


Pedro la dejó arrastrarse sobre él y sintió su corazón cada vez más grande. Iban a estar bien.


—Paula no tienes que irte. Quiero que tú y Diego se queden aquí. Vamos a casarnos y haremos que la audiencia de custodia se traslade hasta aquí, donde el juez no puede ser comprado. En primer lugar vamos a tratar de obtener que Jackson nos ayude a resolver esto, pero si quieren luchar, vamos a luchar contra ellos. Si los abuelos de Diego quieren
pelear contigo, van a tener que pasar sobre mí —le dijo él.


Paula lo miró con una mezcla de horror y esperanza. 


Acababa de proponerle ayuda, y aún más, le pidió matrimonio y se comprometió a mantenerla a ella y a su hijo juntos. Ella no sabía qué decirle.


Pedro no puedo pedirte que hagas eso —respondió finalmente.


—Paula, me encanta Diego, ya es como si fuera mi hijo. Mi familia lo ama demasiado y protegemos lo nuestro. Yo tampoco puedo imaginar despertarme cada día sin ti. Te quiero aquí y no voy a dejar que esta gente nos aparte —dijo.


Él no estaba dispuesto a expresar realmente su amor. Sabía que no podía imaginar su vida sin ella, pero si él le decía que la amaba y ella lo rechazaba, lo mataría. No podía ir allí.


—Paula, nunca había planeado casarme antes. Entonces vi cómo mis dos hermanos se casaron y tuvieron niños y me di cuenta que no era tan malo. Podríamos estar muy bien juntos si me dieras una oportunidad. Si las cosas no salen bien, por alguna razón, no es como si tuvieras que estar pegada a mí para siempre —dijo con un encogimiento de hombros como si no fuera gran cosa.


Le dolía más de lo que jamás sabría él que hablara de ellos
terminando como si nada, pero tenía razón. Si al casarse les daba a ellos más tiempo y podían mantener a Diego seguro, no tenía nada que perder.


Ella lo amaba y él dijo que se preocupaba por ella, así que tal vez se convertiría en amor algún día.


—¿Estás seguro de esto? —le preguntó, dándole una última
oportunidad de volver atrás.


—Más seguro que nada —dijo Pedro y le dio una de sus sonrisas sexys. Se inclinó y la besó con un deseo que la dejó sin aliento y la dejó queriendo mucho más.


—Tengo un montón de llamadas telefónicas para hacer —dijo, tomando la iniciativa—. Nos casamos el sábado. ¿Está bien que lo hagamos aquí en el rancho, o quieres una boda por la iglesia? —le preguntó.


—Me encantaría hacerlo aquí. No tiene que ser nada formal —dijo ella a regañadientes. Había siempre soñado con el día de su boda, con todas las campanas y silbidos, pero esto no era una típica boda y ella no podía esperar planear nada extravagante en sólo un par de días.


Pedro se echó a reír a carcajadas con su declaración.


—Lamento decirte Paula, pero al segundo en que llame a mi padre, esta boda no será poca cosa. Él nunca dejaría que eso sucediera. Mantente preparada para una enorme extravagancia —dijo. Luego salió de allí para hacer sus llamadas.


Paula estaba un poco decepcionada. Ella sabía lo que decía, pero no había manera posible de planear una gran boda en sólo un par de días.


Ella no necesariamente quería que fuera enorme, a ella sólo le iba a gustar que fuera mágica.


Ella negó con la cabeza ante su propio egoísmo. Ella no debía estar decepcionada, porque no fuera a obtener la boda de sus sueños, cuando ella estaba con su hombre ideal. Ella sonrió, mientras pensaba en ser la esposa de Pedro. Incluso si él hablaba de ello como algo temporal, todavía iba a ser su esposa.






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