miércoles, 18 de marzo de 2015
CAPITULO 54
Paula despertó y se dio vuelta. ¡Ouch! Estaba dolorida. Se sentó, dándose cuenta de que estaba sola en la gran cama.
Sus manos se deslizaron rápidamente a su cara mientras repetía la noche anterior en su mente. Ella y Pedro habían hecho el amor, no solo una vez, sino dos veces. La primera vez, cuando ella había despertado apegada a él, y la segunda vez, después de alimentar a Joaquin y volver a acostarse.
No hubo ninguna vacilación por su parte. Él la había tocado y ella había caído instantáneamente en sus brazos. ¿Cómo se suponía que debía mantener las distancias con el hombre cuando al segundo de tocarla se derretía? Se sintió aliviada y triste al mismo tiempo por encontrarse sola.
Ella se levantó rápidamente y fue a chequear a Joaquin, quien afortunadamente todavía estaba durmiendo. Tuvo tiempo para ducharse y ejercitar sus tensos músculos. Ella no había hecho ejercicio hace tanto tiempo que no podía recordar la última vez.
Finalmente se vistió, tomó a Joaquin y bajó las escaleras.
—Buenos días, señora Alfonso. Espero que haya dormido bien —la saludó Tina.
—Lo hice. Gracias —respondió ella automáticamente.
—El señor Alfonso me pidió que le dijera que tuvo que correr a la oficina hoy y que estaría fuera toda la tarde. Dijo que la nueva niñera llegaría a alrededor de las ocho —dijo, antes de hacer el desayuno de Paula delante de ella.
—Gracias.
Paula alimentó a Joaquin mientras comía su propio desayuno, y luego fue al estudio mientras esperaba a Julia, su nueva niñera.
Julia llegó temprano y ordenó la habitación en poco tiempo.
Paula, Julia y Joaquin pasaron el día juntos en la casa.
Paula no pudo encontrar ningún fallo con Julia y tenía que admitir que era muy agradable tener un par extra de manos para ayudar con el bebé. Al final, ella incluso pasó un rato en el jardín, sin miedo de no escuchar a Joaquin.
Paula decidió que si su matrimonio terminaba por no funcionar, iba a mantener Julia con ella. Ella estaba disfrutando de la ayuda y pudo ver que Julia amaba a los niños.
Mientras Paula estaba sentada en el jardín, ella trató de averiguar cómo realmente se sentía por su marido. Ellos disfrutaban de la compañía del otro, ella se sentía definitivamente atraída a él y compartían un hijo. Él era diferente a cualquier hombre que jamás había conocido antes. Tendría que hacer un verdadero examen de conciencia, porque estaba aterrorizada a bajar la guardia y dejarlo entrar.
Paula no sabía cuánto tiempo llevaba sentada en el jardín soñando despierta, pero pronto Julia caminó hacia ella con un consentido Joaquin en sus brazos.
—Su hijo está listo para comer —dijo Julia con una sonrisa.
—Lo siento, no me di cuenta de cuánto tiempo había estado sentada aquí —dijo Paula rápidamente. De inmediato se levantó y se dirigió hacia Julia y su hijo.
—Se merece un poco de tiempo para usted. No se sienta culpable por disfrutar de unos momentos de paz en un agitado día —le reprendió Julia con suavidad—. Su hijo puede esperar el tiempo suficiente para que usted pueda limpiarse —agregó.
Paula miró a sus manos y vio que estaban cubiertas con tierra. Ella levantó la vista y sonrió tímidamente.
—Supongo que debo lavarme las manos antes de tomarlo —respondió ella. Se inclinó y besó la suave cabeza de Joaquin antes de dirigirse al interior.
Paula se limpió y tomó a Joaquin. Fue muy agradable tener la ayuda de Julia con su hijo, era la cosa más relajada en el mundo para ella.
—Háblame de la última familia con la que trabajaste —preguntó Paula, una vez que su hijo estaba calmado y comiendo.
—Ellos son una familia maravillosa. He trabajado para ellos durante veinte años. Estuve allí para el nacimiento de los dos hijos más pequeños y su hijo mayor Justin sólo tenía un año de edad. Su mamá se parecía mucho a ti.
Quería hacer todo por su cuenta, pero se dio cuenta de que un poco de ayuda le dio la energía extra para ser una gran madre —respondió Julia.
—Es muy bueno tener a alguien alrededor. Siempre he pensado que hacer las cosas por mi cuenta era la única manera de hacer algo, pero mi madre me ha dicho muchas veces que está bien pedir ayuda —dijo Paula.
—No podría imaginar mi vida de otra manera. No tuve la suerte de tener una familia propia. Agradezco el compartir la alegría de tener a Joaquin conmigo —dijo con sinceridad.
Paula sabía que ellas iban a tener una gran relación.
—Estamos muy contentos de que hayas entrado en nuestras vidas — dijo.
Ambas charlaron mientras Joaquin comía, entonces Paula se excusó y se lo llevó a la cama. Ella estaba lo suficientemente cómoda en su casa como para tomar otra siesta, a sabiendas de que todo estaría bien. Se sentía en paz en su casa.
El siguiente par de meses pasaron volando en un borrón.
Con Julia allí para ayudar a Paula, ella era capaz de concentrarse en su escritura y sintió como si estuviera logrando algo. Todavía pasaba la mayor parte de su tiempo en casa, pero cuando ella hacía recados o trabajaba en su libro no sentía que Joaquin estaba siendo descuidado.
Sus noches regularmente estaban llenas de pasión. Pedro y ella no pasaban mucho tiempo juntos durante los días, con él yendo a trabajar. Pero cuando se metían en la cama juntos, cada vez, era como que estaban allí por primera vez. Era mágico y sabía que si se fuera a terminar pronto su mundo sería destruido. Ella era demasiado dependiente de la atención de Pedro.
Paula comenzó a estar inquieta en torno a la casa grande.
No parecía que hubiese mucho para que ella hiciera.
Cuando recibió una llamada de un viejo amigo del colegio, informándole acerca de un trabajo a tiempo parcial en el periódico local para un escritor, ella no dejó pasar la oportunidad. Ya había llegado el destete2 de Joaquin y sería bueno salir de la casa.
Estaba tan asustada de perder el sentido de sí misma y que podía trabajar a tiempo parcial sin culpa. Su hijo estaba en más que buenas manos con el personal encargado de la casa. Sería bueno que hiciera algo simplemente acerca de ella.
—Ahora, Paula, quiero recordarte que no son noticias emocionantes.
Cubrirás las reuniones y los eventos escolares de la ciudad, pero aun así es una parte importante del periódico. —Paula estaba en la oficina de Marcia,la editora, hablando de los nuevos detalles del trabajo.
—Entiendo, Marcia. No voy a cambiar el mundo. Será agradable estar escribiendo y salir de la casa. —Paula tranquilizó a su nueva jefa.
—Bien. Me alegro de que estemos en la misma página. Tu primera tarea es en el Ayuntamiento. Tienen una reunión esta tarde a las dos. Harás un breve artículo acerca de los temas de discusión y de cualquier problema que surja.
—Voy a estar allí. Gracias por esta oportunidad, Marcia. Realmente lo aprecio.
—Tengo que admitir que estaba un poco sorprendida de que quisieras trabajar en un trabajo como éste. Tienes un currículum muy impresionante y puedes funcionar para cualquier publicación importante que queramos —dijo Marcia.
—Soy una madre de tiempo completo ahora y el tipo de carrera para la que estoy calificada exige sesenta horas a la semana. No estoy dispuesta a estar lejos de mi hijo demasiado tiempo. Mi plan es ocupar el tiempo escribiendo novelas, pero me gustaría permanecer en un trabajo también.
Muchas personas asumían que simplemente porque Paula tenía acceso a dinero más allá de lo que la mayoría de la gente siempre ha soñado con tener sería una heredera malcriada. Sin embargo, nunca tomó su tiempo para demostrarlo y sabía que se ganaría el respeto de sus compañeros de trabajo en el periódico.
—Bueno, estamos contentos de tenerte en nuestro equipo.
El artículo se espera para mañana al mediodía. Te veré entonces.
Marcia volvió al trabajo y Paula se dirigió a su auto afuera.
Tenía una hora para matar antes de la reunión del ayuntamiento, así que ella se dirigió al centro comercial por un batido y un poco de compras.
La reunión fue un aburrimiento, tanto como ella sabía que sería. Fue difícil, pero se las arregló para poner un buen giro en el artículo y su editor estaba más que feliz con su trabajo.
Le resultaba divertido estar tan orgullosa de su pequeño trabajo, pero se sentía útil y bien consigo misma.
Fue la primera vez en mucho tiempo que se sentía necesaria.
Ella manejó a casa, todavía sintiéndose bien. Cuando llegó a la puerta, ella pudo oler el aroma maravilloso de la cena y escuchar a Joaquin riendo en algún lugar. Siguió el sonido.
Entró en la habitación y encontró a Pedro de espaldas, con Joaquin colgando sobre sus rodillas como si estuviera volando por el aire. Él soltó otra risita. Joaquin vio a su madre y empezó a menearse para ser bajado.
Pedro levantó la vista para ver que más llamó la atención de su hijo, luego dio a Paula una de sus sonrisas asesinas.
Puso a Joaquin en el suelo, el bebé gateó tan rápido mientras sus piernas regordetas iban hacia su madre.
Paula lo tomó en sus brazos.
—¿Cómo está mi apuesto hombrecito? —le habló a su hijo, mientras acariciaba su cuello, provocándole más risas.
—Se está portando muy bien. ¿Cómo fue tu primer día en el trabajo? —Pedro parecía genuinamente interesado, lo cual sorprendió a Paula.
—Fue realmente genial. Sé que no es un diario exitoso y mi nombre no se va a hacer conocido ni nada, pero me gusta la gente allí y es agradable estar trabajando nuevamente —dijo Paula, casi a la defensiva.
—Oye, no te estoy juzgando —dijo Pedro, ofreciéndole sus manos—. En serio, realmente quiero saber cómo fue tu día y lo que hiciste —finalizó.
Paula lo miró con recelo por unos momentos y luego decidió contarle lo de su artículo y de las personas que había conocido.
—Tengo que ir mañana por un par de horas y luego pensé que podría ir a la peluquería. No me he arreglado el pelo o las uñas desde antes de que Joaquin nació y se sentiría celestial —dijo con un poco de culpa por dejar a su hijo mientras ella se mimaba.
—Te mereces un tiempo para ti misma. No tienes que sentirte culpable. Joaquin está bien. Él sabe que lo amas y no estará traumado de por vida porque su madre se hizo las uñas. Deja de ser tan dura contigo misma — dijo él, como si pudiera leer su mente.
—Sé que tienes razón, pero me prometí que no sería una de esas madres que dejan a su hijo en el cuidado de otra persona mientras se pasean por todo el lugar. Se siente mal, sobre todo porque él todavía es un bebé.
Ella se dirigió a la barra y se sirvió medio vaso de vino.
Joaquin estaba feliz jugando con algunos de sus juguetes en el piso.
Paula y Pedro se sentaron en el sofá y lo vieron divertirse.
—Eres una gran madre. Si te preocupas de tus propias necesidades, así como de las suyas, siempre serás una gran madre. Las mujeres que sacrifican todo por sus esposos o hijos terminan resentidas. No quieres que eso pase, ¿no?
Paula miró a Pedro, un poco desconcertada. Ésta era una de las conversaciones más reales que nunca habían tenido.
Fue agradable volver a casa y hablar de sus preocupaciones con el hombre que amaba. Su mundo se detuvo cuando se dio cuenta de que ella realmente amaba a Pedro. Ella había
intentado evitarlo, pero amaba pasar tiempo con él. Le encantaba la forma en que estaba con su hijo y le encantaba lo que él representaba.
Tenía tanto miedo de que su rostro de alguna manera mostrara sus nuevos sentimientos por lo que se puso de pie, con el pretexto de verificar un juguete que Joaquin tenía. Ella compuso sus facciones, y luego se volvió hacia Pedro.
—Muchas gracias Pedro. Necesitaba escuchar eso. Me daré algo de tiempo y no me sentiré culpable por ello. Voy a lavarme y cambiarme para la cena. —Ella no le dio tiempo a responderle. Rápidamente se deslizó fuera de la habitación y se dirigió a la ducha, donde podía deshacer sus
preocupaciones.
Cuando Paula llegó a la planta baja, la cena estaba lista, y Joaquin estaba sentado en su silla alta. Estaba felizmente con la comida cremosa rellenando su boca. Más comida estaba sobre él que dentro él, pero él se divertía, así que estaba bien.
—Espero que haya tenido un gran primer día en el trabajo —dijo Julia.
—Fue muy agradable. ¿Cómo fue el día con Joaquin?
—Él usualmente está feliz. Tomó solo una pequeña siesta por la tarde, así que creo que va a estar listo para la cama temprano esta noche. Está casi terminando con la cena, así que lo llevaré para bañarlo mientras usted come.
Paula estaba feliz de que ellos hubieran encontrado a Julia.
Ella sabía que Julia amaba a Joaquin tanto como Pedro y ella lo hacían. Era sin duda un miembro invaluable de su familia.
—Gracias Julia. Sé que no lo digo mucho, pero estoy agradecida de que seas parte de nuestra familia. Nunca podría haber pasado la tarde sin mi hijo si yo no hubiera estado cien por ciento segura de que estaba en buenas manos. —Paula se levantó y le dio un abrazo a Julia.
—El honor es todo mío. Usted tiene una familia muy linda y estoy muy feliz de ser parte de ella —dijo Julia antes de ir a bañar a Joaquin.
Pedro y Paula terminaron la cena en un silencio casi incómodo. Cuando estaban hablando de Joaquin o hacían el amor estaban en perfecta armonía.
En cualquier otra situación, el silencio era incómodo.
—Voy a ir a mañana al rancho de mi hermano. —Pedro finalmente rompió el silencio.
—Eso es bueno. No te has tomado un día libre en mucho tiempo —dijo Paula.
—Él quiere arrear al ganado y luego todos nos vamos a reunir durante una barbacoa después —continuó.
Paula estaba nerviosa. No había estado en torno a su familia desde la boda. Horacio y Ana venían con regularidad para jugar con Joaquin, y Pedro había llevado al bebé a donde sus hermanos un par de veces, pero no había habido ninguna reunión de la familia. Estaba nerviosa de enfrentarlos a todos en grupo.
Estaba especialmente angustiosa de estar cerca de Federico y Juana.
Estaban tan obviamente enamorados el uno del otro y ella se sentía como un fraude. Paula sabía que cada día que pasaba con Pedro se enamoraba un poco más, pero también sabía que él no correspondía a sus sentimientos. Si no tuvieran a Joaquin, no tendría un matrimonio en absoluto.
—No estoy segura de sí voy a poder asistir mañana, pero si quieres que tus padres pasen por aquí y lleven a Joaquin, estaría bien —intentó decir ella con indiferencia.
Pedro la miró fijamente durante unos instantes antes de responder.
—Mira Paula, entiendo que mi familia puede ser abrumadora y todavía estás tratando de acostumbrarte a todo, pero ellos se sentirían heridos si no vas. Incluso tus padres estarán allí. ¿Puedes por favor olvidarte de todo lo demás por un día y disfrutar? —preguntó aunque sin romper el contacto visual.
Paula sabía que una vez más había sido derrotada. Sus padres la llevarían a la fuerza si veían que no iba. Ella podría tratar de fingir una enfermedad, pero su madre la conocía más que nadie. La miraría a ella y todo habría terminado.
—Sólo tenía que trabajar en un artículo que estaba escribiendo, pero lo terminaré al día siguiente. —Ella finalmente aceptó, esperando que él comprara su historia.
Ella no quería que él supiera que era en realidad una
cobarde.
Pedro siguió mirándola fijamente por un rato antes de asentir. Ella sabía que él no compró su historia, pero por suerte fue lo suficientemente hombre para no delatarla por sus mentiras.
—Voy a la cama para leer un rato —dijo Paula por fin, después de haber perdido todo su apetito.
—Tengo un trabajo que terminar. Me reuniré contigo en un rato —dijo Pedro antes de levantarse y salir de la habitación.
Paula quería hablar con él acerca de sus sentimientos y tratar de hacer que el matrimonio fuera algo más que su hijo y el sexo, pero ella no sabía cómo destruir la brecha. Temía que si le decía la verdad, él huiría de ella.
2 Destete: Fin de la lactancia
CAPITULO 53
Pedro despertó con Paula presionada contra él. Yacía sobre su espalda con ella frente a él. Sus piernas se enredaban con las suyas y su brazo estaba alrededor de su bajo estómago. Su cabeza descansaba en su hombro, con su boca a pocos centímetros de la suya.
Él miró el reloj, notó que era medianoche, habían estado en la cama por un par de horas. Ella debió haberse movido sobre él mientras dormía.
Estaba cansado y bastante excitado como para jugar a ser un caballero.
Ella comenzó a moverse y retorcerse contra él, causando que su cuerpo se agitara en el aire.
Él pudo sentir su pulso acelerarse, quería enterrarse a sí mismo profundamente en ella y sin importarle las consecuencias. Él se giró, sus rostros uno frente al otro y sus manos empezaron a recorrer su cuerpo.
Ella se presionó contra él y dejó salir un gemido de placer, empezaba a despertar. Su pierna seguía rodeándolo, girarse causó que su erección estuviera directamente sobre su centro. Solo un pequeño trozo de tela se interponía entre ellos.
Él pasó su lengua por el labio inferior y sus ojos se abrieron un poco, al mismo tiempo otro gemido escapaba de sus labios. Él sostuvo su cabeza y la besó apasionadamente.
Ella despertó completamente y lo besó devuelta con
la misma urgencia.
Sus manos empezaron a explorarla de nuevo y él detuvo el largo beso lo suficiente para pasar su pijama sobre su cabeza. Volvió a besarla, acercándola a él fuertemente, ni una brisa de aire podría haber pasado entre ellos. Su cadera se movía contra su erección y él temía que terminaran muy pronto.
Él la acostó sobre la cama y movió su boca hacia su pecho.
Ella arqueó su espalda en cuanto su lengua rozó su pezón.
Lamió y se encargó de sus senos, provocando que se agitara buscando más. Él quería prestarles más atención, pero era consciente de que todavía amamantaba y sabía que mucho juego causaría problemas.
Por lo que siguió con el recorrido de su lengua hacia el centro entre ambos y luego a través de su estómago.
Le estaba rogando que la tomara, él estaba por hacer eso, pero se encargaría de que su tiempo juntos fuera bueno para ella también. El único otro momento en que habían hecho el amor, en el elevador, había terminado muy rápido.
Él arrancó la última barrera entre ellos de su cuerpo y luego su boca empezó a besarla de las formas más íntimas posibles. Ella agitó su cadera en el aire mientras el placer la atravesaba.
—Pedro, por favor… —pidió.
Él no podía aguantar más, se quitó su bóxer rápidamente y se posicionó sobre ella.
—Eres hermosa —murmuró mientras observaba su sonrojado rostro.
Él introdujo su lengua en su boca al mismo tiempo que le daba a ambos lo que realmente querían y se sumergía profundamente en ella. Se removió contra él, queriéndolo más adentro. Él gustosamente cumplió su petición.
Él ya no podía controlarse más. Él se impulsó hacia ella rápido, y ella lo igualó, embestida por embestida. Ella suplicaba y de repente gimió. Él la sintió vibrar a su alrededor y perdió el control. Él se impulsó por última vez y se vino dentro de ella.
Con su último poco de energía se acostó sobre su espalda mientras la acercaba a él, no la dejaría alejarse de él de nuevo. Había roto su regla sobre el primer movimiento, pero ella no se había resistido y ellos no se arrepentirían.
Ninguno de los dos dijo nada, pero luego de que sus respiraciones volvieran a la normalidad, él sintió que ella intentaba apartarse. Él reforzó sus brazos a su alrededor.
—Vuelve a dormir, Paula —pidió. Ella se rindió y pronto se quedó dormida. Él rápidamente la siguió.
CAPITULO 52
Paula se despertó y se encontró a sí misma envuelta fuertemente junto a Pedro. Sus brazos estaban alrededor de ella y ambos estaban acostados, con una cobija sobre ellos, en el sofá de gran tamaño.
—¿Dónde está Joaquin? —preguntó presa del pánico.
—Tina se lo llevó hace un rato —respondió Pedro adormilado.
Sus rostros estaban a pocos centímetros y sin decir otra palabra él cortó la distancia entre ambos y la besó demostrando toda su necesidad. Le respondió sin dudarlo. Él movió sus cuerpos hasta quedar sobre ella,presionándola contra el sofá. Sus manos se movían sobre ella, y su boca hacia magia en su cuerpo. Él abrió su boca con la lengua provocando que un gemido escapara de sus labios.
Cuando su mano subió de su cadera para agarrar su pecho, ella se removió con placer. Lo deseaba tanto y su cuerpo respondía a cada movimiento que él hacía. Comenzó a desabotonarle la blusa y a recorrer su cuello con los labios hasta sus pechos poco cubiertos. Ella tomó su cabeza y lo jaló hacia sus labios, necesitaba sentir su boca presionada contra la suya.
Ella presionó sus labios contra su garganta, provocando que él gimiera con placer. Él unió sus labios con los de ella y estuvo a punto de tomarla en la sala donde cualquiera los podría encontrar en cualquier momento.
Finalmente ella recobró la razón y lo apartó.
—Pedro, alguien podría entrar —dijo, respirando agitadamente.
Él quería ignorar sus palabras y continuar con la seducción, pero tenía razón. Había muchas personas en la casa y él quería tener su tiempo para amar a su esposa sin interrupciones. Ella sería suya de nuevo esa noche.
Él se sentó, y ella se levantó rápidamente. Pedro caminó hacia el bar y se sirvió un poco de bourbon, el cual acabó de un solo trago, decidió que no era suficiente y se tomó otro. El líquido bajando ardientemente por su garganta hizo su trabajo y calmó un poco sus hormonas. Su excitación se había calmado, pero su deseo seguía vivo. Su cuerpo no se iba a calmar hasta que la tuviera de nuevo. Finalmente no sería en un elevador o en un sofá, sería en su cama donde podría amarla toda la noche.
—¿Te gustaría una copa de vino? —preguntó finalmente.
—Sí, por favor, pero solamente la mitad. Todavía estoy amamantando y no puedo consumir más que eso —replicó.
Ella normalmente no bebía tanto, pero sus nervios estaban afectados.
Él le sirvió medio vaso, luego se acercó a la chimenea para atizar el fuego y agregar algo de madera. Él le estaba proporcionando a ambos el tiempo que necesitaban para calmarse. Estaban listos para explotar la pasión que esperaba ser quemada del todo y luego saciada.
—Algunas niñeras vendrán hoy para entrevistarlas —dijo Pedro después de que ella bebiera un poco. De inmediato Paula se volvió a tensar—. Ya te he dicho que si no te gusta ninguna de las candidatas no las contrataremos —agregó defensivamente.
—Bien —respondió y luego dejó la habitación para ver a su hijo. Él estaba bien, por supuesto, por lo que almorzó algo y fue a la piscina para disfrutar de un poco de sol.
Casi pasó una hora antes de que Tina saliera.
—Señora Alfonso, hay un invitado en la sala esperándola —dijo.
—Gracias, Tina. Ya voy.
Paula se obligó a entrar a la casa y encontró a Pedro sentado en la sala de estar con una mujer de aspecto plácido.
Ella no quería admitir la necesidad por una niñera.
—Usted debe de ser la señora Alfonso. Soy Julia Scott. Espero poder ayudar a cuidar a su precioso hijo. —La mujer se levantó y tomó la mano de Paula.
—Es un placer conocerla, Julia. Estoy segura que Pedro le dijo que todavía no estoy segura de querer contratar una niñera. —Se sintió obligada a ser completamente honesta con la mujer.
—Entiendo que asusta dejar un niño al cuidado de un extraño. ¿Por qué no nos llegamos a conocer un poco y luego se decide? —replicó la mujer gentilmente.
Los tres hablaron por un rato, hasta que Joaquin despertó de su siesta.
Paula lo alimentó antes de dárselo a Julia. Julia había trabajado para la misma familia por quince años hasta que todos los niños crecieron. Paula no pudo encontrar nada malo en ella y la idea de tener a alguien ayudándola con el bebé le empezaba a sonar atractiva.
—Su hijo es muy hermoso —dijo Julia después de un rato.
Joaquin estaba sentado en su regazo jugando con uno de sus anillos para morder.
—De verdad lo creemos —dijo Pedro orgulloso.
—Creo que todos los niños son un regalos y preciosos, por supuesto, pero Joaquin es muy tranquilo. ¿Es esto inusual o es un bebé feliz la mayor parte del tiempo? —cuestionó Julia.
—Es un bebé excepcionalmente bueno. He escuchado horribles historias de bebés que pasan despiertos toda la noche y tienen cólicos, que lloran por horas y horas. No he tenido ninguno de estos problemas hasta ahora con Joaquin. Se despierta cada pocas horas, lo que es normal, pero
nunca ha tenido ningún problema. Los únicos momentos en que molesta es cuando tiene hambre —dijo cariñosamente Paula.
—De ninguna forma me molesta —dijo Julia—. Si un bebé llora es por algún motivo. Tiene hambre, necesita que le cambien el pañal, necesita un poco más de amor o le duele algo e intenta decirlo. Uno de los niños que solía cuidar tenía muchos cólicos. Caminaba por todo el piso por horas. Eso era solo una excusa para que me quedara con él por más rato —rememoró tiernamente.
Paula sabía que estaba diciendo la verdad.
La mujer parecía tener una paciencia inagotable, lo que era necesario para una niñera. Estaba sorprendida de descubrir que sí le agradaba la mujer
—Por mucho que odie dejar a esta hermosa criatura, debo irme y dejar que ambos sigan con su día —dijo Julia y le devolvió a Joaquin a Paula.
—Discutiremos algunas cosas y la llamaremos en los próximos días.
Tengo toda su información. Apreciamos que haya venido y pasara tanto tiempo con nosotros hoy —dijo Pedro mientras acompañaba a Julia fuera de la habitación.
—Gracias a ambos. Tienen una hermosa familia y me encantaría ser parte de ella —replicó Julia y luego se fue.
—¿Qué piensas? —preguntó Pedro.
—Pienso que ella parecía bastante buena. Creo que la idea de una niñera no sería tan mala después de todo. Fue agradable poder tomar una siesta hoy —admitió Paula. Se sonrojó al recordar cómo se había despertado de su segunda siesta esa tarde.
Los ojos de Pedro se oscurecieron, también recordó la placentera forma en que habían despertado. Sus manos ansiaban agarrarla y acercarla.
—Ya he revisado sus referencias. Su última familia no podría elogiarla más. Todos los chicos se mantienen en contacto con ella y la consideran una tía. La adoran y la familia le rogó que se quedara con ellos, a pesar de que todos los niños habían crecido, pero ella les dijo que necesitaba seguir siendo una niñera. Ama a los pequeños demasiado como para renunciar.
—Supongo que no hay nada malo con intentarlo —admitió Paula—. Solo asegúrate de decirle que no estamos seguros de que sea permanente — agregó, no estaba segura de querer una niñera a largo plazo.
—La llamaré. Me dijo que puede empezar mañana. —Él salió de la habitación, Paula estaba un poco nerviosa con lo rápido que se movían las cosas.
El resto de la tarde y la noche volaron. Pedro pasó la mayor parte del tiempo en su oficina y Joaquin estaba quisquilloso y requería de toda la atención de Paula. Estaba agradecida de haber podido dormir, porque tenía un sentimiento de que sería una noche realmente larga.
Pedro la ayudó a darle un paseo a Joaquin durante la noche. Intentaba permanecer distante, pero él lo hacía bastante difícil.
Alrededor de las nueve, Joaquin se calmó y se durmió.
Ambos, Paula y Pedro, estaban felices, él estaba mejor y suspiraba aliviado mientras observaban a su hijo dormir.
El llanto no molestó a ninguno de los dos. Sólo se sintieron impotentes porque su hijo no se sintiera bien y por no poder hacer más que caminar con él.
—Le está creciendo su primer diente y es duro para él. Creo que lo peor ya ha pasado —dijo ella, en explicación para la enfermedad de Joaquin.
—Desearía poder hacer algo más —replicó Pedro.
—Lo sé, pero lo mejor es abrazarlo y pasearlo. Disfruta de eso y pienso que observando todo lo ayuda a no sentir el dolor.
—Vamos a la cama, estoy cansado —dijo Pedro, mientras se dirigía a su cuarto.
Paula dudó, Pedro dijo que no la presionaría a hacer nada, pero sabía que él no necesitaba presionar. No estaba segura de estar lista para compartir la cama con él.
Ella ya había involucrado mucho sus sentimientos en el matrimonio y temía entregar totalmente su corazón.
—Paula, no vamos a hacer nada que no quieras. Sólo vamos a la cama —repitió Pedro. Podía ver la irritación en sus ojos y escucharla en su voz. Sabía que a él no le gustaba tener que presionar a su esposa para que durmiera con él.
—Bien, Pedro, acepté este matrimonio así que compartiré la cama. Lamento si te di a entender algo erróneo hoy en el sofá, pero no quiero tener sexo. —Terminó de hablar y caminó frente a él hacia la habitación. Tomó su pijama favorito y se fue a cambiar al baño.
—Puedes intentar huir, pero quieres esto tanto como yo —susurró Pedro, muy suave como para que Paula lo pudiera escuchar. Él sabía que iba a ser una larga noche. Y estaba determinado a que ella fuera a él esa noche.
Sabía que no tardaría mucho.
Pedro se subió a la cama, vistiendo solo el bóxer, el cual usaba por deferencia hacia ella. Él prefería dormir desnudo.
Estaba acostado sobre su espalda, con las manos bajo su cabeza y el cobertor hasta la cintura.
Paula respiró hondo al verlo en cuanto salió del baño. Él era
increíblemente sexy. Tenía la cantidad perfecta de músculos, que se tensaban con cada movimiento que hacía. Su estómago era duro y definido, el camino de vellos en su bajo estómago bajaba hasta desaparecer bajo la manta, haciéndole agua la boca. Quería pasar sus dedos sobre él, encontrando sus puntos favoritos. Incluso con lo exhausta que se sentía, sabía que sería afortunada si conseguía dormir algo junto a él.
Él no le dijo nada, pero siguió cada uno de sus movimientos mientras caminaba lentamente hacia su lado de la cama.
Ella saltó rápidamente bajo el cobertor, dándole la espalda, abrazando el borde de la cama como si fuera un salvavidas.
Levantó el cobertor hasta su barbilla y empezó a contar
ovejas. Él apagó la lámpara que estaba junto a la cama y antes de que ella lo notara, el cansancio la llevó hacia la nada.
Pedro se quedó ahí, duro y adolorido. Sabía que si la sostenía y se acercaba, ella sucumbiría fácilmente, pero él no quería obligarla. Quería que ella fuera a él completamente dispuesta. Si eso significaba que debía tomar varias duchas frías mientras esperaba, entonces eso es lo que haría.
Finalmente cayó en un sueño intranquilo.
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