lunes, 9 de marzo de 2015

CAPITULO 20





La condujo por un pasillo a la izquierda. La primera puerta por la que entraron los llevó a un gimnasio de última generación, y caminaron a través del lugar rápidamente. 


Quería hacer una pausa y observar el equipo, pero él parecía tener prisa, así que rápidamente siguió su ritmo. La
siguiente habitación albergaba una piscina de tamaño olímpico. Su boca se abrió en sorpresa. ¿Podría ser real? 


Ella no sólo tenía un hogar, al que a ella ni siquiera le importaría si fuera del tamaño de una caja de zapatos,sino que también una piscina, gimnasio y mucho más.


La cabeza le daba vueltas mientras él le mostraba una bañera de hidromasaje y sauna, y varios otros lugares, como una sala de juegos. Paula sintió que Pedro la miraba mientras recorrían las instalaciones, y ella hizo un intento de controlar su expresión. No podía ocultar el placer corriendo
por su rostro, sin embargo.


Le mostró el jardín privado con varios bancos escondidos en diferentes lugares.


Al pasar por una de las zonas cubiertas de arbustos, ella vio a una pareja joven muy ocupada besándose como para notar a Pedro y Paula,


Su pulso empezó a correr al ver a la pareja, que obviamente al estar enamorados no podían mantener sus manos fuera del otro. Ella no notó si Pedro lo vio o no, pero quería volver a entrar antes de que tuviera alguna idea más erótica con su jefe.


—¿Qué te parece hasta ahora? —preguntó él. Paula intentó mantener una expresión fría, trató de actuar como si estuviera acostumbrada a vivir en lugares similares. No era como si él no supiera nada de su casa anterior, sin embargo. 


Finalmente renunció a fingir y dio una vuelta mientras se
reía en voz alta. Ella casi le agarró en medio de su euforia, pero en el último momento, se apartó.


—No puedo creer que viviré aquí. Sé que debería actuar toda fría y serena, pero me da igual. Me encanta este lugar, y creo que nunca querré mudarme —dijo ella, con una enorme sonrisa en su cara.


—Bueno, es posible que desees reservar tu opinión hasta que veas tu apartamento actual —dijo, mientras se dirigía al vestíbulo.


Pedro apretó el botón del ascensor y entró cuando las puertas se abrieron.


Subieron al piso diecinueve en silencio. A medida que bajaban y miraba a su alrededor en los pasillos extra anchos con hermosas pinturas colocadas estratégicamente, Paula finalmente se dio cuenta del enorme tamaño del complejo.


Cuando le dijeron que era un edificio de apartamentos corporativos, ella había asumido que sólo tenía un par de pisos, con unidades mínimas.


Pero, por lo que estaba viendo, debía haber cientos de apartamentos.


Mientras caminaban por el pasillo, se dio cuenta de que casi no había puertas. Llegaron casi al fondo, cuando Pedro se detuvo y puso una llave en la puerta a su izquierda.


—No hay muchas puertas aquí. ¿Cuántos apartamentos hay en cada piso? —preguntó, casi con miedo a ver lo grande que era el suyo.


—Este piso sólo tiene dos apartamentos. Tenemos cuatro pisos que disponen de tres dormitorios cada uno, seis pisos con dos dormitorios, y el resto son todos los apartamentos de un dormitorio. Los primeros dos pisos son departamentos temporales, donde los socios se quedan cuando vienen por viaje de negocios. Todos los demás pisos son residencias permanentes —respondió—. Este piso también se utiliza para conferencias y dispone de varias salas disponibles para reuniones. Llevamos a cabo negocios aquí, a menudo.


—Oh —dijo Paula, sin saber qué más decir.


Entraron, y el aliento de Paula salió corriendo. El apartamento era enorme.


Tenía una gran entrada, baldosas en tonos tierra, dando lugar a una hermosa sala de estar. El mobiliario parecía nuevo, y la habitación estaba equipada incluso con una gran pantalla de televisión y cientos de DVD’s en un estante junto a él. Ella rápidamente examinó los títulos y vio varias comedias románticas.


¿No había algo en lo que ellos no pensaran?


—Esther te trajo unas cuantas películas que creía que disfrutarías como un regalo de bienvenida a casa —dijo Pedro mientras miraba en el estante.


Ella se conmovió al ver que Esther hizo algo tan agradable para ella.


Tendría que asegurarse de enviarle tarjeta de agradecimiento, y luego llevarla a almorzar. Pedro dio un paso atrás y dejó que ella deambulara por el apartamento. 


Había una habitación de buen tamaño para un invitado, si traía alguno. El baño principal estaba decorado con nuevas
fundas de baño y unos toques adicionales al inodoro y al lavado.


Ella abrió la puerta al final del pasillo y se sorprendió al ver el dormitorio principal. Había una enorme cama con dosel en el medio de ella, cubierta con el edredón púrpura que había elegido. Era el tipo de cama que siempre había soñado con tener. Se acercó, saltó en medio de ella, y soltó una risita.


—No sé qué decir. Nunca he conocido a una empresa tan generosa. Me hacen sentir culpable con todo lo que me han dado cuando tantas personas no tienen ni siquiera un tercio de esto. ¿Qué pasa si la empresa me odia en seis meses más? ¿Qué pasa si soy un fracaso total y no puedo hacer el trabajo, después de todo? Es tanta la presión.


—Paula, no habríamos hecho esto por alguien a la que no le tuviéramos la suficiente confianza. Has estado haciéndolo muy bien, y odio repetirlo, pero ofrecemos esto a todos los funcionarios ejecutivos.


Paula sonrió mientras Pedro salió de la habitación. Ella no estaba recibiendo ningún tratamiento especial, lo que hizo que se sintiera mejor.


Ella no quería destacar. No quería sentirse culpable por lo que le habían dado. Quería simplemente disfrutar de lo que tenía y por ahora, al menos, era todo suyo.


Paula volvió a la sala de estar. Pedro estaba de pie con la espalda contra la pared, mirándola. Aquí va, pensó ella. Él no lucia como si fuera a irse pronto, y ella sólo quería eliminar el estrés y disfrutar de su nuevo lugar.


Si las cosas fueran diferentes, sería capaz de imaginar a los dos acurrucados en el sofá, viendo una de sus comedias románticas, pero eso nunca iba a suceder. Tenía que dejar sacar toda la emoción acumulada, sonreír enormemente, y bailar alrededor de su nueva sala de estar. No podía hacer eso hasta que él se fuera.


—Gracias por tomarse el tiempo de su apretada agenda para hacer todo lo que hizo hoy. Este lugar es increíble. Es mejor de lo que podía haber imaginado o esperado, aunque yo realmente no necesito todo el espacio. Si quiere puedo mudarme a un apartamento más pequeño y guardar este para un empleado con una familia, estoy bien con eso. —Ella hablaba rápidamente, por lo que no podía interrumpirla—. No estoy diciendo que no me encanta la vivienda, porque si me encanta. Es en serio más increíble que cualquier otro lugar que he visto, si menciono en dónde he vivido antes, pero sólo parece ser un desperdicio de espacio para mí —continuó ella, casi sin respirar.


Paula pensó que si ella hablaba primero, él no haría la demanda que ella pensaba que estaba a punto de hacer. No iba dormirse en los laureles en su camino a la cima, no importa lo que él pensara de ella después de la forma en que se había comportado la noche anterior. No estaba tan
hambrienta de éxito.


Bueno, ella tenía hambre, sólo que era un hambre muy diferente. Lo superaría en cuanto tuviera algo de tiempo a solas para pensar realmente.


Ella seguía diciéndose a sí misma eso, pero tenía serias dudas acerca de su propio razonamiento.


Un incómodo silencio flotaba en la sala cuando se detuvo. 


Parecía que no se iría hasta que ella se lo pidiera.


CAPITULO 19





En silencio se dirigieron al estacionamiento después del almuerzo. Ella nunca había tenido un auto antes, ni siquiera uno rentado. Sabía que iba a tener uno después de la universidad, pero no había tenido el dinero todavía. Había tomado un curso de manejo en la universidad, así que sabía cómo manejar, pero todavía no estaba muy cómoda al volante.


No quería que Pedro supiera sobre su inseguridad, así que decidió, aguantar y enfrentar la situación.


—¿Quieres uno manual o automático? —Fue la primera pregunta.


—Yo preferiría un automático


—Si quieres mi opinión, creo que deberías comprarte el Mercedes ML450 Hybrid SUV. Tenemos alrededor de diez opciones para ti, pero he hecho la investigación en este caso, y es muy valorado en seguridad. Ocupa el combustible de muy buena manera y se recomienda en los informes de los consumidores —ofreció, sonando como un vendedor de autos.


—Realmente no sé nada de autos, Pedro. No sabría por dónde empezar — respondió ella.



* * * *


Su cabeza se giró para mirarla, pero ella estaba mirando al lote de autos como un niño perdido, por lo que no se dio cuenta de su desliz. Era la primera vez que había usado su nombre de pila. Descubrió que le gustaba el sonido de su nombre en sus labios.


Sabía que ella no se había dado cuenta de lo que había dicho. En su nerviosismo por estar en una situación incómoda, temporalmente había bajado la guardia. Le gustaba ese lado de ella. La Paula sin la armadura parecía mucho más dulce y más inocente, y él quiso envolverla en sus brazos, protegerla. Deseaba tanto llevarla de vuelta a sus brazos, sus dedos se movieron involuntariamente en los costados.


Se detuvo, apenas. No estaba dispuesto a abrir su corazón a cualquiera.


Tenía que mantener el control de sí mismo, y así sería capaz de olvidarse de lo que había hecho la noche anterior y antes de la tarde. Ninguno de los dos necesitaba entrar en una aventura que terminaría con la pérdida de un trabajo y el arrepentimiento de él. Tendría que resolver las cosas cuando él tuviera más tiempo para pensar.


—Si no sabes mucho sobre autos, entonces, espero que tomes mi consejo, pero la elección es tuya. Tú serás la que conduzca el vehículo.


Pedro la encaminó dentro del edificio y pasó por el lado de los vendedores, dirigiéndose directamente a la oficina del gerente.


Pedro, es bueno verte de nuevo. Llegas temprano, pero ya he sacado el auto que pediste —dijo el hombre detrás del escritorio, el cual tenía una sonrisa sincera y se levantó para estrechar la mano de los dos.


—Gracias, Franco. Te lo agradezco. —Pedro ya estaba volviéndose para llevar a Paula a través de la sala de exposición y las puertas laterales.


Mientras caminaban hacia el exterior, vieron un hermoso y pulido vehículo carmesí estacionado en la acera.


Pedro la llevó al auto y abrió la puerta del conductor. Ella lo miró con sorpresa y alegría en sus ojos.


Pedro no podía apartar los ojos de su cara mientras ella luchaba por contener las lágrimas mientras miraba el coche delante de ella. De repente se dio cuenta de que eso debió haber sido un logro para ella. Sabía que ella nunca había tenido un verdadero hogar, al pasar de una casa casi en ruinas a una verdadera casa.


Seguramente, no estaba acostumbrada a recibir regalos con demasiada frecuencia. El vehículo debe parecer un juguete nuevo y brillante. Miró a través de sus ojos, y se sintió humillado.


De repente, su rostro estalló en una enorme sonrisa mientras subía en el asiento y comenzó a buscar el arranque de encendido.


—¿Dónde está la llave? Ni siquiera veo un lugar en dónde ponerla — preguntó ella, mirándolo con una confusa, pero eufórica expresión.Pedro se echó a reír y le explicó que era un botón de arranque.


—Una de las nuevas características de los autos híbridos es que funcionan con electricidad cuando viajan a velocidades más lentas. El gas se iniciará cuando sea necesario.


Pulsó el botón y las luces se encendieron, pero no había sonido. Ella lo miró de nuevo por la confusión.


—¿Cómo sabes que encendió si no hay ningún ruido? —preguntó,genuinamente desconcertada.


Pedro no pudo evitarlo. Se echó a reír a carcajadas, realmente se estaba divirtiendo. Ella era tan diferente a las mujeres con las que normalmente salía, no es que ellos estuvieran saliendo, se recordó.


Su sofocada risa borró la sonrisa de su cara. Él sabía lo suficiente sobre ella como para saber que no le gustaba que se burlaran de ella, y probablemente parecía que eso era lo que él estaba haciendo.


—No me estoy riendo de ti. Acabo de encontrarte siendo un soplo de aire fresco3 —continuó, riendo entre dientes—. Pon el auto en marcha. Confía en mí. Conducirá por ti —dijo.


—¿Qué es esto, un auto espacial? —murmuró ella en voz baja. Él se las arregló para no reír y fingió no haber oído el comentario. Tenía la sensación de que podía reír a menudo con ella en su vida. Trató de endurecer su determinación, sabiendo que no quería llegar a sentirse demasiado cómodo a su alrededor. Era un camino muy peligroso




* * * *


Paula recorrió las carreteras secundarias de Seattle por alrededor de una hora. Pedro la llevó a las afueras de la ciudad, no quería que su primer viaje fuera estresante, y ella estaba agradecida por eso. Le encantaba el vehículo. 


Conducirlo era como si estuviera al interior de un cristal. 


Incluso una vez que el motor se encendió, no era más que un ronroneo el que se oía. Era maravilloso, y ella no quería detenerse. Casi se olvidó de que Pedro estaba aún con ella, lo cual era una hazaña bastante sorprendente para sí misma.


—Paula, parece que te encanta este auto. ¿Por qué no nos dirigimos de nuevo a la concesionaria y firmamos los papeles para que puedas llevártelo a casa?


Estaba un poco decepcionada por terminar el viaje, pero ella asintió con la cabeza y volvieron hacia la concesionaria. A regañadientes salió del auto cuando llegaron, sus ojos se volvieron hacia éste, casi con miedo de que se alejara, de que se lo quitaran.


—Es todo tuyo, no tienes que preocuparte —dijo Pedro mientras ella estaba todavía de pie en el lugar.


—Lo siento —murmuró Paula, mientras sintió calor subiendo por su rostro.


Se dio la vuelta y lo siguió adentro. Se obligó a no dar la vuelta de nuevo.


La documentación sólo tardaría unos veinte minutos, ya que Pedro era un cliente preferente, y tenían todo preparado para él. Tendrían que hacerle una limpieza final, así que les dijeron que sería entregado a su casa esa noche. Ella estaba extremadamente decepcionada al no poder llevárselo consigo de inmediato, pero no discutió con ellos.


Pedro la llevó hasta su auto, y ella se dejó caer en el asiento después de que se retiró de la tienda. Sabía que era ridículo, pero no había tenido una infancia como la mayoría de los niños, conseguir un montón de regalos en las fiestas, y ropa nueva cada vez que quería.


La primera vez que había recibido un regalo de Navidad fue cuando estaba en cuidado de crianza, y a pesar de que eran buenas personas, no tenían mucho dinero, así que cada niño tenía sólo un pequeño artículo.


Todavía tenía los regalos, y apreciaba a cada uno de ellos. 


El auto, sin embargo, el auto estaba muy bien. Era algo que nunca había esperado tener. Aunque en realidad no era suyo, lo podría usar durante el tiempo que trabajara para ellos. Eso era muy emocionante.


—Hemos terminado todo lo que necesitamos hoy, y tu apartamento está listo. ¿Quiere ver tu nuevo hogar? —preguntó Pedro.


—Sí, definitivamente —respondió ella, sintiendo como su estado de ánimo aumentó. Tendría que permanecer impacientemente sentada por mucho rato mientras se abrían camino a través de la ajetreada ciudad. Pasaron por la Corporación Alfonso, y luego manejaron un kilometro antes de dejar la carretera.


A medida que se acercaban al edificio grande, ella se sorprendía aun más.


Se veía más como un hotel de lujo que un complejo de apartamentos. Una fuente de agua enorme con luces de colores estaba en el centro de una calzada circular, rodeada de flores coloridas y exuberantes. El lugar estaba pavimentado con piedras de varios colores, con aspecto de un camino de salida de un libro de cuento de hadas. Miró hacia las puertas delanteras, que fueron adornadas con un borde dorado y adornos de latón. Un portero con esmoquin estaba justo en el interior y saludó mientras el auto de Pedro pasaba.


Ella se asomó por la ventana y miró hacia el techo, donde tres lámparas arañas colgaban, alumbrando con un arcoíris de color mientras conducían bajo el dosel. Era abrumador pensar que ella estaría viviendo en un lugar tan sofisticado.


Se detuvieron en el interior de un túnel de un estacionamiento subterráneo, donde él utilizó una tarjeta para entrar, antes de que estacionaran frente a un signo reservado.


—Aparcarás aquí —dijo, mientras señalaba otro espacio reservado cerca del ascensor. Él caminó alrededor del auto antes de que ella desabrochara su cinturón, y luego abrió la puerta, algo a lo que se estaba acostumbrado.


No podía admitir lo mucho que le gustaba. Ella se quedó en silencio mientras entraban en el ascensor de lujo y apretó el único botón disponible.


—Este ascensor sólo llega hasta el vestíbulo. Es otra medida de seguridad que tenemos en este lugar. Nos tomamos la seguridad de nuestros inquilinos muy en serio.


Cuando se abrieron las puertas a un enorme vestíbulo, el cual podía competir con los mejores hoteles en Nueva York, Paula no podía dejar de jadear sorprendida. Había un escritorio grande asentado contra la pared del fondo con un guardia de seguridad mirando los monitores delante de él.


—Buenas noches, Sr. Alfonso. Vino temprano esta noche —dijo antes de sonreír a Paula.


—Hola, Alfredo. ¿Cómo estás?


—Bien. Bien. No me puedo quejar.


—Alfredo, esta es nuestra nueva inquilina, la Srta. Chaves. Ella va a estar viviendo en el 19-A.


—Es muy bueno conocerla, señorita Chaves. Espero que usted disfrute su estancia aquí. Es un gran lugar. Yo trabajo por las noches de martes a sábado, pero vivo aquí, en el apartamento 2-A, si alguna vez me necesita.
Ya he puesto una lista de números del lugar, así que no dude en llamarme en cualquier momento.


A Paula le agradó Alfredo al instante. Parecía tener unos cincuenta años y tenía una de esas sonrisas que te hacían sentir bienvenida. Con las nuevas medidas de seguridad se sentía segura, así el resto del mundo no podía llegar a ella, si no lo permitía. Vivir en Seattle, y siempre en las partes más pobres, la había hecho muy consciente de las cuestiones de seguridad. Había estado demasiado asustada para dormir, en más de una noche, durante toda su vida.


—Ven conmigo, y te voy a dar un gran tour antes de mostrarte tu apartamento —dijo Pedro.




3 Soplo de aire fresco: Llega a ser algo o alguien que renueva o da alivio.




CAPITULO 18




Paula subió al auto con Pedro, inmediatamente absorbida por su olor. ¿Por qué tenía que oler tan bien? Podía sentir una agitación en su estómago mientras permanecía inmóvil junto a él. ¿Cómo iba a querer estar con él después de lo que le había dicho y hecho? Ella estaba tratando de no ver lo bueno en él, porque era mucho más difícil mantener las distancias cuando ella bajaba la guardia.


Anduvieron en el auto en silencio durante varios minutos, hasta que él aparcó en un estacionamiento. Éste no era el concesionario de autos. ¿Qué estaba haciendo? Tal vez él iba a dejarla en algún lugar con la esperanza de que fuera secuestrada.


—Vamos de compras primero. De esta forma los artículos pueden ser entregados y llevados a tu apartamento —explicó. No esperó a que ella respondiera. Salió del vehículo y se acercó a la puerta para abrirla.


Cuando él hacía esas cosas pequeñas, como tratarla como una dama, le hacía ver su lado más humano. Ella deseaba no ver ese lado, era mucho más difícil resistirse a él. Prefería que actuara como un arrogante bastardo para poder justificar su propia distancia.


Ella se bajó del auto y caminó junto a él hacia la gran tienda.


—Realmente no necesito ningún tipo de decoración. Estoy segura de que el apartamento está bien como está —Trató de decírselo. Se sentía incómoda con toda esta situación, por todo lo que los Alfonso habían hecho por ella. Se sentía mucho más que una ayuda.


—Vamos a hacer esto —dijo con una voz que decía “Acéptalo, vamos a hacerlo”.


Pronto descubrió que era mucho más fácil ir con él que discutir. La llevó a través de cada departamento, preguntándole por sus preferencias en colores y estilos. Su estado de ánimo parecía mejorar a medida que avanzaban a través de la tienda. Nunca lo habría imaginado, pero parecía que Pedro disfrutaba de las compras mucho más que ella.


Nunca había tenido el dinero para gastar frívolamente, por lo que la compra siempre había sido algo tedioso, nunca algo divertido.


Cuando terminaron las compras en la tienda, Pedro hizo los arreglos para que los artículos se entregaran a su apartamento inmediatamente.


—Terminamos antes de lo previsto, Paula. Creo ya podrás mudarte esta noche —dijo mientras salía de la tienda—. Tengo hambre. Vamos a almorzar antes de ir a la concesionaria de autos.


Él no preguntó si tenía hambre. No preguntó si quería compartir una comida con él. Él simplemente dijo que iban a almorzar, y por eso en su mente, eso es exactamente lo que estaban haciendo. Si ella no hubiera estado tan hambrienta, se habría negado a comer sólo para demostrar un punto, pero ella sabía que él no se daría cuenta, y entonces ella sería la que sufriría por el resto del día.


Él se detuvo en un pequeño restaurante y de nuevo se acercó para abrirle la puerta del auto. A medida que comenzaron a caminar en el interior, él colocó la mano en la parte baja de su espalda, enviando escalofríos por todo su cuerpo hacia los pies.


Una vez adentro, el camarero les dejó patatas fritas y salsa, y rápidamente regresó y tomó su orden. Mientras esperaban la comida, Paula pensó que éste sería uno de sus momentos más incómodos.


—Tú y mi padre parecen llevarse muy bien —dijo Pedro, con un tono que sonaba más como una acusación.


—Me agrada Horacio. Él siempre ha sido muy amable conmigo. Pasa de vez en cuando a las oficinas mientras que te has ido, y honestamente siento como si yo pudiera hablar con él durante horas y horas —respondió ella.


—Tiene un gran corazón. Yo no quiero que nadie se aproveche de ese hecho.


Paula movió la cabeza con brusquedad y miró a Pedro con incredulidad.


¿De verdad la estaba acusando de utilizar a su padre? Así sonaba para ella aquella frase. Quería golpearlo tan fuerte que sus manos estaban prácticamente temblando, pero en su lugar, tomó una respiración honda antes de abrir la boca.


—Usted puede pensar que todo el mundo está tratando de hacerle daño, y que todo el mundo quiere algo de su familia, y que incluso puede ser el caso de una gran cantidad de gente que conoce. Como sea, usted no me conoce lo suficiente como para hacer una acusación asquerosa como esa.
No siento nada más que profundo respeto por su padre, e incluso, nunca podría imaginarme a mí misma haciendo algo para causarle daño. Sólo porque usted está cansado y amargado con el mundo, por alguna razón desconocida, no le da el derecho de hablarme así. Tiene dos opciones: o bien pedir disculpas ahora mismo, o me voy caminando de este restaurante. Me encanta mi trabajo, pero no me hablará de esta manera.
Es inaceptable.


Ella lo miró a los ojos, la furia hirviendo en su interior. Vio la sorpresa en su rostro mientras hablaba. No tenía ni idea de cómo no estaba llorando.


Sabía que él podía despedirla en ese momento, y probablemente se arrepentiría de sus palabras en el momento en que se encontrara durmiendo en una habitación de hotel esa misma noche, pero por el momento, estaba demasiado exaltada como para preocuparse.


Después de varios minutos de silencio, Pedro sonrió. Las comisuras de sus labios se levantaron y aparecieron pequeñas líneas alrededor de sus ojos.


La sonrisa luego se convirtió en una risa. Paula lo miró con sorpresa. ¡Ahora se estaba riendo de ella!


Ella empujó su silla hacia atrás y se levantó. Una persona no podía aguantar tanto.


—Paula... para —dijo entre risas mientras ella rápidamente se abrió camino a través del restaurante. De ninguna manera volvería. Sabía que tenía menos de treinta segundos antes de que su ira se desvaneciera y comenzara a llorar. Ella quería estar lejos de él antes de que sucediera.


Salió y comenzó a correr, logrando llegar al callejón de al lado del edificio.


Ella dio unos pasos en el interior, luego se apoyó contra la pared, con las piernas temblorosas mientras la realidad comenzaba a atormentarla.


Oyó unos rápidos pasos y quiso gritar. Pedro vio la primera lágrima que caía por su mejilla.


Él se acercó lentamente, como si estuviese tratando con un animal salvaje, lo cual no estaba demasiado lejos de la realidad.


Se sentía muy impredecible en ese momento.


—No me estaba riendo de ti, ¿de acuerdo? Lo siento. Sé que no estás usando a mi padre. No sé por qué hable del tema. Yo sólo... sólo eres... ¡No sé!


Dio un paso atrás, pasándose los dedos por el cabello mientras caminaba delante de ella. Unas cuantas lágrimas más resbalaron mientras lo observaba.


La agitación era evidente en sus movimientos, pero ella aún estaba enojada, no sentía simpatía por su frustración.


—Mira, me estás volviendo loco. No sé qué diablos está mal conmigo ahora mismo, pero no ayudas a la situación cuando me miras con los ojos llenos de lujuria. No estás ocultando exactamente tus emociones —espetó cuando se volvió y se puso justo delante de ella.


Las lágrimas de Paula se secaron mientras se alzaba sobre ella, sus cuerpos a un sólo pie de distancia. Aun queriendo estrangularlo, todavía la excitaba. Él había abierto las compuertas dentro de ella y una oleada de deseo se había propagado por su cuerpo. Ahora tenía sexo en el cerebro constantemente. Ella lo quería, aunque no le agradara mucho.


Sus ojos se clavaron en los de él y vio cómo sus profundidades azules se dilataron. Su respiración se hizo más pesada, mientras el oxigeno se convirtió en una sesión de ejercicio.


—Al diablo —murmuró Pedro antes de que sus manos se establecieran contra la pared a cada lado de ella, rápidamente encerrándola. Antes de que tuviera tiempo de parpadear, sus labios estaban sobre los de ella.


Necesidad, ira, frustración y deseo. Todo estaba en su beso. 


Su boca aplastando la de ella mientras empujaba su lengua dentro, obligándola a rendirse.


Ella no tenía otra opción.


No podía luchar contra lo que tanto deseaba. Trató de permanecer rígida contra la pared de ladrillos, pero cuando la mano de él se levantó, deslizándose a la parte delantera de su blusa, se dio por vencida. Ella le devolvió el beso mientras la palma de él tocaba su pecho, masajeando la carne suave, presionando su pezón endurecido.


El beso continuó mientras sus caderas empujaban contra ella, presionando su erección en su calor. Aprisionándola aun más contra la pared. Sabía que estaba mal, sabía que no debería hacerlo, pero a ella no le importó.


Una bocina sonó cerca, sorprendiendo a Paula. Pedro se retiró, sus ojos nebulosos de deseo. De repente, una sirena sonó, y ambos se dieron la vuelta, viendo como un auto de la policía entraba dentro del callejón.


Pedro dio un paso atrás y juró mientras Paula estaba de pie contra la pared, preguntándose qué diablos acababa de hacer.


—Esto no debería haber ocurrido. Parece que una vez más tendré que disculparme. Se está convirtiendo en una mala costumbre, que no me gusta. Olvidémonos de mi comentario anterior, olvídate de este beso, y terminemos el almuerzo, y luego seguiremos adelante con el día.


Pedro la miró, sus ojos desafiantes mientras hacía la oferta. 


Podía aceptar sus disculpas e irse, o ella podría alejarse de todo: su trabajo, la seguridad, y nuevos amigos.


Era una decisión fácil.


Sin decir una palabra, se apartó de la pared y se dirigió hacia el restaurante. Se negaba a pensar en las cosas que había imaginado que hubieran hecho. Ella sabía que su pelo estaba desordenado, y sus labios tenían que estar inflamados. Era evidente que acababa de ser besada a menos de un metro de distancia.


Con la gracia que más pudo, volvió a su asiento y cogió una fritura de maíz2, comiendo un bocado. El sabor era como el aserrín, pero se obligó a masticar y tragar, y luego repitió el proceso.


El resto de la comida fue en un incómodo silencio hasta que,
afortunadamente, él recibió una llamada telefónica que lo mantuvo ocupado hasta que terminaron de comer.


La presión del día comenzaba a asentarse sobre sus hombros, y ella sólo quería terminar con esto. Cuanto más pronto estuviera sola, mejor estaría.


Entonces ella tendría tiempo para pensar.




2 Fritura de maíz: Corn Chip. Es un aperitivo elaborado a partir de harina de maíz frita
en aceite o al horno, generalmente en forma de pasta o a una cucharada pequeña. Las
frituras de maíz son gruesas, rígidas y muy crujientes. Tienen un fuerte aroma y sabor de
maíz tostado, y son a menudo muy espolvoreados con sal.