lunes, 9 de marzo de 2015
CAPITULO 18
Paula subió al auto con Pedro, inmediatamente absorbida por su olor. ¿Por qué tenía que oler tan bien? Podía sentir una agitación en su estómago mientras permanecía inmóvil junto a él. ¿Cómo iba a querer estar con él después de lo que le había dicho y hecho? Ella estaba tratando de no ver lo bueno en él, porque era mucho más difícil mantener las distancias cuando ella bajaba la guardia.
Anduvieron en el auto en silencio durante varios minutos, hasta que él aparcó en un estacionamiento. Éste no era el concesionario de autos. ¿Qué estaba haciendo? Tal vez él iba a dejarla en algún lugar con la esperanza de que fuera secuestrada.
—Vamos de compras primero. De esta forma los artículos pueden ser entregados y llevados a tu apartamento —explicó. No esperó a que ella respondiera. Salió del vehículo y se acercó a la puerta para abrirla.
Cuando él hacía esas cosas pequeñas, como tratarla como una dama, le hacía ver su lado más humano. Ella deseaba no ver ese lado, era mucho más difícil resistirse a él. Prefería que actuara como un arrogante bastardo para poder justificar su propia distancia.
Ella se bajó del auto y caminó junto a él hacia la gran tienda.
—Realmente no necesito ningún tipo de decoración. Estoy segura de que el apartamento está bien como está —Trató de decírselo. Se sentía incómoda con toda esta situación, por todo lo que los Alfonso habían hecho por ella. Se sentía mucho más que una ayuda.
—Vamos a hacer esto —dijo con una voz que decía “Acéptalo, vamos a hacerlo”.
Pronto descubrió que era mucho más fácil ir con él que discutir. La llevó a través de cada departamento, preguntándole por sus preferencias en colores y estilos. Su estado de ánimo parecía mejorar a medida que avanzaban a través de la tienda. Nunca lo habría imaginado, pero parecía que Pedro disfrutaba de las compras mucho más que ella.
Nunca había tenido el dinero para gastar frívolamente, por lo que la compra siempre había sido algo tedioso, nunca algo divertido.
Cuando terminaron las compras en la tienda, Pedro hizo los arreglos para que los artículos se entregaran a su apartamento inmediatamente.
—Terminamos antes de lo previsto, Paula. Creo ya podrás mudarte esta noche —dijo mientras salía de la tienda—. Tengo hambre. Vamos a almorzar antes de ir a la concesionaria de autos.
Él no preguntó si tenía hambre. No preguntó si quería compartir una comida con él. Él simplemente dijo que iban a almorzar, y por eso en su mente, eso es exactamente lo que estaban haciendo. Si ella no hubiera estado tan hambrienta, se habría negado a comer sólo para demostrar un punto, pero ella sabía que él no se daría cuenta, y entonces ella sería la que sufriría por el resto del día.
Él se detuvo en un pequeño restaurante y de nuevo se acercó para abrirle la puerta del auto. A medida que comenzaron a caminar en el interior, él colocó la mano en la parte baja de su espalda, enviando escalofríos por todo su cuerpo hacia los pies.
Una vez adentro, el camarero les dejó patatas fritas y salsa, y rápidamente regresó y tomó su orden. Mientras esperaban la comida, Paula pensó que éste sería uno de sus momentos más incómodos.
—Tú y mi padre parecen llevarse muy bien —dijo Pedro, con un tono que sonaba más como una acusación.
—Me agrada Horacio. Él siempre ha sido muy amable conmigo. Pasa de vez en cuando a las oficinas mientras que te has ido, y honestamente siento como si yo pudiera hablar con él durante horas y horas —respondió ella.
—Tiene un gran corazón. Yo no quiero que nadie se aproveche de ese hecho.
Paula movió la cabeza con brusquedad y miró a Pedro con incredulidad.
¿De verdad la estaba acusando de utilizar a su padre? Así sonaba para ella aquella frase. Quería golpearlo tan fuerte que sus manos estaban prácticamente temblando, pero en su lugar, tomó una respiración honda antes de abrir la boca.
—Usted puede pensar que todo el mundo está tratando de hacerle daño, y que todo el mundo quiere algo de su familia, y que incluso puede ser el caso de una gran cantidad de gente que conoce. Como sea, usted no me conoce lo suficiente como para hacer una acusación asquerosa como esa.
No siento nada más que profundo respeto por su padre, e incluso, nunca podría imaginarme a mí misma haciendo algo para causarle daño. Sólo porque usted está cansado y amargado con el mundo, por alguna razón desconocida, no le da el derecho de hablarme así. Tiene dos opciones: o bien pedir disculpas ahora mismo, o me voy caminando de este restaurante. Me encanta mi trabajo, pero no me hablará de esta manera.
Es inaceptable.
Ella lo miró a los ojos, la furia hirviendo en su interior. Vio la sorpresa en su rostro mientras hablaba. No tenía ni idea de cómo no estaba llorando.
Sabía que él podía despedirla en ese momento, y probablemente se arrepentiría de sus palabras en el momento en que se encontrara durmiendo en una habitación de hotel esa misma noche, pero por el momento, estaba demasiado exaltada como para preocuparse.
Después de varios minutos de silencio, Pedro sonrió. Las comisuras de sus labios se levantaron y aparecieron pequeñas líneas alrededor de sus ojos.
La sonrisa luego se convirtió en una risa. Paula lo miró con sorpresa. ¡Ahora se estaba riendo de ella!
Ella empujó su silla hacia atrás y se levantó. Una persona no podía aguantar tanto.
—Paula... para —dijo entre risas mientras ella rápidamente se abrió camino a través del restaurante. De ninguna manera volvería. Sabía que tenía menos de treinta segundos antes de que su ira se desvaneciera y comenzara a llorar. Ella quería estar lejos de él antes de que sucediera.
Salió y comenzó a correr, logrando llegar al callejón de al lado del edificio.
Ella dio unos pasos en el interior, luego se apoyó contra la pared, con las piernas temblorosas mientras la realidad comenzaba a atormentarla.
Oyó unos rápidos pasos y quiso gritar. Pedro vio la primera lágrima que caía por su mejilla.
Él se acercó lentamente, como si estuviese tratando con un animal salvaje, lo cual no estaba demasiado lejos de la realidad.
Se sentía muy impredecible en ese momento.
—No me estaba riendo de ti, ¿de acuerdo? Lo siento. Sé que no estás usando a mi padre. No sé por qué hable del tema. Yo sólo... sólo eres... ¡No sé!
Dio un paso atrás, pasándose los dedos por el cabello mientras caminaba delante de ella. Unas cuantas lágrimas más resbalaron mientras lo observaba.
La agitación era evidente en sus movimientos, pero ella aún estaba enojada, no sentía simpatía por su frustración.
—Mira, me estás volviendo loco. No sé qué diablos está mal conmigo ahora mismo, pero no ayudas a la situación cuando me miras con los ojos llenos de lujuria. No estás ocultando exactamente tus emociones —espetó cuando se volvió y se puso justo delante de ella.
Las lágrimas de Paula se secaron mientras se alzaba sobre ella, sus cuerpos a un sólo pie de distancia. Aun queriendo estrangularlo, todavía la excitaba. Él había abierto las compuertas dentro de ella y una oleada de deseo se había propagado por su cuerpo. Ahora tenía sexo en el cerebro constantemente. Ella lo quería, aunque no le agradara mucho.
Sus ojos se clavaron en los de él y vio cómo sus profundidades azules se dilataron. Su respiración se hizo más pesada, mientras el oxigeno se convirtió en una sesión de ejercicio.
—Al diablo —murmuró Pedro antes de que sus manos se establecieran contra la pared a cada lado de ella, rápidamente encerrándola. Antes de que tuviera tiempo de parpadear, sus labios estaban sobre los de ella.
Necesidad, ira, frustración y deseo. Todo estaba en su beso.
Su boca aplastando la de ella mientras empujaba su lengua dentro, obligándola a rendirse.
Ella no tenía otra opción.
No podía luchar contra lo que tanto deseaba. Trató de permanecer rígida contra la pared de ladrillos, pero cuando la mano de él se levantó, deslizándose a la parte delantera de su blusa, se dio por vencida. Ella le devolvió el beso mientras la palma de él tocaba su pecho, masajeando la carne suave, presionando su pezón endurecido.
El beso continuó mientras sus caderas empujaban contra ella, presionando su erección en su calor. Aprisionándola aun más contra la pared. Sabía que estaba mal, sabía que no debería hacerlo, pero a ella no le importó.
Una bocina sonó cerca, sorprendiendo a Paula. Pedro se retiró, sus ojos nebulosos de deseo. De repente, una sirena sonó, y ambos se dieron la vuelta, viendo como un auto de la policía entraba dentro del callejón.
Pedro dio un paso atrás y juró mientras Paula estaba de pie contra la pared, preguntándose qué diablos acababa de hacer.
—Esto no debería haber ocurrido. Parece que una vez más tendré que disculparme. Se está convirtiendo en una mala costumbre, que no me gusta. Olvidémonos de mi comentario anterior, olvídate de este beso, y terminemos el almuerzo, y luego seguiremos adelante con el día.
Pedro la miró, sus ojos desafiantes mientras hacía la oferta.
Podía aceptar sus disculpas e irse, o ella podría alejarse de todo: su trabajo, la seguridad, y nuevos amigos.
Era una decisión fácil.
Sin decir una palabra, se apartó de la pared y se dirigió hacia el restaurante. Se negaba a pensar en las cosas que había imaginado que hubieran hecho. Ella sabía que su pelo estaba desordenado, y sus labios tenían que estar inflamados. Era evidente que acababa de ser besada a menos de un metro de distancia.
Con la gracia que más pudo, volvió a su asiento y cogió una fritura de maíz2, comiendo un bocado. El sabor era como el aserrín, pero se obligó a masticar y tragar, y luego repitió el proceso.
El resto de la comida fue en un incómodo silencio hasta que,
afortunadamente, él recibió una llamada telefónica que lo mantuvo ocupado hasta que terminaron de comer.
La presión del día comenzaba a asentarse sobre sus hombros, y ella sólo quería terminar con esto. Cuanto más pronto estuviera sola, mejor estaría.
Entonces ella tendría tiempo para pensar.
2 Fritura de maíz: Corn Chip. Es un aperitivo elaborado a partir de harina de maíz frita
en aceite o al horno, generalmente en forma de pasta o a una cucharada pequeña. Las
frituras de maíz son gruesas, rígidas y muy crujientes. Tienen un fuerte aroma y sabor de
maíz tostado, y son a menudo muy espolvoreados con sal.
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