lunes, 9 de marzo de 2015

CAPITULO 19





En silencio se dirigieron al estacionamiento después del almuerzo. Ella nunca había tenido un auto antes, ni siquiera uno rentado. Sabía que iba a tener uno después de la universidad, pero no había tenido el dinero todavía. Había tomado un curso de manejo en la universidad, así que sabía cómo manejar, pero todavía no estaba muy cómoda al volante.


No quería que Pedro supiera sobre su inseguridad, así que decidió, aguantar y enfrentar la situación.


—¿Quieres uno manual o automático? —Fue la primera pregunta.


—Yo preferiría un automático


—Si quieres mi opinión, creo que deberías comprarte el Mercedes ML450 Hybrid SUV. Tenemos alrededor de diez opciones para ti, pero he hecho la investigación en este caso, y es muy valorado en seguridad. Ocupa el combustible de muy buena manera y se recomienda en los informes de los consumidores —ofreció, sonando como un vendedor de autos.


—Realmente no sé nada de autos, Pedro. No sabría por dónde empezar — respondió ella.



* * * *


Su cabeza se giró para mirarla, pero ella estaba mirando al lote de autos como un niño perdido, por lo que no se dio cuenta de su desliz. Era la primera vez que había usado su nombre de pila. Descubrió que le gustaba el sonido de su nombre en sus labios.


Sabía que ella no se había dado cuenta de lo que había dicho. En su nerviosismo por estar en una situación incómoda, temporalmente había bajado la guardia. Le gustaba ese lado de ella. La Paula sin la armadura parecía mucho más dulce y más inocente, y él quiso envolverla en sus brazos, protegerla. Deseaba tanto llevarla de vuelta a sus brazos, sus dedos se movieron involuntariamente en los costados.


Se detuvo, apenas. No estaba dispuesto a abrir su corazón a cualquiera.


Tenía que mantener el control de sí mismo, y así sería capaz de olvidarse de lo que había hecho la noche anterior y antes de la tarde. Ninguno de los dos necesitaba entrar en una aventura que terminaría con la pérdida de un trabajo y el arrepentimiento de él. Tendría que resolver las cosas cuando él tuviera más tiempo para pensar.


—Si no sabes mucho sobre autos, entonces, espero que tomes mi consejo, pero la elección es tuya. Tú serás la que conduzca el vehículo.


Pedro la encaminó dentro del edificio y pasó por el lado de los vendedores, dirigiéndose directamente a la oficina del gerente.


Pedro, es bueno verte de nuevo. Llegas temprano, pero ya he sacado el auto que pediste —dijo el hombre detrás del escritorio, el cual tenía una sonrisa sincera y se levantó para estrechar la mano de los dos.


—Gracias, Franco. Te lo agradezco. —Pedro ya estaba volviéndose para llevar a Paula a través de la sala de exposición y las puertas laterales.


Mientras caminaban hacia el exterior, vieron un hermoso y pulido vehículo carmesí estacionado en la acera.


Pedro la llevó al auto y abrió la puerta del conductor. Ella lo miró con sorpresa y alegría en sus ojos.


Pedro no podía apartar los ojos de su cara mientras ella luchaba por contener las lágrimas mientras miraba el coche delante de ella. De repente se dio cuenta de que eso debió haber sido un logro para ella. Sabía que ella nunca había tenido un verdadero hogar, al pasar de una casa casi en ruinas a una verdadera casa.


Seguramente, no estaba acostumbrada a recibir regalos con demasiada frecuencia. El vehículo debe parecer un juguete nuevo y brillante. Miró a través de sus ojos, y se sintió humillado.


De repente, su rostro estalló en una enorme sonrisa mientras subía en el asiento y comenzó a buscar el arranque de encendido.


—¿Dónde está la llave? Ni siquiera veo un lugar en dónde ponerla — preguntó ella, mirándolo con una confusa, pero eufórica expresión.Pedro se echó a reír y le explicó que era un botón de arranque.


—Una de las nuevas características de los autos híbridos es que funcionan con electricidad cuando viajan a velocidades más lentas. El gas se iniciará cuando sea necesario.


Pulsó el botón y las luces se encendieron, pero no había sonido. Ella lo miró de nuevo por la confusión.


—¿Cómo sabes que encendió si no hay ningún ruido? —preguntó,genuinamente desconcertada.


Pedro no pudo evitarlo. Se echó a reír a carcajadas, realmente se estaba divirtiendo. Ella era tan diferente a las mujeres con las que normalmente salía, no es que ellos estuvieran saliendo, se recordó.


Su sofocada risa borró la sonrisa de su cara. Él sabía lo suficiente sobre ella como para saber que no le gustaba que se burlaran de ella, y probablemente parecía que eso era lo que él estaba haciendo.


—No me estoy riendo de ti. Acabo de encontrarte siendo un soplo de aire fresco3 —continuó, riendo entre dientes—. Pon el auto en marcha. Confía en mí. Conducirá por ti —dijo.


—¿Qué es esto, un auto espacial? —murmuró ella en voz baja. Él se las arregló para no reír y fingió no haber oído el comentario. Tenía la sensación de que podía reír a menudo con ella en su vida. Trató de endurecer su determinación, sabiendo que no quería llegar a sentirse demasiado cómodo a su alrededor. Era un camino muy peligroso




* * * *


Paula recorrió las carreteras secundarias de Seattle por alrededor de una hora. Pedro la llevó a las afueras de la ciudad, no quería que su primer viaje fuera estresante, y ella estaba agradecida por eso. Le encantaba el vehículo. 


Conducirlo era como si estuviera al interior de un cristal. 


Incluso una vez que el motor se encendió, no era más que un ronroneo el que se oía. Era maravilloso, y ella no quería detenerse. Casi se olvidó de que Pedro estaba aún con ella, lo cual era una hazaña bastante sorprendente para sí misma.


—Paula, parece que te encanta este auto. ¿Por qué no nos dirigimos de nuevo a la concesionaria y firmamos los papeles para que puedas llevártelo a casa?


Estaba un poco decepcionada por terminar el viaje, pero ella asintió con la cabeza y volvieron hacia la concesionaria. A regañadientes salió del auto cuando llegaron, sus ojos se volvieron hacia éste, casi con miedo de que se alejara, de que se lo quitaran.


—Es todo tuyo, no tienes que preocuparte —dijo Pedro mientras ella estaba todavía de pie en el lugar.


—Lo siento —murmuró Paula, mientras sintió calor subiendo por su rostro.


Se dio la vuelta y lo siguió adentro. Se obligó a no dar la vuelta de nuevo.


La documentación sólo tardaría unos veinte minutos, ya que Pedro era un cliente preferente, y tenían todo preparado para él. Tendrían que hacerle una limpieza final, así que les dijeron que sería entregado a su casa esa noche. Ella estaba extremadamente decepcionada al no poder llevárselo consigo de inmediato, pero no discutió con ellos.


Pedro la llevó hasta su auto, y ella se dejó caer en el asiento después de que se retiró de la tienda. Sabía que era ridículo, pero no había tenido una infancia como la mayoría de los niños, conseguir un montón de regalos en las fiestas, y ropa nueva cada vez que quería.


La primera vez que había recibido un regalo de Navidad fue cuando estaba en cuidado de crianza, y a pesar de que eran buenas personas, no tenían mucho dinero, así que cada niño tenía sólo un pequeño artículo.


Todavía tenía los regalos, y apreciaba a cada uno de ellos. 


El auto, sin embargo, el auto estaba muy bien. Era algo que nunca había esperado tener. Aunque en realidad no era suyo, lo podría usar durante el tiempo que trabajara para ellos. Eso era muy emocionante.


—Hemos terminado todo lo que necesitamos hoy, y tu apartamento está listo. ¿Quiere ver tu nuevo hogar? —preguntó Pedro.


—Sí, definitivamente —respondió ella, sintiendo como su estado de ánimo aumentó. Tendría que permanecer impacientemente sentada por mucho rato mientras se abrían camino a través de la ajetreada ciudad. Pasaron por la Corporación Alfonso, y luego manejaron un kilometro antes de dejar la carretera.


A medida que se acercaban al edificio grande, ella se sorprendía aun más.


Se veía más como un hotel de lujo que un complejo de apartamentos. Una fuente de agua enorme con luces de colores estaba en el centro de una calzada circular, rodeada de flores coloridas y exuberantes. El lugar estaba pavimentado con piedras de varios colores, con aspecto de un camino de salida de un libro de cuento de hadas. Miró hacia las puertas delanteras, que fueron adornadas con un borde dorado y adornos de latón. Un portero con esmoquin estaba justo en el interior y saludó mientras el auto de Pedro pasaba.


Ella se asomó por la ventana y miró hacia el techo, donde tres lámparas arañas colgaban, alumbrando con un arcoíris de color mientras conducían bajo el dosel. Era abrumador pensar que ella estaría viviendo en un lugar tan sofisticado.


Se detuvieron en el interior de un túnel de un estacionamiento subterráneo, donde él utilizó una tarjeta para entrar, antes de que estacionaran frente a un signo reservado.


—Aparcarás aquí —dijo, mientras señalaba otro espacio reservado cerca del ascensor. Él caminó alrededor del auto antes de que ella desabrochara su cinturón, y luego abrió la puerta, algo a lo que se estaba acostumbrado.


No podía admitir lo mucho que le gustaba. Ella se quedó en silencio mientras entraban en el ascensor de lujo y apretó el único botón disponible.


—Este ascensor sólo llega hasta el vestíbulo. Es otra medida de seguridad que tenemos en este lugar. Nos tomamos la seguridad de nuestros inquilinos muy en serio.


Cuando se abrieron las puertas a un enorme vestíbulo, el cual podía competir con los mejores hoteles en Nueva York, Paula no podía dejar de jadear sorprendida. Había un escritorio grande asentado contra la pared del fondo con un guardia de seguridad mirando los monitores delante de él.


—Buenas noches, Sr. Alfonso. Vino temprano esta noche —dijo antes de sonreír a Paula.


—Hola, Alfredo. ¿Cómo estás?


—Bien. Bien. No me puedo quejar.


—Alfredo, esta es nuestra nueva inquilina, la Srta. Chaves. Ella va a estar viviendo en el 19-A.


—Es muy bueno conocerla, señorita Chaves. Espero que usted disfrute su estancia aquí. Es un gran lugar. Yo trabajo por las noches de martes a sábado, pero vivo aquí, en el apartamento 2-A, si alguna vez me necesita.
Ya he puesto una lista de números del lugar, así que no dude en llamarme en cualquier momento.


A Paula le agradó Alfredo al instante. Parecía tener unos cincuenta años y tenía una de esas sonrisas que te hacían sentir bienvenida. Con las nuevas medidas de seguridad se sentía segura, así el resto del mundo no podía llegar a ella, si no lo permitía. Vivir en Seattle, y siempre en las partes más pobres, la había hecho muy consciente de las cuestiones de seguridad. Había estado demasiado asustada para dormir, en más de una noche, durante toda su vida.


—Ven conmigo, y te voy a dar un gran tour antes de mostrarte tu apartamento —dijo Pedro.




3 Soplo de aire fresco: Llega a ser algo o alguien que renueva o da alivio.




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