jueves, 12 de marzo de 2015

CAPITULO 31




Pedro se echó a reír en voz alta por el horror en su rostro ante la idea de ser descubierta desnuda en la parte de atrás de un auto con su marido.


Sacó el sostén que estaba detrás de él y se lo pasó. Ella terminó de vestirse en un tiempo récord y se alejó de él. 


Pedro se enderezó, pero sabía que la ropa volvería a ser arrancada en unos minutos. Le resultaba muy entrañable que su esposa tuviera miedo de ser atrapada besuqueándose en la parte de atrás de la limusina.


Acababa de hacerle el amor a Paula, demasiado rápido, y ahora quería tomarla de nuevo, mucho más lento y delicadamente. Ya podía sentir su cuerpo endurecido por el sólo pensamiento de hundirse en ella. No podía entender cómo él podía desear con tanta rapidez tras haber quedado totalmente satisfecho.


Se detuvieron en el aeropuerto, donde el avión privado esperaba su llegada. Pedro la dirigió al interior, mientras que el equipaje era cargado.


—Vamos a despegar en unos treinta minutos, señor y señora Alfonso. ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes mientras esperamos? —preguntó una señora rubia demasiado linda y alegre cuando entraron.


—Sí, Lana, gracias. Cenaremos, y tomaré un whisky americano. ¿Qué te gustaría para beber, querida? —le preguntó a Paula.


—Me encantaría un poco de leche, por favor —respondió ella, dándose cuenta por primera vez de que se estaba muriendo de hambre. Le encantaba la expresión de cariño saliendo de sus labios. La hacía sentir como una verdadera esposa.


—Aquí está su leche, señora Alfonso. Su comida estará en tan sólo unos minutos —dijo la azafata alegre cuando regresó puntualmente.


Paula la miró con un poco de shock. Ella la había llamado señora Alfonso en dos ocasiones. Era la señora Alfonso. 


No había pensado realmente en eso. Continuamente había pensado en el poder del nombre Alfonso, y ahora lo tenía. 


Estaba tan fuera de sí en su mundo que no sabía cómo
podría posiblemente encajar


—¿Cómo te estás sintiendo? —preguntó Pedro.


—Muy bien, en realidad —contestó ella—. Me olvidé de comer hoy, así que me muero de hambre. Creo que podría comerme una vaca entera en estos momentos. ¿Sería grosero de mi parte pedir dos de las cenas pequeñas? — preguntó ella, un poco avergonzada.


Pedro se echó a reír a carcajadas ante su pregunta.


—Tenemos una comida completa preparada para nosotros, Paula. No creo que tengas que preocuparte por tener hambre. Yo estoy bastante hambriento. No he tenido tantas oportunidades para comer con todas las cosas que han pasado.


—Aquí está su primer plato. —Paula miró hacia las bandejas que Lana colocaba en frente de ella, y su boca comenzó a salivar. Había varios aperitivos en la mezcla, de los cuales se desprendían los aromas más sorprendentes. Su estómago gruñó con la fuerza suficiente para que tanto Pedro como Lana la oyeran perfectamente.


—Será mejor que comas antes de que mi hijo empiece a gruñir más —dijo Pedro y le dio unas palmaditas en el estómago.


Paula estaba tan sorprendida por el momento íntimo, las lágrimas llenaron sus ojos de nuevo. Ella se inclinó y lo besó impulsivamente.


—Tu hijo o hija —subrayó con humor—, está perfectamente bien. Es la mamá la que podría consumir todo lo que está a la vista. —Ella agarró el tenedor y murmuró en voz alta lo bien que sabía.



* * * *


Pedro la miró, disfrutando de su placer durante unos momentos antes de comenzar a comer su propia comida.


—Les serviré sus ensaladas después de haber despegado —dijo Lana y luego se fue a comer.


Paula acabó con su comida y miró lo que quedaba en el plato de Pedro con anhelo. Él se rió de su patética expresión y luego clavó un bocado y la alimentó. Ella cerró los ojos y gimió de placer, y él se olvidó de la comida mientras la sangre se agolpaba en su ingle.


Lo que ella hacía con él era increíble. La quería todo el tiempo. Disfrutaba tanto de todo. Ella no tenía esa mirada de éxtasis en su rostro cuando miraba los objetos de valor a su alrededor. Lo hacía cuando tomaba un bocado de comida que se derretía en su lengua, y definitivamente cuando él estaba empujando dentro de ella.


—Paula, ¿podemos empezar esta luna de miel con el pie derecho? Lo siento por las acusaciones que hice en tu contra. Realmente me gustaría que dejáramos pasar esas cosas y tuviéramos un buen viaje —dijo al tiempo que tomaba su mano entre las suyas.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, y asintió con la cabeza.


—Estas hormonas del embarazo me hacen llorar a cada instante, te lo advierto ahora —dijo ella con una risita—. Yo no suelo ser tan emocional.


—Me gustas así —susurró y la besó un poco más.


—Estamos listos para el despegue, Sr. Alfonso. Por favor, abróchense los cinturones de seguridad, tendremos un viaje tranquilo. El viento va en nuestra dirección, por lo que deberíamos aterrizar en París a las nueve — dijo la voz del piloto por el intercomunicador.


—Nunca he volado en un avión antes, pero he visto las películas, y tengo que decir que esto es mucho mejor que compartir una fila de asientos con un tipo grande y sudoroso a tu lado y un niño gritando detrás —dijo Paula con entusiasmo.


Pedro se echó a reír. Ella realmente era vigorizante.


—Estoy de acuerdo contigo.



* * * *


Durante el despegue, el rostro de Paula estuvo pegado a la ventana. Estaba fascinada por todo el procedimiento. Le encantaba cómo el jet de pronto despegó con velocidad. La sensación de estar levantada en el aire era diferente a todo lo que antes había experimentado.


No tenía miedo. Se sentía llena de adrenalina. 


Definitivamente tendría que añadir volar a su lista de cosas favoritas que le gusta hacer. Tendría que ver si su esposo la llevaba a volar hacia otros países.


Tal vez durante su aniversario el próximo año.


Una vez que llegaron a una cierta altura, Lana les trajo el segundo plato.


Comieron varios platos, incluyendo una suculenta langosta. 


Eso definitivamente no provenía de los congelados del supermercado del congelador de su apartamento. Después del final del último plato, ella se echó hacia atrás y se frotó el estómago.


—Tenías razón, Pedro, Estoy llena —dijo medio dormida mientras se le escapó un bostezo.


—Vamos a tomar una siesta. Te ves agotada —dijo mientras se levantaba y la ayudaba desde su asiento.


—¿Quiere que le traiga algo, señor Alfonso? —preguntó Lana.


—No, gracias, Lana. Vamos a retirarnos por el resto de la noche — respondió.



* * * *


Se fueron y se acostaron en la cómoda cama. Pedro desnudó lentamente a su novia. Se tomó su tiempo para mostrarle lo mucho que la quería.


Pedro pasó la siguiente hora mostrándole repetidamente lo deseable que era. Luego la tomó en sus brazos, y ella se quedó dormida en cuestión de segundos. Se sentía muy afortunado de tenerla como novia. Puede que no hubiesen empezado de buena manera, pero él sabía que iban a ser muy buenos el uno para el otro.




CAPITULO 30






Pedro y Paula cortaron el pastel y se lo dieron mutuamente. 


Brindaron su unión y bailaron con los miembros de la familia. 


Pedro estaba sorprendido por los celos intensos que sentía cuando cada uno de sus hermanos se acercaba demasiado a Paula, quien era una mujer casada, y la llevaban alrededor de la pista de baile.


Cuando ella estaba bailando con Alejandro, dejó escapar una risa alegre por algo que él dijo. Pedro se alejó de su compañera sin decir palabra alguna y reclamó a su novia. 


Su hermano se rió aun más fuerte y besó en la mejilla a Paula antes de liberarla para que se fuera con su marido.


—¿De que se reían ustedes dos? —preguntó él con celos cuando la hizo girar en torno a la pista de baile.


—Me dijo que si recobraba mis sentidos podía llamarlo, y que le encantaría llevarme lejos de su aburrido hermano mayor —dijo sonriendo, deleitándose aún de la broma de su hermano.


—Tú eres mía, y sólo mía, y el único que puede llevarte a cualquier lugar voy a ser yo —dijo él y tiró de ella con más fuerza para que así ella tuviera espacio sólo para él en su mente.


La besó hasta que casi no pudo soportarlo más, y luego decidió que ya habían pasado suficiente tiempo con la gente. 


Ya era hora de empezar la parte de luna de miel de la boda.


—Es hora de irse. Vamos a darle las buenas noches a mis padres y huir de aquí —habló él mientras le tomaba la mano y la conducía en dirección a su mamá y papá.



* * * *


Paula se asustó mientras él la conducía hacia sus padres. 


Esto era todo.


Iban a estar solos muy pronto, y estaba aterrada. No sabía cómo actuar como una mujer casada.


Ella no estaba preocupada por el sexo. Definitivamente había química, pero estaba preocupada por el antes y el después del sexo. ¿Podría besarlo cuando se le diera la gana? ¿Podría tomar su mano? ¿Podría decirle cuando el bebe estuviera pateando, para que así pudieran compartir ese momento? ¿Eran esas cosas demasiado íntimas?


En un matrimonio regular, no tendría que preguntarse ese tipo de cosas, pero esto no era un matrimonio normal, y no sabía lo que se esperaba de ella. Era aterrador.


—Mamá, papá, muchas gracias por la boda. Sé que no les dio mucho tiempo pero aun así les salió hermoso. Nos vamos ahora —dijo Pedro mientras abrazaba a sus padres.


—Gracias a los dos. Son personas realmente increíbles. Estoy muy contenta de ser parte de su familia —agregó Paula con timidez.


—Querida, nosotros somos los agradecidos de tenerte en nuestras vidas.
Ahora por fin tenemos a la hija con la que no fuimos bendecidos años atrás —dijo Horacio, tomándola en un abrazo y luego pasándola a su esposa.


—Ustedes dos tendrán una maravillosa luna de miel, y nos juntaremos a comer la próxima semana. Ahora que la boda ha terminado, es hora de prepararnos para nuestro primer nieto —añadió Ana mientras la abrazaba.


Paula estaba tan emocionada por su increíble familia política, no sabía qué más decir. Su niño sería amado más allá de comparar y sin medidas. El amor ciertamente sobrepasaría todo lo demás en su inusual unión.


—Danos unos minutos para subir las escaleras y Paula se cambié para su salida —dijo Ana, mientras la llevaba al interior de la casa.


Pedro lucía como si no fuera a dejarla ir ni por un minuto hasta que Horacio se echó a reír y lo tiró hacia un lado.


—Ella volverá, hijo.


A Paula le encantaba esa risa. Rápidamente subió las escaleras con Ana. Estaba nerviosa cuando entraron a la habitación y vio el bello equipo que Ana había comprado para ella.


—Paula, sé que todo esto ha sido abrumador para ti pero quiero que sepas que estoy muy feliz de tenerte en nuestras vidas —dijo Ana, lo cual provocó lágrimas en Paula. Ella deseaba tanto tener una madre.


—Gracias, Ana. Es sólo que todo sucedió tan rápido —respondió ella.


No quería decir nada malo de Pedro, pero, a veces, el hombre realmente era abrumador.


—Sé que mi hijo puede ser terco y un poco duro de cabeza. Él ha sido herido antes. Cuando a una familia se le ha dado todo lo que tenemos, la gente tiende a aprovecharse de uno. Pedro ha estado con mujeres que lo han lastimado. Él nunca lo admitiría, pero una madre puede ver cosas que otros no pueden. Aprenderás todo esto muy pronto —dijo Ana suavemente.


—Simplemente no quiero que él me odie por pensar que de algún modo lo he atrapado —dijo Paula, sintiendo que podía ser honesta.


—Oh, cariño, no tienes nada de qué preocuparte. El gruñido de Pedro es mucho peor que su mordida. Será un buen marido. Ya puedo ver que te adora, y cómo mi corazón se llena de placer al ver la manera en que lo miras. No mires con pánico. No estoy esperando a que hables abruptamente de tu amor por él, pero sé que los dos estarán bien —dijo Ana. Luego se acercó a Paula otra vez, y las dos mujeres se abrazaron, compartiendo un primer momento entre madre e hija.


—Gracias de nuevo. Todo esto significa más de lo que podrías imaginarte —le dijo Paula mientras se limpiaba las lágrimas.


—Yo soy la que debería estar agradecida. Nunca pensé que mi hijo encontraría a una mujer como tú. Ahora, será mejor que vuelvas con Pedro antes de que él venga a buscarte —terminó Ana.


Paula se cambió rápidamente y se puso una hermosa blusa y falda, y luego las dos bajaron.


Pedro y Paula dejaron la casa en medio de gritos de buena voluntad y mucho alpiste. Se dirigieron a la limusina que los esperaba, la cual estaba decorada con "Recién casados" en la parte trasera. Tan pronto como estuvieron en la parte trasera, Pedro la tomó en sus brazos y de nuevo arrebató su boca.


Ella lo deseaba tanto, no tenía ni un sólo pensamiento relacionado con alejarlo. Su respiración se profundizó mientras ella enredó las manos en su pelo grueso y oscuro para tirar de él más de cerca. Él estaba presionando fuertemente contra su cuerpo dolorido, y ella todavía se sentía como si no pudiera acercarse lo suficiente a él. 


¡Oh, cómo amaba al hombre que ahora era su marido!


Pedro estaba obviamente tan hambriento de ella como ella lo estaba de él.


Le desabrochó la blusa y le despojó el sujetador en cuestión de segundos.


Paula se quedó sin aliento mientras él se deleitaba de sus pechos con las manos y labios. Él estaba moldeando su cuerpo adolorido con un toque dulce de amante. Ella presionó aun más su toque, porque no quería que se detuviera nunca.


Sus pezones alcanzaron la cima del deseo con cada una de sus caricias.


Cuando su boca llegó a una punta de color de rosa, ella echó la cabeza hacia atrás y gimió. Él cambió de lado, dándole a su cuerpo la atención que necesitaba y quería.


Ella se dio cuenta de inmediato de que su cuerpo era más sensible ahora que estaba embarazada.


Él la había convertido en lava fundida la única otra vez que habían hecho el amor, pero esta vez, sentía que iba a hundirse en el asiento. No podía tener suficiente de sus manos o boca sobre ella.


Cuando él soltó su pezón endurecido y arrastró su boca hacia la parte inferior de su estómago, lo cual era apenas una muestra de lo viva que se podía sentir por dentro, ella empezó a temblar. Le quitó la falda y se deshizo de la ropa interior en un sólo movimiento suave, y luego puso los labios y la lengua sobre la piel sensible en la parte interior de sus muslos.


No podía quedarse quieta. Ella quería más. Trató de acercarlo de nuevo a su cuerpo, pero él la miró con ojos ardientes y sacudió la cabeza.


Comenzó a acariciar sus piernas otra vez, mientras sus manos recorrían de arriba a abajo su estómago, pasando cerca de sus pechos y luego de vuelta otra vez. Ella sintió su aliento cálido sobre sus partes más sensibles, segundos antes de que fuera reemplazado por la humedad de su lengua acariciando su carne hinchada.


Su cuerpo se sacudió por el contacto íntimo. A continuación, todos los pensamientos se fueron, y no podía hacer nada más que sentir.


Habían pasado sólo segundos, y ella se caía a pedazos, temblando mientras su cuerpo estallaba en éxtasis total. 


Antes de que tuviera tiempo de parpadear, Pedro estaba desnudo y, una vez más, besándola apasionadamente.


Su cuerpo empezó a arder de nuevo a la espera de su unión.


Él metió la lengua dentro de su boca, y luego le abrió las piernas. De repente, él estaba en lo profundo de sus pliegues. Su respiración se mezclaba con el sonido de sus gemidos mientras su cuerpo se apretaba alrededor de él.


Ella explotó en éxtasis por segunda vez, temblando en sus brazos, y eso fue todo lo que se necesitó para enviarlo al abismo. Él empujó en su interior por última vez y luego cayó frente a ella, completamente saciado


Ninguno de los dos habló mientras sus respiraciones volvían lentamente a la normalidad.


Ella no quería dejarlo ir. Sabía que una vez que se separaran, el silencio incomodo comenzaría. Por ahora sólo eran dos amantes que disfrutaban de las consecuencias de lo que habían compartido.


Ellos aún estaban enredados cuando el conductor anunció que llegarían a su destino en unos cinco minutos desde el intercomunicador del auto.


Paula se ruborizó, de forma rápida luchó por ponerse la ropa.


—¿Dónde está mi sujetador? —preguntó ella con pánico.




CAPITULO 29



—Respira, Paula. Sólo respira. —Ella se sentía como que iba a hiperventilar mientras se paraba en el vestidor de la gigantesca mansión. Había pasado la mañana siendo
mimada por su día de bodas.


Su cabello estaba en un moño, con rizos cayendo por su cuello y su rostro.


Su maquillaje había sido expertamente aplicado para borrar los círculos negros y resaltar sus ojos y su boca. Sus uñas fueron extendidas y pintadas. No se sentía como ella misma. 


Ellos la habían puesto en un vestido magnífico y miraba en el espejo a una extraña. ¿Quién era la chica que la miraba? Ellos le habían dado unos benditos minutos para calmarse, por los cuales estaba agradecida.


—Es hora, Paula —Escuchó que Horacio dijo suavemente. 


Eso fue lo suficiente para que girara su cabeza. Ella nunca lo había escuchado hablar sin su tenor normal. Él se miraba guapo en su esmoquin. Ella definitivamente sabía que los chicos se miraban geniales en ellos. Él era tan parecido y tan diferente de Pedro.


Horacio había envejecido bien. La más grande diferencia entre Horacio y Pedro eran sus ojos. Los ojos de Pedro siempre estaban enfocados y determinados, mientras que los de Horacio tenían líneas de la risa alrededor de ellos y siempre parecían brillar. Él se miraba muy relajado.


Ella se preguntó si habían sido así toda su vida, o habían estado en un momento tan enfocados como los de su hijo.


Horacio caminó y la besó en la mejilla.


—Estoy tan feliz de que finalmente tengo una hija en la familia. Eres hermosa por dentro y por fuera. —Envolvió sus grandes brazos alrededor de ella en un abrazo gentil.


Esas palabras significaban mucho para ella. Él sabía cuánto necesitaba ella ser incluida en una familia amorosa. Hubiera dado cualquier cantidad de dinero para ser amada de la manera en que Horacio amaba a sus hijos


Ella estaba obteniendo un pedazo de eso ahora, y no quería que nunca se fuera.


—Como tu padre no está aquí, quería saber si pudiera tener más que el honor de que me permitieras caminar contigo por el pasillo —dijo él con lágrimas en los ojos.


Los ojos de Paula ardían y ella contestó a su gentil oferta.


—Sería para mí un honor que tú me escoltaras. Eres la clase de padre que siempre soñé tener. —No podía decir nada más porque ella se había atragantado mientras miraba a los ojos amables de él. Él la acercó en un abrazo, y ella se colgó a él, esperando que él nunca la dejara ir. Había sido cuidadosa a través de los años de no encariñarse demasiado de la gente, y en unos cuantos meses, ella amaba a toda la familia de Pedro.


—Ahora, ahora, no quieres ponerte toda llorosa y arruinar tu maquillaje.
No creo que mi hijo pueda aguantar cualquier retraso. Él ya está caminando en el pasillo. El sacerdote lo acaba de conducir a su punto en el altar —Se rió por lo bajo Horacio.


Paula tomó una última mirada final en el espejo y tomó un respiro hondo.


—Estoy lista —dijo ella. Tomó el brazo de Horacio y él la condujo fuera de la habitación. La música llenaba el aire mientras ellos pasaban la entrada.


Ella jadeó, y lo único que la sostuvo de correr fue Horacio agarrando su brazo.


—Pensé que sólo unas cuantas personas estarían aquí —murmuró ella.


—Ahora, Paula, no tengas miedo. Mi hijo mayor finalmente se está casando, y no podíamos herir los sentimientos de nadie al no ser incluidos en el asunto —dijo él, haciéndola sentir culpable por no querer que todos esos extraños la miraran.


Paula tomó un respiro hondo y sintió los nervios corriendo por todo su cuerpo mientras tomaban el primer paso por el pasillo hermosamente decorado. Ella miró directo al frente porque temía que si miraba a los extraños, se giraría y huiría.


Miró a Pedro al final del pasillo, justo a una corta distancia de ella. Él le quitó la respiración con lo hermoso hombre que era. Sus ojos se encontraron y se sostuvieron. Él le dio una sonrisa que parecía decirle que todo estaría bien.


Paula sintió como si el viento la golpeara. Se paró para respirar. Horacio la miró curiosamente, pero ella no se dio cuenta. No se dio cuenta de nada, sólo que su cuerpo se estremecía.


Estaba enamorada de él, y se dio cuenta que no podía imaginar su vida sin él. Él iba a ser su esposo, pero no la amaba. Ella no sabía cómo se iba a poner después de la boda. ¿Cómo podría estar con él todos los días, haciendo el amor y criando a sus hijos sin saber si él la amaba? Ella
apenas se podía sostener.


Horacio le dio un toquecito, y finalmente se puso de nuevo a caminar hacia adelante. Ella tuvo que luchar para alejar las lágrimas. Quizás él al final se enamore de mí, trató de confortarse. Si él pensaba que ella de alguna manera lo había atrapado en el matrimonio, ¿cómo podría confiar en ella, mucho menos amarla? Él sabía que ella no había planeado el embarazo, pero él era honorable por hacer esto por su hijo, y, por lo tanto, siempre se sentiría como si fuese atrapado.


No había nada que al momento ella pudiera hacer, así que continuaría caminando por el pasillo y terminaría con la boda. Ella era una persona fuerte. Tenía que almacenar y alejar su amor e intentar sobrevivir todo el evento.



* * * *


Pedro sintió un momento de pánico cuando Paula se detuvo a medio camino en el pasillo. ¿Iba a girarse y correr? Él no dejaría que ella llegara lejos. Él sabía cuánto ella quería el bebé y, aunque le doliera mucho que la atrapara, no podía dejarla ir. En los meses que la había conocido, ella había invadido cada sentido, y no podía imaginar su futuro sin ella en él.


Suspiró de alivio cuando empezaron a caminar de nuevo hacia él. Cuando su padre puso la mano de ella en la suya y ella caminó a su lado, una calma silenciosa cayó sobre él. Él la tenía en sus brazos, y no iba a dejarla ir.


Él apenas escuchó las palabras del sacerdote. Se concentró lo suficiente para decir las palabras que necesitaba decir; al contrario, su mente estaba consumida por su hermosa novia.


Ella era toda una visión. Él había salido con modelos y herederas. Había estado con más mujeres de las que debería estar, pero ninguna de ellas había sido capaz de causar el endurecimiento en sus intestinos como Paula lo hacía. Ella era una belleza natural y eso opacaba a las más brillantes estrellas de Hollywood.


Él movería el cielo y la tierra para tenerla a ella como su esposa para siempre. Se había enamorado de ella. Estaba conmocionado por los sentimientos más profundos de su alma con esa revelación. No podía dejar que ella se enterara de sus sentimientos porque entonces sabría que tenía el poder para ponerlo de rodillas y que rogara por clemencia.


Él no dejaría que ella lo destruyera. Él sería un buen esposo, ella aprendería a amarlo y no por su nombre o su dinero. Por favor, Dios, deja que ella me ame y no por lo que puedo darle, agregó secretamente a sus votos de amor, honor y obediencia.


Terminaron la ceremonia, y el sacerdote le dijo que podía besar a su novia.


Pedro le dio una sonrisa amplia.


—Felizmente. —Luego él la dejó caer sobre su espalda y consumió su boca.


Se olvidaron de que estaban parados en una habitación llena de gente.


Ninguno de ellos tenía idea de cuánto tiempo había durado el beso.


Podrían haber estado solos en su dormitorio. Había pasado mucho tiempo de que había sostenido y saboreado el dulce néctar de sus labios.


—Ah, hijo, tienes mucho tiempo para hacer eso en la luna de miel — interrumpió Horacio al par y le dio una palmada en la espalda a su hijo. La multitud se rió por el entusiasmo de Pedro. Paula se volvió escarlata, y Pedro se miraba como un marido muy orgulloso.


Para todos aquellos que atestiguaron la boda, el matrimonio se veía como una unión de amor que iba a durar para siempre. La manera en que ellos se miraban sólo podía ser descrita como atontada.


Caminaron por el pasillo mientras Horacio conducía a un vasto grupo de gente al patio trasero. En el verdadero modo Alfonso, ellos hacían una boda espectacular que al menos durara una semana. Pedro miró las expresiones faciales de su novia mientras pasaban por la multitud. Ella estaba atemorizada.


El patio tenía glamorosas carpas, llenas con tablas cubiertas con lino.


Había una pista de baile con luz suave, y toda una banda tocando música.


Los meseros pasaban bandejas con champán y comida, atendiendo a los invitados. En cada mesa había cristal, porcelana y los arreglos florales más fragantes y coloridos.


Pedro quería todas esas cosas tontas y tradicionales. No sabía por qué.


Dios sabía que no era una boda convencional. Paula probablemente pensaba que era más apropiado tener guardias con armas indicándoles a las personas dónde sentarse de mesa en mesa, desde que él la había llevado a la fuerza a su matrimonio.


Él se sorprendió al ver que ella parecía estar disfrutando. O su novia estaba llena de sorpresas, o era una actriz fenomenal.



* * * *


—Sabes, estás absolutamente impresionante esta noche —dijo Tomas a Paula cuando finalmente se las arregló para tener un momento a solas con ella.


Ella lo abrazó, agradecida de que su mejor amigo estuviera entre el mar de extraños.


—Gracias por estar aquí, Tomas. Esto es abrumador —dijo con un sollozo.


—Eso sí, no te olvides de mí ahora que estás casada y embarazada —dijo con una sonrisa burlona.


Ella pudo ver la inseguridad debajo de las bromas, sin embargo.


—No he tenido verdaderos amigos durante toda mi vida. Tú eres el primero, y te prometo que siempre serás la primera persona que llame cuando necesite un hombro para llorar. Sabes que también me puedes llamar en cualquier momento. Siempre seremos los mejores amigos —dijo.


Ella le dio un abrazo antes de que fuera llamada a cortar el pastel.