Pedro y Paula cortaron el pastel y se lo dieron mutuamente.
Brindaron su unión y bailaron con los miembros de la familia.
Pedro estaba sorprendido por los celos intensos que sentía cuando cada uno de sus hermanos se acercaba demasiado a Paula, quien era una mujer casada, y la llevaban alrededor de la pista de baile.
Cuando ella estaba bailando con Alejandro, dejó escapar una risa alegre por algo que él dijo. Pedro se alejó de su compañera sin decir palabra alguna y reclamó a su novia.
Su hermano se rió aun más fuerte y besó en la mejilla a Paula antes de liberarla para que se fuera con su marido.
—¿De que se reían ustedes dos? —preguntó él con celos cuando la hizo girar en torno a la pista de baile.
—Me dijo que si recobraba mis sentidos podía llamarlo, y que le encantaría llevarme lejos de su aburrido hermano mayor —dijo sonriendo, deleitándose aún de la broma de su hermano.
—Tú eres mía, y sólo mía, y el único que puede llevarte a cualquier lugar voy a ser yo —dijo él y tiró de ella con más fuerza para que así ella tuviera espacio sólo para él en su mente.
La besó hasta que casi no pudo soportarlo más, y luego decidió que ya habían pasado suficiente tiempo con la gente.
Ya era hora de empezar la parte de luna de miel de la boda.
—Es hora de irse. Vamos a darle las buenas noches a mis padres y huir de aquí —habló él mientras le tomaba la mano y la conducía en dirección a su mamá y papá.
* * * *
Esto era todo.
Iban a estar solos muy pronto, y estaba aterrada. No sabía cómo actuar como una mujer casada.
Ella no estaba preocupada por el sexo. Definitivamente había química, pero estaba preocupada por el antes y el después del sexo. ¿Podría besarlo cuando se le diera la gana? ¿Podría tomar su mano? ¿Podría decirle cuando el bebe estuviera pateando, para que así pudieran compartir ese momento? ¿Eran esas cosas demasiado íntimas?
En un matrimonio regular, no tendría que preguntarse ese tipo de cosas, pero esto no era un matrimonio normal, y no sabía lo que se esperaba de ella. Era aterrador.
—Mamá, papá, muchas gracias por la boda. Sé que no les dio mucho tiempo pero aun así les salió hermoso. Nos vamos ahora —dijo Pedro mientras abrazaba a sus padres.
—Gracias a los dos. Son personas realmente increíbles. Estoy muy contenta de ser parte de su familia —agregó Paula con timidez.
—Querida, nosotros somos los agradecidos de tenerte en nuestras vidas.
Ahora por fin tenemos a la hija con la que no fuimos bendecidos años atrás —dijo Horacio, tomándola en un abrazo y luego pasándola a su esposa.
—Ustedes dos tendrán una maravillosa luna de miel, y nos juntaremos a comer la próxima semana. Ahora que la boda ha terminado, es hora de prepararnos para nuestro primer nieto —añadió Ana mientras la abrazaba.
Paula estaba tan emocionada por su increíble familia política, no sabía qué más decir. Su niño sería amado más allá de comparar y sin medidas. El amor ciertamente sobrepasaría todo lo demás en su inusual unión.
—Danos unos minutos para subir las escaleras y Paula se cambié para su salida —dijo Ana, mientras la llevaba al interior de la casa.
Pedro lucía como si no fuera a dejarla ir ni por un minuto hasta que Horacio se echó a reír y lo tiró hacia un lado.
—Ella volverá, hijo.
A Paula le encantaba esa risa. Rápidamente subió las escaleras con Ana. Estaba nerviosa cuando entraron a la habitación y vio el bello equipo que Ana había comprado para ella.
—Paula, sé que todo esto ha sido abrumador para ti pero quiero que sepas que estoy muy feliz de tenerte en nuestras vidas —dijo Ana, lo cual provocó lágrimas en Paula. Ella deseaba tanto tener una madre.
—Gracias, Ana. Es sólo que todo sucedió tan rápido —respondió ella.
No quería decir nada malo de Pedro, pero, a veces, el hombre realmente era abrumador.
—Sé que mi hijo puede ser terco y un poco duro de cabeza. Él ha sido herido antes. Cuando a una familia se le ha dado todo lo que tenemos, la gente tiende a aprovecharse de uno. Pedro ha estado con mujeres que lo han lastimado. Él nunca lo admitiría, pero una madre puede ver cosas que otros no pueden. Aprenderás todo esto muy pronto —dijo Ana suavemente.
—Simplemente no quiero que él me odie por pensar que de algún modo lo he atrapado —dijo Paula, sintiendo que podía ser honesta.
—Oh, cariño, no tienes nada de qué preocuparte. El gruñido de Pedro es mucho peor que su mordida. Será un buen marido. Ya puedo ver que te adora, y cómo mi corazón se llena de placer al ver la manera en que lo miras. No mires con pánico. No estoy esperando a que hables abruptamente de tu amor por él, pero sé que los dos estarán bien —dijo Ana. Luego se acercó a Paula otra vez, y las dos mujeres se abrazaron, compartiendo un primer momento entre madre e hija.
—Gracias de nuevo. Todo esto significa más de lo que podrías imaginarte —le dijo Paula mientras se limpiaba las lágrimas.
—Yo soy la que debería estar agradecida. Nunca pensé que mi hijo encontraría a una mujer como tú. Ahora, será mejor que vuelvas con Pedro antes de que él venga a buscarte —terminó Ana.
Paula se cambió rápidamente y se puso una hermosa blusa y falda, y luego las dos bajaron.
Pedro y Paula dejaron la casa en medio de gritos de buena voluntad y mucho alpiste. Se dirigieron a la limusina que los esperaba, la cual estaba decorada con "Recién casados" en la parte trasera. Tan pronto como estuvieron en la parte trasera, Pedro la tomó en sus brazos y de nuevo arrebató su boca.
Ella lo deseaba tanto, no tenía ni un sólo pensamiento relacionado con alejarlo. Su respiración se profundizó mientras ella enredó las manos en su pelo grueso y oscuro para tirar de él más de cerca. Él estaba presionando fuertemente contra su cuerpo dolorido, y ella todavía se sentía como si no pudiera acercarse lo suficiente a él.
¡Oh, cómo amaba al hombre que ahora era su marido!
Pedro estaba obviamente tan hambriento de ella como ella lo estaba de él.
Le desabrochó la blusa y le despojó el sujetador en cuestión de segundos.
Paula se quedó sin aliento mientras él se deleitaba de sus pechos con las manos y labios. Él estaba moldeando su cuerpo adolorido con un toque dulce de amante. Ella presionó aun más su toque, porque no quería que se detuviera nunca.
Sus pezones alcanzaron la cima del deseo con cada una de sus caricias.
Cuando su boca llegó a una punta de color de rosa, ella echó la cabeza hacia atrás y gimió. Él cambió de lado, dándole a su cuerpo la atención que necesitaba y quería.
Ella se dio cuenta de inmediato de que su cuerpo era más sensible ahora que estaba embarazada.
Él la había convertido en lava fundida la única otra vez que habían hecho el amor, pero esta vez, sentía que iba a hundirse en el asiento. No podía tener suficiente de sus manos o boca sobre ella.
Cuando él soltó su pezón endurecido y arrastró su boca hacia la parte inferior de su estómago, lo cual era apenas una muestra de lo viva que se podía sentir por dentro, ella empezó a temblar. Le quitó la falda y se deshizo de la ropa interior en un sólo movimiento suave, y luego puso los labios y la lengua sobre la piel sensible en la parte interior de sus muslos.
No podía quedarse quieta. Ella quería más. Trató de acercarlo de nuevo a su cuerpo, pero él la miró con ojos ardientes y sacudió la cabeza.
Comenzó a acariciar sus piernas otra vez, mientras sus manos recorrían de arriba a abajo su estómago, pasando cerca de sus pechos y luego de vuelta otra vez. Ella sintió su aliento cálido sobre sus partes más sensibles, segundos antes de que fuera reemplazado por la humedad de su lengua acariciando su carne hinchada.
Su cuerpo se sacudió por el contacto íntimo. A continuación, todos los pensamientos se fueron, y no podía hacer nada más que sentir.
Habían pasado sólo segundos, y ella se caía a pedazos, temblando mientras su cuerpo estallaba en éxtasis total.
Antes de que tuviera tiempo de parpadear, Pedro estaba desnudo y, una vez más, besándola apasionadamente.
Su cuerpo empezó a arder de nuevo a la espera de su unión.
Él metió la lengua dentro de su boca, y luego le abrió las piernas. De repente, él estaba en lo profundo de sus pliegues. Su respiración se mezclaba con el sonido de sus gemidos mientras su cuerpo se apretaba alrededor de él.
Ella explotó en éxtasis por segunda vez, temblando en sus brazos, y eso fue todo lo que se necesitó para enviarlo al abismo. Él empujó en su interior por última vez y luego cayó frente a ella, completamente saciado
Ninguno de los dos habló mientras sus respiraciones volvían lentamente a la normalidad.
Ella no quería dejarlo ir. Sabía que una vez que se separaran, el silencio incomodo comenzaría. Por ahora sólo eran dos amantes que disfrutaban de las consecuencias de lo que habían compartido.
Ellos aún estaban enredados cuando el conductor anunció que llegarían a su destino en unos cinco minutos desde el intercomunicador del auto.
Paula se ruborizó, de forma rápida luchó por ponerse la ropa.
—¿Dónde está mi sujetador? —preguntó ella con pánico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario