sábado, 7 de marzo de 2015

CAPITULO 14





Pedro observó todo el convenio entre Paula y su padre. 


Había esperado ver la misma mirada de codicia entrar en sus ojos como generalmente les ocurre a las mujeres cuando están alrededor de su familia. Sorprendentemente, lo que avistó en su rostro era solo sobresalto, mezclado con gratitud.


¿Podía realmente no importarle la cantidad de dinero que tenía? Iba a averiguarlo. Pedro sabía que era cínico cuando se trataba de mujeres, pero todavía no había encontrado a nadie que no demostrase que estaba en lo correcto. Es por eso que no tenía citas, y por supuesto no llegaba a
empezar relaciones.


Solo salía con mujeres para satisfacer sus necesidades y, como las trataba bien, no se sentía culpable por ello. 


Conseguían lo que querían de él: joyas caras, viajes ocasionales y la asistencia a las más altas funciones de
publicidad de la ciudad.


Era capaz de satisfacer sus necesidades y ellas de conseguir cinco minutos de fama y regalos caros. Eso le funcionaba o, al menos, había estado funcionando hasta que conoció a su ayudante.


Parecía inocente, pero sabía que si se acostaban juntos, ella —al igual que todas las mujeres— cambiaría. No podía entender su fascinación hacia ella. Al principio sí, era nueva, aparentemente intocable, fue como una bandera roja para un toro. Quiso conquistarla y reclamar su derecho sobre ella. Sin embargo, esos sentimientos deberían haber acabado ya, en lugar de fortalecerse. Se puso serio ante la idea de ser la única mujer capaz de someterlo y derrotarlo.


Dejando a un lado la ridícula dirección que su pensamiento había tomado, se obligó a concentrarse. Cuanto más pronto estuviera resuelto el asunto con ella, más rápido podría salirse de esto antes de que hiciera algo estúpido, como besarla de nuevo.


—Ven conmigo, Paula. Te voy a mostrar el lugar donde dormirás las próximas noches —dijo mientras tomaba su brazo.


Cuando salieron de la oficina y comenzaron a caminar por el largo pasillo hacia la parte trasera de la casa, Pedro sintió como si sus dedos se quemasen. Sólo su determinación persistente por superar el deseo le hizo seguir agarrando su brazo. No dejaría que la lujuria lo controlara.


Cuando salieron y se vieron afectados por el frío de la noche, tomó una bocanada grande de aire esperando que el viento frío de alguna manera lo enfriara. No funcionó.


En el momento en que llegaron a la casa de huéspedes, estaba agradecido porque no pudiera leer su mente, porque en ese momento estaba desvistiéndola lentamente, pieza por pieza, tirando de su pelo suelto de la cola de caballo, y esparciéndolo por la almohada, sujetando los hilos de seda entre sus dedos, tirando de su cabeza cerca de...


—Oh, esto es hermoso —exclamó Paula, sacándole de sus pensamientos.


Miró a la pequeña casa de campo rodeada de árboles y flores. Un camino de piedra conducía a un pequeño porche cubierto que tenía un par de mecedoras cerca de la pared.


Recordaba haber pasado horas entrando y saliendo de la casa con sus hermanos. Una semana eran Robin Hood y sus alegres muchachos, la siguiente vez G.I. Joe1 luchando por la salvación de América. La cabaña era el territorio enemigo o un refugio, dependiendo del juego. Se habían metido en problemas más de una vez por asustar a los invitados al salir de los arbustos tendiendo una emboscada.


Pedro casi sonrió ante el recuerdo. Sus hermanos y él no habían querido atacar realmente a los invitados, sólo fingieron que iban a capturarlos.


Algunas de las personas no vieron divertido que unos niños enmascarados los persiguieran.


Paula suspiró, sacándole de su visita al pasado. La miró con curiosidad, pero ella se negó a mirarlo a los ojos


—Entra, Paula. Te mostraré dónde está todo. Mis padres han abastecido la cocina por lo que tendrás un montón de comida. Hay sábanas en la cama y toallas limpias en el baño. Es un lugar pequeño, así que no creo que te pierdas. Por favor, utiliza lo que necesites de la casa. Es para los clientes, después de todo —dijo, aunque no creía que ella lo escuchara.


Estaba demasiado ocupada dando vueltas.


Trató de ver a través de sus ojos, dándose cuenta de las flores cortadas frescas que estaban puestas en la mesa de la cocina pequeña, de la variedad de jabones y lociones alineados en el mostrador del baño, y de la bañera de gran tamaño en el jardín donde podía imaginarla metiéndose.


Con ese último pensamiento, Pedro sabía que era hora de irse. De ninguna manera necesitaba una foto de ella cubierta de burbujas que quedase en su cabeza.


—Me voy para que puedas relajarte —dijo él antes de escaparse rápidamente por la puerta principal. Se detuvo en el porche delantero y respiró hondo. Si no hubiera salido en ese segundo, habría cedido y la hubiera tirado en la cama, haciéndole el amor hasta que ambos fueran incapaces de caminar.


Mientras estaba de pie en el silencioso porche, decidió que tal vez era mejor si se acostaba con ella. Quizá podía funcionar, razonó. Simplemente le diría que desde el principio fue evidente que se sentían muy atraídos el uno por el otro, y eso era lo más inteligente. Ella parecía razonable, lo entendería.


Era la única forma que se le ocurría para poder sacarla de su sistema. Una vez que tuvieran relaciones sexuales su salud mental volvería a la normalidad. Si ella hubiera dejado de mirarle intensamente con miradas ardientes, entonces él podría haber sido capaz de mantener el control un poco más. Que el rostro de ella fuera como un libro abierto, pensó, no ayudaba mucho. Sabiendo lo mucho que ella lo deseaba alimentaba más su propio deseo.


Lentamente volvió a la casa grande para hablar con su padre. Se tomó su tiempo para entrar, no queriendo que su padre lo viese hasta que su cuerpo estuviera bajo control. Le tomó mucho más tiempo de lo que era aceptable para que se enfriara.


Finalmente entró, encontrando a su padre sentado en el estudio con un vaso de whisky en la mano. Eso parecía una idea excelente.


—¿Hiciste que Paula se sintiera como en casa? —le preguntó Horacio.


—Sí, papá. A ella le encanta el lugar —respondió mientras caminaba hacia el mini-bar. Se sirvió un trago triple de whisky y se lo bebió de un sorbo.


Sintió que sus nervios se empezaban a calmar a la vez que el fuego quemaba su garganta y sus ojos se volvían acuosos. El dolor de la bebida vale la pena, pensó, si podía calmar sus nervios a flor de piel.


Inclinó de nuevo la botella y vertió una pequeña cantidad en el vaso antes de darse la vuelta y caminar a la zona de estar. 


Después de sentarse se obligó a tomar un sorbo de la bebida en lugar de tragarlo. No necesitaba un zumbido en su cabeza.


Pedro no vio la sonrisa de complicidad en el rostro de Horacio. Tal vez si lo hubiera hecho estaría más preparado para la próxima conversación. No tenía ni la menor idea de lo lejos que su padre iría a fin de tener nietos y asegurarse de que sus hijos no estuvieran solos el resto de sus vidas.


—¿Dónde encontraste a la Srta. Chaves, papá?


—Tuvimos una feria de trabajo en su universidad hace unos meses, y me dieron su currículum entonces. Hice un poco de investigación sobre ella y supe que era perfecta para el trabajo. Ya sabes, se necesita alguien especial para trabajar para el presidente de nuestra compañía —respondió Horacio.


—Sí, lo hace mucho mejor de lo que pensé que lo haría. Es un poco parlanchina, pero estoy seguro de que se acomodará el tiempo que esté con nosotros.


—¿Un poco parlanchina? ¿De verdad acabas de decir eso? —preguntó Horacio sorprendiendo de Pedro. Miró a su padre ante las preguntas. Poco a poco, se dio cuenta de lo que había dicho. Sus labios se curvaron en una sonrisa. Bueno, sólo la estaba llamando como él la veía.


—He oído hablar a mamá acerca de algunas de las cosas que le has dicho tú mismo, viejo —dijo Pedro, la sonrisa en su rostro restándole cualquier mérito a sus palabras.


—Crecí, muchacho, y tú deberías hacer lo mismo. No te estás haciendo más joven, ¿sabes?


—Solo tengo treinta. No es como si tuviera un pie en la tumba —dijo Pedro con exasperación.


—Cuando tenía treinta años tenía ya dos hijos, y otro a la vuelta de la esquina —respondió Horacio.


—¿Me estás tomando el pelo? ¿Crees que debería casarme? —dijo Pedro nombrando la palabra "matrimonio" como si fuera una palabrota.


—Tú eres el mayor, Pedro, el que debería ser un ejemplo a seguir para sus hermanos más jóvenes. ¿Sabes? Tu madre y yo no nos estamos volviendo más jóvenes. Quizá solo nos queden unos años... —La voz de Horacio se fue apagando, desplomándose un poco en su asiento.


—Oh, por favor, papá. Eres uno de los hombres más fuertes que he conocido. Ni se te ocurra pensar en actuar frágil para que me haga sentir culpable por no estar siguiendo a las mujeres arriba, izquierda y derecha para que pueda tener nietos. Además, tú no tienes un pie en la tumba, tampoco. Tú y mamá todavía hacen caída libre —dijo Pedro mientras levantaba las manos en señal de frustración.


—Uno nunca sabe lo que puede pasar mañana. Tengo una gran chica creo que deberías conocerla. Es la hija de un amigo mío y creo que se llevaran bien.


—Para justo ahí, papá. No necesito que me arregles citas. Al contrario de lo que puedas creer, no tengo ningún problema en encontrar mis propias mujeres. Si realmente quieres hacer algo de emparejamiento deberías centrarte en Marcos. De todos nosotros, es el más probable en sentar la cabeza y darte una generación de nietos —dijo Pedro mientras miraba a su padre.


Su padre había comenzado a quejarse acerca de nietos hace un par de años atrás, pero Pedro no se preocupó, mas si Horacio trataba de establecerle citas a ciegas entraría en modo de pánico. No tenía ningún deseo en caminar hacia el altar, nunca.


—Voy a dejarlo por ahora, pero hay que empezar a pensar en tu futuro — dijo Horacio, como si le estuviera haciendo un favor. Pedro pensó que sería mejor si lo dejaba pasar


Los dos charlaron un rato más sobre el negocio y Pedro comenzó a relajarse. Su día había sido largo y estaba listo para ir la cama, a pesar de que odiaba acortar su poco tiempo con su padre.


—Tengo que ir a casa, papá. Te veré por la mañana, ¿de acuerdo?


—Eso está bien, estoy un poco cansado —dijo Horacio mientras se giraba— Espera, Pedro, Paula se olvidó de tomar sus papeles. ¿Puedes ir a dárselos antes de salir?


El estómago de Pedro se encogió ante la idea de volver a verla esa noche, pero no tenía ninguna excusa buena que darle a su padre del porqué no podía hacerlo. Tal vez la suerte estaría de su lado y ella estaría dormida y así podría dejárselo en la puerta principal.


—Claro, papá. Dile a mamá que la quiero, y que mañana voy a verla.


Le dio a su padre un rápido abrazo antes de caminar desde la habitación.



1 G. I. Joe: (Government Issue, Joe): En referencia a la representación del gobierno
estadounidense en sus soldados, apodados durante la 2da Guerra Mundial "JOE") es el
nombre de una línea de figuras de acción concebida por Stanley Weston, quien tuvo la
idea de crear unos muñecos militares enfocados a los niños, que pretendían emular el
éxito de Barbie entre las niñas.

CAPITULO 13




Paula no tenía ni idea de lo tarde que era hasta que estuvo
sentada cómodamente en una silla, balanceándose en la
terraza de atrás y viendo cómo la fiesta comenzaba a
acabarse.


Los problemas vinieron a su mente. Ella no tenía mucho dinero guardado.


Tenía sus primeros dos cheques de pago, que eran impresionantes, pero ese dinero se suponía que era para el pago inicial de su nuevo apartamento. Si ella gastaba el dinero para alojarse en un hotel, le tomaría mucho más tiempo instalarse en un lugar fijo.


Oh, bueno, pensó. No tenía más remedio que hacerlo. 


Simplemente retrasaría sus planes por un mes o dos. Eso no era un problema que no pudiera resolver. Estaba tan cerca de sus metas que nada iba a detenerla.


En el gran esquema de cosas, esto era sólo un contratiempo menor.


—Ahí estás, Paula. Me sentaré en este columpio para darme un rato a mí mismo —dijo Horacio, sacándola de su concentración—. La fiesta finalmente terminó, así que vamos a entrar en mi oficina y nos preocuparemos por los negocios —continuó.


—Sí señor —respondió ella sin pensarlo hasta que él levanto una de sus cejas—. Lo siento, Horacio —dijo con una pequeña sonrisa, cada vez más acostumbrada a llamarlo por su nombre de pila.


Ella sólo estaba nerviosa y su primera reacción fue de pánico ante la idea de hablar sobre los negocios. Le preocupaba no estar lo suficientemente calificada para el trabajo y que él la despidiera cualquiera de estos días.


Ella sabía que no la invitaría a la fiesta sólo para despedirla después, pero el vivir como siempre lo había hecho, causaba un instinto natural de temor.


—Ahora que hemos solucionado el problema de los nombres, ven conmigo —dijo él con una sonrisa. Ella no pudo evitar sonreír ante su buen humor.


Paula se levantó y rápidamente siguió a Horacio a través de un laberinto de pasillos, preguntándose cómo él no se perdía en el inmenso palacio de su casa. Debió haberle tomado años a Ana el decorar toda la casa. Paula miró a su alrededor pensando que la decoración realmente le gustaba.


Había considerado la posibilidad de estudiar diseño de interiores en la universidad, pero sabía que los empleos eran difíciles de conseguir en el mercado, así que ella había sido inteligente y había elegido a los negocios en su lugar. A pesar de que le hubiera gustado tener el lujo de poder elegir un trabajo que realmente le gustara, no lo hizo. Su primera prioridad era asegurar su futuro. Ella nunca viviría en un entorno inseguro otra vez.


Quería una familia y no podía tenerla hasta que asegurara su vida. Tuvo que recordarse que aún era joven y tenía mucho tiempo.


A medida que se acercaban a su oficina, ella se detuvo en seco cuando se encontró con un cuadro en particular. Era una obra de su artista favorito, Thomas Kinkaid. Se veía como un original.


Era uno de sus favoritos, con una hermosa casa de campo al lado de un arroyo. La pintura era impresionante como todas sus demás obras. La forma en la que estaba pintada hacía parecer como si el agua estuviera realmente en movimiento, y las luces de la casa encendidas, haciéndole señas para que entrara. Ella podía imaginarse a sí misma sentada en el porche rústico mientras sus preocupaciones desaparecían por la corriente.


Sonrió ante la idea tentadora, feliz al ver la bella imagen en el momento de su vida en que más lo necesitaba.





******


Ella no se dio cuenta de la sonrisa de Horacio al verla extasiada viendo la pintura. Cuanto más tiempo pasaba alrededor de Paula, más sabía que había tomado la decisión correcta. Ella no estaba impresionada por las estatuas de millones de dólares o autos de lujo. Estaba impresionada con las verdaderas obras de arte. Realmente sería una gran adición a su familia.


Se enorgullecía de su habilidad para leer a una persona en un corto período de tiempo. Así era como él había tenido tanto éxito todos los años que había sido el Director Ejecutivo. Y él había leído a Paula muy rápidamente. Estaba sola, necesitaba una familia, y tenía miedo para confiar en la gente. También tenía un corazón de oro.


La había observado la mayor parte de la noche, cómo interactuaba con la gente en la sala. Siempre estaba haciendo lo que podía para hacerlos sentir más cómodos, a pesar de que tenía que preocuparse de su vida en ese momento. No podía imaginar lo que se sentía no tener un hogar seguro.


Sería una maravillosa esposa para su hijo. Los dos estaban buscando algo más en su vida, lo que pasaba era que ninguno de los dos se daba cuenta, o estaban dispuestos a aceptar el hecho.


Horacio pudo darse cuenta de que Pedro no podía apartar los ojos de Paula.


Era obvio que ella estaba desarrollando fuertes sentimientos por Pedrotambién. Horacio esperaba una boda para la primavera. Así podría conseguir un nieto antes de Navidad. 


Y no habría mejor noticia que esa.




*******


Paula salió de su ensueño, murmuró una disculpa, y siguió a Horacio dentro de su oficina en la casa. Como todo lo demás en la vida de Horacio, su oficina era enorme, pero sorprendentemente acogedora. Una enorme chimenea dominaba la mitad de una pared, ardiendo en su interior, el crujido de la madera, enviando el olor a pino dulce al aire. 


Había varios sillones cerca del fuego, y una biblioteca que recorría toda la pared. Se acercó a la biblioteca, y encontró algunos de sus títulos favoritos en los estantes.


Se contuvo, justo a tiempo, antes de agarrar una de las copias de la estantería. Ella podía imaginarse acurrucada en el sofá, junto al fuego, leyendo hasta que se durmiera. Eso sonaba casi perfecto en ese momento.


Pedro entró en la habitación, sus ojos lo tragaron antes de que ella pudiera detenerse.


Se olvidó de que Horacio estaba cómodamente en una de las sillas de la habitación que estaban cerca del fuego, viendo en silencio el intercambio entre ellos dos. El calor se extendió a través de ella al verlo, a pesar de que había estado con él hace una hora antes.


Algo en el ambiente íntimo de la oficina hizo que sus pensamientos fueran sobre sexo.


Esquivó su mirada y miró hacia la alfombra suave que estaba delante de la chimenea. Podía verse a sí misma atrapada en sus brazos mientras él tomaba uno de sus pezones y lo lamía.


¡Alto! ¿Qué estás haciendo? Se preguntó a sí misma. No vas a enamorarte de tu jefe. Ella repitió eso unas diez veces.


Finalmente consiguió la fuerza de voluntad para mirar hacia otro lado, y se centró en Horacio.


Después de un silencio incómodo, Horacio le ofreció una sonrisa reconfortante. Parecía como si pudiera leer su pensamiento, y eso la asustó. Ella se sentiría horrorizada si él sabía el tipo de pensamientos que estaba teniendo sobre su hijo.


—Paula ven y siéntate para que podamos hablar.


Paula inmediatamente se adelantó y se sentó en el sofá frente a él. Trató de relajarse, pero sus manos estaban un poco inestables, por lo que las agarró firmemente en su regazo y se sentó erguida mientras esperaba a que continuara.


—Paula, nos gusta cuidar de nuestros empleados. Nuestra filosofía es que, si tratas bien a tus empleados, ellos seguirán siendo felices en su trabajo y, por lo tanto, más felices en sus vidas. Todo se resume al punto de partida. Un empleado feliz es igual a clientes felices —comenzó Horacio.


—Estoy muy feliz en mi trabajo, señor. Sé que estoy luchando un poco con el sistema informático, pero si me da un poco de tiempo, voy a manejarlo.
Estoy más que dispuesta a trabajar los fines de semana y quedarme hasta tarde, así no estoy usando su tiempo mientras aprendo el sistema —dijo Paula cuando encontró su voz. Ella haría lo que fuera necesario para mantener su trabajo.


—Estás haciendo un trabajo increíble, querida. No tengo ninguna queja acerca del rendimiento de tu trabajo, estás lista. Esther y Pedro han dicho que eres una verdadera adición para el equipo. Esta conversación no se trata de ningún problema de trabajo —consoló él.


Paula tomó un profundo suspiro de alivio.


—Te he traído hasta aquí para hacerle saber acerca de sus beneficios, mientras trabaje para la empresa. Has pasado tu período de prueba por lo que el trabajo es tuyo permanentemente —dijo él.


Paula estaba preocupada ante la posibilidad de perder su trabajo, pero él sólo quería hablar de sus beneficios. Ella estaba tan emocionada que tuvo dificultades para mantenerse en su lugar. Quería saltar y bailar. El alivio se deslizaba a través de su cuerpo.


—Sr. Alfonso, muchas gracias por la confianza en mí. Realmente significa mucho. Prometo no defraudarlo, y seguiré ocupando todo mi tiempo libre para asegurarme de estar dando mi cien por ciento. Éste es el mejor trabajo que pude haber conseguido alguna vez, sobre todo después
de salir de la universidad —dijo con verdadera gratitud.


Horacio sonrió ante el entusiasmo en su voz.


—Paula, eres un soplo de aire fresco, pero ¿no le gustaría escuchar acerca de sus beneficios antes de darme tanto las gracias? —preguntó.


—Sí, por supuesto, señor —dijo.


—Sabes que yo estoy oficialmente retirado, y mi hijo está a cargo de la empresa. Está haciendo un trabajo condenadamente bien, pero él me preguntó, desde el principio, si yo todavía me encargaría de todas las cuestiones del personal. Él tiene muchas responsabilidades ya, y esto es algo que realmente disfruto, como él sabe bien. Nuestra empresa se enorgullece de ofrecer más beneficios que otras compañías en promedio.
No revelamos esto a los nuevos empleados porque, en primer lugar, quiero que tomen la posición en la que quieren trabajar aquí, y en segundo lugar, si el empleado no funciona, entonces no hay daño causado —continuó—.
Nosotros nos encargamos de todos los empleados, desde la parte superior de la cadena de mando, todo el camino en medio, hasta el fondo. Cada cargo ejecutivo obtiene un bono, sin embargo, según el trabajo que hace.
Trabajas para el presidente de la empresa, y por lo tanto, queremos asegurarnos de que seas aun más premiada —dijo Horacio antes de detenerse.


Paula esperó a oír lo que estaba diciendo.


Pensó que obtendría un paquete médico y jubilación, pero no sabía que las corporaciones ofrecían más beneficios.


—En primer lugar, recibirás un automóvil de la empresa. Pedro te llevará a la concesionaria para que lo compren mañana. El favorito de Esther siempre fue la LX Mercedes, pero puedes elegir lo que te acomode mejor.
Vas a estar manejando un montón para nosotros, y queremos que disfrutes el paseo. Tenemos siempre en cuenta la seguridad como factor número uno. —Sonrió él.


Paula sabía que muchas empresas ofrecían vehículos para el trabajo pero ni siquiera había pensado que podía ser un beneficio suyo. Esther le había advertido que estaría haciendo un montón de corridas después de que el entrenamiento hubiera finalizado, pero no se había preocupado de cómo iba a hacerlo. Estaba casi mareada de tanta emoción. ¿Podría llevárselo a casa con ella? Quería preguntar, pero tenía miedo que sonara mal.


—El vehículo también será para tu uso personal y puedes mantenerlo — dijo, como si le leyera la mente—. Si no hay problemas de rendimiento con el auto, lo cambiaremos cada dos años. La seguridad es una gran preocupación nuestra, y nosotros no queremos que colisiones en alguna parte de la carretera —agregó.


—Eso es muy generoso, gracias —masculló ella, sintiéndose tan asombrada que no pudo decir mucho.


—No hemos terminado aún, también te daremos un celular nuevo —dijo, entregándoselo junto a un trozo de papel—. Tu número está en el papel.
Tiene minutos ilimitados, por lo que también puedes usarlo como celular personal y puedes desocupar tu celular viejo. La comunicación es clave para un buen negocio, y tenemos que ser capaces de comunicarnos entre sí en todo momento… bueno, excepto en la noche, cuando el trabajo
debería ser la última cosa en la mente de alguien —agregó con una sonrisa—. Desafortunadamente, en el mundo empresarial, el tiempo se olvida, y habrá algunas noches de desvelo y fines de semana largos.


Paula no tenía problemas con el trabajo duro. Habría estado dispuesta a hacerlo de todos modos sin los beneficios añadidos, pero con ellos, no había cosa alguna que no hiciera por la empresa. Si tenía que trabajar veinte horas diarias, lo haría con una sonrisa.


—Mi querida esposa colgó un par de llamados de mi empresa en el lago cuando nosotros estábamos de vacaciones. Ella siempre me dijo que había un tiempo para trabajar y un tiempo para relajarse.


Después de conocer a Ana, Paula podría imaginársela haciendo eso.


El pensamiento la hizo sonreír.


—Por supuesto, tendrás el mejor seguro médico, que comienza el lunes, y todas las demás políticas de la empresa, que he enumerado aquí. Puedes leerlas más tarde. Te ayudarán a conciliar el sueño. Ahora, el mayor beneficio, que me parece bastante justo, teniendo en cuenta tu situación actual que Pedro me ha informado —agregó sin ninguna condena en su voz—. A todos nuestros ejecutivos se les ofrece vivienda. Tenemos un edificio de apartamentos fabuloso, reservado para nuestro personal de las empresas y empresarios que nos visitan junto a sus esposas. Hacemos un montón de negocios con personas en el extranjero y han descubierto que ahora prefieren estos apartamentos que un hotel. La renta es muy barata, y todos los servicios están incluidos. Varios de los miembros de nuestra junta permanecen en el complejo durante años, mientras ahorran para la compra de sus viviendas propias. No hay límite de tiempo en la duración de su estadía. Es tuyo mientras sigas trabajando. Si estás con licencia por enfermedad, el apartamento es todavía tuyo. Quiero que te sientas como en casa y segura en tu nuevo lugar.


Paula tenía la sensación de que él sabía un poco acerca de su pasado. Por supuesto, él sabía de su pasado. Se imaginó que él hizo extensas comprobaciones de antecedentes de las personas que habían trabajado para su compañía, sobre todo en un cargo tan alto.


—Tu nuevo apartamento estará listo para el lunes, y podrás instalarte allí.
Tuvimos que pintarlo y hacer un poco de limpieza, ya que es donde Esther estaba viviendo desde hace bastante tiempo —agregó—. Creo que lo encontrarás muy cómodo. Ya está amueblado, pero Pedro te llevara para comprar, y puedes escoger tus propias decoraciones. Tus cosas ya han sido trasladadas, a excepción de unas pocas ropas que están junto a la puerta para que las ocupes en el futuro.


—Me encantaría aceptar el apartamento. El edificio que me aprobó para un par de semanas queda muy lejos del trabajo. Los complejos más cercanos estaban fuera de mi alcance —dijo Paula con vergüenza.


—Perfecto, entonces podrás ir por la mañana. Luego te encargas de los asuntos de negocios que tienes. ¿Alguna pregunta?


Paula se quedó atónita. Ella no sabía qué decir. Tenía su propio apartamento. ¡Su propio apartamento! Incluso estaba amueblado. Se ahorraría unos cuantos billetes. Estaba tan emocionada que se olvidó de todo por un momento y se levantó de un salto, lanzando sus brazos alrededor de Horacio.


—Muchas gracias —dijo ella al verse al borde del llanto.


Paula se dio cuenta de lo que había hecho y lo poco profesional que había sido de parte de ella, y retrocedió.


—Lo siento mucho, Sr. Alfonso. Eso fue completamente poco profesional.
Es que... nunca me imaginé que algo así podría ser parte de mi trabajo…—De repente ella se ahogó en su propias palabras, y no pudo hablar.


Horacio se levantó del sofá, y la abrazó.


—Está bien, querida. Nunca rechazaría un abrazo. Eres una buena persona y muy inteligente. Te has ganado todo lo que has recibido. No lo olvides, jovencita. —Él acarició su espalda, antes de soltarla—. En cuanto a este fin de semana, entiendo que no tienes un lugar donde quedarte, así que me gustaría ofrecerte la casa de huéspedes de mi propiedad. Ahora, no rechaces la oferta. Nos gusta que la gente se quede allí. Es por eso que se llama casa de huéspedes. No hay necesidad de que te quedes en un hotel —dijo, sonando como su hijo, sin dejar espacio para la discusión.


—Te ves como si estuvieras a punto de caerte, así que Pedro tendrá que llevarte hasta allá. Me di cuenta de que estabas mirando algunos libros.
¿Te gustaría llevarte alguno para leer esta noche? —ofreció.


Paula sabía que no tenía sentido discutir con el hombre. Ella perdería de todos modos.


—Eso sería genial.


Paula no podía hablar en ese momento, o estallaría en llanto. Nadie había hecho tanto por ella antes. Nunca había tenido a alguien que tuviera tanta fe en ella, o le demostrara tanto cariño. Era increíble lo maravilloso que era Horacio. Y comprendió por qué ellos tenían tanto.


Su familia se merecía todo lo que tenía ya que ellos lo devolvían diez veces.


No podía creer la suerte que había tenido al trabajar en la empresa. Ella definitivamente controlaría la atracción por Pedro porque no valía la pena perder todo lo que tenía por eso.


Sí, tenía la sensación de que sería caliente, pero una noche en la cama con él le llevaría años de arrepentimiento.


No había forma de encontrar otro trabajo tan bueno como el que tenía, y lo perdería si se acostaban.


Sabía que no había forma de que pudieran ser una pareja. Él estaba fuera de su alcance por lo que tendría que mantener distancias. Sabía que él la deseaba, era obvio. Lo más probable es que él diera esa misma mirada a todas las mujeres entre veintiuno y cincuenta, sin embargo. No era más que un hombre increíblemente sensual. Ella estaba más preocupada por comprender sus miradas que sobre lo que estaba pasando actualmente ahí.


Su mente repetía el beso explosivo de hace un tiempo atrás.


Incluso podía justificar eso. Habían estado hasta tarde trabajando y comenzaron a discutir. La ira tenía una tendencia a convertirse en deseo, eso era todo.


Paula se dio cuenta de que estaba allí de pie, así que se obligó a moverse, se dirigió directamente a la estantería y cogió el enorme libro que había estado mirando antes. No podía esperar para perderse dentro de la historia. Ella ya se estaba imaginando a sí misma en el mundo de fantasía.


—Gracias de nuevo, Sr. Alfonso. De verdad ha sido muy bueno conmigo.Espero no defraudarlo.


—Ya sabes, vas a tener que comenzar a llamarme Horacio sin que tenga que recordártelo —bromeó él—. Tengo fe en ti, Paula. Tengo la sensación de que nosotros vamos a trabajar juntos durante muchos años. Voy a dejar que Pedro te lleve a la habitación de huéspedes. Necesito encontrar a Ana y despedir a los últimos invitados. Disfruta tu noche, querida.


Con estas palabras, Horacio dio media vuelta y salió de la habitación. De repente, la habitación gigante, parecía más pequeña que un armario, con ella y Pedro dentro de ella.


Finalmente se dio cuenta que él no había dicho ninguna palabra durante la conversación. Ella realmente quería saber qué estaba pensando.