—Tú debes ser la famosa señorita Chaves, la causa de las noches de insomnio de mi hermano —habló Alejandro, se acercó y la levantó de inmediato en un enorme abrazo de oso. Paula estaba demasiado aturdida como para decir algo.
Después de que Alejandro por fin la soltó y gentilmente la puso en el suelo, lo miró sorprendida y un poco consternada, al descubrir que no sentía la más mínima agitación de deseo por él. Era tan guapo como su hermano, con un cuerpo bien formado, y sin embargo no hubo fuegos artificiales al estar en contacto con él.
El hecho no fue del agrado de Paula. Si se sentía atraída por él, entonces podría explicar su atracción por Pedro, también.
Él era caliente por lo que cualquier mujer podría sentirse atraída. Mientras miraba más de lo que debería a Alejandro, se dio cuenta de que era inútil. Parecía que el único Alfonso con el cual su cuerpo traidor respondía era el que estaba frunciendo el ceño hacia ella.
—Alejandro, si pudieras dejar de maltratarla, para presentarte. Paula, éste es mi desagradable hermano menor, Alejandro. Él era el único disponible que tuviera un camión grande, así que no podía dejar pasar su ayuda —se quejó Pedro.
—Gracias —murmuró Paula, sin saber realmente qué más decir.
—Un placer, Paula. Siempre estoy disponible para ayudar a una dama en apuros —dijo él con un guiño, causando que sus mejillas se calentaran.
—Sí, Alejandro, lo entendimos, te gusta coquetear. Si pudieras poner tus hormonas bajo control durante cinco minutos, podríamos conseguir sacar las cosas de ésta habitación y salir de una vez por todas de aquí. No sé cuánto tiempo pasará hasta que el loco vuelva y yo realmente no tengo ganas de recibir un disparo hoy —murmuró Pedro.
—Sí, señor —dijo Alejandro con un saludo burlón, antes de reírse. Pedro lo miró ferozmente antes de que los dos hombres comenzaran a moverse.
Antes de que Paula supiera lo que estaba pasando, tenían su habitación completamente vacía y sus cosas cargadas en el camión de Alejandro. Estaba de pie en la acera mirando hacia la casa a la que se vio obligada a vivir durante años. Mirando a través de los ojos de Pedro, era pequeña. Estaba un poco horrorizada por haber logrado vivir en un agujero por tanto tiempo.
Paula fue sacada de sus reflexiones, cuando las palabras de Alejandro la sorprendieron.
—No puedo esperar para robarte de mi hermano mayor, Paula. Eres impresionante y demasiado buena para él. No rompas mi corazón. —Él terminó de hablar, y le dio un beso rápido en los labios, luego se volvió y trotó hacia su camioneta.
Se quedó clavada en el cemento durante unos segundos, levantó la mano hacia sus labios. Nunca había estado tan cerca de hombres seguros de sí mismos y le resultaba difícil de entender cómo se suponía que debía actuar. Los chicos normalmente no la besarían en la mejilla, por no hablar de los labios.
Finalmente, cedió a su buen humor natural y comenzó a reír.
¿Cómo no disfrutar de la compañía de un hombre tan divertido? Descubrió que le gustaba ése tipo de coqueteo inofensivo. La hacía sentir mucho mejor acerca de su día.
Pedro, por su parte, no parecía tan divertido.
—Tienes que hacer caso omiso de mi hermano. Ha dejado que las hormonas controlen toda su vida, y le gustan las mujeres bonitas, pero es inofensivo.
Le tomó la mano y la condujo hacia su coche.
Vio que Pedro estaba irritado, pero no furioso. Y se dio cuenta de cómo los hermanos se preocupaban por los demás. También parecía que les gustaba irritar al otro y viceversa si podían. No quería meterse en medio de eso. No era lo suficientemente fuerte para eso.
******
También, él no admitiría lo celoso que estaba en ése momento porque ella no había golpeado a su hermano por haberla besado.
Se obligó a calmarse porque sabía que Alejandro estaba tratando de fastidiarlo.
Había funcionado.
Cuando llegaron a las puertas del auto, Paula de repente dudó.
—Espera un minuto.
—¿A dónde llevaran todas mis cosas? Yo no sé a dónde ir, todavía. Esto ocurrió tan rápido que no he tenido tiempo de pensar en lo que pasará después.
Pedro podía ver que estaba empezando a entrar en pánico.
—Paula, cálmate. Voy a llevarte a casa de mis padres, por ahora. Mi hermano le dijo a mi padre lo que pasaba, y mi padre quería hablar contigo. —Empezó a sacudir la cabeza cuando él la miró a los ojos—. Paula, no es prudente decirle a mi padre que no.
Paula no dijo nada más. Sólo subió en el vehículo y se abrochó su cinturón de seguridad. Pedro rió mientras caminaba alrededor del auto. Él sabía cómo se sentía.
Cuando su padre hacia una seña, tú ibas. Tú no ibas
porque él estaba a la cabeza de la familia. Ibas porque el hombre se había ganado tu respeto. Ibas porque era el tipo de hombre por el cual podrías inclinarte en una reverencia.
Había sido un padre excepcional, nunca colocó el trabajo por delante de su familia, y siempre fue el primero que estaba cuando cualquiera de los chicos tenía un problema o una buena noticia, si era el caso. Era consciente de la situación de Paula porque la familia siempre le dijo todo.
Pedro y Paula no hablaron durante el viaje a la mansión de la familia. Él sabía que ella necesitaba tiempo para recuperarse. Había pasado por muchas cosas en las últimas horas y estaba feliz de saber que no era el chico malo de la situación actual.
Paula necesitaba tiempo para sí misma porque estaba a punto de ser arrojada en el caos de su familia. Todo el mundo estaba en la casa este fin de semana por el cumpleaños de su madre. Cualquier día de fiesta era motivo para que la familia celebrara junta, pero el cumpleaños de su
madre era algo más grande.
Su padre siempre decía que el nacimiento de su esposa era un gran motivo de celebración. Era la luz de su vida y que su mundo hubiera estado vacío sin ella. Sentía que su cumpleaños debía ser un día de fiesta nacional.
Paula interrumpió sus pensamientos cuando por fin habló mientras se acercaban a la casa.
—Sr. Alfonso, perece que tiene visita en su casa. Probablemente no es el mejor momento para que me quede aquí. Por favor, ¿me dejaría usar su teléfono para poder llamar a un taxi y dejar de ser un problema para usted? —habló casi en un susurro.
—De ninguna manera. —Fue su única respuesta.
Paula se miró a sí misma y luego de vuelta hacia él.
—Estoy usando unos viejos pantalones vaqueros —suplicó—. Por favor no me haga entrar ahí con este aspecto.
Él sólo se rió al ver la expresión de pánico en su rostro y su voz horrorizada. Su familia había sido bendecida con más que la mayoría, pero no eran lo que pensaba que eran.
Nunca habían tratado mal a alguien por la forma en que estaban vestidos, o porque no tenía mucho dinero.
—Actúas como si fuéramos un grupo de snobs. Somos gente normal, como cualquier otra persona. ¿Y qué si nos gustan las cosas bonitas? Tú eres una snob en estos momentos, al juzgar a mi familia por lo que tenemos — dijo en tono acusador.
Sus palabras funcionaron muy bien. Sus ojos se abrieron mientras pensaba en lo que había dicho, entonces vio el fuego que tanto le gustaba en sus ojos. Bueno. Le gustaban sus defensas, su confianza. No quería un ratón de mujer sentada a su lado. Quería una mujer fuerte, terca, alguien que lo desafíe y haga arder su sangre. Además, había algo que Paula tenía que aprender de él, que siempre conseguía lo que quería, y en ese momento él la quería con él.
Pedro dio la vuelta alrededor del auto y la ayudó a salir. Él puso su brazo en el suyo y la arrastró por el camino.
Había ido a la mansión por su entrevista de trabajo hace un tiempo, por lo menos no tenía por qué sentirse tan intimidada ahora. A pesar de que había estado allí antes, él se dio cuenta de cómo perdió el aliento al ver toda la belleza del lugar. Era el hogar de su infancia, pero él sabía cómo se vería para un extraño. Era impresionante.
Pedro la condujo a través del vestíbulo hacia la parte trasera donde la risa se oyó venir por los pasillos. Mientras caminaba hacia adelante con ella a su lado, Pedro sintió cómo se iba la tensión. Le gustaba estar a su lado, aunque sabía que no debía. No importaba, sin embargo, estaba en casa y Paula estaba a salvo. Se sentía muy bien.
—Finalmente, llegaste. ¿Qué has hecho, tomar la ruta del turista? He estado aquí durante media hora ya, y yo no era el que conducía el auto de carreras. —Alejandro se acercó y le dio un codazo a su hermano en las costillas—. Estás perdonado, sin embargo, ya que trajiste a mi futura esposa hermosa. ¿Cómo estás, preciosa? Hemos estado separados por mucho tiempo ya. ¿Quieres huir conmigo a Las Vegas y casarnos? — bromeó. Puso su brazo alrededor de ella y la arrastró por la habitación para tomar una copa.
Pedro sacudió la cabeza mientras rodaba los ojos. Sabía que a su hermano le daba aun más miedo el matrimonio que a él. Iba a mantener un ojo en ella, sin embargo, porque si alguien podía cambiar a su hermano de playboy a un hombre felizmente casado, sería Paula.
Se había asegurado de hacerles saber que era suya, por lo que sus dos hermanos sabían que Paula no estaba en el mercado. Se sorprendió al ver los celos corriendo a través de él. Nunca había sentido lo mismo por cualquier otra mujer con la que había salido. Si alguna hubiera tenido ganas de correr al lado de sus hermanos, con mucho gusto les hubiera dicho adiós.
No es que hubiera sido un problema, ya que ninguno de sus hermanos se interesaba por la mujer del otro. Tenían un código entre ellos y nunca lo romperían. Tú no ibas y robabas a la chica de tu hermano. Por otra parte, que se sintieran celosos el uno del otro era un asunto completamente diferente, y a los chicos les encantaba fastidiarse entre sí.
Empezó a caminar para recuperar a su mujer... uhm, empleada... de nuevo, cuando Esther le salvó de hacer eso.
—Alejandro, déjala. Estás coqueteando descaradamente y la estás avergonzando. ¿Cómo estás, Paula?
—Estoy muy bien. Realmente estoy tratando de entender ese programa del computador, y no creo que tenga que llamarte el lunes. Hoy es sólo otro imprevisto de último momento. Nada de qué preocuparse —dijo Paula a Esther con valentía.
Pedro se dio cuenta de que Paula no estaba acostumbrada a que la gente se preocupara por ella, ni que la quisiera, si era el caso. Tendría que acostumbrarse a ambos. Los empleados de los Alfonso eran considerados parte de la familia.
Se preocupaban de ellos. Sus días de soportar el peso del mundo sobre sus hombros habían terminado
*****
Antes de que Paula supiera lo que estaba pasando, ella se vio envuelta en un abrazo. Se formó un nudo en su garganta mientras Esther la abrazó.
—Ahora, no tengas miedo de pedir ayuda de vez en cuando. Vamos a llegar a conocernos muy bien porque esta familia se preocupa de las personas que aman —dijo.
—Gracias, Esther. Es muy bueno tener excelentes patrones —Paula finalmente logró decir.
—Sí, fue difícil al principio retirarme. Me encantó trabajar tanto en las oficinas de Horacio todos estos años. Vi a sus hijos crecer mientras corrían por los pasillos en el trabajo. Entonces, me hice muy amiga de Ana.
La mejor parte de la jubilación, sin embargo, es que son mi familia ahora, así no los perdí, acabo de conseguir más días para dormir.
—Estoy un poco abrumada por todo esto. No estoy acostumbrada a que las personas se preocupen por mí. Se siente un poco surrealista, como si fuera a despertar en cualquier momento. Realmente espero que no sea el caso —admitió Paula.
—Puedes relajarte, Paula. Estás en buenas manos —prometió Esther.
—Paula, estoy tan contento de que estés aquí. Tenemos mucho de qué hablar, pero eso vendrá más adelante. Estoy seguro de que te has dado cuenta de que hay mucha gente alrededor. —Horacio se coló entre ellas y su entusiasmo causó que Paula saltara un poco. Él siguió hablando antes de que tuviera oportunidad de responder:
—Hoy es el cumpleaños de mi increíble esposa, y todos nos reunimos para celebrar la llegada de esta hermosa mujer al mundo. Vamos, vamos, quiero que la conozcas, junto con algunas otras personas. Le he hablado acerca de nuestra reciente empleada —concluyó.
Él puso su brazo en el suyo, y tuvo que correr un poco para mantener su ritmo. Puede que se retirara de ser presidente, pero él había dirigido la compañía durante muchos años y todavía estaba muy activo.
—Ana, me gustaría que conocieras a Paula, la nueva asistente ejecutiva de Pedro. Está haciendo grandes cosas por allá. Yo no creo que sea posible reemplazar a Esther, pero tenemos mucha suerte al tener a Paula —dijo Horacio mientras se dirigía a una mujer hermosa, quien no parecía tener más de cincuenta años.
Su pelo de longitud media estaba perfectamente estilizado sobre sus delgados hombros. Era casi de la misma altura que Paula, a pesar de sus tacones de cuatro o cinco centímetros. Sus brillantes ojos castaños tenían pequeñas líneas alrededor de ellos, obviamente, demostrando que sonreía mucho.
—Es maravilloso conocerte, Paula. He oído hablar mucho de ti. Lamento tanto tu situación, querida. No dejes que ésta gente te abrume demasiado.
Sé que hay mucha testosterona en ésta sala, pero todos estos chicos sólo hablan mucho. Cuando llegas a conocerlos, son nada más que gentiles gigantes —dijo Ana mientras se inclinaba hacia adelante.
Antes de que Paula pudiera hablar, Ana tiró de ella en un abrazo. Se estaba acostumbrando a lo cariñosos que eran los Alfonso. No tenían ningún problema con abrazos o besos. Realmente tuvo que luchar contra las lágrimas mientras Ana la abrazó por un momento, el dulce aroma de la canela flotando a su alrededor.
La madre de Paula nunca la había abrazado. ¿Cómo podía cuando había estado tan ocupada consiguiendo su próxima dosis?
Hacerse cargo de su familia era un compromiso que se había hecho cada día cuando tuviera sus propios hijos. Se encontró queriendo aferrarse a Ana por unos minutos más.
La mayoría de las veces pensaba que estaba bien con no tener familia, pero viendo a los numerosos y afectuosos Alfonso, todos juntos en una habitación, se daba cuenta de que no estaba tan bien con eso. Quería ese vínculo familiar.
—Gracias por invitarme a su fiesta —logró decir Paula cuando Ana la soltó.
—El placer es todo mío, querida. Me encanta mi cumpleaños porque siempre es maravilloso tener a mi familia y amigos cercanos. Vamos a vernos muy seguido ahora que trabajas para nosotros. Es por eso que Horacio siempre ha sido tan exigente con quien contrata en esas posiciones, porque sabe que no es sólo un empleado, sino una parte de nuestra familia, también.
Paula no sabía qué decir. Le había dicho que los Alfonso trataban a sus empleados muy bien, pero no podía entender porque los invitaban a su casa, tratándolos como iguales. No es extraño que su tasa de rotación de personal fuera tan baja. Estaba agradecida de nuevo por la suerte de haber conseguido ese trabajo.
Con aun más determinación, supo que tenía que luchar contra su atracción hacia Pedro, porque de ninguna manera quería perder su posición en la Corporación Alfonso. No tanto por su cheque, sino que los necesitaba desesperadamente, le gustaba la idea de ser parte de su
familia.
—Te llevaré a conocer a más gente, Paula. Hay una gran cantidad de ejecutivos de las oficinas que probablemente conocerás, pero sé que siempre me toma un tiempo aprender sus nombres. Este es un buen lugar para hacerlo. Algunas de las personas que están aquí se han retirado ya hace un tiempo, pero en general se los ve en las oficinas ayudando a la nueva generación. Una vez que seas parte del acelerado mundo de los negocios, es difícil desprenderse de él, incluso si sabes que es hora de retirarse —dijo Horacio con una sonrisa
Durante los siguientes veinte minutos, Horacio la arrastró por toda la enorme habitación para hacer tantas presentaciones que sabía que nunca los recordaría a todos.
A pesar de que la gente estaba vestida de manera informal, todavía se sentía incómoda de pie entre ellos usando sus viejos pantalones vaqueros y una sudadera. Nadie la miraba con disgusto, al menos no lo había notado pero todavía estaba acomplejada por su aspecto.
Mientras hacían sus rondas finales, se produjo un gran revuelo en la sala.
Levantó la vista para ver lo que causó la conmoción, cuando de pronto otro dios griego estaba de pie delante de ella.
En serio, ¿crecían en los árboles? Vio el parecido de familia y sabía que éste debía ser el último hermano. Santo cielo, era tan sexy como el pecado con su piel firme, sus desgastado jeans Wrangler y un sombrero negro de vaquero que había visto días mejores. La sonrisa que se extendía por su cara remataba su aspecto devastador.
A pesar de que su ropa estaba casi tan desgastada como la de ella, él con ella o sin ella lograría verse increíblemente bien.
—Oye chico, ¿qué te tomó tanto tiempo? Sabes que tu madre ha estado preguntándose dónde estaba su hijo menor. Pensó que habías olvidado por completo su cumpleaños —dijo Hoarcio, antes de inclinarse y darle a su hijo un abrazo.
—Ah, papá… Isabelle estaba dando a luz, y tenía que asegurarme de que iba a estar bien. Enzo está con ella ahora, así que me apresuré para llegar hasta acá —dijo tímidamente a su padre.
—Sólo porque has llegado antes de que se cortara el pastel —dijo Horacio, perdonando la llegada tardía de su hijo.
—¿Dónde está Pedro? Tengo que hablar con él —preguntó Marcos, antes de que sus ojos se encontraran con ella.
Vaya, se parecía a su hermano mayor, pero era un poco más robusto. Los tres juntos harían que cualquier mujer se derritiera a sus pies.
—Tu hermano está al otro lado de la habitación, y si no me equivoco, te está lanzando el mal de ojo —le dijo Horacio con un guiño a Marcos, el cual Paula no comprendió.
Marcos miró a Pedro, y una enorme sonrisa se formó en su rostro, luego se volvió hacia ella. Pensó que sus propias rodillas temblarían. El tipo tenía el atractivo sexual escrito sobre él, y tuvo que admitir que no le dolían los ojos al mirarlo.
Paula no tenía forma de saber que la mirada que Pedro le estaba dando a su hermano, claramente diciéndole que no era solamente su asistente, Pedro le estaba dejando en claro a todos los hombres en la sala que aquella mujer era solamente suya.
—Ahora dime, ¿quién es ésta hermosa mujer que llevas del brazo? ¿Mamá finalmente recobró sus sentidos y te mando a pasear? —Se dio la vuelta, dándole a Paula toda su atención.
Sintió un rubor cubriendo sus mejillas, luego bajó la mirada, no quería que se diera cuenta de que estaba avergonzada.
—Marcos, deja de avergonzar a nuestra invitada. Ésta es Paula Chaves. Es la nueva secretaria ejecutiva de tu cobarde hermano de allá, que por cierto, está dándote una mirada muy fea —le incitó Horacio.
—Bueno, señorita Paula es un verdadero placer conocerla. Tengo una gran oferta de trabajo, si es que usted se cansa de trabajar para un aburrido y pedante hermano mío —dijo, mientras le dio un guiño coqueto.
Antes de que Paula pudiera parpadear, tiró de su brazo, consiguiendo un casto beso en frente de una sala llena de extraños. Rápidamente se giró con la espalda recta y le echó el brazo por los hombros.
—La oferta de trabajo sigue en pie si quieres. Eres simplemente impresionante y una besadora espectacular —dijo él con un guiño.
Paula temía que su rostro permaneciera ruborizado durante todo el tiempo que estaba en torno a los hombres Alfonso.
Con su belleza y confianza, tenía la sensación de que cada uno tenía una visión diferente del mundo.
Debió sentirse ofendida por haber sido besada por los tres hermanos, pero no tenía ganas de quejarse. Ni Alejandro ni Marcos, habían tratado de profundizar sus besos. Tenía la sensación de que serían buenos amigos, a pesar de que podría haber aprovechado la oportunidad de hacerles saber que nada estaba pasando entre ella y Pedro.
Mientras Paula pensaba en los tres besos por separado, se quedó consternada al darse cuenta que sólo el beso de Pedro había causado un deseo ardiente dentro de ella.
Sabía que Pedro no era el único hombre elegible en esta sala, pero se sentía atraída hacia él. No estaba contenta de
darse cuenta de eso.
Sabía que los dos hermanos de Pedro estaban coqueteando
inofensivamente, pero por lo general cuando una mujer era besada por hombres tan afables y francamente guapos como Marcos y Alejandro, ella no podría controlar las respuestas naturales de su cuerpo. Estaba pensando en lo que debía hacer cuando Pedro se acercó a ellos.
—Está bien, Marcos, puedes quitar tus manos de Paula. Me la llevaré para conseguir algo de comida. Por cierto, no está disponible —dijo Pedro mientras sacaba el brazo de Marcos de sus hombros. No se había dado cuenta de que su brazo aún estaba alrededor de ella hasta que Pedro lo dijo.
Con esto, se cambió de un hermano a otro. Estaba empezando a sentirse como un juguete nuevo y brillante.
Definitivamente, recordaría corregirlo cuando le dijera a la gente que no estaba disponible. No quería salir con nadie en este momento, pero no era el lugar adecuado para hacer ese anuncio. No era de su incumbencia, y ciertamente no tenía derecho a decirle a nadie acerca de su vida amorosa, o mejor dicho, la falta de una.
A medida que su mano se posó en su hombro, sus dedos la tocaron, acariciando su clavícula, Paula sintió el tirón familiar de calor deslizándose a través de ella. Su pulgar rozó su cuello y la piel de gallina al instante estalló. ¿Por qué él? ¿Por qué tenía que ser Pedro el que despertara su libido dormido?
—Lo siento por mi hermano, por cierto, mis dos hermanos. Sólo están tratando de fastidiarme, pero deben involucrarte a ti para hacerlo —se quejó Pedro mientras la conducía hacia el área de alimentos, donde los platos eran ilimitados para los huéspedes.
—Creo que lo positivo de la situación es que ahora puedo decirles a todos que he besado tres de los mejores hermanos que he visto nunca. Hará que me vea más mundana de lo que soy —dijo con una sonrisa.
Paula se imaginó que tenía dos opciones en la materia. Bien podría irritarse o podría encontrar lo divertido de la situación.
No todos los días una chica era besada por tres hombres increíblemente calientes, así que decidió que tomaría la opción número dos y reiría.
—¿Le gusta jugar con diferentes hombres? —preguntó con voz tranquila.
—Sus hermanos son inofensivos —dijo finalmente. Pedro miró hacia abajo y ella no entendía por qué estaba tan molesto.
—No estabas riendo cuando me besaste.
Paula se detuvo en seco por ése comentario. No, no había estado riendo cuando él la había besado, pero luego, su cuerpo había estado en fuego todo el tiempo, haciéndola olvidar dónde estaba. Pedro le daba miedo, le hacía olvidar que no quería una relación. No podía darle un beso, era demasiado peligroso.
—¿No dijiste algo acerca de la comida? —preguntó, tratando de cambiar de tema, esperando que él lo hiciera.
Él la miró intensamente durante unos momentos antes de que siguiera caminando. Exhaló un suspiro de alivio al dejar que el asunto pasara. Un incómodo silencio los rodeaba mientras cada uno cogió un plato.
Paula perdió todo el apetito mientras permanecía de pie junto a Pedro, preguntándose exactamente cómo iba a continuar trabajando para él. Si él la dejaba, estaba segura de poder superar su enamoramiento, pero con él tocándola, no estaba segura de durar más de un mes antes de que
estuviera rogándole para que terminara lo que había iniciado en la calle oscura.
Trató de alejarlo de su mente mientras Pedro la condujo a una mesa y se sentaron. No pasó mucho tiempo para que otros se unieran. Pronto, fueron rodeados y Paula se sorprendió al descubrir que estaba disfrutando de la noche, la fiesta continuó hasta bien entrada la noche.
Paula soltó sus problemas e incluso olvidó que estaba técnicamente sin hogar por el momento. Se relajó y se tomó el tiempo para conocer a otras personas de la oficina, incluso programando almuerzos durante el mes.
Todo saldría bien. Así sería, porque estaba empezando a sentirse segura, por primera vez en su vida.
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