viernes, 6 de marzo de 2015

CAPITULO 11




Después de unos cinco minutos, la puerta fue abierta por fin por un hombre que apestaba a alcohol, quien llevaba nada más que un par de calzoncillos sucios. A Pedro le resultó difícil conservar para sí su expresión de asco mientras miraba el rostro del sucio hombre, quien parecía no saber lo que es un cepillo y para qué servía.


—Hey caballero, no pareces el chico de la pizza. ¿He ganado algo? — balbuceó el hombre.


—Estoy buscando a Paula Chaves —Pedro no iba a hablar con el hombre.


Iba a recoger a Paula y sacarlos a los dos lejos de aquí.


—Era de esperarse que la primera persona que visitara a esa snob vistiera de traje —murmuró el toxico hombre. Miró a Pedro de arriba a abajo y luego murmuró—: Yo debería haber cobrado mucho más alquiler. A ella obviamente le está yendo mucho mejor que a mí si tiene a alguien como usted. ¿Qué es? ¿Una prostituta de tarifas muy caras? Apuesto a que alguien como usted le gusta la ilusión de la inocencia, y ella tiene eso con creces. Yo sabía que no era nada más que una actuación. Supongo que simplemente no tengo suficiente dinero para pagar por sus servicios.


El hombre continuó entre dientes, provocando que Pedro sintiera ganas de golpearlo contra la pared. Tenía que encontrarse con Paula antes de que hiciera algo precipitado de lo que luego se arrepentiría, sin embargo.


—Paula, hay un tipo grandote que quiere verte —gritó antes de salir por la puerta. Pedro esperaba que fuera la última vez que viera al hombre. El tipo estaba loco, y Pedro tenía que llevársela lejos. No podía entender cómo se sentía segura en cualquier lugar cerca de ese tipo.


Pedro escuchó un crujido de una puerta abriéndose, y, a continuación, Paula estaba de pie delante de él. No existen otras palabras para describir la mirada de horror que le dio. 


Lucia como un ciervo atrapado por la flecha de una ballesta y sabía que preferiría hundirse en el piso de la inmunda
casa que hablar con él.


Pedro le hubiera parecido divertida la expresión de Paula en cualquier otro momento, pero al verla en la casa de un sucio hombre, cualquier rastro de humor acerca de la situación se esfumó. Él estuvo cerca de tomarla de un hombro y alejarla de ese lugar.


—¿No vas a invitarme a entrar? —preguntó Pedro con los dientes apretados.


—Sr. Alfonso, ¿cómo encontró éste lugar? Estoy aquí sólo
temporalmente, lo juro. Voy a mudarme a uno de esos apartamentos en un par de semanas.


Sonaba ansiosa.


—Hice un par de llamadas. Tenías tanta prisa por alejarte de mí anoche, que dejaste tu bolso en mi auto —respondió.


Ella bajó la mirada y notó lo que estaba sosteniendo.


Paula se acercó a tomar el bolso, pero él la detuvo antes de que entrara por la puerta. Ella se apartó de él, evitando el contacto físico.


—Sr. Alfonso, no hay necesidad alguna de entrar. Le agradezco por traer mi bolso, pero estaba a punto de salir.


No hacía contacto visual con él, y apenas pudo evitar las ganas de agarrar su barbilla y enderezar su cabeza para que lo mirara a los ojos.


—Vamos a buscar tu abrigo. Necesitamos hablar. —Fue todo lo que dijo él en respuesta. Esas palabras finalmente la hicieron alzar la mirada, su cara lavada recupero algo de color. Bueno, él pensó, preferiría verla enojada que avergonzada y derrotada.


—Puede ser mi jefe, de lunes a viernes, Sr. Alfonso, pero los fines de semana son míos y puedo hacer lo que quiera —dijo con vehemencia—. Usted puede irse.


Se volvió hacia su habitación, al parecer esperando ser obedecida.


Obviamente, estaba equivocada si pensaba que él se iría. 


Su actitud arrogante estaba alterándolo. Él la siguió en silencio y cerró la puerta de su habitación detrás de ellos. Se dio la vuelta ante el sonido de la puerta al cerrarse. Cuando le devolvió la mirada, él vio fuego ardiendo en ellos.


—No escuchó, ¿cierto? —espetó ella—. Se lo dije, tengo cosas que hacer hoy. Estoy más que dispuesta a dejar que usted sea el jefe durante la semana, pero mi tiempo personal es mío, y yo no le debo ninguna explicación. —Tenía las manos en las caderas, los labios apretados, y estaba dando golpecitos con el pie al piso sucio.


Era verdaderamente un espectáculo digno de contemplar.


Finalmente, logró esquivar su mirada para centrarse en observar a su alrededor, a un espacio pequeño. Su habitación era casi... hogareña. Él no creía que hubiera una sola mota de polvo a la vista. Era pequeño, muy pequeño. 


Su armario era más grande que la habitación, pero estaba
impresionado con la forma en que todo estaba limpio y ordenado.


Tenía un alambre colgando a través de la pared del fondo para la ropa, algunas de las cuales le darían un par de noches de insomnio. También tenía una especie de cubo en la esquina con jabón para lavar a su lado.


En la otra pared había un pequeño aparador con una especie de mininevera y una pequeña cocinilla.


En el centro de la sala, a sólo un par de pies delante de él, estaba la cama.


Hecha con un tejido muy elegante en la parte superior. La cama parecía estar asentada en una especie de bloque.


Podía ver que había hecho un esfuerzo real en su pequeño hogar, pero por desgracia, colocar una taza de porcelana en el alcantarillado no hacia al alcantarillado mejor. No verías a la hermosa taza. Todo lo que verías sería la porquería que lo cubre.


Pedro por fin pareció darse cuenta de que estaban de pie a solas en un espacio reducido, y una cama invitándolo frente a él. Su mirada se centró en Paula, quien estaba totalmente enojada y su ira disminuyó de repente, necesitaba tomarla en ese lugar.


Pedro dio un paso hacia Paula. Estaba perdiendo la voluntad y no sabía si podría resistirse a ella por algún minuto más. 


Su paciencia estaba comenzando a agotarse y juró no comenzar algo hasta que pudiera finalizarlo, y aunque la casa fuera tan repugnante como lo era, había una cama limpia delante de él, que funcionaría bien. Repentinamente la puerta fue abierta de un empuje y de ella salió el compañero borracho de apartamento de Paula, mayormente desnudo. 


Pedro iba a golpear al tipo, algo que no había hecho desde sus días de universitario


—Bueno, Paula, ya que parece que me has mentido —dijo arrastrando las palabras—. Tu renta se triplicará y la quiero ahora o puedes sacar tu culo adinerado de mi casa. Obviamente, tienes una clientela adinerada, por lo que no deberías tener problemas con dinero en efectivo.


—Yo no tengo ese tipo de dinero... —comenzó ella.


Él rápidamente la interrumpió.


—Tú siempre estás caminando por aquí como si fueras mejor que el resto de nosotros. Siempre hablas de cosas que no entiendo y tienes esa mirada de desprecio en tu cara. Al ver a uno de tus novios, supe que tienes un montón de dinero. Ese auto que él está manejando vale más que tres de estas casas. ¡Quiero mi dinero, ahora! —gritó y dio un paso amenazador hacia ella.


Pedro rápidamente intervino en su camino, y la mirada en sus ojos paró al hombre, quien no se acercó más. 


Normalmente, Pedro habría parado al tipo por hablarle de esa forma, pero las cosas estaban saliendo mucho mejor de lo que esperaba. Él había planeado exigirle que dejara el lugar, pero ahora él no sería quien luciría como el malo. El inútil pedazo de basura se estaba convirtiendo en un héroe para Pedro. Él conseguiría sacarla de la casa y el haragán borracho sería el responsable


—Eres un bastardo borracho, nunca te he soportado, ni a éste pedazo de mierda de lugar, casi destruido. Siempre te he pagado a tiempo cada mes sólo para puedas tomar mi dinero y te drogues. Me he alojado aquí sólo porque no he tenido otra opción, y para tu información, me voy de aquí en un par de semanas, de todos modos. ¡Estoy harta de tu pestilencia! — terminó con lágrimas en los ojos.


—¡Sal ahora puta snob ...! —gritó antes de ser interrumpido por Pedro.


—Ya es suficiente. Ella se irá, pero hasta que lo haga, sal de su habitación.Si le hablas de esa manera otra vez, te las vas a ver conmigo —dijo Pedro.


El hombre dio un paso atrás e hizo una rápida retirada. Incluso él sabía que no debía desobedecer a Pedro.


—Paula, no es necesario de que te lleves algo de aquí. Voy a reemplazar todo. Nos iremos.


Pedro estaba tratando de ser amable, una actitud nueva de parte de él hacia ella, pero sonó como si no creyera que sus pertenencias valieran la pena de conservarse.


—Usted puede hacer más dinero en un día de lo que he hecho en toda mi vida, pero todavía me siento orgullosa de mis posesiones —dijo bruscamente.


—Paula, yo no intentaba insultarte, o a tus pertenencias. Es sólo que tu compañero de apartamento es muy inestable, y quiero sacarte de aquí lo antes posible.


Ella finalmente rompió en llanto.


—¡No recibo limosnas!


Pedro se acercó y la tomó en sus brazos. Trató de empujarlo, pero era como mover a una roca de dos toneladas. Dejó de luchar contra él y luego sollozó en su hombro durante unos pocos minutos. Rápidamente llamó a su hermano en busca de ayuda, mientras seguía abrazándola.


Por último, cuando se podía decir que se había calmado lo suficiente como para comenzar a empacar, la ayudó a recoger sus pertenencias. Para cuando terminó, su hermano Alejandro, estaba allí con su camión.


—Oye, Pedro, ¿estoy interrumpiendo?


Paula alzó la vista cuando Alejandro entró en la habitación.


—¿Es una regla en su familia que todos los chicos nacen más guapos que los dioses griegos?


Podía ver que había hablado antes de pensar en ello. Pedro vio cómo la cara de Paula se puso roja en cuanto las palabras salieron de su boca.


Pedro de repente sonrió, una sonrisa por primera vez en mucho tiempo. Le gustaba que Paula lo comparara con un dios. Realmente le gustaba que pensara que él era sexy. 


Ciertamente no era tan inmune a él como estaba tratando hacerle creer





4 comentarios:

  1. Ayyyyyyy, qué hermosos caps x favor. Él un tierno al final.

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  2. Buenísimos caps!!me Tente cn lo q se le escapó a Pau jajajajaja, espero ansiosa el prox cap! Bsoo @GraciasxTodoPYP

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  3. Que capítulos tan lindos! Me encantó como actuó Pedro y como quiere protegerla! el final! lo más!

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