martes, 17 de marzo de 2015

CAPITULO 49




Una vez que Paula decidió dejar de lado sus preocupaciones se encontró disfrutando de la recepción. El pastel era increíble. Tenía cinco capas con cascada de agua en el centro. Había pequeñas flores y mariposas creadas a partir de glaseado y estaba casi asustada de cortarla y arruinar la
gran obra de arte.


Pedro robó un pedazo del glaseado y se metió el dedo en la boca, haciendo a su estómago revolverse con el deseo. 


¿Cómo ver a un hombre lamer un poco de merengue de su dedo podría ser tan malditamente sexy?


Ella nunca lo sabría.


Cuando la mano de Pedro se ajustó suavemente sobre la suya, cortaron el pastel y sus preocupaciones desaparecieron. Cada vez que él la tocaba, el resto del mundo podría caer y no se daría cuenta. Lo miró a los ojos y se olvidó de lo que estaban haciendo. Se inclinó y la besó en la intimidad, para el deleite de la multitud. Su boca sabía dulce del merengue y podía sentir escalofríos corriendo por su espina dorsal.


La risa sacó a Paula de sus pensamientos. Suavemente le dio de comer y la mirada de lujuria en sus ojos mientras sus dedos le rozaban la boca hizo que sus rodillas se debilitaran. 


Comenzó a temblar, rezando porque el resto de la audiencia no se diera cuenta. Entonces él le daba de comer un pequeño trozo de pastel y disparó calor en todo su cuerpo. 


Ella chupaba el dedo en la boca y la lujuria al instante en sus ojos fue suficiente para caer de rodillas.


Cuando se limpió un pedazo de merengue de sus labios y luego lamió la punta de su dedo, en realidad se desmayó. 


Pensó que era solo un desmayo de momento de película de Hollywood, pero si no hubiera estado allí para tirar hacia él, hubiera caído en la mesa.


Sus ojos ardían a un nivel peligroso y él la acercó y besó con mucho menos moderación de lo que había expuesto anteriormente. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y le dio la pasión que había sentido desde que había pisado a través de su puerta.


—Bueno, creo que ese es un estupendo pastel —se oyó la voz de su padre, riendo entre dientes.


Paula volvió bruscamente su cabeza y se quedó mirando a su marido con horror. No podía creer que lo había besado así delante de tanta gente. Él le sonrió y se volvió hacia los invitados.


—Tenemos que acabar con esto. Quiero a mi esposa para mí —dijo con risa.


—Aquí, aquí —escuchó que Federico gritó, mientras levantaba el vaso para brindar por la pareja.


Paula escuchó el sonido de Joaquin haciéndole saber a su madre que era hora de su cena y estaba aliviada de poder conseguir unos minutos de privacidad al llevarlo a la casa para que comiera. Mientras mecía a Joaquin, ella reflexionaba sobre el sobrecogedor día.


Había visto a Pedro con su hijo y quería pensar que él solo se casaba con ella porque estaba atrapado, pero sabía que amaba a Joaquin. Sabía que era feliz siendo padre. Esto no era lo que ninguno de los dos esperaba, pero él había asumido su papel como padre rápidamente y estaba haciendo un buen trabajo.


No estaba ansiosa de regresar a la recepción, sabía que la mayoría de las personas estarían hablando de cómo el pobre Pedro tuvo que casarse para hacer su hijo legítimo. La hacía sentir incómoda.


A pesar de que nadie la había tratado mal o dicho algo negativo, debían pensar que lo había atrapado. Aunque ella tuviera bastante dinero propio, Pedro Alfonso era un buen partido. Él podía, literalmente, escoger cualquier novia que quisiera, pero la opción había sido robada de él en el momento en que descubrió que era padre.


Mientras Paula se tomaba varios minutos más para mecer a Joaquin, escuchó pisadas entrar en el estudio suavemente iluminado.


—Me alegro de tener un momento para hablar contigo a solas —dijo Horacio suavemente—. Sé que todo esto ha sido un poco sobrecogedor para ti y solo quería decirte lo feliz que estoy de que seas parte de la familia — continuo mientras se sentaba junto a ella.


—Estoy encantada de unirme a tu familia,Horacio. Aunque todo es un poco sobrecogedor —terminó con una risa nerviosa.


—Entiendo cómo te sientes Paula, pero sé que tienes a una gran cantidad de personas a las que acudir por apoyo. Recuerda que los matrimonios duraderos han empezado por menos que por lo que el tuyo con Pedro. Creo que esta unión tuvo un gran inicio. Tienen a este hermoso bebé y
es obvio, para cualquiera que observe, que tú y Pedro tienen química.
Entiendo si estás asustada de admitir que lo amas aún, pero veo la forma en que lo miras y eso llena mi corazón con alegría —terminó él.


Paula no sabía que decir. No quería admitir su creciente amor por Pedro, pero no le podía mentir a su padre, por lo que pensó que lo mejor sería guardar silencio.


—Déjame llevarme este asombroso nieto mío y acostarlo para que puedas volver a la fiesta —ofreció Horacio. Ella estaba renuente a darle a Joaquin, pero sabía que solo estaba siendo tonta.


—Gracias. —Fue su única respuesta y luego tuvo las manos vacías de nuevo, así que no tuvo más opción que volver afuera.


—Es hora de nuestro primer baile como una pareja casada —le dijo Pedro, mientras tomaba su mano y la arrastraba al centro de la pista de baile.


Todas sus preocupaciones se fueron otra vez mientras la rodeaba con sus brazos. Bailar íntimamente para él era el juego previo al sexo. La forma en que movía la cadera contra ella y frotaba la parte baja de su espalda provocaba que su interior ardiera.


Cuando él se inclinó y la besó en el cuello, se le erizó la piel y un ligero escalofrío la recorrió. Él observó sus ojos y ninguno necesitó decir palabra alguna. La respiración de Paula se aceleró mientras la hacía girar, suspiró aliviada en cuanto la canción terminó.


No creía ser capaz de permanecer en sus brazos mucho más sin desvestirlo. Nunca había sido una mujer sin sentido hasta que conoció a Pedro.


La próxima media hora pasó lentamente mientras ella pasaba de una persona a otra en la pista de baile. Disfrutó el baile padre-hija y unas cuantas lágrimas cayeron mientras él le decía cuanto extrañaría a su pequeña niña.


Ella río con ambos, Federico y Marcos, realmente disfrutando la compañía de los hermanos de Pedro. No podía entender como Marcos aún no había sido arrebatado. 


Por supuesto, por lo que entendía, todos los hombres Alfonso se aferraban a su soltería como un ganadero se aferra a su más preciado toro.


Después de ser llevada alrededor, regresó a los brazos de Pedro y se sintió como volver a casa.


—¿Lista para salir de aquí? —murmuró él en su oído. Antes de que pudiera replicar la música se detuvo.


—Espero que todos estén pasándolo bien —habló Horacio por el micrófono. Todos empezaron a aplaudir por sus palabras.


—Bien, bien. Ahora me gustaría hacer un brindis por mi hijo y mi hermosa nuera. No podría estar más feliz de que te unas a nuestra familia, Paula. Eres una verdadera bendición y la pareja perfecta para mi obstinado hijo, quien creemos es lo suficiente perfecto. Aun así, temíamos que ninguna mujer llegaría a estar con él.


La audiencia empezó a reír.


—Dejando las bromas de lado, estamos agradecidos por esta unión y la bendición de nuestro primer nieto. Ana y yo deseamos lo mejor y que tengan un matrimonio lleno de risas, alegría y sorpresas. Y lo mejor de todo, recuerden que una pequeña pelea en algún momento hará la vida
emocionante y les da la posibilidad de reconciliarse —dijo con un guiño.


—Ana y yo les tenemos un regalo de bodas el cual no podíamos envolver —dijo con una risa entre dientes—. Una nueva familia necesita un verdadero hogar y no vivir en algún apartamento en la ciudad. Les tenemos un lugar como a una milla de aquí. Todo está preparado para una linda luna de miel, ya que Paula no se quiere ir algún lugar sin el bebé. Aun así insistimos en cuidarlo para que puedan tener algún tiempo juntos —finalizó.


Paula jadeó por sus palabras. No podía creer que Horacio y Ana le habían comprado una casa. ¿Qué tal si todo se derrumbaba en una semana, o incluso un mes? Tantas personas estaban involucradas en su matrimonio y ahora tenían una casa, a la cual se sentiría unida. Observó a
Pedro dirigirse hacia su padre y darle un gran abrazo y luego a su madre.


No supo que las lágrimas caían por sus mejillas hasta que Pedro se las limpió gentilmente.


—Si no te gusta el lugar, podemos encontrar algo diferente —dijo, confundiendo su ansiedad.


—No, es sólo que no estamos en un matrimonio real. Esto es demasiado. —No debía decir más y rápidamente abrazó a Horacio y Ana, se disculpó y fue a ver a su bebé.


Pedro se quedó ahí, sorprendido por un momento y luego furioso. Él había disfrutado la boda y a su novia, y luego tuvo que recordarle que éste era un matrimonio forzado. Él sabía que estaba teniendo un momento difícil con toda la situación, pero muchas personas se habían sobre esforzado para
que ella lo disfrutara. Él necesitaba estar cerca de ella o podría verse herido profundamente.


La fiesta se calmó lentamente y fueron capaces de escaparse. Paula llevaba a Joaquin mientras Pedro tomaba sus bolsos, y luego corrieron entre las personas hacia la limusina.


El alpiste voló a ellos y las cámaras tomaron fotografías, ambos estaban más que agradecidos de estar a salvo en el interior de la limusina.


No tuvieron un viaje muy largo, gracias a la generosidad de los padres de Pedro.


Paula estaba cansada y más nerviosa que nunca por estar sola con su esposo. ¿Esperaba que durmiera con él, o se le permitiría su propia habitación? ¿Quería siquiera tener su propia habitación? La idea de compartir una casa con el viril y masculino Pedro y no dormir con él le pareció peor.


Tendría que esperar y ver que sucedía.



CAPITULO 48





Paula estaba agotada. Pedro había vuelto durante tres días y se negó a salir de la casa. Había sido increíble con su hijo, así que tenía que darle crédito por eso. Incluso se había levantado a mitad de la noche para cambiar y poner a eructar a Joaquin una vez que había terminado de alimentarlo.


Después de la primera noche había mantenido su distancia, gracias a Dios, porque no creía que pudiera aguantar más toqueteo nocturno. Cada vez que estaba a poca distancia de la respiración de Pedro, su interior se retorcía en nudos y lo único que quería era llegar a él. Culpaba plenamente a las hormonas posparto del bebé.


Hoy era el día de su boda y se sentía como si fuera a tener un ataque de pánico. Tenía que seguir diciéndose que todo iba a salir bien. Fue a través de su rutina de la mañana con Joaquin, luego fue llevada rápidamente al lugar de la boda.


—Sostendré a Joaquin por ti para que tu madre te pueda ayudar a terminar de prepararte —le ofreció Horacio.


Paula saltó ante el sonido de la voz de Horacio. No le había oído entrar. El hombre se mueve silenciosamente para un tipo de su tamaño, pensó.


—Apreciaría eso, Horacio. Ha tenido su desayuno, así que debería estar de buen humor durante un tiempo —dijo.


—Te ves hermosa —le dijo Horacio, y luego se inclinó y le dio un beso en la mejilla antes de salir de la habitación.


La madre de Paula entró y dio los toques finales antes de que entraran en posición. El paseo por el pasillo transcurrió en un borrón y lo siguiente que supo era que el predicador estaba hablando.


Estaba de pie en el altar, al lado de un hombre al que apenas conocía y estaba más cerca de tener un ataque de pánico de lo que nunca había estado en su vida. Se veía tan guapo y, sin embargo, tan lejos. Estaba deseando algún tipo de intervención divina para detener el circo entero. Tal vez había entrado en razón y le diría que él no podía pasar a través de eso, o tal vez su padre se pondría de pie y la liberaría de esa obligación.


Nada de eso sucedió. De repente, el predicador los estaba declarando marido y mujer. Pedro la llevó en sus brazos. El resto del mundo desapareció mientras su boca se fijaba sobre ella. Esperaba un beso casto, pero estaba equivocada. 


Él persuadió su boca abierta y luego deslizó su lengua dentro.


Sus rodillas se volvieron gelatina, y se hubiera deslizado hasta el suelo si no hubiera sido por sus brazos sosteniéndola.


Cuando hubo risas de los invitados y un montón de gargantas aclarándose finalmente se apartó y se quedó de pie con uno de sus brazos alrededor de ella, con la mirada perdida en la masa de personas.


—Tienen un montón de tiempo para la luna de miel después. —Oyó a alguien gritar.


—Comparte a esa bonita novia tuya. Demando el primer baile después de mi hermano —gritó otra voz con una sonrisa.


—Puedes retroceder y encontrar tu propia esposa —dijo Pedro, con celos en su voz.


—No se siente tan bien estar de este lado de la nervadura, ¿eh hermano pequeño? —dijo Federico y luego le golpeó en la parte posterior.


Pedro sabía que merecía la burla. Había hecho sufrir a Federico, no hace mucho tiempo, cuando su hermano mayor comenzó a salir con Juana. Federico había estado tratando de luchar contra su atracción hacia Juana, por lo que Marcos y él habían decidido pulsar los botones de su hermano. 


Ambos le habían plantado un beso en frente de Lucas y coqueteado. Ella había sabido que le estaban tomando el pelo, tratando de levantar a su hermano, pero ahora Alex se sintió mal por lo que había hecho pasar a Lucas, porque seguro que él quería golpear a Marcos en ese momento.


Un escalofrío recorrió el cuerpo de Paula mientras observaba la interacción entre los hermanos. Todos eran tan viriles y atractivos. Sin embargo, ella sólo tenía ojos para Pedro. Él era el hombre más sexy que jamás había existido, y en cualquier otra circunstancia se hubiera desmayado por ser sostenida y besada por él.


Paula miró hacia donde su padre se reía de algo que dijo Horacio.


Trató de permanecer enojada con los hombres por manipular toda la situación, pero realmente los amaba. Sabía que sólo querían lo que ellos consideraban mejor para ella y su hijo. 


Aunque no le gustaban los métodos que tomaron para salirse con la suya.


Como si los hombres supieran que estaba pensando acerca de ellos, ambos se volvieron y le dedicaron una sonrisa. 


Estaba demasiado agotada en el momento para pretender siquiera regresarles la sonrisa, así que se dio la vuelta y dejó que sus pensamientos siguieran su curso.


Las cosas podrían estar peor, decidió. Pedro era un hombre atractivo, increíble y era obvio que ya estaba enamorado de su hijo. Podría haber sido forzada a un matrimonio donde el hombre no sólo estuviera resentido con ella sino con su hijo también. Sabía que no importaba cómo se sentía Pedro por ella, él siempre amaría a Joaquin.


—Hora de la fotografías —se oyó una llamada de voz. Hizo una mueca hasta que Pedro la miró, con su precioso hijo descansando en sus brazos. Por un momento compartieron una sonrisa real. Su máscara cayó. El amor que sentía por su hijo y el amor que empezaba a crecer por Pedro brillaban a través de su expresión. Su aliento parecía atrapado y estaba a punto de decir algo, cuando el flash de la cámara los espetó a los dos fuera del momento.


La giró y le habló para que nadie más pudiera escuchar:
—Vamos a terminar con estas fotos de una vez. No tenemos que anunciar a todos en la sala que se trata de una boda de escopeta1. —Él puso su brazo y se dirigió hacia el resto de la familia.


—Vamos Pedro, aquí todo el mundo sabe por qué lo hicimos, así que no veo por qué tenemos que tener esta enorme máscara. Podríamos con la misma facilidad encargarnos de nuestro matrimonio en un juzgado y no hacer un gran espectáculo.


—No hay forma en que mi padre jamás permitiría que uno de sus hijos se casara de esa manera y estoy seguro de que tu padre siente lo mismo.
Paula, este matrimonio puede estar ocurriendo debido a nuestro hijo, pero ahora estamos casados. Es necesario iniciar de esta manera. Algo acerca de nuestra relación tenía que hacerse correctamente —concluyó.


Paula se rindió sin más protestas y permitió al fotógrafo ponerla en diferentes poses con Pedro y sus familiares. 


Sentía como si sus mejillas se fueran a romper, ya que había estado conteniendo la misma expresión tanto tiempo. Todo lo que tenía que hacer, sin embargo, era ver a su hijo y fue capaz de continuar.


Joaquin pudo haber sido una sorpresa inesperada que ni siquiera sabía que quería, pero no podía imaginar su vida sin él. No había nada que no sacrificaría por él. Renunciaría a su mundo entero para hacer el suyo mejor.


Podía vivir en un matrimonio sin amor, porque eso significaba que su hijo estaba con su padre y que sería amado, acariciado y mimado.


El fotógrafo estuvo finalmente satisfecho con las tomas que había capturado, y Paula fue capaz de alejarse y hacerse con el control de sí misma una vez más. Oyó una carcajada y miró hacia arriba para ver a Pedro golpeando a su hermano en la espalda, sus rasgos iluminados con alegría.


Contuvo el aliento ante la belleza del hombre.


Pedro era el hombre más guapo que jamás había conocido. 


De pelo oscuro y sedoso, penetrantes ojos azules, una sonrisa devastadora y el estómago y los brazos esculpidos como dura roca. Cuando se añade la confianza, que era como una segunda naturaleza para el hombre como la
respiración, era el sueño de toda mujer hecho realidad.


Sabía que había un montón de mujeres a las que les encantaría estar en su lugar. No les habría ni siquiera importado si Pedro las amaba o no. A ellas les encantaría tenerlo en sus brazos. Era un trofeo seguro. La idea provocó una burbuja pequeña de risitas en su interior. Había oído hablar de todos los hombres con sus mujeres trofeos. 


Bueno, parecía que ella se había enganchado a un marido trofeo.


—Es hora de salir de nuevo a la recepción —dijo Horacio con su resonante voz, que podría ser oída por todos. El anuncio hizo que la cabeza de Paula prestara atención. 


Pensó que esto se trataba de la recepción.


¿Por qué la boda seguía haciéndose más y más grande?


Vio a Pedro darle su hijo a su madre, entonces él estaba a su lado.


—Sé que estás cansada, pero en unas horas más podremos salir de aquí y descansar —le aseguró.


Caminaron a través de la enorme mansión Alfonso y mientras cruzaban a través de las puertas del patio, su respiración se volvió a cortar. El patio se había transformado en un cuento de hadas. Miró a su alrededor con asombro. Había crecido rica, pero los Alfonso hacían lucir a su familia como de clase media.


Había una alfombra blanca desde la puerta trasera hasta un grupo de carpas. Miles de luces en cascada parecían diamantes lloviendo desde el cielo. Las mesas se habían creado con hermosos escenarios y los camareros estaban esperando, cargados con bandejas de champán y aperitivos.


Una pequeña orquesta tocaba en el centro de todo el asunto, con una pista de baile hermoso esperando a que la gente ocupara su espacio.


Mientras caminaban hacia fuera se dio cuenta de que más personas se encontraban en la recepción de las que habían asistido a la boda. Conocía a algunos, pero no a todos ellos.


—¿Te gusta todo? —preguntó Horacio, pareciendo surgir de la nada.


—Es increíble, pero realmente no tenía necesidad de meterse en tantos problemas. Algo de pastel y champán hubieran estado bien —dijo.


Horacio soltó una carcajada y luego se inclinó para besarla en la mejilla.


—Sólo lo mejor para mis hijos y las mujeres hermosas con las que eligen casarse —dijo antes de que fuera a reunirse con algunos de los invitados que asistieron.


—Trata de no sentirte demasiado abrumada. Me puse realmente nerviosa cuando entré a través de estas mismas puertas el día de mi boda, pero ahora voy a atesorar esos recuerdos para siempre —dijo Juana. Paula se sorprendió al ver a la esposa de Federico de pie allí con ella.


Paula conocía la historia del comienzo difícil de Federico y Juana. Juana había estado trabajando para él y se encontró embarazada con el hijo de Federico. Se habían casado por el bien del bebé por nacer, pero las cosas parecían funcionar muy bien para ellos. Era obvio para cualquier persona a su alrededor que se amaban. También parecía que Pedro estaba siguiendo los pasos de su hermano y casándose debido a un embarazo no planeado.


Tenían una hija, que tenía más de un año de edad y era muy querida obviamente. Juana también estaba muy embarazada con el bebé número dos en camino. Su matrimonio había acabado funcionando a la perfección, lo que envió una ola de tristeza a través de ella. No veía cómo ella y Pedro podrían terminar con el “felices para siempre” que Juana había conseguido.


—Me sorprendiste —Paula finalmente logró decir—. Todo esto es un poco abrumador.


—Sé cómo se siente y puede que no lo parezca ahora, pero podrías apreciar todo esto algún día. Vas a tener las imágenes para enseñar y los recuerdos de la boda perfecta para contarle a tus hijos —dijo Juana reconfortante.


Paula no creía que fuera apreciar la boda alguna vez, pero no se lo iba a decir a su nueva concuñada por lo que decidió cambiar de tema.


—¿Cuánto tiempo tienes? —preguntó Paula.


—Seis meses —dijo Juana, sonriendo—. No podría estar más feliz. Me encanta Federico, Olivia y toda esta familia. Estaba en una situación similar a la tuya, no hace mucho tiempo, pero todo salió mucho mejor de lo que podría haber imaginado. Esta familia ama a lo grande y he visto cómo te mira Pedro. Sé que estás asustada ahora, pero quiero que sepas que voy a estar allí para ti si alguna vez necesitas una mujer con quien hablar. Las cosas mejoraran —concluyó y luego le dio un abrazo a Paula antes de unirse a su esposo.


Paula vio como la otra pareja se abrazaba como si hubieran estado separados durante meses en lugar de unos pocos minutos.


Sentía celos leves por el evidente amor que irradiaba la feliz pareja. No esperaba tener alguna vez a Pedro mirándola como Federico miraba a Juana. Se sacudió el ánimo y decidió disfrutar de su noche, ya que no sería capaz de salir de ello.








1 Boda de Escopeta: En el texto en inglés “shot gun wendding”; una boda pistola: es cuando el
padre de la novia tiene una pistola en la cabeza del novio y le hace casar a su hija contra su
voluntad. Por lo general causada por el embarazo de la novia, o un corazón roto. En pocas
palabras, una boda forzada.

CAPITULO 47





Pedro se despertó por el sonido de lloriqueo de su hijo. Miró al reloj, notando que eran las tres de la mañana. Estuvo al instante en alerta. Caminó dentro de la habitación de Joaquin y lo miró desde abajo en la cuna. Era tan diminuto y frágil. Joaquin empezó a dar patadas de emoción tan pronto como vio a Pedro, lo cual lo llenó de calidez.


Pedro lo tomó, sintiendo que el bebé tenía un pañal lleno. 


Estaba agradecido por los días que había cuidado a su hermosa sobrina. Él aprendió a cómo cambiarla, así que sabía qué hacer con su hijo.


―¿Estás listo para salir de ese pañal asqueroso? ―susurró a su hijo.


Joaquin le respondió con una risita y dio patadas un poco más. Pedro lo cambió, luego se movió a la silla mecedora y lo acurrucó durante un tiempo.


El temperamento de Joaquin cambió después de unos diez minutos, sin embargo, parecía como si estuviera a punto de lanzar un ataque de nuevo.


Incluso al estar con él un día, Pedro sabía que su hijo quería ser alimentado.


―Vamos a despertar a tu madre. Ciertamente no puedo alimentarte ―dijo Pedro a Joaquin con una risa entre dientes. Dio un paso en el cuarto de ella con una luz brillando suavemente desde el pasillo. Su respiración le fue arrebatada por su expresión pacífica. Al dormir parecía tan joven e inocente.


No lucía como si fuera lo suficiente madura para ser una madre.


Joaquin empezó a sacudirse en sus brazos, recordándole que era tiempo de comer. Eso sacó a Pedro de su trance. 


Caminó cerca de la cama y se sentó.


El movimiento despertó a Paula e hizo que se sentara erguida.


―¿Qué está mal? ―pregunto con pánico, preparándose para saltar.


―Está bien ―dijo Pedro, mientras colocaba una mano en su hombro para tranquilizarla―. Joaquin despertó y está hambriento. Lo he cambiado, ahora tú lo alimentas, entonces yo le sacaré los gases y lo pondré de nuevo en su cama ―explicó.


Paula seguía desorientada, pero extendió los brazos a su hijo.


―No necesitas quedarte. Hacemos esto cada noche ―declaró ella. No lo quería ahí con su cuerpo expuesto. En medio de la noche sería muy difícil no lanzarse sobre Pedro


No necesitaba mostrarle lo mucho que seguía afectándola.


―Quiero estar con él. Si tienes algunas de esas botellas, entonces me haría cargo de la alimentación nocturna ―dijo él con optimismo. Paula tuvo que sonreír un poco por su falta de conocimiento sobre el nombre.


―No, me gusta nuestros momentos en la noche ―se limitó a decir.


Ella pensó que era lo suficientemente oscuro que podía alimentar a su bebé sin tener que cubrirlo. Le gustaba ver su cara preciosa mientras comía. Podía acariciar suavemente su cabeza y calmarlo. A él le gustaba demasiado y se dormía rápidamente después de que eructaba. Cuando Joaquin gruñó un poco para luego sorber leche nuevamente, Pedro dejó escapar una risa tranquila, haciendo saltar a Joaquin. Sorprendentemente siguió adherido y sorbió incesantemente.


―A mi hijo le gusta su comida ―declaró orgullosamente Pedro.


Paula le sonrió a Pedro por primera vez en el cuarto oscuro.


Su cara perdió la vigilante expresión. No pudo evitarlo; él necesitaba tener contacto físico con ambos, ella y su hijo. Se deslizó un poco más cerca en la cama así su hombro estaba presionado contra el de ella, luego extendió su mano y cepilló los suaves mechones de cabello de la cabeza de su hijo.


Sus ojos estaban todavía juntos y él no pudo resistir llegar hacia ella.


Gentilmente tocó sus labios con los de ella. Su sabor era exquisito y el placer se disparó a lo largo de su acalorado cuerpo. Él la deseaba terriblemente. Lo más probable es que la habría tomado si su hijo no estuviera adherido a ella.


Ella se apartó, su respiración desigual y bajó la mirada a la cabeza de Joaquin. Su mano seguía descansando allí y el borde de su pulgar tocaba su seno. Tomó otra respiración brusca y se giró, así su mano tendría que caer.


Ella jaló a Joaquin a su hombro y rápidamente se cubrió mientras empezaba a sacarle los gases.


―Déjame hacerlo ―dijo él, mientras suavemente tomaba a Joaquin y lo colocaba sobre su propio hombro. Joaquin dio un fuerte eructo y comenzó a moverse en su hombro en busca de más comida.


Pedro sabía que no había manera de que pudiera sentarse y mirarla alimentar a su hijo. La deseaba demasiado para sentarse a su lado en la cama por más tiempo.


―Te dejaré terminar ―murmuró mientras salía de la habitación. Dos noches más se dijo mientras se preparaba para una noche agitada. Estaría de suerte en conseguir incluso unos minutos más de sueño con la forma en que su cuerpo estaba en llamas.


Paula dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio a Pedro salir de la habitación. Todavía tenía un hormigueo comprimiendo a través de su cuerpo donde él se había presionado contra ella. Sabía que simplemente estaba tratando de ser parte de todo, pero ella no creía que tuviera la fuerza de voluntad para resistirse a él.


Había estado tan sola y necesitada de afecto.