domingo, 8 de marzo de 2015

CAPITULO 17






Él estaba un poco nervioso como para mirarla por completo. 


Paula estaba luchando por mantener sus emociones bajo control. Se veía sólo bien, no estaba tratando de impresionarlo, de ninguna manera. Iría con él, sólo para mostrarle que podía estar en su compañía sin ser afectada por eso.


La única cosa que la mantenía de decirle lo que realmente pensaba sobre él, era el hecho de que estaba sentada en la mesa de su padre, y ella respetaba a Horacio. Tan lejos como fue Pedro, más le valía ser cuidadoso, porque podría resbalar y atropellarlo cuando estuviera probando su nuevo carro.


—Estoy lista, Sr. Alfonso —dijo con voz melosa, chorreando vinagre— Aunque tal vez quiera alistarse usted, y limpiar la mermelada de su cara—añadió con satisfacción.


Sus ojos se estrecharon aun más antes de que se levantara de la mesa y entrara a la casa sin decir otra palabra. En silencio Paula se rió entre dientes, disfrutando de la victoria de ganar su pequeña guerra. Se sentía bien el tirar al todo poderoso Pedro de un solo golpe.


—Bueno, ustedes chicos parecen estarse llevando muy bien —dijo Horacio con completa sinceridad. Ella no pudo saber si lo decía enserio o no.


Parecía que sí. Tal vez los dos no habían sido tan obvios como ella había pensado. Se imaginó que se podía haber rebanado la tensión entre ambos con un cuchillo, pero era bueno que Horacio no lo hubiera notado.


—Es un gran jefe. —Fue todo lo que dijo antes de bajar la mirada y comenzar a picar su desayuno. No vio la sonrisa divertida en la cara de Horacio.


—Me alegra escuchar eso, ya que ustedes dos estarán pasando mucho tiempo juntos. Amaba mis viajes de negocios. Esther era invaluable al tener todo en orden cuando estábamos de viaje. No pude haber hecho mi
trabajo tan bien sin ella. Ana nos acompañaba con frecuencia, especialmente cuando íbamos a lugares tropicales. Así fue como las dos se convirtieron en grandes amigas.


Paula sintió un momento de puro pánico mientras Horacio hablaba sobre ella viajando con Pedro. ¿Cómo le podría ser posible mantenerse calmada si estuvieran encerrados solos en su jet, o en una suite de hotel? Ni siquiera escuchó el resto de lo que estaba diciendo Horacio. Algo sobre Ana y Esther. No importaba, lo que si importaba era que tal vez terminaría en alguna isla tropical con un jefe al que al parecer ella no le podía quitar las manos de encima.


Trató de relajarse, pensando de nuevo en la conversación que habían tenido. Él no estaba interesado en tener sexo con ella, ya no. Ya había obtenido lo que él quería. Ella podía lidiar con su sarcasmo, incluso con sus groserías; pero no podía lidiar con su contacto, al menos no sin derretirse.




******



Pedro regresó y se quedó de pie a su lado, esperando impacientemente, mientras Paula tomaba unos cuantos bocados más de su comida, masticando tan despacio como le era posible. Miró intencionalmente a su reloj, tratando de hacer que apresurara su paso.


—Ahora, Pedro, deja de estar tan impaciente. No es educado apresurar a una señorita —regañó su padre.


—Tenemos que hacer muchas cosas hoy padre, sólo quiero que ya nos vayamos porque tengo planes con Vanina está noche —añadió, mintiendo al decir que tenía una cita.


Notó que Paula se tensó en su asiento. Excelente, pensó. 


No estaba tan despreocupada como le quiso hacer creer a él. Estaba sorprendido de cuán bien lo hizo sentir ese pensamiento. Él no reaccionaba bien a los rechazos, incluso si no quería a la mujer. Sin embargo, ese no era el caso para nada. Él todavía la quería, incluso ahora más que nunca.


Se puso de pie y tomó su bolso del respaldo de la silla.


—No quisiera hacer esperar a tu cita —dijo con una voz perfectamente calmada—. Muchas gracias por el desayuno, Horacio. Estuvo delicioso. Su compañía fue la manera perfecta de comenzar mi día —dijo y luego caminó tranquilamente por la puerta, dejando a Pedro para que la alcanzara.


Parecía que había estado persiguiendo en muchas ocasiones desde que la conoció.


Él sonrió para sí mismo mientras miraba el meneo de sus caderas, y los pantalones ajustados que le moldeaban su exquisito trasero. Tenía que admitir que no le molestaba esa vista por detrás. Perseguirla no estaba mal, para nada mal.


—Que se diviertan, chicos. —Pedro escuchó a su padre gritar, pero no se preocupó en responderle.


Estaba muy ocupado manteniendo la vista en su increíble sensual y frustrante asistente.




******



—¿Horacio Alfonso, que estás tramando?


—Buenos días, hermosa. Sólo estaba tomando el desayuno con una hermosa señorita y tu hijo gruñón. —Horacio levantó la mirada en lo que Ana entró por la puerta. Incluso con el ceño fruncido, era absolutamente exquisita.


—Los dos sabemos que eso es mentira. Estas de Cupido, y por cómo se ven las cosas entre estos dos, te está yendo muy bien. —Lo dijo con un tono de desapruebo—. Cuando el chico se entere de lo que estás tramando, te dejara de hablar. Sólo que ya te lo advertí.


—Para cuando se dé cuenta, estará muy enamorado de su esposa y me lo agradecerá. —Horacio lo dijo con la misma actitud muy seguro de sí mismo que Pedro había heredado. Horacio, esperó que indudablemente así fuera el caso. 


Porque, de otra manera su esposa estaría en lo correcto, y su hijo no estaría nada feliz con él. Era un riesgo que estaba dispuesto a tomar.


—Vamos a dar un paseo —dijo al levantarse de la mesa y jaló a Ana a sus brazos, se inclinó y le dio un beso de buenos días.


Su intención era que fuera un beso corto, pero para cuando se alejó, se había quedado sin aliento. Sonrió al ver como Ana se sonrojaba y sus ojos se ponían vidriosos.


¿Estaba tan mal el querer que sus hijos tuvieran un amor como el que él tenía con Ana? No creyó que hubiera nada de mal con eso.


Decidió que ese día iba a ser un gran día. Ya había empezado maravillosamente con Pedro y Paula rumbo a una apasionada relación. Y terminaría aun mejor con Ana a su lado.


—Horacio Alfonso, sólo estás tratando de sacar mi lado bueno al distraerme —dijo casi sin aliento.


—¿Y está funcionando?


El rostro de Ana se suavizó cuando miró en sus ojos. No podía estar molesta con él por mucho tiempo, lo cual era algo muy bueno, considerando que él hacía muchas cosas estúpidas.


—No debería dejarte salirte con la tuya y tus misterios, pero de repente ya no me importa. Vamos a ese paseo —dijo, su rostro suavizándose en lo que alzaba su mano y le acariciaba la mejilla.


—Nada me haría más feliz —le dijo Horacio antes de inclinarse y besarla de nuevo.


No, definitivamente no había nada malo en querer que sus chicos tuvieran lo mismo que él. Le agradecerían su intromisión cuando tuvieran a una buena mujer a su lado.





CAPITULO 16





Paula se despertó en mitad de la noche y se estiró. ¡Ouch! 


Estaba dolorida. Le tomó un minuto para despertar completamente, y cuando ella llegó a ser más consciente, sólo tardó unos segundos para que se enderezara en la cama. ¿Qué había hecho? Se había acostado con su jefe.


¡Se había acostado con su jefe!


¿Qué tan estúpida había podido ser? ¿Tenía ahora que estar a su entera disposición en cualquier momento que él se sintiera necesitado de satisfacer sus necesidades? Él probablemente pensaba que sólo podía pasar por allí, tener sexo con ella, y luego escabullirse en medio de la noche.


No había manera en el infierno que él fuera a usarla y tirarla. 


¿Cómo iba a manejarlo? Tenía un par de opciones. Podría hacer una gran escena, gritarle, y renunciar a su trabajo, a pesar de que no sonaba atractivo. Su otra opción era fingir como si no hubiera pasado nada. Le gustaba esa opción mucho más. Acababa de asegurarse de que no se colocaría en cualquier posición más comprometedora.


Ella no lo tendría en su casa a solas, nunca.


Sabía que un simple toque de él le haría olvidar toda su cuidadosa planificación y cualquier idea de resistencia. No podía permitirse estar en posiciones donde estaría tocándola.


Ella inventaría un novio. Eso le impediría pensar que podía tomar ventaja de ella. Le diría que estaba en una relación a largo plazo, y que había cometido un error. Sintió un poco de pena, sabiendo que no llegaría a repetir esa experiencia.


Para su primera vez haciendo el amor, había sido increíble. 


No tenía idea de que una persona podría sentir tanto. Su cuerpo estaba dolorido, pero había valido-tanto-la-pena. 


Había leído que el sexo por primera vez no era una buena experiencia. Esa gente no debió haber estado haciendo el amor con alguien como Pedro Alfonso.


Ella tuvo que sonreír ante la ironía. El hombre parecía un dios griego, tenía más dinero del que nadie necesitaba, y hacia el amor como la fantasía de cada chica convertida en realidad. Nada de eso importaba, sin embargo. Fue un error, y no iba a repetirlo. Un error no iba a cambiar sus planes de vida.


Paula fue al baño y se limpió. Estaba tendida hacia abajo cuando por fin se dio cuenta de que no habían usado protección. Se incorporó rápidamente en la cama de nuevo. 


Estaba consternada al pensar en la estupidez de tener relaciones sexuales sin protección. No estaba preparada para ser madre todavía. Siempre había soñado con tener su propio hijo, pero no de esta forma. No iba a dar en adopción al niño si quedaba embarazada, pero ¿cómo iba a ser capaz de manejar todo esto?


Tendría que meditarlo y resolver todo más tarde. Ella no sabía nada.


Estaba muy probablemente exagerando. Sólo habían tenido sexo una sola vez. No había muchas probabilidades de que ella tuviera un bebé la primera y única vez que tuvo sexo.


Paula durmió a ratos el resto de la noche. Soñó que acababa de dar a luz a la niña más hermosa. Ella estaba sosteniéndola cerca de su pecho, la unión con su hija recién nacida. La criatura era perfecta en todos los sentidos. De pronto, Pedro entró en la habitación con tres hombres, todos con trajes de diseñador.


Empezaron a hablar la jerga legal, y de repente bajó la mirada y ella ya no estaba cargando al bebé. Pedro la tenía. Entonces entró una alta y rubia mujer despampanante, y le entregó el bebé a ella. "Aquí tienes, cariño. Te dije que conseguiría un bebé para ti. Todo lo que quieras es tuyo", dijo mientras salían juntos, dejando a Paula llorando por su bebé en la fría habitación de hospital.


Paula se despertó aterrorizada. El sueño parecía tan real. Se sorprendió al ver las lágrimas reales cayendo por sus mejillas. Se consideraba una mujer fuerte, pero había una cosa que la podía poner de rodillas. Ella no podría sobrevivir si alguien fuera a llevarse a la familia que tan desesperadamente quería.


Se rindió tratando de dormir y se levantó de la cama para prepararse el desayuno. Trató de leer un rato, pero no podía concentrarse. Decidió que tomaría un paseo por los jardines y disfrutaría del hermoso y limpio aire de la mañana. Era exactamente lo que necesitaba para despejar su mente.


Vagó durante un par de horas, cuando Horacio se acercó a ella y casi la hizo saltar de su propia piel.


—¿Cómo estás, señorita? Espero que hayas dormido bien. —Se preguntaba cómo un hombre tan enorme podría fácilmente acercarse sigilosamente a ella.


—Dormí muy bien —respondió ella automáticamente. Los círculos bajo sus ojos delataban su mentira, pero era demasiado caballero para señalárselo.


—Pareces un poco nerviosa por algo. Si hay algo en que pueda ayudar, todo lo que tienes que hacer es preguntar.


—Todo está bien, señor Alfonso. Sólo estoy pensando en la mudanza y el trabajo. Ha sido ya muy amable, y no quiero aprovecharme. Me siento un poco culpable por quedarme en la cabaña anoche —respondió ella.


—Ahora, Paula, no hieras mis sentimientos. Me pareció que la cabaña era muy confortable. He dormido allí yo mismo un par de veces cuando mi esposa se enfermaba de mi actitud. —Se rió entre dientes.


—Oh, no, señor Alfonso, me encanta la cabaña. Es simplemente muy difícil para mí aceptar ayuda. Aprecio tener un lugar para quedarme, y tengo que decir, ya me he enamorado de la cabaña. Es perfecta en todos los sentidos posibles —respondió rápidamente, sin querer ofenderlo.


—Ana todavía está durmiendo. Ella debe conseguir su descanso de belleza. —Se rió entre dientes—. Por favor, ven y únete a mí en la terraza para el desayuno. Me encanta tener a una mujer joven y hermosa como compañía para comer. Esto hace que la comida sepa mucho mejor. —
Luego extendió el brazo hacia ella que lo tomó. Caminaron cogidos del brazo a la casa principal.


Se estaban riendo mientras tomaban el desayuno cuando Pedro entró.


Paula podía ver que estaba instantáneamente en alerta.


—Buenos días, papá —dijo mientras se sentaba—. Srta. Chaves, espero que los alojamientos fueran de su agrado —agregó formalmente.


Paula lo miró por un momento, tratando de entenderlo. Tardó unos diez segundos. El hombre ya había conseguido lo que quería, y ahora estaba haciéndole saber que era tiempo de volver al trabajo y nada más. Ella ya sabía que así era cómo tenía que ser, así que ¿por qué le dolía tanto su actitud?


Bueno, pensó, dos podían jugar el juego de "frío como el hielo".


—Dormí perfectamente, señor Alfonso. Al comienzo de la noche tuve estas náuseas y un dolor de cabeza horrible, pero luego se fue, y el resto de la noche fue perfecta —dijo ella con voz aún más fría que la suya.


Sus ojos se convirtieron en rendijas y si ellos pudiesen matar, pensó que sería una pila de cenizas. Decidió tentar su suerte un poco más y le sonrió antes de alejarse e ignorarlo por completo.





*****



Horacio miró su pequeña representación, ambos pensando que estaban siendo tan astutos. Se preguntó lo que había pasado la noche anterior. Se veía para él como que los niños podrían haberse acercado y ambos corrían asustados, ahora. Bueno, él no iba a dejar que se evitaran el uno al otro, no cuando parecía que las cosas habían empezado finalmente a calentarse.


—Come, Pedro. Tienes un día ocupado. Necesitas llevar a Paula a conseguir su auto y ayudarla a comprar para su apartamento. Es mejor empezar temprano, por lo que estará listo para que ella viva allí. —Entonces miró a Paula—. Creo que serás feliz allí.


—Sr. Alfonso... —empezó a decir, pero él la detuvo.


—Ahora, Paula, eres una invitada en mi casa. ¿No crees que es hora de que empieces a llamarme Horacio?


—Um, bueno, señor... digo, Horacio. Creo que el Sr. Alfonso. —Ella asintió hacia Pedro—, está muy ocupado, y no me importa hacer esto por mi cuenta. Si se trata de una cuestión de una firma, podrían enviar por fax el papeleo. Yo simplemente puedo tomar un taxi hasta el lote de autos.
Realmente, realmente no me importa —declaró ella hacia él.


Horacio miró el vapor prácticamente saliendo de los oídos de su hijo ante su declaración. Parecía que Pedro podría repartir actitud, pero no le gustaba recuperarlo. Él disfrutaba bastante ver a su hijo retorcerse.


Se había quedado impresionado con Paula desde el momento en que la había conocido, pero al poner a su hijo en su lugar, le gustaba aun más.


Ella era buena para Pedro. Necesitaba una mujer que no le permitiera pisotearla. Ella le recordaba mucho a su Ana.


Horacio había sido un tonto cuando había conocido a su esposa por primera vez, pero por suerte lo había perdonado. 


No podía imaginar lo que habría hecho si no ella. Él la amaba más cada día que pasaban juntos.


No le importaba presionar los botones de su hijo un poco, sobre todo si lo apresuraba.


—Si Pedro está ocupado esta tarde, siempre podría llamar a Marcos y preguntarle si no le importaría escoltarte alrededor. No creo que eso sea un problema. Él es mi único hijo que realmente disfruta ir de compras — dijo Horacio, viendo a Pedro por el rabillo del ojo.


Pensó que el chico podría realmente encender la mesa tan brillante como el fuego que ardía en sus ojos.


Bueno. Tenía que ser presionado.



*****


Pedro no quería pasar el día con ella, pero que tratara de zafarse simplemente lo fastidiaba. ¿Cómo se atrevía a no querer estar con él?


Tenían una plática pendiente, y ella iba a malditamente pasar el día con él.


Además, no había manera de que él se fuera a sentar ahí mientras su hermano llevaba a Paula por la ciudad. Podía ver fácilmente a Marcos enamorándose de ella. Su hermanito tenía un corazón de oro. Se negaba vehementemente quererse casar algún día, pero Pedro podía ver el anhelo en los ojos de Marcos cuando se quedaban viendo alguna tonta película de amor, o una pareja romántica se encontraba cerca. Tal vez Marcos decía que no quería casarse, pero Pedro sabía muy bien que era sólo parloteo.


Pedro rápidamente se puso de pie y se dirigió a su padre.


—Claro que no estoy muy ocupado para llevar a salir a la Srta. Chaves — dijo, su voz chorreando veneno. Por fin la miró a la cara con una sonrisa afectuosa.


—¿Por qué no te adelantas y te alistas para que podamos irnos de inmediato? —dijo, mirándola de arriba abajo. Él ya sabía que estaba vestida para la ocasión, pero sólo quería ser un imbécil.


Sonrió al ver como el fuego surgía en los ojos de ella. 


Prácticamente podía escucharla gritándole en su cabeza. Sin importar lo mucho que quería evitar reaccionar ante ella, instantáneamente tuvo una erección; todo en él quería levantarla sobre su hombro y llevarla a la cama más cercana.


Había pensado que en una noche la sacaría de su sistema. 


Había estado muy equivocado. Sentía que un mes completo no sería suficiente.





CAPITULO 15




Rápidamente se dirigió a la cabaña, viendo sólo una tenue luz brillante a través de la ventana de la parte delantera. 


Llamó a la puerta, pero no hubo respuesta así que comprobó el pomo. No estaba cerrado todavía. Iba a tener que hablar con ella sobre eso. Entró y estuvo a punto de gritar su nombre cuando ella dobló la esquina.


Se quedó congelado en su lugar mientras sus ojos la consumían. Ella estaba de pie delante de él sin nada más que una toalla pequeña que apenas estaba cubriendo su cuerpo. Podía ver todo el camino desde los pies hasta la parte superior de sus muslos blancos cremosos. La parte
superior de la toalla estaba tan abajo que podía ver la elevación de sus pechos abundantes. Como si su cuerpo apenas vestido no fuera suficiente para empujarlo hacia el borde, todo su cuerpo estaba todavía brillante de su baño.


Su olor se arrastró hasta él, llenando su nariz con algún tipo de especias, como canela. Fuera lo que fuese, le dio ganas de tomar unos cuantos bocados de ella. Una pulgada más de movimiento en cualquier dirección y sería capaz de ver todos sus secretos.


Pedro se obligó a sí mismo a dar la vuelta y salir por la puerta principal.


Sabía que era lo que tenía que hacer, pero de alguna manera comenzó a moverse. De pronto, estaba de pie delante de ella con los brazos alrededor de su cintura.


Empujó su cuerpo húmedo, casi desnudo contra el suyo, y después estaba devorando sus labios. La sintió endurecerse durante un milímetro de segundo, antes de que lo estuviera agarrando hambrienta.


Nunca había deseado tanto a una mujer, hasta el punto de sentir que moriría si no la tomaba.


Durante medio segundo su cerebro trató de recuperar el control, pero cuando oyó un suave gemido escapar de sus labios, perdió su compostura completamente. Si ella le hubiera empujado lejos, o le hubiera rechazado, de alguna manera hubiera sido capaz de liberarla, pero ella se esforzaba en estar más cerca de él, gimiendo mientras enredaba su lengua con la de ella. Ella se retorció entre sus brazos, ninguno pareciendo conseguir suficiente del otro.


Con un rápido movimiento le arrancó la toalla, dejando que sus manos corrieran libremente de arriba a abajo por su cuerpo. Acarició sus curvas, disfrutando de la sensación de la suavidad de su piel mientras su mano flotaba sobre la curva de su cadera, luego hacia arriba a un lado de su pecho. Sin romper el beso, él la levantó y caminó la corta distancia hasta el dormitorio. Suavemente la recostó en la cama, se desnudó y tiró su ropa fuera, sintiendo un vacío en los pocos segundos que estuvo lejos de ella.


Su mirada fue atraída por la belleza de su cuerpo, haciendo que su erección se hinchara aun más, la sangre corriendo a través de él, centrándose en una sola área, urgiéndole a tomarla.


Pedro vio los ojos de Paula ir de la excitación a la timidez mientras miraba su cuerpo desnudo. De repente sintió miedo de que ella cambiara de opinión si le daba mucho tiempo para pensar en lo que estaban haciendo.


Estaba seguro de que él explosionaría. A pesar de que desnudarse no tomó más de medio minuto, ya estaba dolorido de nuevo por tocarla.


Se unió a ella en la cama, cubriendo su cuerpo. Ella se inclinó hacia él, buscando su boca. Con gusto la complació y mordió su labio inferior antes de chupar su boca, los sonidos provenientes de su garganta instándole.


Finalmente, se separó para mover los labios hacia abajo. 


Lamió un camino por su cuello, mordisqueando un poco antes de la piel sensible, haciendo que otro gemido escapara de sus labios.


Mientras exploraba su exquisito cuerpo olvidó todas las dudas restantes y simplemente disfruto del intenso placer que tocarla le traía. Ella comenzó a moverse debajo de él, abriendo las piernas a modo de invitación para que empujara dentro de ella.


Pedro sabía que Paula estaba rogando por la finalización, pero se negó a hacerla suya hasta que supiera que estuviera lista. A pesar de que no iba a durar mucho más, sobre todo con su roce contra él; lo lamentaría si terminaba demasiado rápido. Necesitaba que ella sintiera tanto placer y satisfacción como él.


Cuando sus manos se deslizaron sobre sus pechos redondeados, pellizcando los pezones con sus pulgares, su espalda se arqueó hacia arriba, su cuerpo temblando. Ella envolvió las manos alrededor de su cuello, tirando de él hacia ella. El mirar hacia sus ojos desenfocados de deseo la consumió.


Él la agarró del cabello y aplastó sus labios contra los de ella, hundiendo la lengua profundamente dentro de su boca. 


No se cansaba de ella: su sabor, su olor, su sonido. Todo en ella lo excitaba. Cuanto más su lengua acariciaba el contorno de su boca, más se retorcía de deseo.


Terminó el beso para explorar el resto de su cuerpo, lo que la hizo gritar de frustración. Su propio cuerpo le estaba pidiendo poner fin a la tortura de ambos. Iba a hundirse profundamente dentro de ella y hacerla suya, ¡únicamente suya!


Probó la suave seda de su estómago, sintiendo que temblaba debajo de su boca. Mientras movía la cabeza hacia abajo y pasaba la lengua por el interior de los muslos, todo su cuerpo tembló. Nunca había estado con una mujer tan receptiva antes, y le resultaba imposible mantener siquiera un aspecto de control.


Su boca finalmente la probó, sintiendo su sabor, haciendo que sus caderas se arquearan de la cama mientras gritaba de placer. Sus gemidos le dio la fuerza para seguir adelante. 


Probó su dulzura, sintiéndola temblar debajo suya. De repente se puso tensa, y luego todo su cuerpo se sacudió y gritó liberándose. Estaba temblando bajo su hábil boca así que movió su lengua una última vez contra su húmedo calor húmedo antes de que poco a poco hiciera su camino de regreso a arriba de su cuerpo.


Ella estaba un poco débil en sus brazos cuando él empezó a besar el camino hasta su estómago. Sentía como si pudiera adorar su cuerpo el resto de la noche. Arrastró la lengua por sus pechos hinchados y suavemente tomó una de sus pezones apretados en su boca.


Ella comenzó a temblar mientras su cuerpo se agitaba de nuevo a la vida.


Se tomó su tiempo pasando de un pezón sensible al otro hasta que ella gritó por él. El grito profundo de placer rompió el último pedazo de control que le quedaba. Rápidamente trasladó su cuerpo sobre el de ella, presionando la punta de su erección sólida contra su apertura.


Su boca tomó la de ella otra vez mientras su mano se deslizaba hacia abajo para asegurarse de que estaba lista. 


Movió los dedos sobre su sexo hinchado, y luego entró. 


Todo su cuerpo se arqueó de la cama, presionando contra él mientras gemía de placer.


—Por favor —rogó.


Ella estaba más que lista.


—Abre los ojos. Quiero verlos cuando te haga mía —susurró.


Poco a poco, como si un peso estuviera manteniéndolos cerrados, sus ojos se alzaron medio abiertos.


En un empuje, se enterró profundamente en ella. Casi explotó con el primer contacto de su apretado color agarrándolo. Sintió su cuerpo rígido, y un sonido de dolor escapó de sus labios mientras se ajustaba a él. Sus ojos muy abiertos, mientras su boca formaba una expresión de sobresalto.


Todo el cuerpo de Pedro se puso rígido cuando se dio cuenta de que ella era virgen. ¿Cómo una mujer, especialmente una tan atractiva y sexualmente seductora como ella, llegaba a la edad de veinticuatro años siendo virgen?


La sorpresa le trajo de vuelta un poco de su control perdido. 


Tenía que parar. No dormía con mujeres que no sabían la partitura. Él no era el tipo de chico de "felices para siempre", lo que significaba que las vírgenes estaban estrictamente fuera de los límites.


Empezó a retirarse de ella cuando su rostro se relajó y suspiró en éxtasis mientras su cuerpo se ajustaba al de él.


Sabía que tenía que hacer las cosas bien y parar, pero cuando sus caderas se movían hacia arriba, agarrándolo con más fuerza, dejó de luchar contra ello. Empezó a moverse con un ritmo constante, pero a medida que su respiración se hizo más pesada, y sintió el cuerpo de ella estremecerse, no pudo aguantar más y empezó a empujar rápidamente. Sus caderas empujaron hasta él, y lo apretó de placer. Cuando ella gritó y su cuerpo empezó a temblar a su alrededor, se corrió derramando su semilla profundamente dentro de ella, sacudiéndose con el poder de su liberación.


Se puso encima de ella, sin moverse durante varios minutos mientras su respiración volvía a la normalidad.


Dándose cuenta de que era más probable aplastarla, se volvió, llevándola con él. No sabía qué decir, así que no dijo nada. Solo se quedó quieto frotando su espalda hasta que oyó su respiración constante, lo que indicaba que se había quedado dormida.


Se quedó donde estaba durante una hora, mirándola dormir plácidamente en sus brazos. En el sueño, ella no pudo acercarse lo suficiente a él. Su pierna estaba envuelta alrededor de su parte inferior del cuerpo, y su cabeza descansaba sobre su pecho. Ella era la mujer más increíble que jamás había visto, y ahora era suya. De repente, la cabeza de Pedro se agotó rápidamente. Había estado a punto de quedarse dormido cuando la constatación de que no había usado protección lo golpeó. ¿Qué había estado pensando? Él nunca había tenido relaciones sexuales con una mujer sin usar condón. No era tan estúpido como para quedar atrapado en la trampa de un bebé. Sus pensamientos corrían en un millón de direcciones diferentes. 


Sabía que no había manera de que ella hubiera planeado tener sexo sin protección. ¿Cómo podía haber sabido que iba a volver a la casa esa noche?


Tampoco era posible que fingiera su intensa reacción hacia él. Él había estado con mujeres que sólo habían fingido, pretendiendo que les gustaba el sexo. Lo hubiera sabido rápidamente y se hubiera ido. Quería una mujer que estuviera caliente y dispuesta en su cama, no actuando como si estuvieran realizando una tarea.


Estaba enfadado consigo mismo, pero volvió la ira hacia ella. 


De ninguna manera se vería obligado a contraer matrimonio, pero si su noche de pasión los conducía hasta a un niño, no iba a marcharse. La familia era todo para él, y un niño no es un error, nunca.


Miró a Paula, sintiéndose de repente atrapado. Había estado decidido a eliminarla de su sistema, pero podría terminar costándole todo. Era la primera mujer que había logrado atraparlo con la guardia baja.


A medida que se deslizaba de la cama y se vestía, sus ojos volvieron a ella, pareciendo tan inocente mientras dormía, con una pequeña sonrisa en sus labios. Se movió, estirando el brazo y moviendo su cuerpo hacia el centro de la cama. 


La manta se deslizó, dejando al descubierto uno de sus
hermosos pechos, y su cuerpo reaccionó al instante.


Con enojo consigo mismo por todavía desearla, salió como un vendaval de la casa de campo, corriendo escaleras abajo. 


Lo que quería hacer era volver a entrar y subir a la cama junto a ella. Tenía que salir de allí y refrescarse, averiguar lo que iba a hacer a continuación. Porque no tenía ni idea.