viernes, 13 de marzo de 2015

CAPITULO 34




Después de que le dijo a Pedro que lo amaba, él comenzó a llegar tarde cada noche. Lo veía muy poco. Podía sentir que lo perdía sin antes realmente haberlo tenido. Se imaginó que iba a dar todo de ella, o dejarlo ir. Ya no podía vivir a la mitad del matrimonio.


La estaba matando cada día un poco más, ver que él se alejaba de ella. No le volvió a decir que lo amaba, temiendo que, si lo hacia, él le pediría que durmieran en habitaciones separadas. Hacían el amor con menos frecuencia, también, parcialmente porque se iba más, mucho más tiempo.


Había tenido algunos meses a la mitad de su embarazo donde se había sentido muy bien, pero el principio había sido duro, y el final era aun peor.


El doctor la mantenía vigilada, ya que se estaba hinchando mucho, y estaba preocupado que su presión arterial estuviera muy alta. La había puesto en reposo en cama el noventa por ciento del día, y ella se estaba cansando de eso.


Cuando su presión arterial finalmente se controló, el doctor le dijo que se podía mover un poco más, y que algo de aire fresco le haría bien. Decidió salir de la casa por un rato.


Iba a ir a la oficina para sorprender a Pedro con una comida romántica, hacer el amor y una confesión. Le iba a decir cuanto lo amaba y cuanto quería que el matrimonio fuera real.


Si él no respondía a sus sentimientos, entonces lo dejaría ir y seguiría con su vida. Ella sabía que él querría ser parte de la vida de su hijo y eso tendría que arreglarse, pero ya no podían vivir como compañeros de habitación.


Sabía que él todavía tenía el poder de quitarle a su hijo, pero con el tiempo llegó a conocerlo, no creyó que él pudiera separar a un niño de su madre.


De todas formas, no había manera de que Horacio y Ana estuvieran de acuerdo con eso. Tenían mucho amor y respeto por la familia.


Paula se sentía nerviosa en su camino a la oficina. No había estado ahí en un tiempo, y temía que él no estuviera feliz con su interrupción. Planeó su visita cuando supo que él estaría solo y así podría sólo entrar. No quería correr hacia Tomas. No le había contado sobre lo que estaba pasando, sintiendo como si estuviese traicionando a Pedro al decir algo negativo sobre su matrimonio.


Esperaba que él la pudiera amar. Por favor, oró, déjalo amarme tanto como él ama a nuestro hijo que todavía no nace.


Entró en su vieja oficina, la cual estaba vacía, y apretó su abrigo un poco más fuerte. Era largo y la cubría muy bien, pero sabía que todo lo que tenía puesto debajo era una pequeña lencería negra. Le había sido difícil encontrar algo sexy cuando su estomago sobresalía como por un pie del resto de su cuerpo, pero increíblemente, había dado en el clavo y se sentía sexy de alguna manera por primera vez en hacía ya mucho tiempo.


No estaba realmente consciente de su cuerpo, ya que su esposo pasaba mucho tiempo frotándole el estomago y hablándole a su hijo. Él parecía tan emocionado como ella al saber que tendrían un bebé. Algunas de las cosas que no se planean resultan mucho mejor.


Entreabrió la puerta de comunicación silenciosamente y se detuvo donde se encontraba, su corazón se rompió.


Pedro no estaba solo en su oficina. Había una delgada pelirroja envuelta alrededor de él, y estaban atrapados en un abrazo muy apasionado.


Su cabello era un desastre, como si hubieran estado haciendo el amor por horas. Su blusa colgaba abierta, y su falda estaba levantada mostrando sus bragas. Ella era tan deslumbrante en un modo que Paula nunca esperaría serlo; pensó en agonía.


Esta era la razón por la cual él ya no iba más a casa con ella. Tenía una aventura.


Había dudado que él la pudiera amar, pero había habido un crecimiento en su relación, o eso había creído. No importa qué, sin embargo, ella nunca se dio cuenta que él era el tipo de hombre que era infiel. Hacían el amor todo el tiempo. 


Pensó que estaba satisfecho –incluso más que satisfecho, ya que al hacer el amor todo era muy frenético, como si no
pudieran tener suficiente uno del otro. Siempre estaba listo para hundirse profundo dentro de ella, y eso era algo que un hombre no podía fingir.


Estaba horrorizada al pensar que tal vez él se imaginaba a su amante al hacerle al amor a ella.


Tal vez así era como siempre estaba tan listo. Sabía que nunca podría competir con alguien como la deslumbrante pelirroja, y Paula tenía el corazón roto.


Se quedo ahí por unos segundos, pero le pareció una eternidad. Todo su mundo comenzó a desmoronarse, y no sabía cómo es que todavía seguía de pie.


Paula cerró la puerta y corrió hacia el elevador. Podía sentir lágrimas calientes rondando por su rostro, mientras corría rápido al carro y aceleraba a casa. Tuvo su respuesta.


Nunca se quedaría con un hombre que le fue infiel. No podía hacerlo.





CAPITULO 33






Paula pasó los próximos dos meses consiguiendo que su hogar estuviera decorado y listo para su recién nacido. Con frecuencia dejaba lo que estaba haciendo y frotaba su vientre. Estaba feliz por el hecho de que pronto iba a ser madre.


Su relación con Pedro estaba marchando bien, pero también le hacia falta algo. Hacían el amor con frecuencia, y era asombroso. Cuando estaban juntos en la cama, ella se sentía querida, como la mujer más hermosa del mundo.


Cuando estaba en sus brazos, todo era perfecto. Él todavía no le había dicho las palabras mágicas, pero se sentía amada por él. Tal vez él no sería capaz de decirle que estaba enamorado de ella.


Todos los días peleaba consigo misma para no gritarle esas palabras.


Cada vez que hacían el amor, ella las decía en su mente una y otra vez. “Te amo, Pedro”. “Te amo”. Como deseaba tener la confianza para decirle lo que sentía. Temía que si se lo decía, él pensaría que era demasiado pegajosa, y después se alejaría de ella.


No sabía si podría sobrevivir si él ya no la quisiera. Se había comenzado a imaginar el “felices para siempre” que había leído en muchas novelas románticas. Siempre había pensado que sólo era posible en ficción, pero ahí estaba, viviendo en su propia novela.


Paula estaba perdida en sus propios pensamientos en lo que intentaba leer un libro fuera de la piscina. Su estomago estaba más grande, ya que estaba en medio de su tercer mes de embarazo. Se mantuvo esperando a que Pedro sintiera repulsión por su cuerpo, pero parecía pensar que los cambios eran sexis, si su reacción del cuerpo era una indicación.


Incluso en las raras noches que no hacían el amor, podía sentir la evidencia de que él la quería al estar presionado en la suavidad de su espalda.


—Hola, sexy —dijo Pedro mientras se sentaba y le acariciaba el cuello—. ¿Cómo te sientes hoy?


Continuó hacia arriba de su cuello con un beso con los labios abiertos que hacía su pulso se disparara.


—Me siento muy bien —ronroneé—. ¿Quieres que te lleve arriba y te muestre? —declaró, mientras sus besos ya estaban haciendo a su cuerpo llenarse de necesidad.


Él se rió y tiró de ella hacia su regazo, donde unieron sus bocas en un profundo beso. Para cuando se separaron para tomar el aire que tanto necesitaban, ella pudo sentir la evidencia de su excitación, y ya estaba lista para él.


Deslizó su falda hacia arriba y la tomó ahí mismo en la sala de estar con ella sentada arriba de él. Ella se vino rápido y fuerte y después colapsó en sus brazos.


—Bueno eso fue un gran Hola —susurró él mientras continuó acariciándole la espalda.


—La cena está lista —escucharon una voz que venía de adentro de la casa.



* * * *


Pedro tapó rápidamente a Paula, olvidando que su sirvienta pudo haber entrado en cualquier momento.


Olvidaba que el resto del mundo existía cuando ella estaba envuelta en sus brazos.


A él no le gustaba perder el control de esa manera, y se sentó incomodo mientras su cuerpo trataba de regresar a la normalidad.


—Lo siento —dijo un poco tímido—. Sólo venía a saludarte, pero me vuelves un poco loco —continuó. Ella puso la mano sobre su rostro mientras miraba sus ojos—. No lo lamentes. Yo también te deseo así, y nadie nos descubrió —dijo ella, sonando un poco a la defensiva—. Quiero hacerte el amor tanto como nos sea posible antes que nuestro hijo tome toda la habitación, y ya no puedas tocarme —terminó con poca conciencia.


Él la miró a los ojos de manera profunda y habló honestamente:
—Eres hermosa,Paula, y tu cuerpo cambiando con nuestro hijo creciendo dentro de ti, sólo hace engrandecer esa belleza. Siempre te querré, y eso no cambiará. —Continuó acariciándola.


Se sentaron juntos por un rato más hasta que el hambre finalmente los hizo levantarse e ir a la cocina, donde compartieron una silenciosa y agradable cena. Se fueron temprano a la cama e hicieron el amor de nuevo. Cuando Paula llegó al clímax, susurró finalmente en voz baja sin
poder ya contenerse:
—Te amo.


Ella lo sintió ponerse rígido con sus palabras y temió que de alguna manera hubiera roto las reglas de su matrimonio.


Él no dijo nada, pero no la apartó. Ella reposó en sus brazos, sintiéndose desolada y esperando que él le repitiera las palabras.


Sintió que él la amaba, pero tal vez se equivocó. Lagrimas silenciosas rodaron por sus mejillas hasta que finalmente se quedó dormida de puro agotamiento.


Pedro se quedó ahí, sosteniendo a Paula, en lo que su respiración se tranquilizaba, para estar seguro que estaba realmente dormida. Ella lo amaba, pensó con asombro. Ya había visto los signos de su apego y sintió que ella se estaba enamorando, pero él tenía tanto miedo de abrirse.


Había habido muchas mujeres que habían dicho esas mismas palabras, no porque lo amaran, si no porque amaban su dinero, su poder, y todo lo que él les podía dar.


En el interior, él sabía que Paula no era una de esas mujeres, ella ya lo tenía completamente envuelto alrededor de sus dedos. Al darle su amor también, parecería que él estaría dando la última pieza de él. No estaba listo para hacer eso. Tenía que quedarse con algo, trató de razonar.




CAPITULO 32




Paula y Pedro tuvieron un tiempo increíble en su luna de miel.


Él la había llevado a París por un par de semanas. No sacaron a colación ninguno de los problemas que alguna vez habían estado tan presentes en su relación desde el principio. Simplemente llegaron a conocerse mutuamente.


Pasaron cada noche en el hotel haciendo el amor, aferrándose el uno al otro, ninguno de los dos dispuestos a dejar ir al otro. Paula pensó, si su relación se mantenía progresando de este modo, podrían tener un futuro juntos después de todo.


Pedro la llevó por todo París. Estaba como una niña en Disneylandia.


Amaba toda la historia y antigua belleza de todo. Sabía que no era nada nuevo para Pedro y calculó que estaba aburrido como una ostra.


Estaba equivocada al respecto. Pedro estaba visitando Paris por primera vez a través de sus ojos. Era increíble ver las cosas que él había visto en innumerables ocasiones a través de ella. Ella tenía tal amor y reconocimiento de todo a su alrededor.


Pedro hubiera preferido quedarse en su lujosa habitación de hotel todo el tiempo y recorrer su cuerpo en su lugar, pero a regañadientes se la llevó por la ciudad del amor. Se preguntó cuando su sed por su esposa sería en cierto modo saciada.


Le hizo el amor a ella y después podía volver y hacerlo de nuevo cinco minutos después. No podía tener suficiente de ella, y ella parecía igual con él. Ella no solía ser la que tomaba la iniciativa en hacer el amor, pero lo compensaba con total entusiasmo una vez que empezaban.


La luna de miel terminó demasiado pronto. El viaje fue increíble, pero estaba ansioso en mostrar a su esposa su regalo de bodas. Ambos durmieron más en el vuelo red eye a casa, ya que no durmieron mucho en París. Cuando llegaron de vuelta a Seattle, temprano en la mañana, ni siquiera tuvieron que lidiar con el jet lag.



* * * *


El avión de la compañía era bastante cómodo, era como si ni siquiera volara. Paula estaba feliz con su matrimonio y no podía conseguir lo suficiente de su esposo. Estaba encantada con sólo seguirlo a cualquier lugar. No podía obtener lo suficiente de sus manos sobre su cuerpo. Se tensaba con anticipación al pensamiento de sus dedos mágicos acariciándola.


La invitó para un maravilloso desayuno en un pequeño comedor familiar, cuya especialidad era un voluminoso omelet. Consumió toda su comida y apenas se llenaba. 


Estaba seriamente preocupada, iba a ganar cien libras si no se cuidaba.


—No puedo creer la cantidad de alimentos que estoy comiendo. Mejor detenme antes de que sea tan grande como una ballena —dijo preocupada Pedro.


Él rió en voz alta.


—Recuerda, Paula, estás comiendo para dos y te puedo decir ahora, si estás llevando mi niño, será muy exigente, incluso desde el vientre.


Oh bueno, pensó ella, de todos modos él no estaba con ella por su cuerpo.


Se casó con ella porque llevaba a su niño. Ese pensamiento puso de nuevo un poco de malestar en su buen humor. Paula decidió olvidarlo y no pensar en ello. Estaba disfrutando su tiempo con Pedro demasiado para dejar que algo le afectara.


—Tengo un regalo de bodas para ti. Espero que te guste porque sería difícil devolverlo —dijo Pedro a Paula. Ella no tenía ni idea qué otra cosa podría darle.


Deseaba que él pudiera darse cuenta de que lo único que quería era su amor. No le interesaba su dinero o su poder. 


No le importaban los viajes a París o el gran diamante que ahora descansaba en su dedo. Sólo quería que la amara tanto como ella lo amaba.


También se sintió mal, porque no tenía nada que darle a él.


—No sabía que teníamos que darnos regalos. No tengo nada para ti.


—Déjame mostrarte lo que es —le dijo mientras la ayudaba a entrar al auto. Se dirigían a la casa de sus padres y ella calculó que era su casa, aunque no entendía por qué ellos tenían dos apartamentos en la ciudad.


Se dio la vuelta y condujo por un largo camino y ella estaba aun más confundida. ¿Hacia donde iban? Continuó bajando la interminable entrada sombreada con hermosos árboles por todo el camino. Detuvo el auto frente a una casa de estilo colonial que era más grande de lo que cualquier persona necesitaba.


Salió del auto y llegó a su lado, abriendo la puerta. Ella dio un paso hacia fuera y le miró curiosamente. Subieron los escalones y él abrió la puerta, de repente levantándola en sus brazos y llevándola a través del umbral.


—Bienvenida a casa —dijo antes de colocar sus labios sobre ella. Paula estaba sin palabras. Había conseguido un nuevo hogar. ¿Había tenido esto todo el tiempo y sólo se quedó en los apartamentos para estar más cerca para trabajar? ¿Vivió allí antes con otra mujer?


Tenía tantas preguntas, pero tenía mucho miedo de las respuestas para preguntarle en voz alta.


—¿Ésta es realmente nuestra casa? ¡Tenemos una casa real! —exclamó finalmente y dejó asumir su emoción.


Siempre había soñado con tener un verdadero hogar, con una familia de verdad en ello, pero nunca había pensado que le sucedería. Sabía que iba a tener un hijo, pero tener un marido, también, parecía tan irreal. Apenas podía respirar y tenía miedo de parpadear, con el temor de que todo pudiera desaparecer.


Pedro la dejó en el suelo, y ella salió corriendo de una habitación a otra. El lugar era enorme. Había algunos muebles, pero no muchos. La cocina tenía todos los electrodomésticos conocidos por el hombre, y ella no podía esperar para utilizarlos todos.


Una escalera enorme circulaba alrededor, lo que permitía dos formas de subir o bajar. Tenía el tipo de barandilla en el que veías a la realeza descender en todas las películas románticas. Arrastró su mano a lo largo de la barandilla mientras corría escaleras arriba. Varias habitaciones eran absolutamente impresionantes.


Se sorprendió por la falta de mobiliario. Tal vez los entregaran más adelante. Entró en una habitación y se quedó sin aliento. No había nada en él, pero si una hermosa cuna antigua con ropa de cama de encaje.


Caminó lentamente hasta la cuna y pasó su mano, imaginándose a su niño durmiendo bajo el delicado edredón. 


De pronto, Pedro estaba detrás de ella, envolviéndola en sus brazos. —Esta era la misma cuna en la que yo dormía cuando era un bebé. Sé que la mayoría de las madres quieren diseñar su propio cuarto, pero significaría mucho para mí y para mis padres si usamos esta cuna para nuestro hijo, —le susurró al oído.—Mi madre hizo esta misma colcha. Pasó meses en ella mientras estaba embarazada de mí. Ella hizo una para una para cada uno de sus hijos y luego la guardó para sus futuros nietos —continuó él.


Paula quedó sin habla. Se sintió tan conmovida por este pedazo de historia de su familia, sabía que no sería capaz de pronunciar las palabras. En su lugar, dio la vuelta en sus brazos y decidió mostrarle lo mucho que le gustaba la cuna.


Pedro suavemente la levantó y la llevó a su habitación. Se centró sobre todo él y no en terminar su recorrido por la casa hasta mucho más tarde.


Mientras yacían en la cama juntos y ella se acurrucaba bajo su barbilla, él le frotaba la espalda mientras hablaba.


—Debes haber notado la falta de mobiliario. Algunas de las piezas aquí vienen de mis padres, y los otros es lo que he recogido a lo largo de los años. El resto de la casa es para ti para decorar. Puedes hacer lo que quieras. Si quieres algo de ayuda, mi madre me ha pedido que te informe que ella disfrutaría trabajar contigo para hacer de este nuestro hogar. En otras palabras, ella te está pidiendo que dejes que ella te lleve por toda la ciudad en un frenesí de compras. Mi madre le gusta mucho ir de compras, especialmente cuando es para alguien más. Estarás suplicando misericordia, pero, sinceramente, si lo quieres hacer por tu propia cuenta, prepararé una excusa —dijo.


Paula sabía lo que él quiso decir. Podría haberse negado, pero ella amaba a sus padres y no creía que sería capaz en negarles algo. Había disfrutado, pasando el rato con su madre y aprendiendo de ella. Ana sabría todo acerca de lo que los bebés necesitaban. Paula no sabía nada.


—Estaría muy contenta de ir con tu mamá, pero no sé cuándo voy a tener el tiempo —dijo.


Pedro respiró hondo, como si estuviera tratando de ganar valor. Eso la sorprendió, ya que parecía que nunca tuviera miedo de nada.


—¿Qué es? —preguntó.


—Paula, honestamente no estoy tratando de controlarte, pero creo que sería mejor si tuvieras que centrarte en ti y el bebé. Ya has tenido problemas de salud y estarás muy ocupada preparando las cosas para nuestro nuevo hogar y el bebé. No creo que debas de trabajar más para la empresa. —Él finalmente llegó al punto.


Paula tenía muchos sentimientos encontrados. Se sorprendió de que la emoción más fuerte que sintió fuera la de alivio. Ella lo estaba haciendo bien en su trabajo, pero no le gustaba. Había tanta tensión implicada, y todo lo que podía pensar era en su futuro hijo y su marido, de todos modos, lo que hizo que trabajar tanto fuera más difícil. El médico no la había liberado del reposo en cama, y podría una vez más centrarse en su carrera después de que ella diera a luz a su hijo en forma segura.


No quería ser completamente dependiente de Pedro. Ya tenía una buena cantidad de ahorros, debido al hecho de que tenía muy pocos gastos. Esa era su manta de seguridad. No era lo suficiente para durar mucho tiempo si ya no estaban juntos, pero sería suficiente para conseguir instalarse en un nuevo lugar mientras ella encontraba un trabajo.


—Tendría que entrenar a una nueva persona. Estoy de acuerdo con no trabajar por ahora, especialmente desde que el Dr. Scott dijo que tengo que permanecer en reposo tanto como sea posible. Quiero conseguir un trabajo después de que el bebé esté con unos meses de edad, sin embargo, tal vez sería mejor si yo no trabaje para mi esposo —dijo.


Pedro parecía aliviado. —No tienes que preocuparte sobre el
entrenamiento de alguien. Mi padre ya ha tomado cuidado de todo eso mientras estábamos en nuestra luna de miel —dijo alegremente.


—¿Quién es esta nueva persona? —preguntó con suspicacia. No quería que alguna joven delgada y linda pensara en trabajar con su marido por incontables horas a la semana. Sabía que había muchas mujeres por allí que no tendría ningún problema para dormir con un hombre casado, y a través de esa puerta de conexión entre sus oficinas era demasiado fácil para escabullirse.


La idea de que otra mujer colocara sus manos sobre Pedro era lo suficiente para acelerar su respiración, y estaba lista para rasguñar los ojos de esta persona inexistente. Ésta era su familia, y haría cualquier cosa a su alcance para no soltarlo.


Pedro se rió. Sabía exactamente lo que estaba pensando.


—No te preocupes. Ella es una abuela felizmente casada con seis nietos, que está más que calificada. Ella en realidad trabajaba para otra división en la empresa, y mi padre sintió que era hora de que ella consiguiera un ascenso —le aseguró.


—Esther ha estado trabajando con ella la semana pasada y se ha adaptado en el trabajo rápidamente. Creo que lo hará bien para nosotros en las oficinas corporativas. Por supuesto, ya no será un placer para mí trabajar cada día, sabiendo que no estás allí. Me he acostumbrado a tu olor,
invadiendo cada aspecto de mi área de trabajo. Desesperadamente lo voy a extrañar —dijo, acariciando su cuello.


—Creo que todo ha sido tomado con cuidado, entonces —dijo, sintiendo un poco de suerte, ya que había sido sustituida tan fácilmente—. Voy a centrarme en conseguir que nuestra casa esté lista para el bebé. —Paula estaba asustada, como siempre había trabajado tan duro, y ahora no se esperaba mucho de ella salvo para conseguir que la casa estuviera lista y esperar a su pequeño por nacer. No sabía lo que iba a hacer con el tiempo extra en sus manos.


Además, ella no tomaría nada de su marido si alguna vez él decidía que el matrimonio había terminado. Ella lo amaba, y no se convertiría en la mujer que él creía que era al comienzo de su relación.


Fue triste para ella saber cuántas personas utilizaban a Pedro y su familia para sus propias necesidades egoístas. 


¿No podían todas ésas personas ver que los Alfonso eran gente increíble, con o sin el dinero y el poder?


Bueno, ella planeaba mostrarle lo mucho que lo amaba por él mismo —y nada más— por el resto de su vida.