miércoles, 11 de marzo de 2015

CAPITULO 28





Pedro miró desde el monitor a la cara de Paula y vio las lágrimas que corrían por sus mejillas. El momento fue tan emocionante para él, se vio superado por la emoción del momento y tuvo que alejarse. Su hijo estaba fuerte y seguro. 


Paula era hermosa, y él estaba tan contento de que ella
llevara a su bebé. Podía ver el amor y la emoción a través de ella. Podía ver que ya estaba enamorada de su bebé, y él sabía que sería una madre fenomenal.


Es posible que hayan comenzado las cosas mal, pero sabía que todo saldría bien. El Dr. Scott les imprimió algunas imágenes de la ecografía y se las pasó. Ninguno de los dos habló mientras salían de la oficina. Los dos estaban pensando en las imágenes que acababan de presenciar, imaginando al recién nacido que luego alumbraría sus vidas.


Pedro llevó a Paula a almorzar, y las dos estaban muy emocionados porque el bebé estaba en buen estado de salud, así que bajaron la guardia y lo pasaron muy bien juntos. Después del almuerzo, la condujo hasta la casa de la familia.


—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Paula con nerviosismo.


—Tenemos algunos planes de boda para hablar con mis padres.


Pedro, no me voy a casar. No voy a ser obligada a contraer matrimonio por cualquier motivo. Puedo que sea anticuada, pero creo en casarse por amor y nada más.


—Paula, yo también soy anticuado, y creo que un niño necesita a ambos padres. No vas a criar a mi hijo sola. No voy a discutir sobre esto. Él va a tener dos padres. No se puedes alejar a mi hijo de mí.



* * * *


El tono de su voz la aterrorizaba. Sólo había pura convicción, sin ira, sin súplica. Ella sabía que él no iba a dar marcha atrás. Paula bajó la cabeza y se resignó. Tendría que casarse con un hombre por el bien de su hijo, no porque él la amaba. Él no le estaba dando otra opción respecto al tema. 


Se sentía frustrada por haber cometido el error pobre de dormir con él. Ella no se arrepentiría de su hijo. Ella sólo deseaba haberlo hecho con alguien que hubiera pasado e ido de su vida sin mirar nunca hacia atrás, o que la hubiera amado incondicionalmente.


No estaba dispuesta, ni preparada, para compartir a su bebé con otra persona. Claro, sería bueno tener una familia feliz y amorosa, pero no podía pensar en muchas parejas que vivieran juntas. La tasa de divorcios aumentaba cada año, y ella nunca hubiese querido añadirse a la lista de las estadísticas.


Entraron en la casa sin decirse nada el uno al otro. Él había dicho lo que se haría, ella había aceptado y él había ganado. 


Sabía que él siempre ganaría. Tenía la esperanza de que a él sólo no le gustara jugar en el juego de la paternidad.


Pedro, Paula, estoy tan contento de verte. Tenemos mucho que discutir.
Todos los arreglos se han hecho. Paula, ve junto a Ana y elige tu vestido para que podamos hacer las modificaciones —dijo Horacio, hablando rápido.


Paula fue llevada a través de la casa y le mostraron opciones de flores y pastel. Ella se puso un vestido que era mucho más hermoso que cualquier cosa que jamás había pensado en usar. Paula había imaginado el día de su boda cuando ella era joven, como la mayoría de las niñas hacían, y esto era una boda de ensueño. Hubiera sido perfecto si el novio hubiera estado enamorado de ella. Hubiera sido aun más perfecto si ella creyera que su matrimonio podía durar para siempre.


Bueno, ella estaba obteniendo más que lo que la mayoría de las mujeres obtendrían. Tendría un hogar seguro y llegaría a ser madre. Podía tratar con cualquier cosa, siempre y cuando ella tuviera su hijo en sus brazos.


Sabía que era un matrimonio de conveniencia, pero ella tendría que lidiar con eso. Estaría sola, pero, ¿cuán realmente sola podría estar, teniendo a su bebé con ella?


Además, había planeado ser madre soltera, por lo que sólo tendría que verse como ser una madre soltera con un compañero de cuarto que también amaba demasiado a su hijo.


Se quedaron en la casa la mayor parte del día y cenaron con Horacio y Ana, a quienes ya amaba. Ana estaba tranquila y parecía subyugada por Horacio una gran parte del tiempo, pero era obvio para cualquier persona a su alrededor que él la adoraba de una manera que hacía que el corazón de Paula doliera. Ella tenía una serena dignidad a su alrededor, para que todos supieran que, a pesar de que Horacio hablara mucho más, ella era la que realmente estaba a cargo. Era la clase de madre que Paula hubiese soñado con tener en sus miserables años de infancia y adolescencia.


Ambos eran amables y atentos, y la escuchaban como si dijera la cosa más importante del mundo. Sólo deseaba haber crecido con unos padres como ellos. Pero, puesto que ella se casaría con Pedro, ellos serían sus padres.


Fue algo positivo que esperaba con ansias. Ella todavía pensaba que el matrimonio era una mala idea, pero cuanto más tiempo pasaba con Pedro fuera de la oficina, más pensaba que su vida no estaba completamente
destrozada.


Cuando Pedro la llevó de regreso al edificio de apartamentos, Paula estaba casi dormida de pie. Ella había pasado un día muy agotador, pero, en su mayor parte, había sido un buen día. Siempre disfrutaba visitando a Horacio y Ana, y nada era más grande que ver el ultrasonido de su bebé que estaba por nacer.


Debió mirar la foto un centenar de veces a lo largo del día. 


Se había formado un nudo en su garganta cuando Pedro le había entregado la foto a su padre, y ella había visto el brillo de las lágrimas en sus ojos. Ella sabía más allá de toda duda que su niño sería amado más allá de comparación. Tendría una infancia mucho mejor que la mayoría de los niños.


—Bueno, hijo, este es el mejor regalo que podría habernos dado alguna vez a tu madre y a mí. —Fue lo único que dijo mientras envolvió sus brazos en él en un abrazo de oso.


Paula sonrió para sus adentros al pensar en el hombre maravilloso que era.


Pedro puso la mano en su espalda mientras caminaban hacia el edificio y se dirigió directamente hacia el ascensor. 


Sintió un estremecimiento recorriéndole la espina dorsal cuando la tocó. Ella se había esforzado por resistir su atracción por él, y dio todo de ella para mantener una cierta
distancia.


Entraron en el ascensor, y Paula se dirigió a la puerta.


—Esta noche no, Paula. Usaremos mi apartamento. —Pedro la sacó de sus pensamientos.


—Yo sólo quiero irme a casa, Pedro —dijo ella—. Ha sido un día muy largo, y necesito tiempo para mí —terminó en un tono suplicante, con un dejo de fastidio.


Pedro suspiró en voz alta y simplemente la llevó más allá de la puerta y por el pasillo.


—Paula, vas a ser mi esposa en unos días. No sólo te estoy tomando como esposa en el papel. Vamos a vivir juntos, dormir juntos y estar juntos en todos los sentidos en un esposo y una esposa lo están. Sólo me casaré una vez. Yo te proporcionaré muchas cosas y, a su vez, espero ser atendido.
Vas a compartir mi cama. —Una vez más habló con esa voz que no admitía lugar a discusión.


De repente estaba muy alerta y furiosa. Estaba harta y cansada de todas sus órdenes y que sólo esperara que ella siguiera al pie de la letra todo lo que él le exigía.


—Está bien, Pedro. He aceptado la idea de que nos vamos a casar y pienso cumplir con mis "deberes de esposa", pero por los próximos días, yo no soy tu esposa, y me gustaría disfrutar de mi apartamento antes de que mi sentencia en la cárcel comience —replicó, con ganas de golpearlo y herirlo.



* * * *


Ella logró un efecto contrario a hacerlo enojar. Pedro tuvo que dejar de sonreír. Si veía eso, pensaría que se estaba riendo de ella, que, en cierto modo, lo era. Pensaba que iba a disfrutar definitivamente de su matrimonio. Él no habría sido feliz con una mujer que atendía a todos sus caprichos. 


Tenía suficientes personas dispuestas a hacer eso. Le gustaba cómo su futura esposa tenía una personalidad fuerte y sintió el deseo de luchar contra él. Sabía que no se aburriría con ella, nunca.


Sabía que podía impulsar el tema y que se quedaría con él, pero también sabía que para ganar la guerra era mucho más importante ganar la batalla todos los días. Ya la había hecho enojar, y su salud era más importante que cualquier otra cosa. Tendría que dejarla ganar esta vez.


—Está bien. Lo haremos a tu manera. Esto hará que la luna de miel sea mucho mejor —dijo al tiempo en que le abrió la puerta. Justo cuando estaba a punto de entrar por la puerta abierta, envolvió sus brazos alrededor de ella y la besó, largo y duro. Te dejaré pensado sobre lo que te perderás esta noche, pensó mientras observaba su sumisión.


Se alejó, sintiendo bastante bien hasta que llegó a su apartamento, solo y necesitado de liberación. Suspiró y se volvió hacía el grifo de agua fría y se preparó para un infierno de larga semana.





CAPITULO 27






—¿Paula? Vamos. Abre tus ojos. Eso es bueno. Soy el Dr. Scott, y te voy a revisar, ¿de acuerdo? ¿Sabes lo que pasó esta mañana? —Eso fue lo que despertó a Paula.


No tenía idea de cómo se había metido en la cama, pero el calor se sentía tan bien.


—Yo estaba vomitando mucho y luego me metí en la ducha y no podía salir —murmuró con voz quebrada. Por fin miró a su alrededor y se dio cuenta de que Pedro estaba detrás del doctor.


—No sé cómo llegué aquí, o realmente lo que pasó. Tenía tanto frío y cansancio —finalizó.


—No gastes tu energía, Paula. Nos vamos a asegurar que tú y tu hijo estén bien —dijo el doctor, consolándola. Cerró los ojos de nuevo, ya que sentía que tenía diez libras de pesas en cada uno.


Ella sintió que él la tocaba y luego sintió un ligero pinchazo, pero la peor parte de todo el examen fue ser destapada seguidamente. Ella se desvaneció dentro y fuera del sueño. 


Finalmente, oyó al doctor hablando tranquilamente con alguien. Parecía más como un sueño. Tal vez lo era.


—Ella estará bien. Tiene que permanecer en cama hasta que se haga unos exámenes de nuevo, pero parece que las náuseas matutinas severas la han llevado a la deshidratación. No hay sangrado, pero está desnutrida. El bebé parece estar bien. Su hijo toma de Paula lo que él y ella necesitan, pero Paula no ha sido capaz de comer lo suficiente para alimentarse a sí misma. Yo quiero que venga a al consultorio en un día o dos para un ultrasonido, pero parece que ella tiene alrededor de tres meses. Necesita tomar muchos líquidos, tales como sopas y jugos. Cuantas más calorías, mejor.


—Eso es genial, Scott. Aprecio que vinieras aquí tan rápido. Nos vemos el viernes. —Entonces oyó unos pasos y la puerta se cerró. Ella volvió a la bienaventuranza del sueño.




* * * *


Pedro se paseaba por el apartamento después de que llamó y canceló todas las citas del día. Quería sacudirla para despertarla y forzarla a comer, pero el doctor le dijo que el descanso era tan importante como la comida. Scott la había ayudado con somníferos y pastillas contra las náuseas y le dijo a Pedro que debía mantener un ojo en ella para
asegurarse de que comiera y bebiera cuando se despertara.


Ella despertó parcialmente varias veces, y Pedro la forzó prácticamente a comer. Murmuró quejas, pero ella los digirió.


Para cuando llegó la oscuridad de la noche, Pedro estaba agotado. Entró en la habitación y se metió en la cama junto a ella. La atrajo hacia sí y cayó en un sueño profundo y exhausto. Sentía que podía dormir una semana entera con ella en sus brazos.




* * * *


Pedro sintió a Paula moverse y abrió los ojos. Estaban frente a frente, y ella lo miraba con sorpresa, vergüenza y pánico.


—Buenos días —murmuró—. ¿Has dormido bien?


Sus ojos se abrieron aun más por sus palabras casuales. Él sabía que ella estaba confundida. Podía verlo.


Era probable que estuviera preguntándose como llegaron a meterse a la cama juntos y si habían hecho algo.


—No pongas esa cara de pánico. Todo lo que hicimos fue dormir. Estuviste congelándote todo el día y noche hasta que me acosté para compartir el calor de mi cuerpo —dijo él perezosamente. Se sentía bastante bien despertar a su lado. 


No había dormido tan bien en mucho tiempo. No se había despertado ni una sola vez durante la noche.


—Disculpa —dijo mientras trataba de desenredarse de él—. Yo eh, necesito ir al baño, por favor. —Ella se puso colorada. Él la dejó ir, y ella rápidamente se metió en el baño.


Pedro estaba agradecido de haberla vestido. No habría sido capaz de controlarse al verla caminar desnuda de la cama. 


No después de que su cuerpo había sido moldeado al suyo durante toda la noche.


Continuó allí, sin poder salir de la cama. Él llevaba nada más que un bóxer que demostraba el esfuerzo que había necesitado para dejarla ir.


Cuando oyó el sonido de la ducha, decidió que lo mejor era vestirse.


Paula estuvo en el baño el tiempo suficiente para que Pedro se preocupara.


Estaba a punto de ir tras ella cuando la puerta finalmente se abrió.


Llevaba la bata que había visto colgando de la parte de atrás de la puerta.


Ella le quitó el aliento.


Incluso pálida, delgada y sin maquillaje era espectacular. 


Estaba empezando a pensar que el despertar con ella día a día no sería tan malo.


Comenzó a creer que realmente podría hacer que el matrimonio funcionara. En poco tiempo, él sería capaz de sostener a su bebé —el bebé de ambos— en sus brazos.



* * * *


—Gracias por llamar al médico. Yo... eh... no sé lo que pasó ayer. Creo que tal vez no he estado comiendo lo suficiente o algo. El bebé consume gran parte de mi energía —dijo con una sonrisa mientras se frotaba el vientre.


Estaba nerviosa y no sabía cómo lidiar con él, o qué decir. 


Nunca se había despertado con un hombre antes. No creía que hubieran tenido relaciones sexuales, pero ella no estaba cien por ciento segura de eso. Ya estaba enamorándose de Pedro y necesitaba proteger a su corazón y entender las cosas.


En un momento el hombre estaba siendo un idiota arrogante, y luego al siguiente estaba preocupándose por ella y asegurándose de que estaba bien. No podía entenderlo. Era confuso, y estaba más asustada que antes.


Eso decía mucho, teniendo en cuenta la forma en la que había crecido.


Pedro pasó el día con ella en el apartamento. Ella dormía la siesta de vez en cuando y comenzó a recuperar algo de color. Por la tarde, estaba lo suficientemente bien como para un viaje a la oficina del doctor.


No hablaron en el camino, ambos pensando en cosas diferentes. Paula estaba ansiosa por ver que el bebé estaba sano y salvo. Ella no podía creer que iba a ver las primeras imágenes de su dulce bebé. Una vez que supiera estaba bien y viera a su bebé moviéndose dentro de ella, Paula se sentiría mucho mejor.


Caminaron directamente hacia la parte trasera del consultorio del médico, donde él le dio privacidad mientras se cambiaba.


A continuación, se sentaron y esperaron juntos por el Dr. Scott. Ella habría hecho esperar a Pedro demasiado tiempo en la entrada de la oficina del doctor, pero ella sabía que no había manera de que él fuera a perderse el ultrasonido.


La puerta se abrió.


—Bueno, te ves mucho mejor esta tarde, Paula. Vamos a ver cómo tu pequeño está creciendo, ¿de acuerdo? —dijo el doctor, yendo directamente al monitor de ultrasonido. Frotó un poco de gel en su vientre, y ella disfrutó la frialdad.


No se vio nada por unos momentos y luego, en el monitor, vio una carita perfectamente clara.


—Este es el nuevo monitor de ultrasonido tridimensional. Obtenemos una imagen mucho más clara de los bebés antes de nacer. Aún es un poco pronto para determinar el sexo, pero parece que está sano y salvo — aseguró el Dr. Scott a los dos.


Acercó la imagen.


—Parece que la fecha de nacimiento será en diciembre. Tienes un poco más de tres meses. Tu hijo está completamente formado y del tamaño de un maní en su cáscara, pero el latido del corazón es fuerte y se está
desarrollando muy bien. ¿Te gustaría escuchar ahora? —continuó.


Paula y Pedro asintieron. De repente, el único sonido en la habitación era un golpeteo suave que se movía rápidamente. 


Nadie dijo una palabra mientras el ritmo continuaba.



CAPITULO 26





Paula se derrumbó en el sofá y lloró un buen rato. ¿Cómo había podido dejarse engañar pensando que le haría creer que el hijo no era suyo? ¿Por qué no se había librado de esa prueba? Si ella hubiera vaciado la basura, podría haber guardado el secreto durante unos preciosos meses más, tal vez incluso más, si es que hubiese encontrado la ropa adecuada.


Sólo había confirmado el embarazo recientemente. Ella comenzó a sentirse mal y se topó con el baño de invitados, el cual era el más cercano. Rara vez lo utilizaba a menos que ella se enfermara. Ella vomitó mientras todo el estrés de la jornada caía sobre ella y luego se sentó sobre la baldosa fría por un momento.


Cuando ella se levantó para lavarse la cara, miró hacia abajo y gimió.


Estúpida, estúpida, estúpida, se reprendió ella cuando vio la prueba en cuestión.


Ella no podía creer que hubiese dejado prueba donde él pudiera verla.


Sintiéndose derrotada, Paula se arrastró de vuelta a su habitación y lloró hasta quedarse dormida. Ella sólo quería que el día acabara de una vez.


A la mañana siguiente, Paula se despertó, sintiéndose miserable. Corrió al baño y vació su estómago entero y algo más. Se duchó y vomitó de nuevo.


Ella acababa de empezar su segundo trimestre. La enfermedad de la mañana5 debería haber estado disminuyendo.


Sabía que estaba perdiendo peso, ya que su ropa le estaba quedando suelta, lo que debería haber sido todo lo contrario. 


No se había preocupado demasiado por eso, como todo lo que había leído hasta ahora había mostrado que la enfermedad de la mañana era una parte normal del primer trimestre


Ella débilmente se sentó en el suelo de la bañera mientras el agua humeante caía sobre ella. Ella vomitó de nuevo, y cuando ya no quedaba nada, continuó con arcadas, Paula cerró el agua mientras el último de los líquidos de su estómago era llevado por el desagüe.


Se sentó en la bañera, temblando, pero estaba demasiado cansada como para salir. Estaba asustada por la debilidad de su cuerpo.


—Por favor, Dios. No dejes que nada le suceda a mi bebé. Soportaré esta extraña enfermedad durante nueve meses, si salvas a mi hijo —murmuró en voz baja.


Dado que no podía encontrar la energía para salir de la bañera, cogió las toallas cercanas y las arrojó sobre ella en un esfuerzo para mantenerse tibia.


Ni siquiera podía levantarse para llamar a su trabajo. Sería despedida, sin duda, ya que Pedro asumiría que ella no llamaba o se presentaba en un intento de evitarlo.


Ella se quedó dormida del puro agotamiento que había envuelto a todo su cuerpo. Dio las gracias a la oscuridad, ya que no tendría que sentir el frío abrumador y dolores musculares consumiéndola.



* * * *


Pedro decidió esperar hasta que Paula se fuera antes de irse a trabajar, por si acaso ella intentaba huir. Había estado en estado de alerta durante la noche, en cualquier momento, por si ella intentaba salir del edificio. Los empleados de su empresa eran leales a él, ya que fueron bien tratados. No hicieron preguntas. Simplemente le dijeron que le notificarían cualquiera cosa que pasara.


No había dormido bien y estaba de mal humor. Cuando empezó el horario del trabajo, y ella todavía no había salido del edificio, se puso furioso. Así que, ella pensó que ahora que estaba embarazada, podía faltar al trabajo.


¡Por encima de su cadáver! Ella no lo iba a evitar para tratar de llegar con más mentiras.


Marchó a su apartamento y entró. Ella no estaba en la sala de estar o la cocina.


Estaba aun más furioso. No se había molestado en levantarse de la cama.


Bueno, había conseguido un marido, así que él se imaginó que ella no quería trabajar por más tiempo. ¿Por qué trabajar cuando se podía conseguir todo lo que quería de forma gratuita?


Se dirigió a su habitación y abrió la puerta, listo para tirar de las mantas de encima y tener una pelea salvaje. Necesitaba dar rienda suelta a su ira, y ella era el objetivo previsto. 


Estaba enfadado por todo, y necesitaba desesperadamente algo para sacar sus frustraciones.


Cuando abrió la puerta y la cama estaba vacía, empezó a sentirse inquieto.


¿Se había ido sin que él lo supiera? Eso no era posible. 


Tenía un edificio seguro. Ella no era una prisionera, pero su personal le habría dicho si ella se hubiera ido. El comprobó su teléfono para asegurarse de que no había perdido de alguna manera una llamada.


Volvió a entrar en la sala cuando se dio cuenta que la puerta del baño estaba cerrada. Se acercó y escuchó un momento. 


No había ningún sonido desde el interior. Sin pensar en su vida privada, abrió la puerta y entró.


Pedro estaba aterrorizado cuando vio que su pequeño cuerpo yacía allí, apenas cubierto en la bañera. ¿Se había quitado la vida? ¡No! Corrió hacia ella y cayó al suelo. Luego, dio un suspiro de alivio al ver que su pecho subía y bajaba. 


Ella estaba temblando, incluso en sueños, y tenía
manchas moradas oscuras bajo los ojos.


Tomó un buen vistazo de su aspecto y lo pequeña que parecía. Había bajado de peso significativamente.


¿No era que las mujeres embarazadas aumentaban de peso? ¿Cómo no había notado los cambios en su cuerpo?


Esa era una pregunta fácil de responder. No se había dado cuenta porque él había hecho todo lo posible por evitar mirarla muy de cerca. La había evitado tanto como fue posible para no tomarla en su escritorio. Había esperado superarla esta vez, ya que nunca había estado tan enganchado a otra mujer.


Sabía que nadie podía falsificar este tipo de enfermedad. De inmediato se sintió culpable por lo que le había hecho pasar la última noche. Mirando hacia atrás, podía ver lo agotada que lucía, y que a él no le había importado. A él sólo le había importado que ella estuviera tratando de engañarlo.


Pedro la envolvió en sus brazos y se puso de pie, sacándola de la bañera.


Ella inmediatamente se acurrucó en sus manos, en busca de calor, incluso en sueños. Las toallas cayeron de su cuerpo, y su estomago se apretó por el shock.


Había perdido peso, incluso más de lo que primeramente había pensado.


Ella no estaba teniendo un buen embarazo. Él debería haber estado prestando atención. La puso en la cama y la tapó, mientras su cuerpo se hacía un ovillo apretado. Ella dejó escapar un suave gemido de dolor, sin despertarse. Notó el ligero golpe en el estómago por primera vez.


Vaya, pensó, ese bulto es mi hijo. Eso significaba que él realmente iba a ser padre en seis meses. Ahora que su ira había disipado, la idea de un hijo era increíble. En seis meses, estaría sosteniendo a su bebé. Estaría saltando sobre sus rodillas y luego jugaría a la pelota con él en un par de años.


Él se sorprendió al descubrir que ya amaba a su hijo por nacer. Le encantaba el precioso bebé que crecía dentro de ella. No dejaría que nada le sucediera a él, ni a su madre.


Pedro llamó al médico de la familia, y luego subió a la cama y acercó a Paula junto a él. Él simplemente quería que ella entrara en calor.


Necesitaba protegerlos. Nunca había sentido tanto terror como cuando la vio acostada en esa bañera vacía.


Se acurrucó a su alrededor y dejó escapar un suspiro. 


Después de unos minutos, su temblor disminuyó. La sostuvo y le frotó la espalda, deseando que ella y su hijo estuvieran bien.


Cuando Pedro oyó el timbre de la puerta, el dejó que el doctor entrara, estaba asustado con la idea de que algo malo estuviera pasando.


5 Enfermedad de la mañana: hace referencia a los mareos y nauseas del embarazo