viernes, 6 de marzo de 2015

CAPITULO 11




Después de unos cinco minutos, la puerta fue abierta por fin por un hombre que apestaba a alcohol, quien llevaba nada más que un par de calzoncillos sucios. A Pedro le resultó difícil conservar para sí su expresión de asco mientras miraba el rostro del sucio hombre, quien parecía no saber lo que es un cepillo y para qué servía.


—Hey caballero, no pareces el chico de la pizza. ¿He ganado algo? — balbuceó el hombre.


—Estoy buscando a Paula Chaves —Pedro no iba a hablar con el hombre.


Iba a recoger a Paula y sacarlos a los dos lejos de aquí.


—Era de esperarse que la primera persona que visitara a esa snob vistiera de traje —murmuró el toxico hombre. Miró a Pedro de arriba a abajo y luego murmuró—: Yo debería haber cobrado mucho más alquiler. A ella obviamente le está yendo mucho mejor que a mí si tiene a alguien como usted. ¿Qué es? ¿Una prostituta de tarifas muy caras? Apuesto a que alguien como usted le gusta la ilusión de la inocencia, y ella tiene eso con creces. Yo sabía que no era nada más que una actuación. Supongo que simplemente no tengo suficiente dinero para pagar por sus servicios.


El hombre continuó entre dientes, provocando que Pedro sintiera ganas de golpearlo contra la pared. Tenía que encontrarse con Paula antes de que hiciera algo precipitado de lo que luego se arrepentiría, sin embargo.


—Paula, hay un tipo grandote que quiere verte —gritó antes de salir por la puerta. Pedro esperaba que fuera la última vez que viera al hombre. El tipo estaba loco, y Pedro tenía que llevársela lejos. No podía entender cómo se sentía segura en cualquier lugar cerca de ese tipo.


Pedro escuchó un crujido de una puerta abriéndose, y, a continuación, Paula estaba de pie delante de él. No existen otras palabras para describir la mirada de horror que le dio. 


Lucia como un ciervo atrapado por la flecha de una ballesta y sabía que preferiría hundirse en el piso de la inmunda
casa que hablar con él.


Pedro le hubiera parecido divertida la expresión de Paula en cualquier otro momento, pero al verla en la casa de un sucio hombre, cualquier rastro de humor acerca de la situación se esfumó. Él estuvo cerca de tomarla de un hombro y alejarla de ese lugar.


—¿No vas a invitarme a entrar? —preguntó Pedro con los dientes apretados.


—Sr. Alfonso, ¿cómo encontró éste lugar? Estoy aquí sólo
temporalmente, lo juro. Voy a mudarme a uno de esos apartamentos en un par de semanas.


Sonaba ansiosa.


—Hice un par de llamadas. Tenías tanta prisa por alejarte de mí anoche, que dejaste tu bolso en mi auto —respondió.


Ella bajó la mirada y notó lo que estaba sosteniendo.


Paula se acercó a tomar el bolso, pero él la detuvo antes de que entrara por la puerta. Ella se apartó de él, evitando el contacto físico.


—Sr. Alfonso, no hay necesidad alguna de entrar. Le agradezco por traer mi bolso, pero estaba a punto de salir.


No hacía contacto visual con él, y apenas pudo evitar las ganas de agarrar su barbilla y enderezar su cabeza para que lo mirara a los ojos.


—Vamos a buscar tu abrigo. Necesitamos hablar. —Fue todo lo que dijo él en respuesta. Esas palabras finalmente la hicieron alzar la mirada, su cara lavada recupero algo de color. Bueno, él pensó, preferiría verla enojada que avergonzada y derrotada.


—Puede ser mi jefe, de lunes a viernes, Sr. Alfonso, pero los fines de semana son míos y puedo hacer lo que quiera —dijo con vehemencia—. Usted puede irse.


Se volvió hacia su habitación, al parecer esperando ser obedecida.


Obviamente, estaba equivocada si pensaba que él se iría. 


Su actitud arrogante estaba alterándolo. Él la siguió en silencio y cerró la puerta de su habitación detrás de ellos. Se dio la vuelta ante el sonido de la puerta al cerrarse. Cuando le devolvió la mirada, él vio fuego ardiendo en ellos.


—No escuchó, ¿cierto? —espetó ella—. Se lo dije, tengo cosas que hacer hoy. Estoy más que dispuesta a dejar que usted sea el jefe durante la semana, pero mi tiempo personal es mío, y yo no le debo ninguna explicación. —Tenía las manos en las caderas, los labios apretados, y estaba dando golpecitos con el pie al piso sucio.


Era verdaderamente un espectáculo digno de contemplar.


Finalmente, logró esquivar su mirada para centrarse en observar a su alrededor, a un espacio pequeño. Su habitación era casi... hogareña. Él no creía que hubiera una sola mota de polvo a la vista. Era pequeño, muy pequeño. 


Su armario era más grande que la habitación, pero estaba
impresionado con la forma en que todo estaba limpio y ordenado.


Tenía un alambre colgando a través de la pared del fondo para la ropa, algunas de las cuales le darían un par de noches de insomnio. También tenía una especie de cubo en la esquina con jabón para lavar a su lado.


En la otra pared había un pequeño aparador con una especie de mininevera y una pequeña cocinilla.


En el centro de la sala, a sólo un par de pies delante de él, estaba la cama.


Hecha con un tejido muy elegante en la parte superior. La cama parecía estar asentada en una especie de bloque.


Podía ver que había hecho un esfuerzo real en su pequeño hogar, pero por desgracia, colocar una taza de porcelana en el alcantarillado no hacia al alcantarillado mejor. No verías a la hermosa taza. Todo lo que verías sería la porquería que lo cubre.


Pedro por fin pareció darse cuenta de que estaban de pie a solas en un espacio reducido, y una cama invitándolo frente a él. Su mirada se centró en Paula, quien estaba totalmente enojada y su ira disminuyó de repente, necesitaba tomarla en ese lugar.


Pedro dio un paso hacia Paula. Estaba perdiendo la voluntad y no sabía si podría resistirse a ella por algún minuto más. 


Su paciencia estaba comenzando a agotarse y juró no comenzar algo hasta que pudiera finalizarlo, y aunque la casa fuera tan repugnante como lo era, había una cama limpia delante de él, que funcionaría bien. Repentinamente la puerta fue abierta de un empuje y de ella salió el compañero borracho de apartamento de Paula, mayormente desnudo. 


Pedro iba a golpear al tipo, algo que no había hecho desde sus días de universitario


—Bueno, Paula, ya que parece que me has mentido —dijo arrastrando las palabras—. Tu renta se triplicará y la quiero ahora o puedes sacar tu culo adinerado de mi casa. Obviamente, tienes una clientela adinerada, por lo que no deberías tener problemas con dinero en efectivo.


—Yo no tengo ese tipo de dinero... —comenzó ella.


Él rápidamente la interrumpió.


—Tú siempre estás caminando por aquí como si fueras mejor que el resto de nosotros. Siempre hablas de cosas que no entiendo y tienes esa mirada de desprecio en tu cara. Al ver a uno de tus novios, supe que tienes un montón de dinero. Ese auto que él está manejando vale más que tres de estas casas. ¡Quiero mi dinero, ahora! —gritó y dio un paso amenazador hacia ella.


Pedro rápidamente intervino en su camino, y la mirada en sus ojos paró al hombre, quien no se acercó más. 


Normalmente, Pedro habría parado al tipo por hablarle de esa forma, pero las cosas estaban saliendo mucho mejor de lo que esperaba. Él había planeado exigirle que dejara el lugar, pero ahora él no sería quien luciría como el malo. El inútil pedazo de basura se estaba convirtiendo en un héroe para Pedro. Él conseguiría sacarla de la casa y el haragán borracho sería el responsable


—Eres un bastardo borracho, nunca te he soportado, ni a éste pedazo de mierda de lugar, casi destruido. Siempre te he pagado a tiempo cada mes sólo para puedas tomar mi dinero y te drogues. Me he alojado aquí sólo porque no he tenido otra opción, y para tu información, me voy de aquí en un par de semanas, de todos modos. ¡Estoy harta de tu pestilencia! — terminó con lágrimas en los ojos.


—¡Sal ahora puta snob ...! —gritó antes de ser interrumpido por Pedro.


—Ya es suficiente. Ella se irá, pero hasta que lo haga, sal de su habitación.Si le hablas de esa manera otra vez, te las vas a ver conmigo —dijo Pedro.


El hombre dio un paso atrás e hizo una rápida retirada. Incluso él sabía que no debía desobedecer a Pedro.


—Paula, no es necesario de que te lleves algo de aquí. Voy a reemplazar todo. Nos iremos.


Pedro estaba tratando de ser amable, una actitud nueva de parte de él hacia ella, pero sonó como si no creyera que sus pertenencias valieran la pena de conservarse.


—Usted puede hacer más dinero en un día de lo que he hecho en toda mi vida, pero todavía me siento orgullosa de mis posesiones —dijo bruscamente.


—Paula, yo no intentaba insultarte, o a tus pertenencias. Es sólo que tu compañero de apartamento es muy inestable, y quiero sacarte de aquí lo antes posible.


Ella finalmente rompió en llanto.


—¡No recibo limosnas!


Pedro se acercó y la tomó en sus brazos. Trató de empujarlo, pero era como mover a una roca de dos toneladas. Dejó de luchar contra él y luego sollozó en su hombro durante unos pocos minutos. Rápidamente llamó a su hermano en busca de ayuda, mientras seguía abrazándola.


Por último, cuando se podía decir que se había calmado lo suficiente como para comenzar a empacar, la ayudó a recoger sus pertenencias. Para cuando terminó, su hermano Alejandro, estaba allí con su camión.


—Oye, Pedro, ¿estoy interrumpiendo?


Paula alzó la vista cuando Alejandro entró en la habitación.


—¿Es una regla en su familia que todos los chicos nacen más guapos que los dioses griegos?


Podía ver que había hablado antes de pensar en ello. Pedro vio cómo la cara de Paula se puso roja en cuanto las palabras salieron de su boca.


Pedro de repente sonrió, una sonrisa por primera vez en mucho tiempo. Le gustaba que Paula lo comparara con un dios. Realmente le gustaba que pensara que él era sexy. 


Ciertamente no era tan inmune a él como estaba tratando hacerle creer





CAPITULO 10




Sábado por la mañana, Tomas estaba a punto de salir por la puerta y tomar su auto para ir a la casa de Paula cuando el teléfono sonó.


—Diga —dijo con su habitual voz alegre.


—Estoy buscando a Tomas, por favor —respondió muy formal Pedro Alfonso.


—Éste es Tomas. ¿En qué puedo ayudarle, señor Alfonso? —¿Por qué el jefe estaba llamando un Sábado?


—Tomas, estoy buscando la dirección de Paula. La que está en su expediente personal parece estar mal. Dejó su bolso en el auto la noche anterior, y tengo que devolvérselo. Ya que ustedes siempre viajan juntos, usted debe saber la dirección.


Tomas casi le dio la información sin pensar. La forma en que su jefe habló, salió mucho más parecido a una orden de un sargento. Se sentía como si debiera estar saludando y gritando, "¡Sí, señor!" Él se detuvo en el último momento, recordando que Paula tenía una dirección incorrecta por una razón.


—Voy a ver a Paula éste fin de semana, Sr. Alfonso. Yo podría tomar el bolso. Se encontrará conmigo en el bar esta noche —dijo. Tomas pensó que esto haría más fácil todo. 


Obviamente, él había calculado mal, sin embargo.


—Tomas, no entrego las pertenencias de un empleado a otro empleado. Me encargaré de que Paula consiga su bolso de mi parte. Si usted fuera tan amable de darme esa dirección ahora, entonces yo podría darle el bolso.


Su voz había sido formal antes. Ahora era fría como el hielo.


Wow, Tomas estaba pensando, éste tipo lo ha malinterpretado todo. Si quiero mantener mi trabajo, será mejor que le haga saber que no estoy interesado.


—Um, ¿Sr. Alfonso? Paula y yo sólo somos amigos. Ella realmente, realmente, no es mi tipo, si sabe lo que quiero decir. Por lo tanto, usted no tiene que preocuparse acerca de las citas entre oficinas o cualquier cosa con nosotros.


Pedro pensó que era un tipo inteligente y podría sumar dos y dos.


Hubo una breve pausa en el extremo de la línea, y luego con un sonido más agradable Pedro habló de nuevo—: Todavía necesito la dirección



*****


Pedro no estaba contento de tener que volverlo a hacer. 


Todavía estaba molesto de que Paula corriera de su vehículo la noche anterior. No le gustaba ser ignorado, y nunca nadie lo había rechazado por su presencia hasta sentir la necesidad de huir de él. Ahora tenía dos empleados que no le quisieron dar lo que necesitaba. Él estaba tratando de no estrangular a los dos.


—Mire, entiendo lo que está pidiendo, y por qué lo está haciendo, pero Paula es mi amiga, y le prometí que no daría a conocer su dirección. Si traiciono su confianza, nuestra relación se vería afectada. Realmente me encantaría ayudarle, y sé que usted puede despedirme, pero no puedo
darle algo que no es mío.


Pedro apenas pudo mantener su temperamento bajo control. 


Había descubierto que ella había mentido acerca de dónde vivía. Había sido bastante fácil. Él simplemente había llamado a la sociedad de gestión de los apartamentos y les pregunto si vivía allí.


Le dijeron que no era actualmente un residente, pero, a principios de la semana, se había puesto en solicitud uno de sus apartamentos. Tenían una unidad que estaba disponible en tres semanas, y lo había reservado.


Al ser nueva en la mano de obra, había sido rechazada, pero habían hablado con su padre a principios de la semana y, como la solicitud venía desde Horacio, ellos estuvieron encantados de tenerla como una inquilina.


—Lo siento, Sr. Alfonso, realmente me tengo que ir. Sé que ella está en un lugar realmente horrible en éste momento, pero yo le voy a ofrecer un lugar para alojarse por un par de semanas hasta que consiga un nuevo apartamento. Me dijo que acaba de terminar la universidad y que la contrataron para su empresa y estaba emocionada de tener un buen lugar en primer lugar.


Tomas habló rápidamente antes de que Pedro pudiera ser capaz de cortarlo.


Pedro fue sorprendido por el silencio una vez más. Con Tomas despidiéndolo tan fácilmente como Paula lo había hecho la noche anterior. Estaba empezando a sentir que estaba perdiendo su toque.


—Hablaré con la Srta. Chaves personalmente. —Colgó el teléfono sin molestarse en decir adiós.


Tomas fue olvidado en el segundo que el teléfono tocó su base. Todo en lo que Pedro podría pensar era en el siguiente paso para encontrar a Paula.


Después de una hora de hablar con varias personas, Pedro tuvo la información que quería. Había crecido con el dinero, pero le habían enseñado desde temprana edad no usarlo en contra de las personas. Sin embargo, hubo momentos en los que tener dinero le hizo la vida más simple, y ésta era una de esas situaciones.


Se sintió incómodo mientras se acercó a su casa. El barrio no estaba para pasar el rato cómodamente durante el día ni mucho menos por la noche.


En el momento en que vio el lugar en el que ella estaba viviendo, estuvo horrorizado.


¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Cómo pudo por casualidad poner en riesgo su propia seguridad? No le deseó ni a su peor enemigo la casa, o el barrio en el que residía. Cuando vio lugares como la casa en la que ella se estaba hospedando, fue una experiencia humillante para él, y sabía que tenía que tener más tiempo para su trabajo voluntario porque había tanta gente que necesitaba ayuda.


Él había estado haciendo trabajo voluntario desde que era un muchacho, al igual que sus hermanos. Cuanto más ocupado tenía su día a día, más fácil era que se olvidara de la gente necesitada, pero consideró lo de la casa una excusa pobre, hizo un voto de que apartaría el tiempo, pase lo
que pase.


Pedro cuidadosamente subió los escalones, temiendo que fuera a caer a través del porche podrido en cualquier momento. La puerta no parecía mejor, y estaría agradecido de tener algo de desinfectante para después de poner sus manos en cualquier cosa que tocara. De mala gana, levantó el puño y golpeó con fuerza, entonces podría ser oído por encima de los chillidos de los animales, que parecían venir de todas las partes.


El olor característico de la orina, que esperaba que pertenecieran a animales que vagaban a través de los carriles del porche podrido. Cuanto más tiempo permanecía allí, más enojado se ponía.


Paula había estado con su compañía durante un mes, demasiado tiempo para que siguiera residiendo en los barrios pobres. Trajo a casa una computadora de trabajo con información confidencial sobre la empresa. Si caían en las manos equivocadas, podría causar enormes horas de trabajo.


Debería haber pedido un adelanto, hecho algo para salir de éste lugar. Aun el necio orgullo tenía sus límites.




CAPITULO 9




Su respuesta lo enfurecía. ¡¿Cómo se atrevía a decirle que no, cuando le estaba ofreciendo un paseo?! Por primera vez, ya que no pudo recordar a alguien que le hubiera dicho que no antes, y se encontró con que no le gustó, en absoluto. 


¿Cómo podía preferir viajar en el autobús a aceptar un viaje con él? ¿Era su compañía tan repulsiva que no podía soportar estar en su presencia, aunque sea sólo por un
momento?


Estaba confundido ya lo suficiente acerca de cómo se sentía. 


No queriendo decir algo de lo que se arrepentiría, decidió no decir nada más. Si realmente creía que iba a permitirle viajar en el autobús, entonces no era tan inteligente como él creía que era.


Podía ser terca, pero ciertamente podía superarla y llevarla a su apartamento. Estaba acostumbrado a que la gente hiciera lo imposible por él. Fue un poco sorprendente, pero no era tan desagradable, encontrar a alguien que estaba dispuesto a discutir. Descubrió que le gustaba Paula un poco más cada vez que lo desafiaba, pero no había manera de que la
diminuta zorra fuera a salirse con la suya esa noche, no cuando se trataba de su propia seguridad.


Podía ver que estaba cansada, pero siguió acumulando el trabajo sobre ella. Por un lado, él todavía estaba enojado de que se negara a viajar con él, y en segundo lugar, sólo quería estar con su compañía.


Después de que su enojo inicial disminuyera, se involucró en sus propias tareas, quedándose hasta medianoche cuando terminó el proyecto. Perdió la noción del tiempo.


—Sr. Alfonso, no quiero quejarme, pero son las once. ¿Puedo venir mañana si esto realmente tiene que hacerse? —preguntó proyectando fatiga. Se sentía un poco culpable de que hubiera dejado a su temperamento anular, perdiendo su buen juicio. Él normalmente nunca hubiera permitido que se quedara tan tarde.


—No me di cuenta de la hora, lo siento. Podemos terminar esto el lunes — dijo—. Vamos a salir de aquí. —Puso su trabajo de fin de semana en su maletín y se dirigió con ella a su oficina. Se puso de pie junto a la puerta mientras Paula ordenaba su trabajo y recogía su bolso y abrigo. Levantó la vista, y podía decir que estaba sorprendida de ver que todavía estaba allí.


—Está bien, Sr. Alfonso. Nos vemos el lunes. —Trató de hacer una salida rápida y se dirigió directamente hacia los ascensores.


Él sonrió para sí mismo, disfrutando del canto de su voz. Le resultaba cómico que pensara que podía ser fácilmente dejada en paz. Por lo general, las mujeres lo perseguían por todo el lugar. Le gustaba el juego del gato y el ratón con su nueva ayudante.


Esperaba muchísimo su captura.


Paula apretó el botón del ascensor, y los dos dieron un paso dentro para el largo camino hacia abajo. Ninguno de los dos habló. Estaba sonriendo para sí, y sabía que ella estaba luchando contra la irritación.


Cuando llegaron al vestíbulo, él la siguió mientras se dirigía hacia las puertas.


—Hola, Paula. Estás trabajando hasta tarde. No hay ningún autobús. ¿Le gustaría que llamara a un taxi? —preguntó el guardia de noche.


—Eso sería genial, Jose. —Le dio su mejor sonrisa—. ¿Cómo está haciéndolo esa hermosa niña tuya? ¿Entró al equipo de baloncesto?


—Sí, entró al equipo universitario y ha dado volteretas alrededor de la casa desde hace dos días. Te voy a mostrar las imágenes tan pronto como mi esposa las revele —continuó—. Buenas noches, Sr. Alfonso. Tenga un viaje seguro a casa —le dijo a Pedro, como si acabara de darse cuenta de que estaba allí con ellos dos.


—Jose, la señorita Chaves no necesitará que llame un taxi. Voy a darle un paseo a casa ésta noche —dijo Pedro con la confianza de saber que su palabra se tomaría sin preguntas. Jose miró a la cara rígida y con una expresión inflexible de su jefe, y decidió que no estaría en el medio de todo lo que estaba pasando.


—Está bien, entonces. Disfrute de su fin de semana. —Se volvió y regresó a su escritorio.


Pedro sacó a Paula a través de las puertas delanteras, tomando su brazo.


Ella no quería causar una escena delante de Jose, así que se fue sin protestar, pero se iba dar una idea de Pedro en su mente una vez que estuvieran afuera. Había estado conteniéndose un mes y la tensión que se había estado acumulando, estaba por encima de su tope.


Tan pronto como estuvieron fuera, se volvió hacia él, dispuesta a dar rienda suelta a toda la ira que había tenido a en las últimas horas.


Maldita sea, se veía increíble cuando estaba furiosa y con ira. Él quería arrancarle el moño y hundir sus dedos sobre su sedoso cabello.


—Mira... —le espetó, pero él no le dio tiempo para terminar la frase. No podía aguantar más, así que se acercó y la tomó en sus brazos, aplastando sus labios contra los suyos.


Se quedó tan estupefacta y rígida en sus brazos durante unos tres segundos, mientras sus labios acariciaban los de ella. Él supo el momento de su rendición, cuando toda la ira, la frustración y toda la atracción crecieron entre ellos. Sus brazos alcanzaron su cuello y sus labios se abrieron en una invitación, permitiéndole el acceso total de su boca.


Una vez que tuvo su rendición, sus labios se suavizaron, comenzando a persuadir en vez de exigir. Sus brazos se movían arriba y abajo de su espalda, moldeando su cuerpo al de él. Se sentía como si no pudiera acercarse lo suficiente. Necesitaba más, mucho, mucho más.


No había pensamientos de protesta o ira. Nunca había sido noqueada en sus pies antes, pero había una primera vez para todo. Su cuerpo estaba en llamas, y no quería que parara ese sentimiento.


No podía respirar, pero no tenía ninguna necesidad de oxígeno. Su único deseo era que su cuerpo fuera presionado contra el de ella y sus labios, para seguir trabajando su magia. En su estómago había un millón mariposas revoloteando alrededor, y chispas de electricidad atravesándola.


Pedro estaba listo para tomarla allí en la acera. Empezó a levantar la parte inferior de su camisa, olvidando que estaban de pie a la vista de quien quisiera caminar.


Paula fue la primera que se topó abruptamente con la realidad. ¿Qué estaba haciendo? Estaba a punto de que su jefe la tomara en la pared exterior del edificio. Inclinó la cabeza hacia atrás y lo empujó. Antes de que ella supiera lo que hacía, su mano se acercó y le dio una fuerte bofetada en la mejilla. Acabando con toda la lujuria dentro de él.


Se quedó allí, jadeando, sus ojos redondeados con el doble de su tamaño normal. Había casi hecho el amor con su jefe en una pared, en público, y luego le dio una bofetada en la cara. No podría hacer otra cosa que mirarlo con horror.


Pedro no podía decir si estaba aturdido por los besos, por la bofetada, o por ambos.


Ella también parecía ruborizada y despeinada. Él dio un paso hacia atrás para que no lo golpeara de nuevo. Él ganaría el control de sí mismo, porque sabía más allá de toda sombra de duda que sería suya. Sabía que no sería capaz de romper el hechizo que ejercía sobre él hasta que ambos derrumbaran los sentimientos corriendo a través de ellos.


—Dejaré pasar esto, pero debe estar preparada para enfrentar las consecuencias si me abofetea de nuevo —dijo, mientras se frotaba la mandíbula. Ella había puesto realmente su peso en el golpe. No era una mujer indefensa que no podía sostener su posición ante él.


—¿Cómo se atreve? —escupió—. No puede ir por ahí besando a quien se le apetezca. Puede ser rico y de gran apariencia, pero no le pertenezco. Yo soy su empleada y nada más.


Con éstas palabras se dio la vuelta y empezó a alejarse.


Tomó cerca de cinco pasos antes de que Pedro la cogiera del brazo y la hiciera girar.


—Yo no sé qué especie de juego estás jugando, Paula, pero le da igual que la tome de nuevo allí —le espetó.


Su cuerpo todavía estaba en llamas, y caliente o fría, estaba haciendo estragos en él. Él quería echarla abajo en la acera y tomarla en un movimiento rápido. Su inagotable deseo por ella escandalizó el infierno fuera de él.


—Lamento eso —apenas salió, obviamente teniendo 
dificultades para disculparse—. He perdido la cabeza por un momento, pero si cree que tomé esta posición porque podría dormir con mi jefe, entonces tiene otra cosa en mente. Olvide que ésta noche pasó. Yo lo haré. Nos vemos el lunes, Sr. Alfonso.


Luchó para liberarse de su mano de hierro.


Sus palabras fueron aumentando su temperamento. Era como si hubiera tirado un vaso de agua helada en su cara. 


¿Se olvidaría de lo que había pasado? Como el infierno que lo haría. Él estaba cerca de recordarle una vez más su composición química. Sólo un montón de años de ser un
experto en el autocontrol le impidió hacer precisamente eso.


Él no se olvidaría de ella pronto, y se dio cuenta de que no quería que ella se olvidara de él tampoco. Estuvo tentado a tomarla de nuevo entre sus brazos, pero sabía que no tenía la fuerza de voluntad para ser dejado dos veces en unos pocos minutos. La próxima vez que empezaría algo sería en algún lugar en donde podría ser también terminado, y se aseguraría de que fuera una participante activa y que no jugara a la víctima.


En lugar de besarla, dio la vuelta y tiró de ella. Luchó contra él cada paso del camino, pero supuso que sabía que sus palabras no servirían de nada porque se quedó en silencio. 


Él llegó a su auto y lo abrió. No tardó en meterla al asiento delantero, y luego caminó alrededor del auto para meterse en el asiento del conductor.


Dio la vuelta al coche y se retiró de la zona de aparcamiento.


—¿Dónde vives, Paula?




*****



Estaba tan enojada que tenía que contar en silencio hasta diez antes de que pudiera hablar de nuevo.


— ¡Le dije a que no quería ir con usted! —finalmente escupió.


—Bueno, si querías el viaje o no, lo conseguiste, por lo que sería de gran ayuda si acabaras de decirme en dóndes vives. Es decir, a menos que quieras venir a mí casa y terminar lo que empezamos de nuevo allí en la calle. Yo estaría de acuerdo con eso, también —ofreció.


Una vez más, tenía que contar en su cabeza. Se sentía atrapada entre una roca y un lugar duro. Lo último que quería era que su jefe extravagante supiera donde vivía. 


Pensaba en renunciar en cuanto ahorrara el dinero
suficiente. Pensó por un momento, y entonces le dio la dirección de un complejo de apartamentos cercanos.


Sabía que si él realmente quería encontrar su casa, era perfectamente capaz, pero por el contrario, no vio nunca una razón para que fuera a buscarla.


Se detuvieron en el edificio, y vio que el auto y las luces de reversa se apagaron. Sabía que tendría que actuar con rapidez, o él la acompañaría hasta la puerta. Se detuvo para esperar que el auto parara. Saltó antes de que él pudiera detenerla y corrió por el costado del edificio.


No le dijo nada, ni siquiera miró hacia atrás para ver su expresión. Asumió que estaba furioso con ella por tomar ventaja. De vez en cuando el hombre tendría que perder una batalla, incluso si estaba segura de que él siempre ganaría la guerra.


Paula no quería correr ningún riesgo y, tan pronto como estuvo fuera de su vista, corrió tan rápido y se escondió detrás de unos arbustos. Se quedó allí por mucho más tiempo de lo que era probablemente necesario.


Finalmente, cuando pensó que se había ido, se arrastró hacia fuera y se coló en la parte delantera del edificio, mirando alrededor en busca del auto.


La costa estaba vacía. Suspiró para sus adentros. Tenía alrededor de una caminata de tres kilómetros para volver a su hogar, y los zapatos que llevaba no estaban hechos para ello. Ah bien, pensó, creo que será bueno comenzar.


Dijo una oración en silencio para que no la asaltaran en el camino. El barrio no era exactamente lo que se llama "Familia Feliz", y por lo general no salía tan tarde sola.


Pasó una hora antes de que Paula llegara a su casa. Suspiró con disgusto.


La casa centenaria estaba muy degradada porque no había sido mantenida. Había limpiado su espacio de arriba abajo durante dos días antes de dormir allí.


Tuvo que quedarse por mucho tiempo para terminar su universidad.


Trabajó a tiempo completo mientras asistía a la escuela, apenas tenía lo suficiente para cubrir la matrícula, y mucho menos para cubrir sus gastos.


Siempre había estado dispuesta a hacer lo que fuera para hacer su futuro mejor. No le tenía miedo al trabajo duro y se lo había demostrado a sí misma y a los otros a lo largo de los años.


Su madre soltera había sido el peor padre imaginable y la había llevado de una casa vieja a otra. Paula siempre tenía hambre, estaba sucia y tuvo que rechazar a muchos amigos de su mamá diariamente.


Estaba agradecida por haber descubierto las bibliotecas locales como sus santuarios y se enamoró de la lectura. 


Había pasado horas revisando todos los libros inimaginables, desde el inicio hasta el final.


La biblioteca había sido cálida, y fue allí donde supo que iría a la universidad y que nunca viviría de esa manera otra vez.


La madre de Amy murió cuando ella tenía sólo catorce años, y había sido una de las pocas afortunadas que había sido llevada a una buena casa de acogida. Fue allí donde había recibido su primera verdadera ruptura en la vida. Paula había llorado a su madre, aunque no merecía que estuviera de
luto. Al mismo tiempo, supo que era una de las afortunadas que habían conseguido salir de tan mala situación.


Había pasado de un apartamento infestado de drogas a un barrio familiar con una gran escuela, e incluso había ganado algunas becas. Ya sabía cómo sobrevivir en la nada y, una vez que se graduó y obtuvo el gran trabajo en la Corporación Alfonso, sus sueños finalmente, eran casi una realidad. En un mes más, por fin tendría un verdadero hogar.


Paula volvió de nuevo a la realidad, la cual seguía en su alquiler compartido y miró a su alrededor a su habitación en ruinas. Levantó la cabeza en alto porque pronto iba a estar fuera de aquel lugar horrible, y nunca miraría hacia atrás una vez más.


Se metió en su cama, acostándose en la oscuridad mientras pensaba de nuevo en el último mes. Muchas cosas habían cambiado en su vida. Se había graduado, consiguió el trabajo de sus sueños, y desarrolló una gran amistad con un chico genial.


Pedro.


No podía pasar una hora sin dejar de pensar en su nombre. 


Hasta sus sueños estaban llenos de su jefe. ¿Por qué tenía que ser tan impresionante? ¿Por qué tenía que atraerle tanto? Si fuera la única que sintiera la atracción, no sería tan malo, pero, obviamente, después de ésta noche, ni siquiera podía fingir que él no sentía el mismo deseo.


Deseaba que él no quisiera. Sería mucho más fácil para ella mantener su distancia. Con una nueva resolución, se comprometió a mantener un aire profesional, no importaba lo mucho que su cuerpo ardiera cuando estaba cerca de él. 


Tenía que mantener su trabajo, no podía vivir en barrios de
crack nunca más. Quería salir de ahí.


Después de dar vueltas durante horas, Paula finalmente se quedó dormida en el momento que apareció el sol en el cielo. Estaba agradecida que era fin de semana.