lunes, 30 de marzo de 2015
CAPITULO 95
Pedro pagó la cuenta y luego se dirigieron a la calle para llamar a otro taxi. Se detuvieron delante de un hotel de lujo y Paula tuvo que luchar contra su decepción. Ella amaba a Pedro y pasar tiempo con él era siempre increíble, pero quería tranquilizarse que su hijo estaba a salvo.
Tenía que tenerlo en sus brazos.
Siguió a Pedro en el interior y se resignó a ver a su hijo al día siguiente. Pedro estaba cansado y no quería hacer el vuelo de regreso. Ella podía entender eso.
Pedro cruzó el vestíbulo y llegaron a la parte trasera del hotel, a través de un doble juego de puertas. Estaban de pie en una enorme piscina con toboganes, trampolines y fuentes. Incluso había un pequeño bar flotante en medio de todo.
—Guau, Pedro, es la mejor piscina que he visto —dijo.
—Pensé que te gustaría eso —dijo con un guiño.
—Mamá, Pedro, finalmente llegaron aquí. —Paula escuchó que su hijo los llamaba.
Ella giró la cabeza y corrió por el lado de la piscina donde estaba Diego, seguida de Olivia.
Vio a Federico y Juana, Hernan y Malena y todos los otros niños pululando alrededor también. Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más, mientras pensaba en cómo Pedro era de increíble. Él sabía que necesitaría estar con su hijo, por lo que le estaba dando una luna de miel y a su hijo. Ella lo besó suavemente en los labios, antes de inclinarse para tomar a su hijo en sus brazos.
—Mamá, volé en un avión real con Olivia y con todos. Nos dieron bebidas con sombrillas pequeñas en ellas e incluso fuimos a ver una película. Fue genial, mamá. —Estaba hablando con ella a ciento cincuenta kilómetros por horas.
—Guau, Diego. Eso suena muy bien.
—Voy a nadar un poco más con Olivia. Nadamos hasta allá y entonces el chico nos da refresco en un coco —dijo Diego, temblando de la emoción.
Paula se echó a reír ante el entusiasmo de su hijo. Le encantaba que estaba teniendo un gran momento. Le encantaba lo feliz que estaba y le encantaba que Pedro fue el responsable de todo.
—Diviértete entonces, bebé, voy a mantener un ojo en ti desde aquí.
—Ah mamá, yo no soy un bebé —murmuró y miró a su alrededor para ver si alguien más había escuchado.
—Lo siento, cariño, por supuesto que no lo eres —se disculpó y luego le revolvió el pelo.
Diego se apaciguó y saltó de nuevo a la piscina con Olivia, donde se dirigió derecho al bar flotante.
—¿Te he dicho lo completamente increíble que eres? —le preguntó a Pedro, mientras una vez más le envolvía con los brazos.
—No creo que jamás haya oído decir eso —bromeó con ella.
—Bueno, tú eres el hombre más maravilloso del mundo. Piensas en todo, ¿no?
—Estoy pensando que debería llevarte a nuestra habitación para cambiarte en este momento —dijo seductoramente, mientras empujaba su espalda baja, atrayéndola en contacto a su cuerpo duro.
—Mmm, a ver, siempre estás pensando —dijo ella, y se frotó la lengua por el labio inferior. Pedro gimió, antes de cerrar los labios sobre ella y agarrar su trasero, así que ella podía sentir su deseo.
—No me gusta irrumpir esto chicos, pero hay niños por todas partes y tú estás poniéndote un poco cariñoso —les habló Federico, mientras que, sin éxito, trataba de ocultar su risa.
Pedro finalmente rompió el beso, pero solo para mirar a su hermano.
—Vamos a estar de vuelta —gruñó Pedro y tomó la mano de Paula,mientras la conducía hacia los ascensores.
—Pobre Federico, fuiste un poco grosero con él —bromeó Paula con Pedro.
—Tiene suerte de que no le diera un puñetazo en la cara —gruñó Pedro.
Pedro la atrajo hacia el ascensor, donde afortunadamente estaban solos. Metió la mano bajo su camisa y masajeó sus adoloridos pechos, mientras sus labios devoraban los suyos.
Cuando la campana sonó anunciando su piso, la arrastró por el pasillo y la tenía en la habitación en cuestión de segundos.
No regresaron de nuevo a la piscina durante varias horas.
Cuando lo hicieron, Federico y Hernan miraron a sabiendas a la pareja de recién casados y Malena y Juana hacían sus propios planes para tener a sus maridos solos un poco más tarde.
CAPITULO 94
Paula entró en la casa y comenzó a atender su manchado
maquillaje. Mientras se miraba en el espejo, se quedó sorprendido por la mirada de determinación en sus propios ojos. Eres más fuerte de lo que piensas, murmuró para sus adentros. Puso una sonrisa en su cara y luego se fue a disfrutar del resto de su noche de bodas con la nueva familia era muy afortunada de haberla convertido parte de ella.
—Lo siento, tu luna de miel está siendo pospuesta —dijo Pedro, mientras ellos volaban a California en el lujoso jet.
—Oh, Pedro, no hay manera de que pudiera disfrutar de una luna de miel con estas cosas colgando sobre nuestras cabezas.
—Bueno, aun así, no es correcto.
—No necesito una lujosa luna de miel, o este gran diamante en el dedo. Solo necesito saber si Diego está seguro y que estés en mi cama cada noche —dijo con sinceridad.
—Mujer, eres un regalo de los cielos —susurró antes de besarla con su pasión habitual.
Fueron interrumpidos por la alegre Lana mientras le llevaba su almuerzo.
—Sé que esto es mezquino y cruel pero no me consuela el hecho de que viajarás, a veces sin mí y estarás a solas con esa mujer. Ella es demasiado linda y agradable —dijo Paula con una mueca leve.
Pedro echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Tengo que decir que me gusta este lado celoso de ti —bromeó.
Paula miró a su nuevo marido. No iba a disfrutar de ella cuando le diera un pinchazo en el ojo con su tenedor, pensó.
—Lo siento por reírme pero Lana es inofensiva. Está felizmente casada con el piloto por lo que no tienes absolutamente nada de qué preocuparte. ¿Realmente crees que Juana y Malenaa permitirían que sus maridos viajaran por el mundo con una mujer soltera?
Paula no sabía por qué no había le había preguntado a las chicas si Lana estaba soltera. El tema nunca salió en su viaje relámpago.
Llegaron a su destino mucho más rápido de lo que Paula esperaba y fueron condujeron a la oficina de un abogado.
Tuvieron una reunión programada con los Jackson antes de la audiencia del día siguiente. Pedro dijo que pensó que podría hacer que abandonen el caso.
Ella estaba orando que Pedro estuviera en lo correcto, y todo el lío podía quedar detrás de ellos. No quería nada más que tener una vida sin preocupaciones y normal. Tenía un poco de miedo, sin embargo, después de que el peligro se fuera, Pedro no sentiría que el matrimonio fuera necesario.
Solo habían estado casados unos días y la destruiría si él le pidiera la anulación. Aunque era fuerte y podría hacerlo por cualquier cosa, siempre y cuando tuviera a su hijo.
Entraron en la oficina del abogado, de la mano, mostrando un frente unido. Estaba temblando en el interior, pero a cualquiera que los mirara, se veía confiada y tranquila.
Estaba agradecida de que nadie pudiera ver los latidos de su corazón.
—Respira —susurró Pedro cuando se acercaron a la sala de
conferencias.
—Estoy tratando.
Los llevaron a una habitación enorme con una mesa cuadrada rodeada de sillas. Había dos hombres bien vestidos sentados en un extremo, de lo contrario la habitación estaba vacía.
Pedro la llevó hasta las sillas al lado de los hombres y se sentó. Una mujer se acercó para llevar el café y el té.
También había varios productos horneados, pero no había manera de Paula sería capaz de que algo bajara de su garganta. Apenas era capaz de probar el café y lo hizo más para ocupar sus manos que por cualquier otra razón.
—Gracias por llegar temprano señor y señora Alfonso. Tenemos los papeles todos preparados y los reportes de los investigadores. Creo que esta reunión está a su favor, y ustedes pueden dejar todo esto atrás y seguir adelante con sus vidas —dijo el señor mayor.
Paula estaba un poco confusa, ya que no había habido mucho tiempo para Pedro le informará sobre todas las cosas. Le había dicho que un investigador privado había sido contratado para investigar las vidas pasadas y actuales de los James, pero no sabía mucho más que eso.
Pedro miró a través de los papeles y luego se echó hacia atrás con una gran sonrisa en su rostro.
—Ha hecho su increíble trabajo habitual, Dillon, gracias —dijo Pedro.
Paula lo miró inquisitivamente, pero en ese momento su ex familia política entró por la puerta con su abogado. La señora James miró a Paula y Pedro, pero no dijo nada mientras se movían alrededor de la mesa para sentarse frente a ellos.
—Hola, soy el señor Abrams y estoy en representación del señor y la señora James. Me alegro de que quisiera reunirse antes de la audiencia, ya que esto podría acelerar las cosas. Mis clientes pasaron por el sistema legal para asegurar la custodia de su pobre y abandonado nieto. La señora James, um mis disculpas, la ahora señora Alfonso, pensaba que estaba por encima de la ley y huyó. Ella no está en condiciones de criar al niño. Hemos acordado un horario de visitas supervisadas, que creo que es más que generoso, teniendo en cuenta las circunstancias —dijo el hombre
tan pronto como se sentaron.
Pedro sonrió al abogado y a los James. Así que ellos pensaban en llegar al grano e ir por intimidación era su mejor táctica, así que nunca había tratado con un hombre tan poderoso como él. Él descubrió que en realidad lo estaba disfrutando.
Miró a Paula y vio el miedo en sus ojos y su disfrute se evaporó.
Puede que esté acostumbrado a tratar con personas deshonestas, pero ella no lo estaba, y que tenía que recordar eso. Puso su mano en su pierna y le dio un apretón tranquilizador, para hacerle saber que todo iba a estar bien.
—Señor Abrams, no quiero que esto se convierta en un partido de poder, así que vamos a ir directo al punto. Nosotros tenemos documentación que muestra el acoso que sus clientes han hecho a la señora Alfonso. También tenemos las declaraciones de los amigos personales de los James, mostrando que nunca han mostrado interés en el niño. Aquí está el vídeo de la boda que muestra las verdaderas intenciones de la señora James para tomar la custodia del niño —su abogado comenzó.
—Todo esto es de oídas y lo sabes… —dijo Abrams, aparentemente despreocupado.
—También contratamos a un investigador privado, que ha sabido encontrar alguna información interesante sobre cómo el señor James dirige su negocio —dijo el abogado y pasó copias de todas las pruebas.
Paula miró como tanto el señor y la señora James se ponían pálidos al mirar hacia los papeles antes de ellos.
Su abogado, que le había parecido solo unos momentos tan seguro y petulante antes, ahora parecía confundido cuando él inclinó la cabeza para hablar en privado con sus clientes.
Pedro se sentó y los observó tratando de reagruparse. Su propio abogado no dijo nada más mientras esperaban la realización completa de la situación para hacerlo.
—Esto no tiene nada que ver con el caso de custodia —farfulló el señor Abrams, tratando de recuperarse de la conmoción.
—Es muy cierto que no tiene nada que ver con el caso de la custodia pero Diego no tiene nada que ver con el caso tampoco. Los James están tratando de tomar la custodia por algún tipo de posición dentro de su comunidad, o por venganza, pero no por la preocupación por el niño. Mi
cliente es una madre amorosa y no va a renunciar a la custodia. Si sus clientes quieren insistir en este asunto, entonces vamos a llevar todo esta evidencia a la corte. Si quieren seguir adelante y firmar estos papeles aquí, rindiéndose a esta batalla, vamos a dejarlos en paz —dijo su abogado, con una calma mortal.
Paula se dio cuenta de por qué Pedro había elegido esta firma de abogados en particular. Los hombres eran realmente buenos en su trabajo. Ella en realidad estaba empezando a tener alguna esperanza real.
—Vamos a volver en un momento. Necesito un poco de tiempo para hablar en privado con mis clientes —dijo Abrams, mientras salía de la habitación con su ex familia política.
Pedro se volvió a sonreírle.
—Los tenemos. Todo esto se acabará en cuestión de minutos —le aseguró a ella.
—¿Estás seguro?
—Nunca han querido a Diego. Solo querían jugar un juego de poder contigo y perdieron. Ellos van a tener más remedio que admitir la derrota —le tranquilizó.
Paula no celebraría hasta que el papel fuera firmado. Sí, y cuando lo hicieran, entonces ella saltaría de arriba y debajo de alegría. Miró con recelo los James y a su abogado mientras caminaban de vuelta a la habitación. Parecían mayor para ella de alguna manera, cuando entraron por las puertas.
Esta vez no miraron a su alrededor. Ni siquiera hicieron contacto visual mientras se abrían camino de regreso a la mesa y se sentaron.
—Mis clientes se han puesto de acuerdo para firmar los documentos, siempre y cuando ustedes firmen un documento que diga que nunca proseguirán con este asunto —dijo en voz baja el señor Abrams.
Sus abogados se volvió hacia ellos y Pedro sacudió la cabeza afirmativamente.
—Hecho —dijeron los abogados. Todo fue más de unos pocos minutos y Paula se encontró sentada a solas con Pedro.
—¿Realmente lo hicieron? —preguntó ella.
—Sí, ellos no pueden venir a ti otra vez. Han renunciado a todos los derechos sobre Diego—le tranquilizó.
—Muchas gracias Pedro. No sé cómo puedo pagártelo —jadeó. Le echó los brazos alrededor de él y lo agarró con fuerza, mientras las lágrimas de alivio bajaban por su rostro.
Él le frotó la espalda, mientras ella dejaba que la alegría y la tristeza viajaran a través de ella.
—Ahora que todo este lío ha terminado, ¿qué tal si empezamos nuestra luna de miel? —le preguntó a ella.
Paula miró a los ojos de su marido y estaba en conflicto total.
Quería ir a un lugar romántico, donde podrían sentar en la playa durante horas, hacer el amor toda la noche, pero la madre en ella necesitaba sostener a su hijo y estar seguros de que realmente iban a estar juntos, sin posibilidades de que se lo lleven.
Pedro vio la confusión en su rostro y fue a un paso por delante de ella. Él sabía que ella querría estar con su hijo. Él sabía más de lo que Paula se daba cuenta.
—¿Por qué no empezar con un buen almuerzo? Apenas has comido el último par de días —dijo.
Paula se dio cuenta de que estaba muerta de hambre. El estrés de la batalla judicial había tomado todo apetito y ahora, con eso terminado la vuelta ella podía limpiar por completo mesa de buffet.
—Eso suena muy bien. Me vendría bien un poco de comida
mexicana —dijo esperanzada.
—Muy bien, entonces sé el lugar perfecto para ir —le dijo y pararon un taxi una vez que salieron.
La llevó a un pequeño comedor mexicano y Paula engulló casi la taza entera de papas fritas y la salsa. Ella se rió un poco tímidamente y se encogió de hombros.
Se sentaron allí, justo en la playa con el viento soplando sobre el patio y tenía unas cuantas margaritas, comió muchos alimentos y Paula se sintió bastante bien. Estaba ansiosa por llegar a su hijo, sin embargo.
—¿Podemos regresar esta noche? —le preguntó a Pedro.
—Quiero mostrarte algo primero —le dijo.
—Está bien —admitió ella a regañadientes.
CAPITULO 93
Malena y Juana estuvieron agitadas con el vestido de Paula,
asegurándose de que todo era perfecto. Ella respiraba profundamente dentro y fuera, tratando de calmarse, mientras la música comenzaba. No podía calmar el rápido latido de su corazón.
Levantó la mano para frotarse el martilleo de su cabeza.
Tenía miedo a la muerte. Su hijo estaba ya ahí, luciendo tan guapo en su pequeño traje. Había estado tan orgullosa cuando él le había dicho que estaba de pie con Pedro como uno de sus padrinos.
—Va a estar bien, toma algunas respiraciones más profundas. Malena y yo caminaremos por el pasillo y entonces tú nos seguirás en unos dos minutos, está bien —le dijo Juana.
Paula sintió un pánico instantáneo a la idea de caminar por ese pasillo por su cuenta. No creía que sería capaz de hacerlo.
—Espera —dijo con pánico—. No tenemos que hacerlo de la manera tradicional, todas podemos caminar juntas —le pidió a las chicas.
Se miraron una a la otra como si hubiera perdido la cabeza, vieron el pánico en sus ojos y se encogieron de hombros.
—Claro —dijeron al unísono.
—Gracias. —Comenzaba a sentirse un poco mejor.
—Oye, es nuestro trabajo como tus damas de honor ayudarte a caminar por el pasillo. No estaríamos haciendo lo correcto si tu corres en la otra dirección —dijo Juana con una sonrisa.
—Ustedes son las mejores.
—No te atrevas a arruinar su maquillaje —dijo Malena mientras se limpiaba su propio ojo.
Las tres mujeres se rieron y luego se abrazaron entre ellas.
Paula podía sentir su pulso comenzaba a reducir la velocidad.
Estaba llamando a la puerta.
—¿Está todo bien? —preguntó Horacio a través de la puerta.
—Todo está bien. Llegando en un momento —dijo Malena.
—Es bueno saberlo —dijo Horacio y luego oyeron que sus pasos comenzaban a retirarse.
Malena salió de la puerta, con sus dos nuevas hermanas a ambos lados de ella. Hubo una exclamación en el público cuando los tres hermosas mujeres se abrieron camino hacia el altar. Ninguno de ellos se dio cuenta de la imagen impresionante que ellas hicieron.
Los hombres que estaban al final del pasillo no podían quitar los ojos de las mujeres gloriosas. La visión de los ellas era suficiente para detener el tráfico, o causar un disturbio.
El pecho de Pedro se hinchó de orgullo, mientras se daba cuenta que en tan solo cortos minutos, la hermosa visión caminando hacia él sería su esposa. Quería correr hacia ella y tirarla a sus brazos. Tomó todo lo que tenía el estar allí y esperar a que llegara a él.
La ceremonia transcurrió en un borrón y antes de que se diera cuenta Paula, el predicador les estaba pronunciando que eran marido y mujer. Pedro la tomó en sus brazos y apretó sus labios a los de ella suavemente. Fue lento y dulce, y le quitó el aliento.
Se sentía como si estuviera flotando en una nube mientras se abrían camino por el pasillo y luego pararon saludar a los invitados. Ella estaba en piloto automático mientras cortaban el pastel y bebían un sorbo de champán. Ella no sería capaz repetir una palabra que dijo durante el brindis. Tenía ojos y oídos para nada más que su marido.
Cuando llegó finalmente el momento para el baile, Paula se fundió en los brazos de Pedro y apoyó la cabeza contra su pecho. Le frotó suavemente la espalda, aliviando sus nervios por completo. Él era el más magnífico hombre al que jamás hubiera esperado.
Él cantó junto con la melodía country que tocaba la banda y ella se deslizó por la pista de baile iluminada, como una verdadera princesa, siendo cortejada por su príncipe azul.
No podía creer que una boda podría ser tan mágica o que era la novia de Pedro.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves? —le preguntó.
—Solo alrededor de un centenar de veces esta noche.
—Eres siempre hermosa, pero verte caminando por el pasillo con ese vestido ha tomado todo pensamiento racional de mi cabeza —dijo al tiempo que le daba la vuelta.
—Al verte en ese esmoquin, luciendo tan impresionante me ha hecho querer despojártelo poco a poco —le susurró.
Todo el cuerpo de Pedro se tensó ante sus palabras pronunciadas en voz baja. La empujó con fuerza contra su cuerpo e incluso a través de las capas de seda y encaje ella podía sentir cómo sus palabras le habían afectado.
—Vamos a salir de aquí —le declaró a ella.
—Eso suena perfecto para mí —respondió ella y le cogió la mano cuando empezó a conducirla fuera de la pista de baile.
Ambos oyeron un alboroto en el servicio de comida y se volvieron para averiguar lo que estaba pasando. Oyeron a uno de los guardias de seguridad del personal decirle a alguien que saliera de inmediato, antes de que hubiera consecuencias.
Ambos caminaron hacia la conmoción para averiguar lo que estaba pasando. Paula se quedó sin aliento cuando descubrió lo que estaba causando toda la agitación. Ella los vio unos dos segundos antes de que ellos la vieran.
—¿De verdad cree que el juez va a creer esta farsa de matrimonio pequeña zorra? —escupió una mujer de mediana edad a Paula.
—¿Qué están haciendo aquí? —Paula les preguntó en completo shock.
—Hemos venido por nuestro nieto. Lo robaste de nosotros y con tu marido apenas en la tumba, parece como que tú has encontrado un nuevo hombre para derrochar su dinero. Siempre has sido una cazadora de oro. Le rogamos a nuestro hijo que no casara contigo. Incluso le dijimos que el
niño no era suyo. Nos quedamos impactados cuando los resultados del ADN llegaron —continuó la mujer lanzándole insultos a Paula.
—Le has hecho un examen a mi hijo sin mi conocimiento —le rabió Paula. Pedro estaba impresionado de lo único que ella se molestó en comentar fue por la violación en contra de su hijo.
—Por supuesto que lo hicimos. ¿No pensaste que íbamos a tomar la palabra de alguna vagabunda que el niño era realmente nuestro nieto, ¿verdad? —escupió la mujer.
—Si no querían tener nada que ver con él, entonces ¿por qué lucharán por su custodia? —le preguntó Paula a la mujer horrible.
—Tú nos arrebataste a nuestro hijo, ahora vamos a tomar el tuyo — explicó la mujer.
Pedro estaba aturdido por el odio que provenía de la mujer que solía ser la suegra de Paula. No sabía que alguien podía ser tan cruel y malvado. Nunca había tenido la tentación de golpear a una mujer en su vida, pero tuvo que luchar como el infierno por no abofetearla.
—Usted no se acercará a mi hijo. Nunca lo quiso y no lo usará como peón en un juego que no quiero jugar —dijo Paula, con toda la fuerza de una madre protectora en su voz.
—Tú niñita estúpida, no nos puedes ganar —espetó la mujer.
—Trátalo y llévate a mi hijo y verás cómo te gano —dijo Paula, malinterpretando deliberadamente su significado.
—Nos llevaremos esta noche a Diego. ¿Dónde está? —dijo la mujer y comenzó a moverse hacia la zona de recepción de la boda.
—Sobre mi cadáver —dijo Pedro a la mujer, dando un paso delante de ella.
Ella se burló de Pedro y luego tropezó hacia atrás, ya que estaba flanqueada a ambos lados por sus hermanos. Los tres de pie allí hicieron un espectáculo intimidatorio.
—Seguridad, escolten a esta pareja. Si ellos atacan de ninguna manera llamen al sheriff. Es un amigo personal y estará aquí en unos minutos —agregó Pedro mientras miraba a la odiosa mujer.
—Bien, nos vamos a ir por ahora, pero disfrutar de tu familia
fingida, porque lunes por la mañana, el niño será nuestro —dijo, antes de darse la vuelta y alejarse. Su marido le siguió detrás dócilmente y los guardias de seguridad los siguieron, asegurándose de que realmente se fueran.
—Paula, siento mucho lo que pasó —dijo Pedro con ella, mientras tiraba de su tembloroso cuerpo en sus brazos.
—No, Pedro, soy yo la que lo siente. No deberían estar involucrados en esto —dijo en un sollozo.
—No mereces ninguna de las cosas que te dijo. No dejes que tenga el poder sobre ti al afectarte en algo —dijo mientras estrechaba su barbilla gentilmente en sus manos.
Paula le miró a los ojos y se dio cuenta de que tenía razón.
Si se rompía entonces le estaba dando una pequeña victoria a la mujer. Se negó a hacerlo.
—¿Quieres irte? —le preguntó a ella.
—No, tienes razón, no voy a dejar que arruine mi día de la boda. Si me das unos minutos para refrescarme, me gustaría bailar un poco más — le dijo ella con una sonrisa valiente.
—Todo lo que tú quieras —le respondió.
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