Paula salió del ascensor con un rebote adicional en su paso. ¿Qué diferencia hay? Es sólo un mes —pensó ella con una sonrisa sincera. A parte de la tensión superior que tenía con Pedro, ella realmente no pasaba mucho tiempo con él, por lo que sus días eran soportables. Le encantaba su trabajo y se sentía segura en el desempeño de sus asignaciones, incluso sin Esther a su lado. Se sentía bien, muy bien.
—Paula, ven y toma un poco de torta —escuchó a Esther llamarla—. Es mi fiesta de despedida. —Paula alzó la vista para encontrarse con cientos de empleados que llenaban la sala de conferencias. Todo el mundo estaba charlando, comiendo y parecían tener un buen momento.
—Buenos días Paula, he escuchado cosas maravillosas acerca de ti ¿Cómo te va? —Esto vino de Horacio segundos después de que se acercara y pasara un brazo por sus hombros.
—Es muy bueno Sr. Alfonso, gracias por darme esta oportunidad —dijo ella tímidamente. El hombre todavía era intimidante, pero con su sonrisa amable y sus ojos amistosos, no era difícil relajarse en su presencia.
Estaba creciendo su cariño por el gigante gentil.
—Tonterías, hija mía, ganaste esta posición por estudiar mucho y tener una ética de trabajo excelente. Esther dijo que te estás ajustando muy bien y haciendo un trabajo fantástico. —Se rió con ganas—. Ven conmigo.Quiero que conozcas a algunos de los otros empleados. —Envolvió su brazo en el suyo y la arrastró por la habitación durante varios minutos,
por lo que estuvo en decenas de presentaciones, antes de detenerse frente a un hombre bien vestido—. Mateo, quiero que conozcas a Paula. Ella es la nueva asistente ejecutiva de Pedro—dijo Horacio en voz excesivamente alta, provocando que varios jefes dieran vuelta en su dirección. Paula podía sentir su cara colocándose más caliente, no le gustaba la sensación de ser observada.
—Encantado de conocerte, Paula—dijo Mauro mientras sus labios se curvaron.
Él extendió la mano y tomó la de ella, sus pulgares acariciando su muñeca. Ella no tenía muchas citas, así que no estaba al tanto de las señales sutiles que estaba enviando él. Ella sintió el calor de su rostro un poco más.
—Mauro trabaja en las oficinas de una planta más abajo como asistente.
Pensé en presentarlos por lo que si tienes alguna pregunta, él puede responderlas. Voy a dejarlos para que charlen —dijo Horacio con una sonrisa antes de marcharse.
Después de un momento incómodo, Paula se encontró disfrutando de la compañía de Mauro. Era un buen tipo con un sentido del humor y una gran cantidad de conocimientos.
Mauro era el tipo de hombre que normalmente le interesaba a Paula. Era de aspecto medio, no alguien a quien pondrías un calendario, pero que definitivamente le daría una segunda mirada. Era ingenioso y su sonrisa era atractiva. Aun así, él no revolvió su estómago, o hizo que sus mejillas se colocaran de color. Él estaba a salvo.
—Conozco un pequeño restaurante justo bajando la calle. ¿Te gustaría cenar el viernes?
Paula miró al apuesto hombre y deseo sentir aunque sea la más mínima chispa de interés en él, pero no lo hizo. Pero ella realmente no quería salir con nadie en este momento.
Estaba concentrada en su trabajo y tenía metas en mente.
No tenía tiempo para citas, pero no quería herir sus
sentimientos. Estaba entre la espada y la pared.
* * * *
Al otro lado de la habitación, Pedro fulminó con la mirada a su nueva empleada. Ella nunca sonreía de esa manera cuando él hablaba con ella.
Por supuesto, estaba normalmente dándole órdenes. Aun así, no le gustaba la atención que estaba dándole a otro hombre. Realmente no le gustaba el interés que vio en los ojos de Mauro.
A medida que Pedro la miró pausadamente de arriba hacia abajo, pudo comprender ese interés.
¿Qué creyó su padre que hacía, presentándosela a Mauro?
Todo el mundo sabía que él cambiaba de mujer mucho más rápido que cuando se cambiaba de ropa. Muchas mujeres habían sido engañadas por sus demostraciones de afecto, pero Pedro sabía que el chico sólo tenía un objetivo en mente, y Pedro estaba seguro de que Paula no estaba preparada para las consecuencias de un romance fallido de oficina.
Pedro estaba aun más irritado por preocuparse de eso. Se consoló pensando que estaba preocupado sólo porque si ella era dejada por Mauro, su rendimiento en el trabajo se vería afectado, por lo tendría que despedirla. Luego tendría que tomarse un tiempo de su apretada agenda para contratar a una nueva empleada.
Él estaba a punto de ir hacia allá, agarrarla el brazo y arrastrarla lejos, cuando su padre se le acercó.
—¿Cómo estás, hombre? —preguntó con demasiada astucia.
—Bien, padre. ¿Y tú? —respondió automáticamente, sin apartar los ojos de Paula.
Estaba pensando en que la fiesta de la oficina había ido demasiado lejos.
Era el momento de alejar a su empleada de Mauro, y volver al trabajo.
* * * *
Hoarcio estaba pensando que su plan estaba funcionando a la perfección mientras veía a su hijo lanzando dardos por los ojos a una Paula que reía con Mauro.
Pedro se estaba enamorándose de Paula rápidamente, y él ni siquiera se daba cuenta. Horacio también pudo llevar todo de forma mucho más rápida… agilizando las cosas. En el juego del amor, nadie podía perder.
Horacio casi podía sentir el peso de su primer nieto descansando en sus brazos. No podía imaginar un regalo de Navidad más perfecto para Ana y él.
—¿No crees que Paula y Mauro se ven bien juntos? Ella parecía algo sola la semana pasada. He estado preocupado por ella, teniendo en cuenta que no tiene familia. Ella se ha mantenido en silencio acerca de sus circunstancias, pero creo que le vendría muy bien un amigo —dijo tan sinceramente como fue capaz. No había nada como un poco de celos para hacer que un hombre reaccionara.
—Mauro es un canalla. Voy a poner fin a esto. Necesitas dejar de entrometerse en la vida de las personas, padre —dijo Pedro con enojo.
—Lo siento, hijo. No sabía que estabas interesado en ella. Sabes que un jefe no debería involucrarse en un romance con su empleada —agregó.
Conocía bien a su hijo. No había nada que le gustara más que un desafío, y decirle que no podía tener a Paula, lo haría quererla aun más.
—No estoy interesado en ella —dijo Pedro, sin engañar a su padre en lo más mínimo—. Sólo sé qué tipo de hombre es Mauro. Él va a romperle el corazón, y entonces su trabajo se verá afectado. Estoy sólo pensando en el ambiente de trabajo.
—¿El trabajo ha sido estresante, Pedro? Pareces algo cansado.
—El trabajo ha estado bien, papá. Es que no me gusta que vengas aquí, causes un caos con mi empleada, y luego actúes como si todo estuviera bien. Todavía no estoy muy feliz por lo que hiciste a mis espaldas y la contratación de Paula, pero ella está haciendo su trabajo realmente bien, y
no tengo tiempo para encontrar un reemplazo en este momento. Tengo cosas mucho más importantes en las cuales preocuparme. Ahora, si me disculpas, tengo trabajo que hacer. —Con esas palabras de despedida, él empezó a caminar en dirección a ella.
Horacio rió para sus adentros, sintiéndose francamente eufórico. Oh sí, su hijo estaba cayendo con fuerza. Él había escogido a la esposa perfecta para él.
Se acercó a Esther y le dio un codazo en el brazo para que pudieran apreciar el espectáculo.
—Sabes, Horacio Alfonso, uno de estos días, cualquiera de tus hijos averiguara todas las acrobacias que haces para manejar sus vidas y no podrás seguir haciéndolo —dijo Esther con una sonrisa.
—Ah, Esther, ¿cómo me subestimas de esa forma? Soy demasiado astuto como para ser atrapado.
—Puedes pensar que tienes a todo el mundo engañado, pero no eres tan listo como crees —respondió ella, aunque sus ojos estaban pegados a Pedro mientras éste caminaba a través de la habitación…
—Tendremos que esperar y ver…
—Creo que estás lista para pasar unos pocos días por tu
cuenta. Solo lláma por teléfono por si me necesitas. Pero
creo que te voy a ayudar en las playas al sur de California
—dijo Esther mientras recogía su chaqueta y su bolso.
Era la segunda semana de Paula y lo estaba haciendo mucho mejor, pero el pánico la consumía ante la idea de que Esther la dejaría sola. Bueno, no exactamente sola por su cuenta, Pedro no era más que un pedazo de madera a la distancia.
No podía decir que era grosero, pero tampoco era amable.
Sus azules ojos la mantenían cautiva mientras ella y Esther se sentaron delante de él en su escritorio, con su tono de mando, pero siempre profesional. Ella todavía lo veía sonriéndole.
—Voy a estar bien Esther pero te voy a extrañar —Paula finalmente le aseguró.
—Te voy a extrañar demasiado querida, pero no te preocupes por nada. Voy a estar de vuelta el lunes para comenzar con tu horario de entrenamiento final. Estás entendiendo todo esto de forma mucho más rápida de lo que yo hice, y no era tan técnico cuando estaba empezando.
Creo que eres una gran adición para el equipo.
—Eres demasiado buena para mí. Asegúrate de llenarme una botella con arena, así al menos puedo fingir que de vez en cuando voy a una playa cálida —dijo Paula con una sonrisa.
—No pasará mucho tiempo antes de que estés volando por todo el mundo.
Parte de tu trabajo es viajar a las diferentes divisiones de la corporación con Pedro. Algunos de esos lugares son increíbles. Es muy difícil trabajar en una suite cuando puedes ver el sol brillando sobre una hermosa playa blanca. Horacio siempre fue bueno en asegurarse de que tuviera un poco de diversión. Sin embargo, estoy segura de que Pedro lo hará de la misma manera —le aseguró Esther.
Paula tenía serias dudas al respecto, Pedro no parecía estar familiarizado con cualquier cosa que tuviera que ver con diversión. La idea de verlo en un traje de baño, inmediatamente envió mariposas a su estómago.
—Sí, probablemente tengas razón —respondió Paula por fin, dándose cuenta de que Esther la miraba de manera extraña.
No ayudaba que su respuesta fuera un poco sin aliento.
Deja de soñar despierta acerca de tu Jefe. El hombre que te odia tal como eres. Tú de ninguna manera, necesitas cambiar esta situación que empeora por desearlo a él —se reprendió Paula.
—Muy bien entonces, ahora me voy. Que tengas un gran día —dijo Esther antes de salir de la oficina.
Paula se sentó en su escritorio, un poco perdida. Ella tenía sus asignaciones, pero su primer día sola...
Después de un par de minutos ella se fue. No era como si pudiera estropearlo todo.
Un par de horas más tarde, se sorprendió cuando su intercomunicador zumbó.
—Paula, te necesito en mi oficina.
Pedro fue breve y al grano, nunca agregó más palabras de las que necesitaba. Era un poco desconcertante. Ella tomó su libreta y rápidamente se dirigió a la puerta. Antes de girar el pomo, tomó un aliento fortificante y luego entró.
—Buenas tardes, Sr. Alfonso.
—Necesito que tomes unos memos para mí, luego escribes las cartas. Los necesito de vuelta en una hora. Me han llamado para una emergencia y no sé cuánto tiempo estaré fuera. Normalmente, vendrías conmigo, pero como estás en formación todavía, quedas fuera del asunto —dijo él con tono cortante.
Ella se movió sobre sus pies sintiendo como si acabase de recibir un regaño por ser nueva. Ella sabía que no debía decir nada a cambio, pero se sentía como pidiendo disculpas, sin saber por qué.
—Sí señor —respondió ella mientras se sentaba frente a él.
******
Pedro tuvo que mirar su computadora mientras él maldijo su reacción hacia Paula, de cómo su esencia se apoderaba de él. Si no ganaba cierto control sobre la reacción de su cuerpo hacía ella, él nunca lograría conseguirlo a través de las próximas semanas, y mucho menos siendo un empleo de largo plazo. Decidió en ese momento que si un nuevo asistente era contratado por él, debería ser hombre o una mujer mucho mayor.
Sabía que había estado trabajando por muchas horas, pero obviamente, era hora de que llamara a una de sus amigas.
Necesitaba encontrar alivio antes de que él terminara haciendo algo estúpido como lanzando a su nueva asistente sobre su escritorio.
No era que él fuera un adolescente lleno de hormonas. No podía entender por qué diablos estaba reaccionando tan fuertemente por ella. Sí, ella era atractiva, pero había visto mejores mujeres, que eran mucho más pulidas, y aun más, que conocían las puntuaciones.
Él tenía cero dudas de que su ayudante no era el tipo de mujer de una sola noche... Y ese era el único tipo de mujeres con las que él salía. No tenía tiempo ni deseo para una relación seria.
Pedro se recompuso, entonces dictaba las notas que quería a máquina. Si, esto era lo que hacía bien... Los negocios. La mayoría de las personas dejan que sus trabajos los gobiernen, causándoles estrés, pero eso no le pasaba a Pedro. Él prosperaba en el mundo de las altas finanzas.
Finalmente alzó la vista. Se le cerró la garganta por un momento mientras la miraba con furia, al tiempo que ella escribía para mantenerse al corriente con él. El mismo pedazo de pelo obstinado que siempre estaba escapando de su moño, estaba ahora acariciando su mejilla, al final haciendo cosquillas en la comisura de su boca, prácticamente enmarcando sus deliciosos labios rosados.
Su entrepierna estaba apretada mientras pensaba en esos labios deslizándose por su piel, sacando su lengua y enfriando su cuerpo acalorado.
Cuando ella alzó la mirada, sus ojos se abrieron, las emociones intermitentes a través de su cara expresiva. El hecho de que no podía ocultar nada no le servía de mucho.
Él sabía que su empleada estaba tan atraída por él como él de ella.
Su entrepierna palpitaba mientras sus miradas se encontraron, ninguno de ellos parecía capaz de alejarse.
Sus hermanos tendrían un momento divertido si vieran lo que su diminuta asistente estaba haciendo con él. Siempre les gustaba burlarse de él por ser siempre de acero, por ser siempre el que está en control, incluso desde que eran adolescentes.
Conseguiría una verdadera patada por su falta de control debido a una pequeña mujer.
—Eso es todo —dijo finalmente, sabiendo que su voz era dura, pero no era capaz de detenerlo. Vio como ella saltó de su silla y luego como sus mejillas se ruborizaron con una sombra roja tentadora que le hacía querer decir “al diablo con todo” y solo tirar de su regazo.
—Uhm… está bien. Yo… uhm… voy a tener esto a tiempo —tartamudeó con voz temblorosa antes de colocarse de pie.
Vio como poco a poco se abrió paso de su oficina con inestabilidad en sus pies. El suave balanceo de sus caderas no ayudaba en la situación, no en todo.
Finalmente, él se colocó de pie necesitando salir de su oficina. Tomó su maletín de deporte y salió por su entrada privada. Se sintió aliviado por dejar la oficina a tiempo. Para cuando regresara, él sabía que tendría sus hormonas bajo control.
De repente, Paula era el objeto de su mirada intensa. En el momento en que él puso de nuevo sus helados ojos azules en ella, sintió que su estómago se derretía. El hombre tenía el suficiente calor, un calor que llenaba sus ojos, para que fueran considerados como un incendio peligroso. Ella nunca había reaccionado tan fuertemente a nadie antes y no estaba contenta con los sentimientos desconocidos que la inundaban.
Ella trató de enderezar sus hombros y poner una expresión de indiferencia, pero estaba segura de que no lo estaba consiguiendo.
—Voy a hablar con mi padre acerca de esto, pero debería haber sido informado de las entrevistas. No se sienta demasiado cómoda en su nueva posición, señorita Chaves —habló con la máxima autoridad, a continuación, pasó por la puerta, cerrándola un poco más fuerte de lo necesario.
—Pensé que sabía que me habían contratado. Él ni siquiera sabía que te estás yendo —dijo Paula con aprehensión en su voz. Ella podría estar perdiendo su trabajo soñado antes de incluso de empezar.
—Ahora, no te preocupes por nada, Paula. Todo va a estar bien.
—Sé que has trabajado aquí durante mucho tiempo, Esther, pero la expresión en su rostro no era la de un hombre feliz. Yo no me adelantaría tan pronto a una jubilación si fuera tú —dijo Paula, tratando de hacer una broma, aunque sonó seria.
—Te darás cuentas de que Pedro no es tan desagradable como parece.
Está irritado en este momento, pero se le pasara pronto. Vamos a terminar nuestro trabajo para el día de hoy. Para mañana este asunto se aclarará y será olvidado —prometió Esther.
Paula tenía sus dudas, pero no tenía sentido preocuparse por ello. Daría lo mejor de sí misma, y así tal vez su posición estaría a salvo.
Ellas se absorbieron en su trabajo, y el incidente fue puesto en un segundo plano… aunque seguía ahí, pero lo dejarían pasar por el momento.
******
—Papá, ¿cómo esperas que dirija esta empresa cuando tú estás interviniendo y haciendo cosas sin avisarme? —Pedro se paseaba delante de su padre, de un lado para otro a través de la sala de estar de la casa de sus padres.
—Bueno, hijo. Cuando me fui, te dije que Esther se retiraría una vez que te hubieras establecido. También dije que me encargaría de su reemplazo. No es mi culpa que lo olvidaras. Y no es culpa de Esther que no tomaras en serio su renuncia
—Me tomo todo en serio. Por lo menos, podrías haberme dicho de las entrevistas, así hubiera participado en ellas. Tendrías que haberme dejado encargarme de esto.
—Sé que tú estás más que capacitado para hacer tu trabajo. Sin embargo, cuando te hiciste cargo, prometí dejar todo resuelto antes de mi partida.
Éste fue el último punto que tuve que resolver —dijo Horacio, dejando a Pedro sin argumento alguno.
—Papá, sé que estás tramando algo. Aún no puedo averiguar lo qué es esta vez, pero soy capaz de contratar a mi propio personal —dijo él con frustración. Era mucho más difícil discutir con el hombre cuando él estaba siendo razonable—. No se ve exactamente bien cuando el presidente de la compañía no sabe lo que está pasando en sus propias oficinas —concluyó él.
—Hijo, entrevisté a una treintena de personas, y la señorita Chaves era, por lejos, la candidata más calificada. Créeme, no tendrás ningún problema con ella. La he verificado exhaustivamente antes de enviarla a ti. —Su hijo no tenia la menor idea de que en realidad él estaba verificándola como su futura nuera y lo que menos le importaba eran sus capacidades como asistente ejecutiva, a pesar de que ella lo había hecho muy bien en la universidad y lo más probable es que hiciera un trabajo extraordinario en la oficina. Horacio sintió que Paula era la candidata perfecta para Pedro.
Ella era inteligente, fuerte, y había pasado por mucho en su corta vida.
Ella necesitaba una familia, y Hoarcio necesitaba una nuera. Eran la pareja perfecta. Pedro no tardaría en darse cuenta de eso.
—Me has dejado con pocas opciones. No creo que haya forma de hacer cambiar de opinión a Esther, ahora que ya ha tomado una decisión. Está bien. Veré cómo ella funciona, pero si no trabaja sólidamente conmigo, entonces la despediré y la siguiente persona será alguien que yo encuentre, no tú —dijo él.
—Por supuesto, Pedro —accedió rápidamente su papá, queriendo cambiar de tema—. Ahora, sigamos con otro negocio —Pedro sabía que no podía darle demasiado tiempo a Pedro para pensar en el asunto de la familia.
Era un chico inteligente, y Horacio no quería que él averiguara lo que estaba haciendo. Si Pedro tenía idea de cuánto Horacio quería que sus hijos se casaran, Pedro saldría corriendo por las colinas antes de que tuviera la oportunidad de enamorarse de Paula. Y eso no estaría bien para los planes de Horacio. Él quería esos nietos, y cuanto antes, mejor.
Los dos pasaron el resto de la tarde repasando el nuevo paquete de beneficios que Horacio había modificado.
Horacio se había retirado de los negocios, pero a él le gustaba seguir participando. Iba a volverse loco si dejaba la empresa por completo. Le había prometido a su esposa Ana que no trabajaría setenta horas a la semana nunca más, pero él nunca accedió a olvidarse de la corporación que su abuelo había comenzado. Ella lo entendió y apoyó su decisión de ser un miembro activo en el departamento de recursos humanos. Después de todo, ella tenía un corazón enorme. Fue por eso que la quería mucho, incluso después de treinta y cinco años de matrimonio.
******
Cuando Pedro dejó la casa de su padre, su frustración había disminuido considerablemente. Cuando Pedro volvió a la oficina, todo el mundo se había ido. Mientras se dirigía a su oficina, podía oler un persistente olor a vainilla en el aire, apenas una indirecta, pero suficiente para recordarle a su nueva empleada. Él no creía que su nueva contratación se desempeñaría bien. Tenía el presentimiento de que su nueva empleada iba a ser nada más que un problema para él. Lo mejor para ambos sería simplemente despedirla.
Sabía que su padre se enfadaría, pero tendría que
apoyarlo.
Mientras estaba de pie en el umbral de las puertas que conectaban sus oficinas, luchó consigo mismo al recordar su expresión inocente, tan abierta y legible.
Con una firme resolución, él se irguió y dio la espalda a la habitación, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él.
Estaba en control de sus emociones, y no había forma de que una extraña se metiera bajo su piel.
Las mujeres iban y venían en su vida, sirviendo a un propósito esencial, y saliendo sin hacer ruido. Su nueva empleada no iba a conseguir la ventaja y el control de cualquier parte de él, ciertamente no de sus emociones.
Con esa determinante resolución, se acercó a su escritorio y cogió un archivo. Tenía mucho trabajo para terminar esa noche. Él se recostó en su sillón y comenzó a leer un archivo, quedándose dormido antes de que se diera cuenta.
Eso no era inusual. Él dormía en la oficina tanto como lo
hacía en su propia casa.
Pedro pasaba a menudo las noches en la oficina después de quemarse las pestañas. Siempre había puesto al trabajo por delante de cualquier placer.
Él había sabido desde muy joven que iba a hacerse cargo de la empresa familiar. Estaba en su sangre.
El último pensamiento de Pedro, antes de sucumbir al sueño, fue el de unos vivos ojos verdes llenos de hambre.
Cuando sus manos se tocaron, Pedro sintió una oleada de
adrenalina a través de su cuerpo, dirigiéndose directamente a su ingle. Él le apretó la mano, tirándola un poco, no lo suficiente como para botarla, pero lo suficiente para que ella lo sintiera. No le gustaba esta repentina atracción instantánea, ni un poquito.
Era hermosa, sí, pero también lo fueron muchas otras mujeres que estuvieron con él, aunque ninguna tenía el poder de electrificarlo con un simple toque.
Lo que acaba de ocurrir con Paula era una novedad para él.
Una mirada llena de emociones cruzó el rostro de Paula, Pedro se vio fascinado por sus expresiones.
Él era conocido por su habilidad para leer a una persona.
Era la forma en que tuvo tanto éxito en el mundo corporativo.
La mujer parecía estar pasando por una gran variedad de emociones, desde nerviosismo al deseo y todo lo que ella hacía era mirarlo. Él quiso acercarse más, apretarla contra él, y besar esos deliciosos labios rosados, pero de alguna manera se las arregló para alejar esos pensamientos.
Había trabajo que hacer, un trabajo importante. Desde luego, no tenía tiempo para jugar con aquella mujer, obviamente inocente.
Lentamente, Pedro se volvió hacia Esther, liberando la mano de Paula al mismo tiempo.
—Cuando tu invitada se vaya, pasa a mi oficina y agarra el papeleo en mi escritorio. Tengo varias cartas que necesito que envíes hoy, y unas cuantas otras tareas que quiero que estén listas antes de las cinco.
—¿No has hablado con tu padre,Pedro? —preguntó Esther, deteniéndolo.
—¿Hablar sobre qué?
—Les he enviado mi renuncia el mes pasado, y tu padre dijo que quería contratar a una asistente nueva —indicó.
—Te dije en ese entonces que yo necesitaba que te quedaras por más tiempo. Supuse que el asunto estaba resuelto —dijo con demasiada dureza.
—Pedro, no te atrevas a usar ese tono de voz conmigo. No lo olvides, te he visto correr con nada más que un pañal. Sabías que cuando tu padre se jubiló estaría dejándote tan pronto como pudiera, y que me quedé para asegurarme de que tuviéramos una transición sin problemas, pero ahora es mi turno para jubilarme. Me encanta esta empresa, pero, al igual que tu padre, creo que a veces lo mejor es seguir adelante con las cosas y traer una nueva generación.
—Lo siento por el malentendido. ¿Puedes trabajar un mes más para que pueda encontrar un reemplazo adecuado para que tome tu posición? Voy a doblar tu salario, sabiendo que es un inconveniente —declaró él, tratando de olvidar que Paula estaba en la habitación.
—Tu padre ya realizó las entrevistas, y Paula es tu nueva ayudante. La he estado entrenando toda la mañana, y está haciendo un trabajo extraordinario —finalizó Esther y le dio unas palmaditas en la mano de Paula.
Su mirada se volvió de inmediato a la mujer en cuestión, la única que lo había encendido con nada más que el toque de sus dedos. No había forma posible de que pudiera trabajar para él, ni siquiera una oportunidad.