miércoles, 4 de marzo de 2015
CAPITULO 1
Puedes hacer esto. Entrar por allí con total confianza. ¿A quién le importa si esta familia es más valiosa que Bill Gates y Donald Trump juntos? Fuiste contratada para este puesto, y necesitas este trabajo.
Ellos obviamente vieron algo en ti, así que mantén la frente en alto.
Paula Chaves continuó dándose una conferencia a sí misma en el ascensor durante el largo paseo hasta el vigésimo-quinto piso de la Compañía Alfonso. Sintió que se formaban nudos en su estomago a medida que se adentraba cada vez más en el mundo corporativo.
Se cepilló el mechón de pelo dorado que escapó de su rostro, más por nerviosismo que por necesidad. Se consideraba de apariencia promedio, y trataba de restar importancia a los rasgos atractivos que le habían sido dados.
Ella quería ser respetada… no codiciada, al igual que su madre.
Tenía el pelo largo y aún no encontraba la voluntad suficiente para cortarlo, aunque al fin y al cabo, siempre lo colocaba en un moño poco favorecedor.
Ella siempre ocultó sus curvas al mundo. Había sido bien dotada, en lo que un ex-novio había llamado en “todos los lugares correctos”. Sus ojos verdes mostraban todas las emociones que estaba sintiendo, y por mucho que lo intentara, no conseguía eliminar lo que ella consideraba un defecto fatal.
Todavía no podía creer que hubiera sido contratada como secretaria ejecutiva de Pedro Alfonso. Todos los que vivían dentro de un radio de mil millas alrededor de Seattle, Washington, sabían quiénes eran los Alfonso.
Su empresa tenía muchas divisiones diferentes, que requerían mucho personal. Trataban de todo, desde la construcción y la agricultura de alta gama a las adquisiciones corporativas. Aunque su sede era en los Estados Unidos, hacían negocios en todo el mundo, y estaba emocionada por ser parte de todo eso.
Su empleo era en la oficina principal, trabajando para el reciente presidente,Pedro Alfonso.
Lo único que ella realmente sabía era que se había hecho cargo de la posición de su padre hace un año.
Aunque ella se había graduado con honores, recién acababa de salir de la universidad y se sentía un poco abrumada por la perspectiva de trabajar para un hombre tan poderoso. Ella aún no conocía a Pedro, sin embargo,conocía a su padre.
Originalmente había conocido a Horacio en una feria universitaria hacia el final de su último año de la Universidad.
Él le había dado su tarjeta y le dijo que le llamara después de su graduación. Lo había hecho, y la puso en una entrevista más rápido de lo que esperaba.
Mientras continuaba el largo viaje en el ascensor, su mente retrocedió a la semana anterior, cuando había sido entrevistada para el puesto de trabajo.
Paula respiró profundamente mientras salía del taxi, alzando la vista hacia la enorme casa que estaba frente a ella. Antes de que pudiera parpadear, el auto amarillo se alejó, dejándola congelada en los primeros peldaños de la extensa escalera de cemento. No había vuelta atrás, ahora.
Ella subió lentamente los escalones y se acercó a la puerta, que era lo suficientemente grande como para que pasara un camión a través de ella.
Parecía que al Señor Alfonso le gustaba hacer las cosas a una escala mucho mayor que una persona promedio.
Tocó el timbre, aunque él debía saber que ella ya estaba allí ya que había abiertos las rejas de la entrada para la entrada del vehículo.
En cuestión de segundos, la puerta fue abierta por un señor mayor, quien por suerte, estaba sonriendo.
—Hola, soy Paula Chaves. Tengo una cita con el Señor Alfonso.
—Buenos días, Señorita Chaves. Es un placer conocerla. Por favor, sígame hasta la sala de estar, donde el Señor Alfonso se le unirá en breve — ofreció el hombre.
Paula asintió, y siguió sus pasos rápidos mientras la conducía a través de la asombrosa casa. Ella no podía dejar de mirar a su alrededor mientras sus pasos resonaban en las paredes.
La casa estaba llena de lujos, desde los maravillosos pisos de mármol hasta las invaluables obras de arte que adornaban las paredes. Cuanto más caminaba, más fuera de lugar se sentía. No podía entender cómo alguna vez siquiera pensó que podría hacerse cargo de un empleo tan prestigioso como trabajar para una corporación multi-millonaria. Pasaron a través de un conjunto de puertas dobles de gran tamaño, y Paula miró alrededor de la tibia habitación mientras sus hombros se relajaban. Había una chimenea tan grande que literalmente podría caminar dentro de ella, estaba ardiendo y olía a cedro, dándole a la habitación una calidad reconfortante. Aunque la habitación estaba bien iluminada, las lámparas eran de una tonalidad suave, por lo que la habitación era increíblemente acogedora.
—¿Quiere algo para tomar mientras espera?
Paula negó con la cabeza y le dio una pequeña sonrisa al hombre. No quería parecer grosera.
—Adelante, póngase cómoda en la sala de estar. Le informaré al Señor Alfonso que usted ha llegado.
Antes de que Paula pudiera responder, él se fue, dejándola cerca de la entrada. Finalmente logró que sus pies respondieran a su cerebro, y se acercó al cómodo sofá. Se dejó caer en el cuero suave y se echó hacia atrás.
No tuvo que esperar demasiado tiempo, ya que una voz retumbante la hizo sentarse recta, asustándola. Ella estaba agradecida de no haber aceptado la bebida o la hubiera derramado toda sobre sí misma.
—Buenos días, señorita. Chaves. Lamento haberla hecho esperar. A veces, es difícil colgar el teléfono —dijo Horacio.
—No he estado esperando demasiado tiempo, Señor Alfonso. Gracias hacerme una entrevista tan pronto. Realmente lo aprecio. —Paula se levantó del sofá, y se adelantó para estrechar su mano.
—El placer es todo mío. Ahora, dejemos las formalidades de lado. Llámame Horacio, por favor —dijo él, mientras le ofrecía su mano.
Paula sintió como si estuviera atrapada antes de que un tren se aproximara.
No sabía cómo reaccionar. No podía ser grosera, pero se sentía incómoda llamándolo por su nombre de pila. Ella tomó su mano.
—Gracias. Puede llamarme Paula —respondió finalmente ella, decidiendo simplemente no llamarlo por ningún nombre.
—Ahora que dejamos las formalidades de lado, vamos a sentarnos y charlar ¿Te han ofrecido algo de beber?
—Sí, pero no necesito nada. —Ella no creía que fuera capaz de tragarse nada con el nudo de nervios dentro de su garganta.
Horacio la invitó a sentarse nuevamente en el sofá, lo que hizo rápidamente, así podría descansar sus temblorosas piernas. Él se sentó en una silla frente a ella, y luego posó sus ojos azules en ella. El hombre era bastante intimidante, más de seis pies de altura, con los hombros más amplios que recordaba haber visto.
Tenía el pelo de color blanco nieve, un bigote bien recortado y una blanca barba. De hecho, era bastante guapo para un hombre que debía tener unos cincuenta años, al menos.
—Me quedé impresionado con tu hoja de vida durante la feria de trabajo en la Universidad. Si mal no recuerdo, has tenido trabajos regulares desde que tenías catorce años, entonces trabajaste a tiempo completo durante toda tu escolaridad, ¿correcto? ¿Cómo te las arreglas para regular el tiempo y mantener estos niveles impresionantes?
—Siempre he creído en el trabajo duro. Me aseguré de no sobrecargarme con tareas y tomé mis clases un poco más tarde en la mañana, para poder coger el ritmo de los turnos en mis trabajos. No quería graduarme con una gran deuda —dijo Paula, feliz al saber que había hecho exactamente eso, y que estaba más o menos libre de la deuda.
—Muy impresionante, Paula. Tu hoja de vida dice que te graduaste con un título en finanzas empresariales con especialización en relaciones públicas. ¿Cuáles son tus planes para el futuro?
—No he tenido mucho tiempo para pensar acerca de dónde quiero estar en diez años, pero mi objetivo siempre ha sido conseguir un empleo en una gran corporación, como la suya, y trabajar para conseguir mis planes. Sé que no es una tarea fácil, pero aprendo muy rápido, y no tengo miedo de trabajar duro o durante extensos horarios. Voy a hacer lo que sea necesario para aprender todo lo que necesito para ser un gran complemento a su empresa.
—¿Qué pasa con el matrimonio y los bebés? —preguntó él, sin apartar la mirada de sus ojos.
Paula sintió que sus mejillas se enrojecieron debido a la pregunta. Ella sabía que la mayoría de las grandes empresas tenían miedo de contratar a mujeres jóvenes debido al hecho de que a veces se casaban, y luego
necesitaban tiempo libre para tener hijos y cosas así. Ella no quería mentir, pero sabía que por su respuesta podía perder el trabajo.
—No estoy con nadie en este momento, pero estaría mintiendo si dijera que no quiero que eso suceda. Finalmente, si me interesa tener hijos, tanto si lo hago de la manera tradicional o a través de la adopción. Siempre he querido ser madre, pero puedo garantizarle que no dejaría que nada afecte mi rendimiento en el trabajo. Sé cual es el precio de tener un empleo seguro, y no puedo ser una gran madre sin tener un hogar sólido para mi hijo — respondió ella. Sabía que él no la conocía, pero podía obtener cartas de recomendación. Ni una sola vez había tomado un día libre por enfermedad en el trabajo y sus tareas de la escuela siempre habían sido entregadas a tiempo, si no antes del tiempo establecido.
Horacio continuó observándola durante mucho tiempo, tanto así, que a ella le dieron ganas de moverse inquietamente en su asiento. Con mucha voluntad, se quedó quieta mientras esperaba su respuesta.
—¿Tienes familia o amigos cercanos dispuestos para ayudarte?
Paula se sorprendió por sus preguntas. Nunca antes había tenido una entrevista con tantas preguntas personales.
Estaba perdiendo el control de la situación. Tenía todas las respuestas para las preguntas de una entrevista típica, pero no para las cosas que le estaba preguntando. Ella no quería que nadie supiera las verdaderas circunstancias de su vida personal.
—Tengo algunos amigos, pero no tengo familia aquí —respondió finalmente, sintiéndose segura y satisfecha con la elección de sus palabras. La realidad era que no tenía familia, y punto.
Horacio comenzó a hacer algunas preguntas más relacionadas con el trabajo y ella se relajó, segura en su conocimiento del mundo de los negocios. Había estudiado mucho, y ocupaba el poco tiempo libre que tenia para investigar a las grandes corporaciones, sabiendo que quería un trabajo de salario alto cuando se graduara.
Sus objetivos reales incluían un trabajo sin parar durante varios años, en los cuales ahorraría cada centavo extra que pudiera, así podría formar una familia. Había estado sola desde que era una niña, y no quería morir de esa manera.
Lo que Paula no sabía era que Horacio ya había verificado exhaustivamente todos sus antecedentes, sabía que era huérfana, y tenía ideas mucho más grandes en mente que sólo un puesto de asistente ejecutiva. Él estaba buscando una potencial nuera.
—Paula, ha sido un verdadero placer hablar contigo hoy. Eres mi última entrevista, así que con seguridad puedo decirte que el empleo es tuyo si te gusta.
Paula miró de vuelta a Horacio en completo estado de shock.
Ella no había esperado oír nada sobre el empleo durante al menos una semana, por lo que se encontró sin palabras. Él sonrió mientras esperaba a que ella recobrara la compostura.
—Uhm... gracias, señor Alfonso. Yo... Por supuesto, me quedo con el trabajo —tartamudeó ella, olvidándose por completo de su solicitud de llamarlo por su nombre de pila.
—Eso es grandioso. Bienvenida a la Corporación de la familia Alfonso...
Paula regresó de nuevo a la realidad cuando el ascensor sonó anunciando su llegada.
No estropees este trabajo, Paula.
Si todo sale bien, podrías tener ese hijo. Podrías estar completamente segura dentro de un año.
Con sus últimas palabras de ánimo a sí misma, ella respiró hondo y esperó a que se abrieran las puertas.
Cuando llegó al piso veinticinco, estuvo paralizada momentáneamente por el miedo. Era la oficina más hermosa que jamás había visto. Las puertas daban paso a un vestíbulo enorme, con una mesa redonda de madera de cerezo. Detrás del escritorio había una rubia impresionante, quien parecía ser mucho más eficiente de lo que Paula esperaba ser. Columnas de mármol blanco flanqueaban la puerta de entrada, la que llevaba a las oficinas.
Exquisitas pinturas colgaban de las paredes, añadiendo una profundidad de colores cálidos. En la esquina había un área con muebles de cuero y una mesa de café. Una lámpara araña que actuaba como pieza central se elevaba por el techo. Se sentía cada vez más anticuada e inadecuada mientras avanzaba por la habitación.
—¿Puedo ayudarle? —le preguntó la mujer a Paula.
Paula salió de su parálisis temporal y caminó hacia ella.
—Sí, soy Paula Chaves. Soy la nueva secretaria ejecutiva para el señor Alfonso. Empiezo hoy —concluyó ella con la máxima confianza que pudo reunir.
La mujer la miró fijamente durante un momento antes de tomar el teléfono.
—Señor Alfonso, tengo a Paula Chaves aquí, dice que es su nueva secretaria ejecutiva. —Hizo una pausa por unos momentos—. Está bien… Sí, señor.
Colgó el teléfono y se volvió hacia Paula.
—El señor Alfonso dice que ya cuenta con una secretaria ejecutiva y que no ha contratado a nadie nuevo. También dijo que si usted es una reportera tratando de averiguar acerca de alguna historia sobre su familia, todas sus respuestas son “sin comentarios”. —Miró con desdén a Paula y luego dijo—: Que tenga un buen día, señora Chaves.
Ella no le dio a Paula otra mirada. Ella se volvió hacia su ordenador y se comportó como si Paula no estuviera en la habitación. En lo que a ella concernía, Paula fue despedida.
—Um, perdón. —Paula miró la placa de identificación de la secretaria—, Silvia, fui entrevistada la semana pasada por el señor Alfonso. Me dijo que viniera a la oficina a las ocho en punto, así que es posible que desee que pase, si sólo puedes volver a intentarlo —dijo ella un poco más potente. Silvia alzó la mirada, como si le impactara mucho que la mujer inquietante todavía siguiera allí.
En ese momento, sonó el ascensor y entró una mujer mayor sonriendo a través de sus ojos azules.
—Tú debes ser Paula. Lo siento, llegué tarde. Me quedé atrapada detrás de un accidente de autos —dijo la mujer mientras se acercaba—. Mi nombre es Esther, y voy a estar trabajando contigo esta semana… una vez que estés capacitada, estarás por tu cuenta.Horacio me llamó y me hizo saber que encontró mi reemplazo perfecto —dijo con humor en su voz.
Paula respiró hondo, y sintió alivio al saber que el trabajo no estaba sólo en su imaginación.
—Es muy bueno conocerte, Esther. Estaba un poco nerviosa cuando Silvia dijo que no tenía trabajo —concluyó ella, sin siquiera mirar a la secretaria.
Esther miró a la mujer en cuestión con desaprobación.
—Ella contesta los teléfonos aquí temporalmente y no sabía que me estoy retirando. Lo siento por la falta de comunicación —dijo Esther. Era obvio que no había amor entre ellas dos.
—Camina conmigo, y te voy a mostrar tu nueva oficina mientras te hablo un poco acerca de la historia de esta maravillosa compañía. El edificio original fue creado hace poco más de cien años atrás, pero la ciudad ha crecido y muchas instalaciones han sido añadidas desde entonces. El abuelo de Horacio, Benjamín, comenzó la Corporación Alfonso con poco más que una oración y unos pocos dólares. Como estoy segura que tú sabes, su trabajo duro valió la pena. Ahora somos una empresa a nivel mundial, con oficinas en todos los Estados y en todo el mundo.
Horacio fue el próximo Director Ejecutivo electo después de la muerte de Benjamín, pero su hijo, Pedro, se hizo cargo del puesto el año pasado, y sin duda seguirá sus pasos. Él es un hombre brillante, y estoy segura de que te encantará trabajar para él.
—Tengo que ser honesta, todo esto es un poco abrumador. Quiero decir, la historia de esta familia rica, la cantidad de negocios que tienen, incluso el edificio en sí. No sé cómo un hombre hace un seguimiento de todo —dijo Paula con asombro.
—Oh, se necesita un equipo completo, cariño, créeme. No te pongas nerviosa por nada. La forma de mantener la cordura en este lugar caótico es simplemente hacer una tarea a la vez. Mira la imagen más pequeña, y antes de que te des cuenta, el día terminara y habrás logrado mucho más de lo que imaginabas —le aseguró Esther.
Caminaron por el pasillo y a través de una puerta de roble grande hacia una oficina masiva. ¿Era todo en el edificio hecho a una escala mucho más grande que una casa normal? Había ventanas del-piso-al-techo contra la pared del fondo, dejando entrar el brillo de luz de la mañana. Ella
agradeció la luz natural.
En el centro de la habitación había una enorme mesa de tres lados. En la superficie había una computadora de último modelo. Había cajas en el suelo. Dos sillas fueron puestas delante de la mesa, y un sillón grande detrás de éstas.
Una biblioteca ocupaba la mayor parte de la pared, los estantes alineados de arriba a abajo con un montón de títulos.
Paula esperaba que no le hicieran leerse todos los libros en un período corto de tiempo. Esperaba que sólo estuvieran allí, ya sea por decoración o para cuando se necesitara una respuesta específica. Aunque, gracias a la internet, podría buscar todo lo que necesitara mucho mas rápido.
La luz natural inundó la habitación desde el suelo hasta las ventanas del techo alineadas en la pared del fondo, detrás del escritorio. Paula estaba agradecida por las ventanas descubiertas, si se estresaba demasiado, podría tomar un minuto para admirar a la increíble ciudad de Seattle, así su estrés disminuiría. Realmente era una oficina ideal.
—Entra. Entra. Toma asiento. Te voy a mostrar lo que necesitas para empezar y, antes de que te des cuenta, serás excelente por tu cuenta, y no necesitarás mi ayuda —dijo Esther amablemente.
—Tengo mis dudas acerca de esto, pero me alegro de que sea usted la que me entrene. Es muy agradable.
—Gracias, Paula. ¿Te importa si te llamo por tu nombre de pila? Nunca he sido buena con las formalidades. Siento que un entorno de oficina debe ser agradable, y que realmente debemos saber con quiénes trabajamos, eso hace una gran diferencia. Horacio se convirtió en un querido amigo mío, al igual que su bella esposa, Ana. He visto crecer a sus hijos en apuestos jóvenes, y he sido tratada como parte de su familia. Es algo muy bueno, también, porque hay semanas en que verás mucho más esta oficina que tu propio hogar.
Necesitarás una relación de trabajo saludable con tu jefe.
—Me encantaría mantener un clima informal. Horacio me dijo lo mismo durante la entrevista, y no sabía cómo responder, pero estoy empezando a ver que este lugar no es lo que yo pensaba que sería. Me esperaba una plantilla rígida y trabajo sin fin —dijo Paula. Hasta se dio cuenta de lo que dijo, y rápidamente trató de corregirlo.
—Yo no estaba tratando de decir que el trabajo duro es malo, o ser profesional es algo negativo. Yo sólo…
—No es necesario dar explicaciones, Paula —interrumpió Esther—. Entiendo exactamente lo que estás diciendo. Antes de que yo tuviera la suerte de conseguir un trabajo con Horacio, trabajé para una gran inmobiliaria en el otro lado de la ciudad. El jefe era grosero conmigo y con sus clientes, nunca sonreía a nadie, y no se preocupaba por las personas que trabajaban para él. Él sólo se preocupaba por sus ganancias. Hay una gran cantidad de empresas como esa, pero esta no es una de ellas. Ellos esperan mucho de ti, pero también están dispuestos a compensar el trabajo. Ellos tratan a su personal, desde las posiciones más bajas a las
más altas, con respeto. Los beneficios son casi alucinantes, pero pronto te darás cuenta. Ellos ahorran mucho dinero al tener un índice de rotación de trabajadores muy bajo, y casi nunca sufren en las finanzas, ya que tienen una oferta de negocios para el cliente muy valorada en todas las áreas de la compañía. Incluso en tiempos económicos difíciles, no sólo sobreviven, sino prosperan.
Paula se relajó mientras escuchaba a Esther. La mujer debería ser una reclutadora para la corporación, aunque no necesitaran una. Antes de ese momento, Paula no se había dado cuenta de lo afortunada que era al haber conseguido ese puesto de trabajo. No importaba, sin embargo. Ella iba a
trabajar duro, no importa cuanto, no había otra manera.
Las dos mujeres trabajaron juntas el resto de la mañana.
Paula se sentía un poco abrumada, pero disfrutaba de la compañía de Esther y estaba cogiendo el ritmo de algunas de las tareas que estaba haciendo. Además, ella realmente disfrutaba de la compañía de Esther. Ellas trabajaron muy bien juntas, y a Paula le hubiera gustado tener más de una semana de entrenamiento con ella. Paula no tenía madre y tendía a disfrutar de la compañía de las mujeres mayores, especialmente cuando eran amables y solidarias
Esther dejó que Paula trabajara en un proyecto mientras ella limpiaba el correo electrónico. Paula se alegró al descubrir que era capaz de hacer la tarea asignada sin pedir ayuda.
Se sentaron en un silencio cómodo, y trabajaron durante un par de horas antes de ser interrumpidas.
—Esther, necesito esos informes, por favor, y, ¿puedes cancelar mis citas para el resto del día? Tengo que ir a casa de mi padre. —Paula alzó la vista mientras el hombre más impresionante que jamás había visto entró por la puerta. Él estaba mirando un papel que tenía en la mano, lo que le dio tiempo para observarlo secretamente desde la cabeza hasta los pies.
Lo primero que notó fue su estatura. Tenía que ser por lo menos de un metro noventa, con amplios hombros. Los músculos ágiles que se podían ver perfectamente, incluso a través de su traje de negocios oscuro, obviamente hecho a la medida, lo que claramente acentuaba su bronceado dorado. El conjunto se completaba con una corbata floja, que lo hacia lucir como si acabara de salir de la portada de la revista GQ.
Tenía el pelo castaño oscuro y parecía como si hubiera estado corriéndole la mano toda la mañana. Luego de unos segundos, él por fin levantó la mirada, y sus profundos ojos azules observaron a unos asustados ojos verdes.
—Lo siento, Esther. No me di cuenta de que había un cliente aquí. Hola. Soy Pedro Alfonso —terminó él y le tendió la mano a ella.
Paula descubrió que no podía hablar, y lo vio levantar las cejas inquisitivamente. Su rostro se volvió una sombra agradable de color rojo, y entonces finalmente rompió el contacto visual.
Ella salió de su trance, dándose cuenta de que la estaba esperando para presentarse, por lo que se levantó para darle la mano.
—Hola, soy Paula Chaves.
Paula se quedó completamente paralizada en el lugar donde estaba cuando sus dedos se cerraron alrededor de los de él, quedándose sin aliento.
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