miércoles, 4 de marzo de 2015

CAPITULO 2






Cuando sus manos se tocaron, Pedro sintió una oleada de
adrenalina a través de su cuerpo, dirigiéndose directamente a su ingle. Él le apretó la mano, tirándola un poco, no lo suficiente como para botarla, pero lo suficiente para que ella lo sintiera. No le gustaba esta repentina atracción instantánea, ni un poquito.


Era hermosa, sí, pero también lo fueron muchas otras mujeres que estuvieron con él, aunque ninguna tenía el poder de electrificarlo con un simple toque.


Lo que acaba de ocurrir con Paula era una novedad para él.


Una mirada llena de emociones cruzó el rostro de Paula, Pedro se vio fascinado por sus expresiones.


Él era conocido por su habilidad para leer a una persona. 


Era la forma en que tuvo tanto éxito en el mundo corporativo. 


La mujer parecía estar pasando por una gran variedad de emociones, desde nerviosismo al deseo y todo lo que ella hacía era mirarlo. Él quiso acercarse más, apretarla contra él, y besar esos deliciosos labios rosados, pero de alguna manera se las arregló para alejar esos pensamientos.


Había trabajo que hacer, un trabajo importante. Desde luego, no tenía tiempo para jugar con aquella mujer, obviamente inocente.


Lentamente, Pedro se volvió hacia Esther, liberando la mano de Paula al mismo tiempo.


—Cuando tu invitada se vaya, pasa a mi oficina y agarra el papeleo en mi escritorio. Tengo varias cartas que necesito que envíes hoy, y unas cuantas otras tareas que quiero que estén listas antes de las cinco.


—¿No has hablado con tu padre,Pedro? —preguntó Esther, deteniéndolo.


—¿Hablar sobre qué?


—Les he enviado mi renuncia el mes pasado, y tu padre dijo que quería contratar a una asistente nueva —indicó.


—Te dije en ese entonces que yo necesitaba que te quedaras por más tiempo. Supuse que el asunto estaba resuelto —dijo con demasiada dureza.


—Pedro, no te atrevas a usar ese tono de voz conmigo. No lo olvides, te he visto correr con nada más que un pañal. Sabías que cuando tu padre se jubiló estaría dejándote tan pronto como pudiera, y que me quedé para asegurarme de que tuviéramos una transición sin problemas, pero ahora es mi turno para jubilarme. Me encanta esta empresa, pero, al igual que tu padre, creo que a veces lo mejor es seguir adelante con las cosas y traer una nueva generación.


—Lo siento por el malentendido. ¿Puedes trabajar un mes más para que pueda encontrar un reemplazo adecuado para que tome tu posición? Voy a doblar tu salario, sabiendo que es un inconveniente —declaró él, tratando de olvidar que Paula estaba en la habitación.


—Tu padre ya realizó las entrevistas, y Paula es tu nueva ayudante. La he estado entrenando toda la mañana, y está haciendo un trabajo extraordinario —finalizó Esther y le dio unas palmaditas en la mano de Paula.


Su mirada se volvió de inmediato a la mujer en cuestión, la única que lo había encendido con nada más que el toque de sus dedos. No había forma posible de que pudiera trabajar para él, ni siquiera una oportunidad.



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