domingo, 15 de marzo de 2015

CAPITULO 43




Pedro se quedó justo donde estaba, mirándola salir, disfrutando el meneo de sus caderas con cada paso que daba mientras se alejaba.


Rayos, era tan sensual, y a él no le importaría pasar una noche entera con ella. Su cuerpo había respondido con el mismo entusiasmo a su tacto y sabía que ella estaba tan molesta como él. Todavía no había terminado con Paula Chaves… era solo que ella no se daba cuenta, todavía, cuando él decidía que quería algo, siempre lo obtenía. Su negación era como una bandera roja para un toro. Al terminar la noche, estaría en su cama. Él necesitaba un trago, o todos en el salón sabrían que efecto ella tenía sobre él y lo mucho que la deseaba.



*****


Paula ordenó un Martini y se lo devoró, tratando desesperadamente de calmar sus nervios. Ese hombre debería llevar pegado a él un anuncio de peligro. Sus piernas estaban débiles por el deseo y su respiración todavía no se normalizaba. Se iría de ahí tan pronto como fuera educadamente aceptable. Paula comenzó a sentir como si el salón se estuviera estrechando y encerrándola, así que salió por las puertas del patio, y casi la levanta una fuerte ráfaga de viento. Soplaba tan fuerte que le quitó el aliento. Se quedó parada en la tormenta por unos cuantos minutos y miró como los rayos tajaban el cielo. Amaba el clima adverso. Su familia pensaba que estaba loca porque todos los demás corrían por refugio, y ella tomaba una silla para mirar el espectáculo. Disfrutaba el olor, las imágenes, sonidos y la emoción de una gran tormenta.


Después de unos minutos, el viento empeoró y decidió que entraría antes de que luciera como si hubiera paseado en un tornado. Regresó por las puertas, inconsciente de que Pedro la había visto salir y regresar



*****


Si no hubiera regresado cuando lo hizo, habría ido por ella. 


Cuando entró por las puertas, él solo tenía ojos para ella. 


Lucía más hermosa que nunca. Algunos de sus cabellos se habían escapado de su cabello recogido y sus mejillas estaban ruborizadas. Parecía como si acabara de salir gateando fuera de su cama después de una noche de hacer el amor.


Trató de no pensar en ella, o mirarla, pero su mirada continuaba buscándola. Rechazó a muchas mujeres, que hicieron más que claro que estarían dispuestas a calentar su cama esa noche. Él solo quería a una mujer para hacer eso y el resto de las mujeres en la sala palidecían en comparación con ella.



*****


Paula conversó un poco con muchas personas, y por el siguiente par de horas, solamente estuvo escuchando la mitad. Su cabeza comenzó a sentirse confusa por el número de bebidas que estaba consumiendo. Por lo regular sólo tomaba un trago o dos a lo mucho. No le gustaba alterar la
realidad, pero esa noche era diferente, y necesitaba algo de valentía liquida para poder llevar la noche. Pedro parecía encontrarla sin importar donde estuviese y sus ojos conectaron durante toda la noche. Notó a mujeres tratando de captar su atención, pero las alejó, una tras otra. Finalmente, con media hora para irse, llevó a una mujer a pista de baile y se quedó con ella.


Paula se sorprendió por los ligeros celos que sintió cuando la mujer echó su cabeza hacia atrás riendo.


Paula trató de decirse a sí misma que eso era algo bueno. 


Ella no era para una sola noche, y Pedro tampoco era el tipo de persona que acepta estar en una relación con compromiso. De todos modos ella no estaba buscando eso. Algún día sentaría cabeza, pero sería un problema encontrar a alguien que quisiera estar con ella, y no con lo que su padre le pudiera dar.


Finalmente tuvo suficiente de la fiesta y decidió terminar hasta ahí la noche y dirigirse a su habitación. Se dirigió hacia los elevadores. Era hora de dormir y descansar de esa noche, y después irse del hotel y de Pedro tan lejos como le fuera posible.


Las puertas del elevador estaban a punto de cerrarse. 


Aceleró el paso y gritó:
—Por favor detengan las puertas. —Sintió alivio al ver que una mano las detenía.


—Gracias —dijo sin aliento.


Entró al elevador, mirando al suelo para evitar tropezarse con su largo vestido. Cuando se cerraron las puertas, finalmente levantó la mirada, notando quien era el otro ocupante. Temió por su débil fuerza de voluntad cuando sus ojos se engancharon con los de Pedro.


Se alejó rápidamente de él, hasta la esquina más alejada del elevador.


Llegaría a su piso en cualquier momento y después estaría agradecidamente sola en su habitación. Él mantuvo los ojos en ella, haciéndola sentir incómodamente consiente que estaban solos en un espacio muy pequeño.


Miraba a todos lados menos a él, sabiendo que sus ojos todavía estaban enfocados en ella. Se imaginó que debía parecer un desastre; había consumido mucho alcohol y algunos de sus cabellos se habían soltado por el viento y se reusaban a cooperar, cayendo por toda su cara. Cuando pensó que el silencio no se podía poner más incómodo, hubo un parpadeo de luces, y el elevador se detuvo bruscamente, seguido por oscuridad. Después, no hubo nada. No había música a través de los altavoces, ni luz, ni siquiera de los botones.


Paula podía sentir su corazón latir tan fuerte que estaba segura que Pedro podía escuchar el sonido que hacía al topar con sus costillas.


—¿Paula estás bien? —le preguntó—. No eres claustrofóbica, ¿verdad?


Tomó dos profundas bocanadas de aire antes de decir:
—No le temo a los espacios pequeños, pero tampoco me gusta mucho la oscuridad. —Estaba tratando de ser valiente, pero los segundos pasaban, y la oscuridad se sentía como si la fuera a encerrar. Para añadirle a su miedo, estaba el pensamiento de cables reventándose, jalándola a ella y a él a la muerte.


No tendría pánico. Las luces regresarían en cualquier momento, y el elevador continuaría avanzando, regresándola sana y salva a su piso y sacándola de ese apagón. Continuó contando en su cabeza. Llegó hasta el veinte cuando sintió la mano de Pedro en su brazo.


Saltó con su tacto. De verdad estaba tratando no estar asustada, pero la oscuridad lo consumía todo.


—Todo va a estar bien. Esto terminará en cualquier momento. Los edificios tienen planes de contingencia para cuando sucede este tipo de cosas —trató de consolarla.


—No entiendo por qué no hay ningún ruido —dijo con voz temblorosa.


—Estamos más o menos por el cuarto piso, así que no habría ningún ruido proveniente de la recepción —razonó—. Me pregunto qué sucedió.


—Salí durante la noche y había una tormenta bastante espectacular.
Se debió de haber caído un cable de luz —dijo. Hablar con él estaba haciendo desaparecer algo de su miedo y el tacto en su brazo le hizo saber que no estaba sola.


—Tocaré la pared para encontrar el teléfono y ver si puedo contactar a alguien en la línea. Necesitan saber que estamos aquí y descubriré que está sucediendo —explicó antes de soltarle el brazo.


Tuvo que luchar contra sí misma para no ir tras él y tomarlo.


Se hundió en el suelo y abrazó sus rodillas trayéndolas a su pecho.


Ahora estaba agradecida de haber tomado unos cuantos tragos extras porque era lo único que calmaba sus nervios.


—No contestan el teléfono. —La voz de Pedro la sobresaltó—. Vamos a tener que esperar, pero no te preocupes, los elevadores son extremadamente seguros y no les tomará mucho tiempo rescatarnos.


Su voz se acercó y después su pie chocó contra las costillas de Paula.


Dejó escapar grito ahogado.


—Lo siento, ¿estás bien? —Pedro se dejó caer sobre sus rodillas y comenzó a frotar las manos desde sus piernas hasta su costado. Los pulmones de Paula explotaron con un jadeo, mientras la inundaba el calor en su interior.


—Estoy bien, de verdad, apenas me tocaste —dijo con voz ronca.


Pareció que él se dio cuenta de lo que estaba haciendo porque sus manos temblaron de repente y luego las quitó. 


Ella dio otro suspiro, no estaba segura si de alivio o de desilusión.



*****


Pedro podía escuchar la ronquera en su voz y eso le hizo sentir una patada en el intestino. La deseaba tanto y ahora estaban solos… en la oscuridad... para quién sabe cuánto tiempo. Si no mantenía su distancia, no se haría responsable de lo que sucedería después.


—¿Cuánto tiempo crees que va a tomar para que nos saquen? — preguntó ella, tratando de llenar el silencio.


—No va a tomar mucho tiempo. ¿Has disfrutado esta noche? Creo que había medio millón de personas ahí para cuando me fui —dijo, pareciendo saber que necesitaba el consuelo de las palabras para llenar el vacío.


Ella no dijo nada durante unos instantes y empezó a preguntarse si estaba teniendo un ataque de pánico. 


Realmente, él esperaba que no. No sabía cómo tratar a las mujeres histéricas.


—Sabes, realmente son seguros Paula. Estas cosas simplemente no caen a un hueco o al fondo, como en las películas. Eso es solo la forma de Hollywood de hacer que las cosas sean emocionantes —dijo en un intento de consolarla.


Cuando todavía ella no hablaba, él se movió a su lado otra vez y apoyó sus piernas contras las suyas.


Su cuerpo pareció relajarse, y él la escucho dejar escapar un suspiro.


—Lo siento. Realmente no me gusta la oscuridad —le dijo ella finalmente—. ¿Qué haces en tu tiempo libre? —preguntó, necesitando oír el sonido de su voz.


—Me gusta viajar. Manejo la mayoría de nuestros negocios
internacionales, porque mi hermano mayor tiene mucho trabajo que hacer aquí y Marcos elegiría nunca volar si por él fuera. Yo, por mi parte, estoy feliz de estar en un país diferente cada mes. Mi padre suele tener que arrastrarme a casa —dijo con una sonrisa.


Sin embargo, él estaba notando últimamente que estaba quedándose en casa más a menudo. Había comenzado a extrañar realmente a su familia. Incluso disfrutó del tiempo que pasó como empleado en el rancho de su hermano, el pastoreo de ganado.


Un montón de cosas que una vez le había emocionado, ahora estaban empezando a perder su atractivo. Él pensó que estaba envejeciendo. Por supuesto que solo tenía treinta y dos años y no debía pensar que era un viejo.


—¿Qué hay de ti? ¿Qué es lo que hace a Paula feliz?


—Yo solía viajar mucho con mi padre, pero me aburrí de eso. Paso más tiempo en casa ahora. Hago un montón de trabajo voluntario que me mantiene bastante ocupada. He estado tomando algunos cursos en la universidad, nada importante, solo un poco de arte divertido, cocina y clases de fotografía. Tengo una maestría en negocios porque mi padre quería que me incorporara a la empresa familiar, pero no puedo estar sentada detrás de un escritorio todo el día —confesó ella.


Pedro se sorprendió al ver lo lejos que había llegado en la escuela. La mayoría de las mujeres que conocía, con la cantidad de dinero a su disposición, no sentían la necesidad de ir a la universidad. Ellas solo vivían del dinero de sus padres y el nombre hasta que se conseguían un marido rico



******


Paula se sentó allí, muy consciente de la pierna de Pedro pegada a la de ella. Ella se sintió increíblemente atraída a él, pero no importaba porque hombres como él no se fijaban en ella, excepto para un viaje rápido a la cama. 


Era demasiado sexy y masculino para ella. Ellos siempre iban tras las rubias con pechos enormes y nada de cerebro. 


El tipo de mujer como la rubia con la que lo había visto bailar esa misma tarde. El tipo de mujer que ellos consideraban un trofeo para sus brazos.


Ella no le revelaría cómo su corazón ansiaba ser amado por sí mismo y no su dinero. Quería ser deseada y ser la única cosa en la mente de un hombre. Más silencio los envolvió, haciéndola más consciente de su olor.


Sería tan fácil apoyarse en él y encontrar un poco de consuelo.


El ascensor emitió un sonido y se movió levemente. Paula dejó escapar un suspiro y luego puso sus brazos alrededor de Pedro, temblando de miedo. Iba a morir en el oscuro y pequeño espacio.


—Está bien Paula, el ascensor solo se sacudió un poco. Te prometo que no te caerás. Hay varias funciones de seguridad para todas las emergencias. Incluso si esto se cae, cosa que no garantizo, lo más conseguiríamos es un par de heridas, en el peor de los casos. No tienes nada de qué preocuparte. —Él la atrajo hacia su regazo y envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo que temblaba.


Siguió hablando en un susurro tranquilizador y le acarició desde la parte baja de la espalda, hasta el cuello y así sucesivamente. No sabía si se trataba de sus palabras o el contacto de sus manos, pero pronto ya no estaba tan asustada.


—Realmente lo siento,Pedro. Siempre he tenido miedo de la oscuridad.
Lo creas o no, todavía tengo una pequeña lámpara en mi pieza. Sé lógicamente que nada va a venir a buscarme desde la oscuridad, pero creo que he visto demasiadas películas de Stephen King cuando era una niña y se quedaron grabadas en mi mente —dijo con una ligera risa.


Comenzaron a hablar de diferentes temas, simplemente pasando el tiempo. Él no la empujó a un lado, y ella no se alejó de su regazo. Sabía que probablemente debería, pero ella sentía tanta comodidad que no podía moverse.


Mucho tiempo después, se detuvo el roce para consolarla provocando que calor líquido se deslizara en el interior de su estómago. Sus manos estaban viajando más abajo con cada pasada y con mucho más extensión en su toque.


Podía sentir cómo él tocaba los lados de sus pechos, vientre y las caderas. Ella comenzó a respirar más pesado y podía sentir a su cuerpo cada vez más excitado.


Sintió cómo su mano de deslizaba por su cuello y agarraba su cabeza.


Él le dio la vuelta y luego sus labios se presionaron contra los de ella finalmente. Ella hubiera sido capaz de creer que el calor de sus labios unidos era suficiente para chamuscar las paredes.


Su lengua se deslizó dentro de su boca y su cuerpo explotó de placer.


Nunca había sido besada con tanta avidez. La pasión en el beso no dejó ninguna duda que sería un amante fantástico. 


Sabía que necesitaba detenerlo. Ella estaba tratando de ganar la fuerza de voluntad para alejarse cuando su mano se deslizó por debajo de su falda y tocó su cadera desnuda.


La única cosa entre sus manos y su intimidad era una ligera tela, ella se sorprendió de que la tela no hubiera desaparecido ante el contacto ardiente de su cuerpo.


Sin romper el beso, él movió su cuerpo para que ella quedara a horcajadas sobre su regazo, permitiendo así que sus manos pudieran explorarla aún más. Sus manos recorrían todo el cuerpo de ella, haciéndola arquearse contra él. Podía sentir su deseo presionando contra su calor
dolorido y ella maldecía a la ropa que los mantenía separados.


Ella tuvo su propia batalla interna y se dejó sentir todo lo que él le estaba haciendo.


Él pasó la lengua desde su boca al cuello, mordiendo suavemente en donde su pulso latía con fuerza. Ella se movió contra él, mientras que él se deshacía lentamente la correa delgada de su vestido y bajaba hacia sus hombros con los labios, siguiendo el mismo proceso.


Ella sintió que el aire frío tocó sus adoloridos pechos solo unos segundos antes de que la boca él se deleitara con sus pezones endurecidos.


Echó la cabeza hacia atrás y gimió mientras una oleada de sensaciones la invadía. Él acarició a fondo a sus sensibles pechos antes de lamerlos y besó su camino de regreso a su cuello, y luego la besó otra vez.


Mientras continuaba besándola, lo sintió deshaciendo sus ropas alrededor. Por último, no había nada entre ellos y se metió dentro de ella en un empuje rápido. Ella jadeó en voz alta ante el increíble placer de sus cuerpos unidos. Él agarró sus caderas, metiendo y sacando su gran erección.


Rápidamente, ella se hizo cargo y comenzó a moverse, animada porque la respiración de él se aceleró rápidamente. 


Le sostuvo la cabeza con una mano, acercándola más, besándola, imitando los movimientos de su cuerpo con la lengua. Se llevó la otra mano a su feminidad y la acarició, enviándola por encima del borde de una explosión de placer.


Ella comenzó a temblar alrededor de él, la envistió con más fuerza dentro de su cuerpo palpitante. Agarró su espalda y empujó en ella una última vez, dejando escapar un gemido de placer cuando él derramó su semilla profundamente dentro de ella.


Paula se desplomó contra él, y ambos trataron de recuperar el aliento. Seguían unidos. Ella quedó tan satisfecha que quería simplemente apoyar la cabeza contra su pecho y dormirse en sus brazos.


Hubo otra sacudida del ascensor y las luces parpadearon. 


Ella se alejó de él, presa del pánico, y rápidamente buscó su ropa. Por suerte, él solo había tomado el tiempo sacársela en vez de arrancársela y romperla.


Ella retrocedió hasta que sintió la pared detrás de ella. Rezó mientras él se vestía.


De repente las luces se volvieron a encender y se quedaron así. Paula estaba feliz de verlo allí de pie, con la ropa puesta. Tenía una expresión de culpabilidad y arrepentimiento en su rostro. El ascensor comenzó a bajar.


Debía ser un procedimiento estándar para volver al vestíbulo después de un fallo en el elevador.


—Mira, Paula… —comenzó él cuando la puerta se abrió. 


Ella no quería oírle decir excusas acerca de cuánto lo sentía y que no la llamaría. No podía soportar ese tipo de rechazo. 


Lo que había sido increíble y maravilloso para ella había sido probablemente una decepción para él. No podía escucharle tratar de restarle importancia a lo sucedido.



******


Paula saltó del ascensor en medio de la multitud que rodeaba el vestíbulo y rápidamente se perdió de la vista de Pedro. Pensó en perseguirla, pero decidió dejarla ir. 


Nunca había sentido tanta emoción en los brazos de
una mujer. Había sido un apasionado y emocionante, y quería hacerlo todo de nuevo.


Era obvio que ella ya lamentaba lo que había pasado, así que era mejor tratar de olvidar todo el incidente y seguir adelante. Él se fue entre la multitud y se dirigió a su habitación, donde cayó en un profundo sueño.


A la mañana siguiente Pedro agarró sus cosas y se fue, pensando que su tiempo en el ascensor con Paula no sería algo que olvidaría pronto. Sabía que ella había tenido miedo y si trataba de perseguirla, huiría aún más rápido.






CAPITULO 42






Paula bajaba por la amplia escalera, admirando la hermosa barandilla dorada con un diseño intricado. Tenía una mezcla de sentimientos corriendo a través de ella. Odiaba las fiestas que se disfrazaban como de recaudación de fondos. Eran solo una excusa para que los ricos rozaran los codos y hablaran acerca de quién tenía más dinero. Por otra parte, siempre había querido ir al Fairmont.


Estaba lleno de historia y había muchas áreas que explorar. 


La habitación que había alquilado tenía una vista espectacular de los jardines.


Estaba decorada para parecerse más a una habitación de huéspedes en una casa distinguida.


Ella había entrado a la suite con el olor de flores frescas cortadas y la vista de un tazón lleno de fruta. Además de eso, había una botella de champán helado en un cubo de hielo. La cama estaba hermosamente hecha con una nota del personal, dándole la bienvenida y ofreciendo cualquier tipo de asistencia.


Paula estaba acostumbrada al tratamiento de alfombra roja, lo que no era siempre tan genial como la gente parecía creer que era. Cuando tu padre era millonario, nunca sabías a quién le gustabas por ti o a quién le gustabas por lo que podían sacar de tu padre. Cada lugar al que iba, la gente haría todo lo posible para ponerla cómoda, pero era por lo general una espada de doble filo.


Después de su trágica ruptura pasada, había decidido renunciar a las relaciones en conjunto. Estaba cansada de que su corazón fuera roto. Su último novio había parecido el hombre perfecto. Pensar en él era una dolorosa experiencia, pero no parecía poder evitarlo.


Él había surcado su vida como un caballero de brillante armadura, y ella se había enamorado duro y rápido. Cuando habló, dijo todas las cosas correctas. También la hizo soñar, a diferencia de cualquier otro hombre que había conocido. 


Había estado aliviada de que fuera rico, porque no pensaba
que estuviera ganando nada por estar con ella. Para ella, el amor parecía genuino. No podía haber estado más equivocada.


La cortejó porque su compañía se estaba yendo abajo por los millones que se había jugado y perdido. Pensó que si la atrapaba, podría entrar en el negocio con su padre y salvarse a sí mismo. Su plan habría funcionado también, cuando estaba cegada por sus juegos. Ella habría permanecido ciega si no hubiera llegado temprano a casa de un viaje para encontrarlo en la cama con la empleada.


Cuando entró en su dormitorio y los vio a los dos envueltos en los brazos del otro, en su cama, rápidamente cerró la puerta y salió de la casa.


Pensaba que la respetaba y amaba lo suficiente para esperar a tener sexo hasta el día de su boda. Nunca la había deseado en primer lugar, y la espera había resultado ser una bendición disfrazada para él, mientras la empleada que había contratado, era realmente su novia de mucho tiempo.


Paula rompió de nuevo al presente y entró al salón de baile. 


No era fácilmente impresionada, pero esta noche era una excepción. Cada detalle del salón era exquisito. Habían muchos candelabros colgando al menos tres metros de altura y casi igual de anchos. Los cristales que goteaban de ellos estaban disparados como prismas de luz en todas direcciones.


El lino cubría las mesas, que ocupaban solo la más fina vajilla y las velas estaban creando un suave brillo de las piezas centrales. La sala tenía un atractivo añadido de arbustos altos estratégicamente colocados, ofreciendo privacidad si una pareja elegía escurrirse detrás de una.


Paulaa se estaba sintiendo más positiva sobre la noche por delante.


Era una noche hermosa y la organización a la que a menudo donaba, el Centro Nacional para Menores Desparecidos y Explotados (CNMDE), iba a recibir una cantidad sustancial de dinero. Ya había decidido divertirse. Más tarde podría regresar a su aburrida vida.


Se sentó en una de las mesas y antes de que lo supiera, la cena había terminado y descubrió que estaba teniendo un tiempo maravilloso hablando con algunos de los otros invitados. Cuando un señor mayor le pidió bailar, ella aceptó con gusto. No estuvieron en la pista de baile por mucho tiempo cuando fueron interrumpidos.


—¿Puedo interrumpir?


A pesar de que las palabras salieron como una pregunta, Paula no tenía ninguna duda de que eran un mandato. El caballero con que estaba bailando lo escuchó también y se hizo a un lado sin una palabra. A Paula no le gustaban los hombres que tenían tanto exceso de confianza que sentían que merecían cualquier cosa que quisieran. Sin embargo, no iba a causar una escena. Además, el hombre era intrigante, así que le permitió tomarla en sus brazos.


Mientras colocaba una de sus manos sobre las suyas y la otra en sus brazos, ella pudo sentir el crudo poder de su agarre. Tenía los más penetrantes y hermosos ojos azules que había visto alguna vez. Eran el tipo de ojos que podían penetrar directamente en tu alma. Tendría que estar en guardia con él.


De repente hizo clic de quién era el hombre; Pedro Alfonso. 


Sus padres habían hecho muchos negocios juntos. Este hombre de los ojos fascinantes, boca besable y cuerpo sexy era un playboy como ningún otro.


Era conocido por ser “inalcanzable”, como le llamaban las señoritas solteras. Había salido con muchas mujeres, pero dejó claro que no sentaría cabeza. Su sonrisa había aparecido en cientos de cubiertas de revistas, haciendo que las mujeres, tanto jóvenes como mayores, perdieran un poco de sueño en la noche con pensamientos eróticos sobre él.


Su corazón latía mientras jugaban el juego del gato y el ratón. Él siguió intentando tirar su cuerpo íntimamente contra el suyo, mientras ella estaba concentrándose en mantener la cantidad apropiada de distancia entre ellos.


Si no estuviera en un autoimpuesta licencia de hombres, podría considerar fácilmente una noche de coqueteo con él. 


Sacudió la cabeza para despejarla y decidió sólo llegar al final del baile, así podría seguir adelante lo más rápidamente posible.


Sus ardientes ojos azules brillaron en los suyos, mientras sus labios perfectamente esculpidos se presentaron en una sonrisa sexy como el pecado. Él sabía que era duro resistirse y parecía estar invitándola a su arsenal lleno de encantos.


Poco a poco, llevó los dedos de ella a su boca y pasó sus labios sobre sus nudillos. Ella sintió un escalofrío ondulando a través de su cuerpo.


Entonces él pasó la lengua por el mismo lugar, y el deseo se agrupó en su interior.


—Soy Pedro Alfonso, y tú eres intrigante —finalmente le susurró.


—Paula Chaves, pero asumo que ya sabes eso —contestó.


El hotel era todo lo que podía haber imaginado alguna vez, pero se atenuó en comparación al hombre que la sujetaba. 


Mientras estaba en sus brazos, el resto de la gente, e incluso el salón en sí parecía desparecer. Sabía que era peligroso y que estaba jugando un juego con él que posiblemente no podría ganar, pero por alguna razón no fue capaz de alejarse.


El hombre era embriagador. Mientras la hizo girar en torno a la pista de baile apenas iluminada, ella se hundió más en su hechizo. Podía sentir los sólidos músculos debajo de sus dedos y su olor era hechizante. Era una combinación de su masculinidad realzada por una colonia cara.


—No he tenido a alguien interrumpiendo en un baile desde que estaba en la escuela secundaria. ¿No ves que es demasiado entusiasta? —preguntó ella, levantando la ceja—. Tal vez no deseaba bailar contigo, pero no quería hacer una escena —añadió dulcemente.


—No, en absoluto—respondió él.


Paula levantó sus cejas hacia él inquisitivamente y esperó.


—No creo haya sido para nada presuntuoso interrumpir el baile.Apenas eras capaz de mantener tus ojos abiertos; y el aburrimiento de tu pareja era muy abrumador. Así que, debería ser agradecido por salvarte del hastío de una pareja aburrida —dijo Pedro con una sonrisa, lo que la dejó sin
habla.


Le dio la vuelta a la pista de baile, desnudándola con la mirada. Ella se gritaba a sí misma que terminara el baile, pero no era capaz de alejarse de él.


Era demasiado convincente. Además, se dijo a sí misma, estaban en un salón lleno de gente. ¿Qué posiblemente podría pasar? Decidió disfrutar del conqueteo.


—Eres tan increíblemente impresionante. Podemos dejar este baile ahora y subir a mi suite —ofreció él con la confianza de un hombre acostumbrado a que siempre le dijeran que sí.


Ella se rió nerviosamente antes de responder.


—No lo creo.


Él pasó la mano desde centro de su espalda, peligrosamente bajo, luego de vuelta hacia arriba otra vez, causando que una oleada de calor parpadeara a través del centro de su cuerpo. Estaba retándola a tomar la oportunidad, desde el roce de sus manos hasta la mirada de sus ojos. Ella estaba sorprendida por cuánto quería aceptarle la oferta. Por lo menos, estaba disfrutando del juego sexual.


—Creo que deberíamos terminar este baile ahora —afirmó, un poco sin aliento. No sabía cuánto más podría pasar antes de ceder ante él.


—Pero nuestra canción aún no ha terminado —dijo él, mientras empujaba la parte baja de su espalda, poniendo sus caderas en contacto con su evidente excitación. Luego trajo su cabeza hacia abajo, a la piel expuesta de su cuello, recorriendo con besos, junto con algunos pellizcos suaves a
través de su palpitante pulso.


Si no hubiera estado sosteniéndola tan de cerca, sus rodillas se habrían doblado, derritiéndola en una piscina a sus pies. 


Movió su boca sobre su oído y susurró:
—Cuando estés yaciendo debajo de mí, haré que tiembles mientras mis manos y mi boca convierten tu cuerpo en fuego líquido. Vas a estar gritando mi nombre, rogándome que termine esto.


Paula jadeó, mientras sus palabras la hacían temblar
incontrolablemente. Nunca había sido seducida antes de esta manera, y mucho menos en una habitación llena de gente. Si hubieran estado solos, le habría dejado tomarla justo en ese momento y allí mismo, renunciando a la promesa de esperar hasta el matrimonio. Intentó reunir su inteligencia en ella.


—¿Te han dicho antes lo arrogante que eres? —Intentó hacer su voz severa, pero estaba hinchada por el hecho de que estaba ahogada por la excitación.


—No, sólo lo bueno que soy —respondió Pedro, con esa misma arrogancia.


El comentario fue capaz de llevarla un poco más cerca a la realidad.


—Tienes que detener esto. La gente está comenzando a mirarnos — susurró ella con timidez.


—Déjalos mirar entonces. Solo están deseando que pudieran cambiar de lugar conmigo —dijo él, mientras recorría sus labios de regreso hacia su cuello y a través de su mejilla hasta la esquina de su boca, donde pasó la lengua a lo largo de su labio inferior.


Se permitió recorrer los dedos a través de su cabello, cuello y finalmente el hombro, antes de diera un paso atrás.


—Gracias por el baile, señor Alfonso —dijo ella cortésmente, como si no hubieran estado a punto de hacer el amor en la pista de baile, en frente de una multitud.


—El placer fue todo mío, Paula, y después de lo que acabamos de compartir, ¿no crees que es un poco formal estar llamándome por mi apellido? —dijo con mofa.


—Señor Alfonso —enfatizó—, hay muchas mujeres aquí que estarían más que dispuestas a jugar un juego o dos con usted esta noche. Yo no soy como una de ellas. —Se giró y se alejó a pesar de que le tomó toda su fuerza de voluntad para no voltear y tomar de él una última vez.