Pedro se quedó justo donde estaba, mirándola salir, disfrutando el meneo de sus caderas con cada paso que daba mientras se alejaba.
Rayos, era tan sensual, y a él no le importaría pasar una noche entera con ella. Su cuerpo había respondido con el mismo entusiasmo a su tacto y sabía que ella estaba tan molesta como él. Todavía no había terminado con Paula Chaves… era solo que ella no se daba cuenta, todavía, cuando él decidía que quería algo, siempre lo obtenía. Su negación era como una bandera roja para un toro. Al terminar la noche, estaría en su cama. Él necesitaba un trago, o todos en el salón sabrían que efecto ella tenía sobre él y lo mucho que la deseaba.
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Después de unos minutos, el viento empeoró y decidió que entraría antes de que luciera como si hubiera paseado en un tornado. Regresó por las puertas, inconsciente de que Pedro la había visto salir y regresar
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Cuando entró por las puertas, él solo tenía ojos para ella.
Lucía más hermosa que nunca. Algunos de sus cabellos se habían escapado de su cabello recogido y sus mejillas estaban ruborizadas. Parecía como si acabara de salir gateando fuera de su cama después de una noche de hacer el amor.
Trató de no pensar en ella, o mirarla, pero su mirada continuaba buscándola. Rechazó a muchas mujeres, que hicieron más que claro que estarían dispuestas a calentar su cama esa noche. Él solo quería a una mujer para hacer eso y el resto de las mujeres en la sala palidecían en comparación con ella.
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realidad, pero esa noche era diferente, y necesitaba algo de valentía liquida para poder llevar la noche. Pedro parecía encontrarla sin importar donde estuviese y sus ojos conectaron durante toda la noche. Notó a mujeres tratando de captar su atención, pero las alejó, una tras otra. Finalmente, con media hora para irse, llevó a una mujer a pista de baile y se quedó con ella.
Paula se sorprendió por los ligeros celos que sintió cuando la mujer echó su cabeza hacia atrás riendo.
Paula trató de decirse a sí misma que eso era algo bueno.
Ella no era para una sola noche, y Pedro tampoco era el tipo de persona que acepta estar en una relación con compromiso. De todos modos ella no estaba buscando eso. Algún día sentaría cabeza, pero sería un problema encontrar a alguien que quisiera estar con ella, y no con lo que su padre le pudiera dar.
Finalmente tuvo suficiente de la fiesta y decidió terminar hasta ahí la noche y dirigirse a su habitación. Se dirigió hacia los elevadores. Era hora de dormir y descansar de esa noche, y después irse del hotel y de Pedro tan lejos como le fuera posible.
Las puertas del elevador estaban a punto de cerrarse.
Aceleró el paso y gritó:
—Por favor detengan las puertas. —Sintió alivio al ver que una mano las detenía.
—Gracias —dijo sin aliento.
Entró al elevador, mirando al suelo para evitar tropezarse con su largo vestido. Cuando se cerraron las puertas, finalmente levantó la mirada, notando quien era el otro ocupante. Temió por su débil fuerza de voluntad cuando sus ojos se engancharon con los de Pedro.
Se alejó rápidamente de él, hasta la esquina más alejada del elevador.
Llegaría a su piso en cualquier momento y después estaría agradecidamente sola en su habitación. Él mantuvo los ojos en ella, haciéndola sentir incómodamente consiente que estaban solos en un espacio muy pequeño.
Miraba a todos lados menos a él, sabiendo que sus ojos todavía estaban enfocados en ella. Se imaginó que debía parecer un desastre; había consumido mucho alcohol y algunos de sus cabellos se habían soltado por el viento y se reusaban a cooperar, cayendo por toda su cara. Cuando pensó que el silencio no se podía poner más incómodo, hubo un parpadeo de luces, y el elevador se detuvo bruscamente, seguido por oscuridad. Después, no hubo nada. No había música a través de los altavoces, ni luz, ni siquiera de los botones.
Paula podía sentir su corazón latir tan fuerte que estaba segura que Pedro podía escuchar el sonido que hacía al topar con sus costillas.
—¿Paula estás bien? —le preguntó—. No eres claustrofóbica, ¿verdad?
Tomó dos profundas bocanadas de aire antes de decir:
—No le temo a los espacios pequeños, pero tampoco me gusta mucho la oscuridad. —Estaba tratando de ser valiente, pero los segundos pasaban, y la oscuridad se sentía como si la fuera a encerrar. Para añadirle a su miedo, estaba el pensamiento de cables reventándose, jalándola a ella y a él a la muerte.
No tendría pánico. Las luces regresarían en cualquier momento, y el elevador continuaría avanzando, regresándola sana y salva a su piso y sacándola de ese apagón. Continuó contando en su cabeza. Llegó hasta el veinte cuando sintió la mano de Pedro en su brazo.
Saltó con su tacto. De verdad estaba tratando no estar asustada, pero la oscuridad lo consumía todo.
—Todo va a estar bien. Esto terminará en cualquier momento. Los edificios tienen planes de contingencia para cuando sucede este tipo de cosas —trató de consolarla.
—No entiendo por qué no hay ningún ruido —dijo con voz temblorosa.
—Estamos más o menos por el cuarto piso, así que no habría ningún ruido proveniente de la recepción —razonó—. Me pregunto qué sucedió.
—Salí durante la noche y había una tormenta bastante espectacular.
Se debió de haber caído un cable de luz —dijo. Hablar con él estaba haciendo desaparecer algo de su miedo y el tacto en su brazo le hizo saber que no estaba sola.
—Tocaré la pared para encontrar el teléfono y ver si puedo contactar a alguien en la línea. Necesitan saber que estamos aquí y descubriré que está sucediendo —explicó antes de soltarle el brazo.
Tuvo que luchar contra sí misma para no ir tras él y tomarlo.
Se hundió en el suelo y abrazó sus rodillas trayéndolas a su pecho.
Ahora estaba agradecida de haber tomado unos cuantos tragos extras porque era lo único que calmaba sus nervios.
—No contestan el teléfono. —La voz de Pedro la sobresaltó—. Vamos a tener que esperar, pero no te preocupes, los elevadores son extremadamente seguros y no les tomará mucho tiempo rescatarnos.
Su voz se acercó y después su pie chocó contra las costillas de Paula.
Dejó escapar grito ahogado.
—Lo siento, ¿estás bien? —Pedro se dejó caer sobre sus rodillas y comenzó a frotar las manos desde sus piernas hasta su costado. Los pulmones de Paula explotaron con un jadeo, mientras la inundaba el calor en su interior.
—Estoy bien, de verdad, apenas me tocaste —dijo con voz ronca.
Pareció que él se dio cuenta de lo que estaba haciendo porque sus manos temblaron de repente y luego las quitó.
Ella dio otro suspiro, no estaba segura si de alivio o de desilusión.
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—¿Cuánto tiempo crees que va a tomar para que nos saquen? — preguntó ella, tratando de llenar el silencio.
—No va a tomar mucho tiempo. ¿Has disfrutado esta noche? Creo que había medio millón de personas ahí para cuando me fui —dijo, pareciendo saber que necesitaba el consuelo de las palabras para llenar el vacío.
Ella no dijo nada durante unos instantes y empezó a preguntarse si estaba teniendo un ataque de pánico.
Realmente, él esperaba que no. No sabía cómo tratar a las mujeres histéricas.
—Sabes, realmente son seguros Paula. Estas cosas simplemente no caen a un hueco o al fondo, como en las películas. Eso es solo la forma de Hollywood de hacer que las cosas sean emocionantes —dijo en un intento de consolarla.
Cuando todavía ella no hablaba, él se movió a su lado otra vez y apoyó sus piernas contras las suyas.
Su cuerpo pareció relajarse, y él la escucho dejar escapar un suspiro.
—Lo siento. Realmente no me gusta la oscuridad —le dijo ella finalmente—. ¿Qué haces en tu tiempo libre? —preguntó, necesitando oír el sonido de su voz.
—Me gusta viajar. Manejo la mayoría de nuestros negocios
internacionales, porque mi hermano mayor tiene mucho trabajo que hacer aquí y Marcos elegiría nunca volar si por él fuera. Yo, por mi parte, estoy feliz de estar en un país diferente cada mes. Mi padre suele tener que arrastrarme a casa —dijo con una sonrisa.
Sin embargo, él estaba notando últimamente que estaba quedándose en casa más a menudo. Había comenzado a extrañar realmente a su familia. Incluso disfrutó del tiempo que pasó como empleado en el rancho de su hermano, el pastoreo de ganado.
Un montón de cosas que una vez le había emocionado, ahora estaban empezando a perder su atractivo. Él pensó que estaba envejeciendo. Por supuesto que solo tenía treinta y dos años y no debía pensar que era un viejo.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué es lo que hace a Paula feliz?
—Yo solía viajar mucho con mi padre, pero me aburrí de eso. Paso más tiempo en casa ahora. Hago un montón de trabajo voluntario que me mantiene bastante ocupada. He estado tomando algunos cursos en la universidad, nada importante, solo un poco de arte divertido, cocina y clases de fotografía. Tengo una maestría en negocios porque mi padre quería que me incorporara a la empresa familiar, pero no puedo estar sentada detrás de un escritorio todo el día —confesó ella.
Pedro se sorprendió al ver lo lejos que había llegado en la escuela. La mayoría de las mujeres que conocía, con la cantidad de dinero a su disposición, no sentían la necesidad de ir a la universidad. Ellas solo vivían del dinero de sus padres y el nombre hasta que se conseguían un marido rico
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Era demasiado sexy y masculino para ella. Ellos siempre iban tras las rubias con pechos enormes y nada de cerebro.
El tipo de mujer como la rubia con la que lo había visto bailar esa misma tarde. El tipo de mujer que ellos consideraban un trofeo para sus brazos.
Ella no le revelaría cómo su corazón ansiaba ser amado por sí mismo y no su dinero. Quería ser deseada y ser la única cosa en la mente de un hombre. Más silencio los envolvió, haciéndola más consciente de su olor.
Sería tan fácil apoyarse en él y encontrar un poco de consuelo.
El ascensor emitió un sonido y se movió levemente. Paula dejó escapar un suspiro y luego puso sus brazos alrededor de Pedro, temblando de miedo. Iba a morir en el oscuro y pequeño espacio.
—Está bien Paula, el ascensor solo se sacudió un poco. Te prometo que no te caerás. Hay varias funciones de seguridad para todas las emergencias. Incluso si esto se cae, cosa que no garantizo, lo más conseguiríamos es un par de heridas, en el peor de los casos. No tienes nada de qué preocuparte. —Él la atrajo hacia su regazo y envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo que temblaba.
Siguió hablando en un susurro tranquilizador y le acarició desde la parte baja de la espalda, hasta el cuello y así sucesivamente. No sabía si se trataba de sus palabras o el contacto de sus manos, pero pronto ya no estaba tan asustada.
—Realmente lo siento,Pedro. Siempre he tenido miedo de la oscuridad.
Lo creas o no, todavía tengo una pequeña lámpara en mi pieza. Sé lógicamente que nada va a venir a buscarme desde la oscuridad, pero creo que he visto demasiadas películas de Stephen King cuando era una niña y se quedaron grabadas en mi mente —dijo con una ligera risa.
Comenzaron a hablar de diferentes temas, simplemente pasando el tiempo. Él no la empujó a un lado, y ella no se alejó de su regazo. Sabía que probablemente debería, pero ella sentía tanta comodidad que no podía moverse.
Mucho tiempo después, se detuvo el roce para consolarla provocando que calor líquido se deslizara en el interior de su estómago. Sus manos estaban viajando más abajo con cada pasada y con mucho más extensión en su toque.
Podía sentir cómo él tocaba los lados de sus pechos, vientre y las caderas. Ella comenzó a respirar más pesado y podía sentir a su cuerpo cada vez más excitado.
Sintió cómo su mano de deslizaba por su cuello y agarraba su cabeza.
Él le dio la vuelta y luego sus labios se presionaron contra los de ella finalmente. Ella hubiera sido capaz de creer que el calor de sus labios unidos era suficiente para chamuscar las paredes.
Su lengua se deslizó dentro de su boca y su cuerpo explotó de placer.
Nunca había sido besada con tanta avidez. La pasión en el beso no dejó ninguna duda que sería un amante fantástico.
Sabía que necesitaba detenerlo. Ella estaba tratando de ganar la fuerza de voluntad para alejarse cuando su mano se deslizó por debajo de su falda y tocó su cadera desnuda.
La única cosa entre sus manos y su intimidad era una ligera tela, ella se sorprendió de que la tela no hubiera desaparecido ante el contacto ardiente de su cuerpo.
Sin romper el beso, él movió su cuerpo para que ella quedara a horcajadas sobre su regazo, permitiendo así que sus manos pudieran explorarla aún más. Sus manos recorrían todo el cuerpo de ella, haciéndola arquearse contra él. Podía sentir su deseo presionando contra su calor
dolorido y ella maldecía a la ropa que los mantenía separados.
Ella tuvo su propia batalla interna y se dejó sentir todo lo que él le estaba haciendo.
Él pasó la lengua desde su boca al cuello, mordiendo suavemente en donde su pulso latía con fuerza. Ella se movió contra él, mientras que él se deshacía lentamente la correa delgada de su vestido y bajaba hacia sus hombros con los labios, siguiendo el mismo proceso.
Ella sintió que el aire frío tocó sus adoloridos pechos solo unos segundos antes de que la boca él se deleitara con sus pezones endurecidos.
Echó la cabeza hacia atrás y gimió mientras una oleada de sensaciones la invadía. Él acarició a fondo a sus sensibles pechos antes de lamerlos y besó su camino de regreso a su cuello, y luego la besó otra vez.
Mientras continuaba besándola, lo sintió deshaciendo sus ropas alrededor. Por último, no había nada entre ellos y se metió dentro de ella en un empuje rápido. Ella jadeó en voz alta ante el increíble placer de sus cuerpos unidos. Él agarró sus caderas, metiendo y sacando su gran erección.
Rápidamente, ella se hizo cargo y comenzó a moverse, animada porque la respiración de él se aceleró rápidamente.
Le sostuvo la cabeza con una mano, acercándola más, besándola, imitando los movimientos de su cuerpo con la lengua. Se llevó la otra mano a su feminidad y la acarició, enviándola por encima del borde de una explosión de placer.
Ella comenzó a temblar alrededor de él, la envistió con más fuerza dentro de su cuerpo palpitante. Agarró su espalda y empujó en ella una última vez, dejando escapar un gemido de placer cuando él derramó su semilla profundamente dentro de ella.
Paula se desplomó contra él, y ambos trataron de recuperar el aliento. Seguían unidos. Ella quedó tan satisfecha que quería simplemente apoyar la cabeza contra su pecho y dormirse en sus brazos.
Hubo otra sacudida del ascensor y las luces parpadearon.
Ella se alejó de él, presa del pánico, y rápidamente buscó su ropa. Por suerte, él solo había tomado el tiempo sacársela en vez de arrancársela y romperla.
Ella retrocedió hasta que sintió la pared detrás de ella. Rezó mientras él se vestía.
De repente las luces se volvieron a encender y se quedaron así. Paula estaba feliz de verlo allí de pie, con la ropa puesta. Tenía una expresión de culpabilidad y arrepentimiento en su rostro. El ascensor comenzó a bajar.
Debía ser un procedimiento estándar para volver al vestíbulo después de un fallo en el elevador.
—Mira, Paula… —comenzó él cuando la puerta se abrió.
Ella no quería oírle decir excusas acerca de cuánto lo sentía y que no la llamaría. No podía soportar ese tipo de rechazo.
Lo que había sido increíble y maravilloso para ella había sido probablemente una decepción para él. No podía escucharle tratar de restarle importancia a lo sucedido.
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Nunca había sentido tanta emoción en los brazos de
una mujer. Había sido un apasionado y emocionante, y quería hacerlo todo de nuevo.
Era obvio que ella ya lamentaba lo que había pasado, así que era mejor tratar de olvidar todo el incidente y seguir adelante. Él se fue entre la multitud y se dirigió a su habitación, donde cayó en un profundo sueño.
A la mañana siguiente Pedro agarró sus cosas y se fue, pensando que su tiempo en el ascensor con Paula no sería algo que olvidaría pronto. Sabía que ella había tenido miedo y si trataba de perseguirla, huiría aún más rápido.