domingo, 15 de marzo de 2015
CAPITULO 42
Paula bajaba por la amplia escalera, admirando la hermosa barandilla dorada con un diseño intricado. Tenía una mezcla de sentimientos corriendo a través de ella. Odiaba las fiestas que se disfrazaban como de recaudación de fondos. Eran solo una excusa para que los ricos rozaran los codos y hablaran acerca de quién tenía más dinero. Por otra parte, siempre había querido ir al Fairmont.
Estaba lleno de historia y había muchas áreas que explorar.
La habitación que había alquilado tenía una vista espectacular de los jardines.
Estaba decorada para parecerse más a una habitación de huéspedes en una casa distinguida.
Ella había entrado a la suite con el olor de flores frescas cortadas y la vista de un tazón lleno de fruta. Además de eso, había una botella de champán helado en un cubo de hielo. La cama estaba hermosamente hecha con una nota del personal, dándole la bienvenida y ofreciendo cualquier tipo de asistencia.
Paula estaba acostumbrada al tratamiento de alfombra roja, lo que no era siempre tan genial como la gente parecía creer que era. Cuando tu padre era millonario, nunca sabías a quién le gustabas por ti o a quién le gustabas por lo que podían sacar de tu padre. Cada lugar al que iba, la gente haría todo lo posible para ponerla cómoda, pero era por lo general una espada de doble filo.
Después de su trágica ruptura pasada, había decidido renunciar a las relaciones en conjunto. Estaba cansada de que su corazón fuera roto. Su último novio había parecido el hombre perfecto. Pensar en él era una dolorosa experiencia, pero no parecía poder evitarlo.
Él había surcado su vida como un caballero de brillante armadura, y ella se había enamorado duro y rápido. Cuando habló, dijo todas las cosas correctas. También la hizo soñar, a diferencia de cualquier otro hombre que había conocido.
Había estado aliviada de que fuera rico, porque no pensaba
que estuviera ganando nada por estar con ella. Para ella, el amor parecía genuino. No podía haber estado más equivocada.
La cortejó porque su compañía se estaba yendo abajo por los millones que se había jugado y perdido. Pensó que si la atrapaba, podría entrar en el negocio con su padre y salvarse a sí mismo. Su plan habría funcionado también, cuando estaba cegada por sus juegos. Ella habría permanecido ciega si no hubiera llegado temprano a casa de un viaje para encontrarlo en la cama con la empleada.
Cuando entró en su dormitorio y los vio a los dos envueltos en los brazos del otro, en su cama, rápidamente cerró la puerta y salió de la casa.
Pensaba que la respetaba y amaba lo suficiente para esperar a tener sexo hasta el día de su boda. Nunca la había deseado en primer lugar, y la espera había resultado ser una bendición disfrazada para él, mientras la empleada que había contratado, era realmente su novia de mucho tiempo.
Paula rompió de nuevo al presente y entró al salón de baile.
No era fácilmente impresionada, pero esta noche era una excepción. Cada detalle del salón era exquisito. Habían muchos candelabros colgando al menos tres metros de altura y casi igual de anchos. Los cristales que goteaban de ellos estaban disparados como prismas de luz en todas direcciones.
El lino cubría las mesas, que ocupaban solo la más fina vajilla y las velas estaban creando un suave brillo de las piezas centrales. La sala tenía un atractivo añadido de arbustos altos estratégicamente colocados, ofreciendo privacidad si una pareja elegía escurrirse detrás de una.
Paulaa se estaba sintiendo más positiva sobre la noche por delante.
Era una noche hermosa y la organización a la que a menudo donaba, el Centro Nacional para Menores Desparecidos y Explotados (CNMDE), iba a recibir una cantidad sustancial de dinero. Ya había decidido divertirse. Más tarde podría regresar a su aburrida vida.
Se sentó en una de las mesas y antes de que lo supiera, la cena había terminado y descubrió que estaba teniendo un tiempo maravilloso hablando con algunos de los otros invitados. Cuando un señor mayor le pidió bailar, ella aceptó con gusto. No estuvieron en la pista de baile por mucho tiempo cuando fueron interrumpidos.
—¿Puedo interrumpir?
A pesar de que las palabras salieron como una pregunta, Paula no tenía ninguna duda de que eran un mandato. El caballero con que estaba bailando lo escuchó también y se hizo a un lado sin una palabra. A Paula no le gustaban los hombres que tenían tanto exceso de confianza que sentían que merecían cualquier cosa que quisieran. Sin embargo, no iba a causar una escena. Además, el hombre era intrigante, así que le permitió tomarla en sus brazos.
Mientras colocaba una de sus manos sobre las suyas y la otra en sus brazos, ella pudo sentir el crudo poder de su agarre. Tenía los más penetrantes y hermosos ojos azules que había visto alguna vez. Eran el tipo de ojos que podían penetrar directamente en tu alma. Tendría que estar en guardia con él.
De repente hizo clic de quién era el hombre; Pedro Alfonso.
Sus padres habían hecho muchos negocios juntos. Este hombre de los ojos fascinantes, boca besable y cuerpo sexy era un playboy como ningún otro.
Era conocido por ser “inalcanzable”, como le llamaban las señoritas solteras. Había salido con muchas mujeres, pero dejó claro que no sentaría cabeza. Su sonrisa había aparecido en cientos de cubiertas de revistas, haciendo que las mujeres, tanto jóvenes como mayores, perdieran un poco de sueño en la noche con pensamientos eróticos sobre él.
Su corazón latía mientras jugaban el juego del gato y el ratón. Él siguió intentando tirar su cuerpo íntimamente contra el suyo, mientras ella estaba concentrándose en mantener la cantidad apropiada de distancia entre ellos.
Si no estuviera en un autoimpuesta licencia de hombres, podría considerar fácilmente una noche de coqueteo con él.
Sacudió la cabeza para despejarla y decidió sólo llegar al final del baile, así podría seguir adelante lo más rápidamente posible.
Sus ardientes ojos azules brillaron en los suyos, mientras sus labios perfectamente esculpidos se presentaron en una sonrisa sexy como el pecado. Él sabía que era duro resistirse y parecía estar invitándola a su arsenal lleno de encantos.
Poco a poco, llevó los dedos de ella a su boca y pasó sus labios sobre sus nudillos. Ella sintió un escalofrío ondulando a través de su cuerpo.
Entonces él pasó la lengua por el mismo lugar, y el deseo se agrupó en su interior.
—Soy Pedro Alfonso, y tú eres intrigante —finalmente le susurró.
—Paula Chaves, pero asumo que ya sabes eso —contestó.
El hotel era todo lo que podía haber imaginado alguna vez, pero se atenuó en comparación al hombre que la sujetaba.
Mientras estaba en sus brazos, el resto de la gente, e incluso el salón en sí parecía desparecer. Sabía que era peligroso y que estaba jugando un juego con él que posiblemente no podría ganar, pero por alguna razón no fue capaz de alejarse.
El hombre era embriagador. Mientras la hizo girar en torno a la pista de baile apenas iluminada, ella se hundió más en su hechizo. Podía sentir los sólidos músculos debajo de sus dedos y su olor era hechizante. Era una combinación de su masculinidad realzada por una colonia cara.
—No he tenido a alguien interrumpiendo en un baile desde que estaba en la escuela secundaria. ¿No ves que es demasiado entusiasta? —preguntó ella, levantando la ceja—. Tal vez no deseaba bailar contigo, pero no quería hacer una escena —añadió dulcemente.
—No, en absoluto—respondió él.
Paula levantó sus cejas hacia él inquisitivamente y esperó.
—No creo haya sido para nada presuntuoso interrumpir el baile.Apenas eras capaz de mantener tus ojos abiertos; y el aburrimiento de tu pareja era muy abrumador. Así que, debería ser agradecido por salvarte del hastío de una pareja aburrida —dijo Pedro con una sonrisa, lo que la dejó sin
habla.
Le dio la vuelta a la pista de baile, desnudándola con la mirada. Ella se gritaba a sí misma que terminara el baile, pero no era capaz de alejarse de él.
Era demasiado convincente. Además, se dijo a sí misma, estaban en un salón lleno de gente. ¿Qué posiblemente podría pasar? Decidió disfrutar del conqueteo.
—Eres tan increíblemente impresionante. Podemos dejar este baile ahora y subir a mi suite —ofreció él con la confianza de un hombre acostumbrado a que siempre le dijeran que sí.
Ella se rió nerviosamente antes de responder.
—No lo creo.
Él pasó la mano desde centro de su espalda, peligrosamente bajo, luego de vuelta hacia arriba otra vez, causando que una oleada de calor parpadeara a través del centro de su cuerpo. Estaba retándola a tomar la oportunidad, desde el roce de sus manos hasta la mirada de sus ojos. Ella estaba sorprendida por cuánto quería aceptarle la oferta. Por lo menos, estaba disfrutando del juego sexual.
—Creo que deberíamos terminar este baile ahora —afirmó, un poco sin aliento. No sabía cuánto más podría pasar antes de ceder ante él.
—Pero nuestra canción aún no ha terminado —dijo él, mientras empujaba la parte baja de su espalda, poniendo sus caderas en contacto con su evidente excitación. Luego trajo su cabeza hacia abajo, a la piel expuesta de su cuello, recorriendo con besos, junto con algunos pellizcos suaves a
través de su palpitante pulso.
Si no hubiera estado sosteniéndola tan de cerca, sus rodillas se habrían doblado, derritiéndola en una piscina a sus pies.
Movió su boca sobre su oído y susurró:
—Cuando estés yaciendo debajo de mí, haré que tiembles mientras mis manos y mi boca convierten tu cuerpo en fuego líquido. Vas a estar gritando mi nombre, rogándome que termine esto.
Paula jadeó, mientras sus palabras la hacían temblar
incontrolablemente. Nunca había sido seducida antes de esta manera, y mucho menos en una habitación llena de gente. Si hubieran estado solos, le habría dejado tomarla justo en ese momento y allí mismo, renunciando a la promesa de esperar hasta el matrimonio. Intentó reunir su inteligencia en ella.
—¿Te han dicho antes lo arrogante que eres? —Intentó hacer su voz severa, pero estaba hinchada por el hecho de que estaba ahogada por la excitación.
—No, sólo lo bueno que soy —respondió Pedro, con esa misma arrogancia.
El comentario fue capaz de llevarla un poco más cerca a la realidad.
—Tienes que detener esto. La gente está comenzando a mirarnos — susurró ella con timidez.
—Déjalos mirar entonces. Solo están deseando que pudieran cambiar de lugar conmigo —dijo él, mientras recorría sus labios de regreso hacia su cuello y a través de su mejilla hasta la esquina de su boca, donde pasó la lengua a lo largo de su labio inferior.
Se permitió recorrer los dedos a través de su cabello, cuello y finalmente el hombro, antes de diera un paso atrás.
—Gracias por el baile, señor Alfonso —dijo ella cortésmente, como si no hubieran estado a punto de hacer el amor en la pista de baile, en frente de una multitud.
—El placer fue todo mío, Paula, y después de lo que acabamos de compartir, ¿no crees que es un poco formal estar llamándome por mi apellido? —dijo con mofa.
—Señor Alfonso —enfatizó—, hay muchas mujeres aquí que estarían más que dispuestas a jugar un juego o dos con usted esta noche. Yo no soy como una de ellas. —Se giró y se alejó a pesar de que le tomó toda su fuerza de voluntad para no voltear y tomar de él una última vez.
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