domingo, 15 de marzo de 2015

CAPITULO 40 (PROLOGO SEGUNDA PARTE)





―Eso es dulce niña del abuelo ―susurró Horacio
mientras acariciaba a su única nieta, Olivia. Ella
había arrullado, mientras agarraba su mano y apretujaba su corazón.


»Ahora que tu abuelo consiguió que tu papá y tu mamá se casaran y le dieron a tu abue a ti como regalo extra para la Navidad del año pasado, tenemos que empezar a trabajar en conseguirle una esposa al tío Pedro — continuó hablando, mientras le hacía cosquillas en la panza.


»Te quiero demasiado, Princesa y quiero muchos primos para ti corriendo alrededor de la casa —continuó diciéndole como si ella entendiera cada palabra que decía.


»Claro, no recibí las gracias de parte de tu madre y padre por su matrimonio, pero por supuesto que no estoy buscando un montón de elogios. El que mis chicos encuentren buenas esposas y me den nietos es el gracias suficiente para mí —dijo.


Él sonrió con alegría pura mientras miraba a Olivia.


—Por supuesto, un poco de agradecimiento de su parte no estaría tan mal —murmuró en voz baja.


»Bueno, supongo que ya no es tiempo para pensar en eso, ¿no? He encontrado a la novia perfecta para tu tío Pedro y tengo la sensación de que tendremos un primo para alrededor de un año o algo así. —Él se rió entre dientes mientras se imaginaba a Pedro y Paula juntos.


Horacio había conocido a Paula desde que era una recién nacida. Él sabía que ella y Pedro serían perfectos juntos. Se trataba simplemente de una cuestión de conseguir que ellos estuvieran en la misma habitación, así la naturaleza podía seguir su curso.


Horacio pensó en el estilo de vida de playboy de Pedro.


Ya era hora de que el muchacho se estableciera y se casara.


Horacio amaba tanto a su primera nieta. Su corazón se sentía como si fuera a estallar cuando ella estaba en sus brazos. Quería tener ese sentimiento con muchos nietos, muchos más.


—Horacio, ¿acabo de oír que conspirabas con tu nieta acerca de entrometerte en la vida de tu hijo? —dijo Ana desde afuera de la sala, pillándolo con la guardia baja. Podía oír la desaprobación clara en su voz y supo que había sido capturado.


—No, para nada querida —dijo Horacio, tan inocentemente como pudo—. Olivia y yo estábamos hablando de que ella es una bendición en nuestras vidas —concluyó.


Ana negó con la cabeza a su marido mientras ella se agachaba para tomar a su nieta en brazos.


—Horacio, Olivia sólo tiene tres meses de edad y no está discutiendo nada contigo. Ella es sólo feliz al escuchar el sonido de tu voz, sin importar qué tonterías estés diciendo. —Puso toda la severidad en su voz mientras sostenía a la pequeña cerca de ella.


Ana no estaba de acuerdo con que su marido interfiriera en la vida de sus hijos, pero tuvo que admitir que al final resultó que Federico y Juana se casaron y tuvieron a un preciosa pequeña.


Y Olivia sí que valió la pena.


Horacio suspiró al ver a su hermosa esposa encandilada con su nieta. La vida era ciertamente buena.


—Pedro estará de regreso en unos minutos para ayudarme a cambiar a la bebé —dijo Ana mientras salía de la habitación.


Horacio se levantó y miró la foto en su pared.


—Pedro, mi muchacho, te tengo una gran sorpresa —susurró Horacio al marco de la fotografía, así su esposa no lo escucharía. En silencio, rió para sus adentros mientras caminaba hacia la puerta.




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