jueves, 19 de marzo de 2015

CAPITULO 57





Tuvieron una cena asombrosa. Todos estaban disfrutando. 


Era difícil poner en dos palabras todas las risas y las historias que pasaban por las enormes mesas de picnic dispuestas en el enorme césped.


Paula finalmente se permitió relajarse y se encontró disfrutando. Ella amaba mirar a Pedro interactuar con sus hermanos. Ellos actuaban como niños pequeños, pero estaban haciendo su mejor esfuerzo y diciendo historias embarazosas el uno del otro.


—…En serio, debiste verlo ahí parado con sus pantalones alrededor de sus tobillos…


Paula escuchó a Marcos hablando mientras regresaba a la
conversación. Ella tenía que preguntarle a Pedro más tarde sobre eso. Parecía como si se hubiera perdido una gran historia.


—Ok, todos ignoren a mi hermano. Creo que él ha tenido bastante, si saben a lo que me refiero… —dijo Pedro, haciendo un gesto en el aire de llevar una botella a su boca.


—Estás molesto sólo porque eres quien termina perdiendo el final de todas las historias de la infancia —dice Marcos mientras golpea ligeramente a su hermano en el brazo.


Pedro se encogió a la tomada de pelo. Él se movió hacia Paula y le dio una sonrisa.


—Me gustan las historias —dijo ella de alguna manera tímida.


Pedro no podía evitarlo. Se inclinó hacia su esposa y rozó sus labios con los de ella en un beso suave. Le trajo lágrimas a los ojos de ella, y se forzó a mirar al otro lado y a comer un poco para bajar la cabeza.


—¿Estás bien? —preguntó él tranquilamente.


—Sí, por supuesto.


Él continuó mirándola por un momento, haciéndola querer hundirse en la silla. Entonces alguien le preguntó algo, lo que le dio tiempo de recomponerse. Ella estaba rezando para que nadie se haya dado cuenta.


Pero ella se perdió la mirada conocedora en el rostro de Horacio. Él se sentía muy engreído al ver el amor entre su hijo y su nuera.


Joaquin se rió desde su silla de niños, sentado junto a su abuelo.


—Ellos son bastante tontos, ¿verdad? —le dijo Horacio a su nieto, lo que hizo que todos se rieran.


De repente había conmoción al otro lado de la mesa. 


Federico estaba brincando y mirando en todas las direcciones, como si el peligro se estuviera aproximando y él fuera a reunir a todo un ejército.


—¿Por qué brincas niño? —preguntó preocupado Horacio.


Federico miró a su padre con pánico en los ojos.


—Es hora papá. La fuente de Juana se rompió —dijo como si fuera un niño perdido.


—Bueno, ¿por qué no lo dijiste? —declaró Horacio con algo de pánico en la voz.


—Chicos, por favor, cálmense. El nacimiento de los hijos es natural y no hay nada para que entren en pánico —dijo Ana a su esposo e hijo.


—¿Cuánto tiempo pasa entre contracciones? —le preguntó a Juana.


—Como dos minutos —dijo Juana, el aire le faltaba un poco.


—Bueno, entonces, es mejor que te llevemos al hospital.


—Vamos —casi gritó Federico.


—Yo la llevaré Federico. Estás demasiado trastornado para que lleves a alguien —le dijo Ana.


—Ok, mamá. —Él nunca discutiría con su madre. Él había crecido demasiado bien como para hacer algo así de tonto.


—Gracias a todos por venir y pasar esta tarde con nosotros. Todos son muy especiales para nosotros —declaró Ana para el gran grupo consistente en familia y amigos—. Los mantendremos informados sobre esta hermosa adición a la familia y por favor, mantengan a Juana, a Federico y a Olivia en sus oraciones, mientras traen a este nuevo bebé al mundo — concluyó.


Todos aplaudieron, luego se levantaron para que la familia pudiera estar junta en este momento especial.


—Marcos, tú vas al hospital con Pedro y Paula. Los bebés se están quedando agotados y Julia puede llevarlos de regreso a la casa de Pedro si eso está bien contigo —dijo Horacio.


Todos asintieron sin pensar en cuestionarlo.


—Bueno, está establecido, pongámonos en camino y esperemos al miembro más nuevo de nuestra familia que venga a este mundo —dijo emocionado Horacio.




CAPITULO 56





Paula fijó su mirada en Pedro caminando alrededor de la esquina de la casa. El hombre era impresionante cada día, en esos apretados vaqueros, botas y un sombrero desgastado era la cosa más sexy en la que había puesto los ojos.


Como si Pedro sintiera sus ojos sobre él, levantó la vista y se quedaron mirando a través del patio el uno al otro. Ella se olvidó de que había alguien más, incluso allí cuando él se acercó. Olía a un hombre muy trabajador y ella estaba prácticamente babeando.


Sin decir una palabra, él la tomó en sus brazos y aplastó sus labios contra los suyos. Puso sus brazos alrededor de él para acercarlo aún más. Su corazón estaba acelerado y los fuegos artificiales estaban explotando por todo su cuerpo.


Sus manos empezaron a subir y a bajar por su espalda y ella estaba lista para quitarle la ropa a él.


—Uh um, Pedro esos filetes deberían empezar a cocerse —los interrumpió Marcos.


Paula brincó como si un rayo los hubiera separado. Ella había estado tan enfocada en Pedro, que se olvidó que los demás estaban ahí. Ella podía sentir que su rostro se estaba convirtiendo en una sombra oscura y roja.


Pedro miró a Marcos y gruñó. Paula miró doblemente a su esposo. Ella no podía creer que él había gruñido. Su boca estaba abierta en auténtico shock.


Marcos se rió y alejó a Pedro.


—Vamos hermano, ya tuviste toda la noche con tu hermosa novia — dijo él. Marcos se giró y le dio a Paula un guiño, lo que la hizo sonrojarse aún más.


—Guaaau chica, ese era suficiente vapor, que estoy sorprendida que mi agua no rompió en ebullición entre ustedes.


Juana estaba riéndose mientras caminaba hacia Paula.


Increíblemente el sonrojo de Paula se hizo más profundo.


—Estoy ahorita un poco mortificada —se arregló a decir.


—Nunca te avergüences por desear a tu esposo. Él es un hombre sexy y vibrante y ustedes están recién casados. No puedo esperar a que este hermoso bebé entre al mundo para que pueda tallarme de nuevo contra mi esposo. Ahora él tiene que intentar hacer su camino entre mi cuerpo de ballena. —Ella sonrió avergonzada.


—Tú eres la mujer embarazada más hermosa que he visto —dijo Paula y en realidad pensaba lo que decía.


—Gracias, pero creo que no solo me tragué una sandía sino diez. — Mientras decía las palabras, se acariciaba su estómago. Había un orgullo total en sus ojos y en su voz. Ella podía quejarse de su pancita por el bebé, pero obviamente ella ya amaba a su bebé no nacido—. Sé que me quejé mucho y gemía durante mi último mes de embarazo, pero todo el dolor y las quejas valdrán la pena cuando cargue a mi bebé entre mis brazos. Aunque creo que no lo sostendré mucho, cuando toda la familia esté reunida. Él realmente es una celebridad aquí. —Terminó ella con una sonrisa—. Es lo mismo con Olivia. Ellos la adoran. Amo cómo esta familia valora a cada integrante. También amo cómo la familia adopta a sus miembros como a ti y a mí. Una vez que eres parte de la familia, es para toda la vida —agregó Juana con una sonrisa.


—Aunque yo sigo nerviosa alrededor —admitió Paula—. Tú y Federico obviamente se aman el uno al otro con una profunda pasión. Pedro se vio forzado a casarse conmigo por Joaquin —dijo ella con un triste estremecimiento por las últimas palabras.


Juana inmediatamente envolvió su brazo alrededor de Paula.
—Yo amo el corazón y el alma de Federico, pero créeme cuanto te digo que no empezó fuerte. Parecíamos tener un desagrado instantáneo el uno por el otro. No estaba dispuesta a casarme con él. Me sentía como tú. Me sentía como si lo estaba atrapando. Hacía mucho que quería demasiado tener un bebé y pertenecer a una familia real y sentí que de alguna manera hice que el embarazo pasara. Ambos luchamos contra nuestra atracción como locos. Pensé que no era lo suficientemente buena para él. —Ella lo dijo con lágrimas en los ojos—. Yo era tan, tan, tan joven. Realmente quiero enfatizar ese punto contigo. Peleamos contra nuestra atracción, lo que era estúpido, porque ahora veo eso como tiempo perdido. Nos amamos el uno al otro y eso solo crece para fortalecerse. Esta familia me ama a mí y a mi hija con pasión. Ellos también te aman de la misma manera que yo. Algún día despertarás y te preguntarás que te tomó tanto tiempo para saber que estaban destinados a estar juntos —terminó ella.


Las dos mujeres terminaron dándose un abrazo, incluso cuando era un poco difícil con la pancita de Juana entre ambas.


Juana se rió:
—Viste, te dije que esta cosa siempre se mete en el camino.


—Bueno, yo te repito que eres absolutamente hermosa —dijo Paula.


—Ahí está mi esposa embarazada. ¿Cómo te sientes? ¿No deberías estar sentada? ¿Te puedo traer algo? —Federico entró, lanzando un montón de preguntas a su esposa y puso su brazo alrededor de ella como si fuera a levantarla y llevarla a la cama.


Juana se rió por su esposo preocupado y estiró su mano para poner su mano en su rostro. Era un momento tan íntimo, que Paula se sintió como una intrusa.


—Estoy bien, cariño. Necesitas dejar de preocuparte demasiado. Te dije que si algo estuviera mal, serías el primero en saberlo —le aseguró ella.


Federico se inclinó y besó a Juana con tanta pasión, que le trajo lágrimas a los ojos de Paula. Ella quería tener esa misma clase de amor con Pedro. Ella sabía que su corazón iba a romperse en millones de pedazos porque sentía que se enamoraba cada día más.


Ellos finalmente se separaron y ahora el rostro de Juana era el que estaba ruborizado en lugar del de Paula.


—Ahora ve y ayuda a tu hermano a cocinar mientras yo camino hacia ese cómodo sillón y continúo platicando con mi cuñada favorita. No espera, tacha eso, con mi hermana —terminó sonriéndole de manera acariciadora a Paula.


Las palabras hicieron que Paula se atragantara aún más. 


Ella estaba agradecida de poner sus preocupaciones a un lado y disfrutar la reunión familiar. Su hijo estaba recibiendo toda clase de amor y sabía que ella y Juana iban a ser verdaderas amigas. Ella necesitaba a una en su vida.


—Yo voy a escucharla, Federico; las mujeres embarazadas tienen a cambiar más rápido de humor que una bala disparada. —Ambas chicas se rieron y Juana tomó el brazo de Paula y caminaron hacia los sillones y al fuego crepitando.


—Pero Pedro perdió, lo que significa que puedo estar contigo —dijo Federico, sonando como un niño pequeño. 


Paula le dio una mirada y él reconoció la derrota.


Federico caminó hacia su hermano, ofreciéndole su ayuda.


—¡Ja! parece que molestas tanto a tu esposa como nos molestas a todos hoy con todas tus preocupaciones —lo molestó Pedro.


—No estaba molestándola, ella solo estaba teniendo una plática de chicas con tu esposa sobre ti —dijo Federico con una sonrisa malvada.


La cabeza de Pedro giró alrededor, y su confianza cayó.


—¿Qué estaban diciendo? —preguntó.


—Ya sabes, es una plática de chicas. Los chicos no son permitidos en esa conversación —dijo él, teniendo otra vez el mando. Su sonrisa se desvaneció mientras buscaba a su esposa. Quería llevarla a casa y mantenerla a salvo. Él estaba preocupado por todo lo que había caminado.


No podría sobrevivir si algo le pasaba a ella o al bebé.


—Sí, cómo que apesta estar por aquí, ¿verdad? —Pedro se burló de él mientras miraba que su hermano buscaba a su esposa.


—La amo demasiado, Pedro. Realmente no puedo recordar la vida sin ella —dijo con verdadera pasión—. Sé que amas a Paula y que ahora estás confundido y sé que las cosas no son perfectas, pero para nosotros tampoco lo fueron. Te prometo que se pondrán mejores —terminó él con sinceridad.


—Todo está bien. ¿Por qué no dejas de hablar como una niña y me ayudas a cocinar? —dijo Pedro cambiando el tema.


—Ok, no quiero que vayas corriendo hacia Juana y le digas que tú hiciste todo el trabajo. Porque entonces me meteré en problemas —dijo mientras agarraba unas tenazas y empezaba a colocar los filetes jugosos. El olor le recordó que no había comido en horas y que había trabajado todo el
día—. Terminemos esto antes de que me muera de hambre. Hombre, Marcos trabajó duro con nosotros hoy.


—Sin bromas. Creo que nuestro hermano pequeño intentaba
matarnos. —Se rió Pedro.


—¿Acabo de escucharlos gimotear chicos? —Marcos salió de repente por la puerta.


—No gimoteábamos, Marcos, sólo discutíamos lo adoloridos que vamos a estar mañana —dijo Pedro con una risita—. Supongo que debería intentar venir aquí un poco más. Me estoy acostumbrando demasiado a ese escritorio —terminó.


—Oye, habla por ti. Yo persigo todos los días a una chica de casi dos años. Déjame decirte que es una sesión de ejercicio como que rivales persigan vacas. —Federico inmediatamente miró alrededor hasta que localizó a su hija. Ella, por supuesto, estaba siendo cuidada por su abuelo.


—Ya se dieron cuenta cómo papá siempre nos está diciendo que necesitamos darle a mamá más nietos, pero él es el único que los monopoliza —dice Federico.


—Lo sé. Papá sólo ladra, pero no muerde. Todos aquí sabemos que él quiere a todos los nietos para él, pero hombre, ¿ya se dieron cuenta de lo bien que se ve? Realmente estoy feliz de que tenga a esos bebés en su vida.
Le han traído una ola de juventud a toda su apariencia —dijo Pedro.


Marcos se paró junto a sus hermanos sintiéndose un poco excluido. No se había sentido de esa manera desde que eran niños pequeños y ellos a veces corrían y lo dejaban atrás. Él había sido tan pequeño para mantenerles el paso, pero al final, siempre regresaban por él.


—Bueno, creo que yo solo disfrutaré ser el tío favorito —dijo
finalmente. Como si Olivia lo hubiera escuchado, ella miró desde donde estaba su abuelo y miró a su padre y a sus tíos. Ella empezó a dar sus primero pasitos hacia ellos tan rápido como sus pequeñas piernas rechonchas se lo permitían.


—Ío Mar, ío Mar —demando ella mientras estiraba sus brazos hacia él.


Sus palabras estaban mejorando, pero Marcos deseaba que ella mantuviera su dulce hablada de bebé para siempre.


—¿Cómo está mi hermosa princesa? —preguntó él mientras la cargaba en sus brazos y soplaba en su pancita.


—Hambe —dijo ella y apuntó a los filetes.


—Ésa es la chica buena de tío. Busquemos algo para que cenes. Tú puedes ser mi hermosa cita. Definitivamente tendré a la chica más hermosa de todo el lugar —dijo con una adoración total en sus ojos y en su voz.


—Sip —dijo Olivia mientras aplaudía, luego agarró el rostro de Marcos y le dio un beso sensiblero, que él amó.


—Parece que está listo —dijo Pedro. Él hizo un gesto para que el staff viniera y levantara todo mientras él salía con sus hermanos para estar con el resto de la familia.





CAPITULO 55




—Me sorprende que pudieras salir de la cama de recién casados el tiempo suficiente para unírtenos. —Marcos le tomó una foto a su hermano mientras golpeaba su brazo—. Diablos, no vimos a Federico por lo menos por seis meses —continuó.


—Tienes suerte de que me estás viendo ahora. Juana está a punto de tener al bebé —dijo Federico, mientras miraba a su teléfono por enésima vez.


—Confía en mí, el timbre de tu teléfono está funcionando muy bien. Si algo sucede, serás el primero en enterarte de eso. —Se rió Marcos.


—Lo sé. Lo sé. Me preocupo mucho por ella al estar embarazada. Sé que está con mamá y papá, pero hombre, es difícil estar lejos de ella ahora. —Sonrió tímidamente.


—Gracias a Dios que todavía estoy solo. Ustedes dos son un poco demasiado efusivos para mi gusto. —Suspiró Marcos antes de saltar la valla.


Federico y Pedro estaban justo detrás de él.


—Vas a ser el próximo, lo sabes. Los dos pensamos que íbamos a aguantar y míranos. No solo estamos casados, sino que también somos padres. Tu día está llegando. —Sonrió Pedro a su hermano menor.


—De ninguna manera hombre, soy un soltero empedernido y así es como me gustaría mantenerlo. Yo tengo mis manos ocupadas con todos estos animales. No tengo ningún tiempo para las mujeres o bebés en mi vida —agregó.


Federico y Pedro apenas se miraron y sonrieron. Sabían que su hermano menor caería y sería un placer ver cuando sucediera.


—Pensé que habías dicho que había un poco de trabajo por hacer —le incitó Pedro.


—Me mendigarás que pare para el final del día. Apuesto a que caerás y te avergonzarás en frente de tu novia —dijo con un guiño de esperanza.


—¡Venga, pequeño hermano! —respondió Pedro, aceptando el reto.


Si un tercero estuviera mirando al trío de hombres pensarían que pertenecían al rancho. Nadie sería capaz de pensar que Federico y Pedro trabajaban en oficinas y volaban alrededor del mundo en Jets. Marcos, por supuesto, era un ranchero a tiempo completo, pero fue por decisión propia.


Había decidido desde el principio de su vida que el trabajo de oficina no era lo que quería hacer.


Su padre, Horacio, amaba a sus hijos intensamente y apoyaba sus decisiones. Cuando Marcos decidió el rancho, lo apoyaba al cien por ciento.


Federico, Pedro y Marcos lucían guapos corriendo en sus desgastados sombreros Stetson y botas y pintorescos tejanos. Cabalgaron los caballos como campeones de rodeo y literalmente dejaron a mujeres rendidas a sus pies en sus pistas cuando ellos pasaron.


Los hermanos pasaron la tarde arriando el ganado y marcándolo. A media tarde se detuvieron junto al lago para almorzar y deleitarse del calor del verano.


—Cada vez que ustedes estén listos para cambiar sus trajes y manejar el rancho conmigo, saben que son bienvenidos —dijo Marcos con una sonrisa pícara.


—Tú sabes que me encanta la tierra y ayudarte en esta pequeña porción del cielo, pero no tardaría mucho antes de que el atractivo de los viajes y un traje bonito y limpio estarían llamándome —dijo Pedro.


—Tú sabes que papá me cogería con el lazo si intentó tomar distancia de la oficina. Está retirado y no quiere volver —añadió Federico.


—Sólo estoy diciendo... —Marcos dejó la frase sin terminar.
Federico y Pedro suspiraron al unísono.


—Ok, el último tiene que hacer un asado —dijo Marcos mientras se despojaba de sus bóxer en un tiempo récord y se metía en el lago.


—¡Ah mierda! —gritó Pedro mientras se sacaba de un tirón sus botas.


Miró y vio que Federico ya había comenzado.


Federico se sumergió un par de segundos antes que él.


—Creo que ustedes me han engañado otra vez. —Se rió Pedro—. Saben que sólo quieren que haga el asado porque soy el mejor en eso. Ustedes siempre queman esa hermosa carne Angus —agregó.


—Oye, cuando tienes razón, tienes razón —dijo Marcos antes de enviar una gran cantidad de agua directamente a la cara de Pedro.


—Ahora la guerra comenzó —dijo Pedro antes de una pelea masiva de agua entrara en acción. Cuando los hermanos se juntaban, era como si fueran adolescentes una vez más. Ellos tenían un vínculo más fuerte que la mayoría de los hermanos y los tres recibirían una bala por el otro. 


Sabían que eran tan cercanos, debido a que fueron criados por padres fenomenales.


—Ok, ok, yo llamo a una tregua —dijo Federico, mientras se arrastraba fuera del agua. Marcos y Pedro lo siguieron. Los tres fueron a la hierba suave y disfrutaron de los sonidos de la naturaleza a su alrededor.


—Entonces, ¿cómo van las cosas con tu esposa y tu maravilloso hijo? —preguntó Federico a Pedro.


—Las cosas están muy bien. Joaquin está creciendo rapidísimo. No puedo creer lo importante que es para mí. Incluso puedo imaginarlo con unos diez años más corriendo alrededor —dijo Pedro con cariño verdadero por su hijo.


—¿Y qué pasa con Paula? —preguntó Marcos.


Pedro vaciló por un momento. En realidad no sabía cómo describir su relación con su esposa. Sabía que si él les decía a sus hermanos que no era de su incumbencia, ellos desistirían y lo dejarían solo, pero se sentía bien hablar de sus emociones en conflicto.


—Honestamente, es muy complicado. Nos casamos porque en el fondo yo no le di ninguna opción. Tenía a mi hijo, al cual quería alejar de mí —dijo con un filo en su voz. Todavía estaba infeliz porque no le hubiera dicho del embarazo—. En algún momento, sin embargo, en los últimos meses, me he dado cuenta de que estoy entusiasmado por verla. Estoy deseando volver a casa, sabiendo que va a estar allí. —No añadió nada más. No quería mencionar siquiera la palabra amor.


Ninguno de los hermanos habló durante unos momentos. 


Parecían entender que estaba tratando de resolver las cosas en su propia cabeza.


—Sabes que las cosas no empezaron tan bien para mí y Juana tampoco, hermanito —dijo Federico finalmente—. Luché mucho contra mi atracción por ella. De ninguna manera quería estar en una relación. Por otra parte, yo nunca había querido a una mujer como la quería a ella. Ella entraba en la habitación y yo estaba en alerta instantánea. Traté de decirme a mí mismo que era sólo un poco desequilibrio hormonal, pero a pesar de que estaba luchando sabía que era una batalla perdida —concluyó.


—Todo el mundo puede ver que tú y Juana estaban destinados a estar juntos. Las cosas pueden haber comenzado inestables para ti, pero están asquerosamente enamorados ahora. No hay mujer alguna que podría
amarte como ella. Es la única razón por la que ella no ha mandado a pasear a tu feo trasero —finalizó Pedro y le golpeó el brazo a Federico.


—Sí, me suena a que los dos están enfermamente enamorados.Gracias a Dios nunca me va a pasar —añadió Marcos con una sonrisa arrogante.


Federico y Pedro se miraron y sonrieron. Sabían que su hermano bajaría pateando y gritando, pero sabían que caería. Sería inmensamente placentero para los dos verlo.


—No puedo estar enamorado como Federico, pero es bueno tener algo para llegar a tu casa —dijo Pedro. Sintió una punzada de dolor mientras decía las palabras. Él se imaginó que estaba mintiéndose a sí mismo, diciendo que él no estaba enamorado, pero era mejor que la alternativa de ser vulnerable.


—Sí, creo que te estás engañando a ti mismo hermanito. He visto la forma en que miras a Paula. Es algo más que lujuria. La miras de la manera en que veo a Juana. Cuanto más pronto aceptes este hecho y disfrutes estar casado, más pronto podrás dejar de sufrir todo el tiempo. Hombre, cuando finalmente acepté mis sentimientos, todo mi mundo cambió.
En serio, si algo llegara a sucederle alguna vez a Juana, no podría sobrevivir —concluyó Federico.


A continuación, sacó el teléfono por millonésima vez para ver si se había perdido una llamada de su esposa embarazada.


—Date un descanso hermano, tu esposa te informará si se pone de parto. El teléfono milagrosamente no se perderá una llamada y si una o cualquier de estas cosas sucedieran, alguien vendría corriendo a buscarte y llevarte de prisa al hospital —dijo Marcos.


—Lo sé, lo sé, pero espera a que estés en mi posición. No hay nada más grande que tu mujer dando a luz. Es increíble, hermoso y aterrador al mismo tiempo. Con mucho gusto tomaría cada dolor si pudiera. Me mata estar solamente sosteniendo su mano. Pero luego está este hermoso niño descansando en sus brazos y ella le sonríe con esa alegría radiante en su rostro. No hay nada igual en el mundo —finalizó Federico.


Pedro se sentó en silencio, escuchando a Federico hablar. 


Estaba celoso de su hermano, lo cual era muy inusual. 


Deseaba tanto haber estado allí para el nacimiento de su hijo. Todavía estaba enojado con Paula por haberle
arrebatado ese momento. Debería haber estado allí durante el primer llanto de su hijo. Debería haber estado allí para ser capaz de protegerlos a los dos.


—Eso suena como dolores de cabeza que no quiero tratar. —Se rió Marcos. La broma trajo a Pedro de vuelta al presente. Él se rió, pero fue forzado.


Afortunadamente sus hermanos lo ignoraron.


—Bueno, será mejor volver al trabajo. Todo el mundo debería estar aquí en un par de horas. No queremos que se den cuenta de que jugamos aquí más de lo que trabajamos —dijo Federico. Se levantó y se dirigió de vuelta a su caballo.


Ellos terminaron con las vacas y se dirigieron al establo a cepillar a los caballos


—Es hora de que los chicos dejen de tontear y vuelvan aquí —dijo la resonante voz de su padre, Horacio.


—Hola papá —dijeron los tres chicos al unísono y luego fueron y le dieron a su padre un fuerte abrazo.


—Tienen una casa llena de gente esperando por ustedes tres —afirmó de buen humor.


—Bueno, eso es porque todos saben que haré el asado. —Sonrió Pedro.


—Creo que es porque saben que su mamá y sus novias hermosas han estado ocupadas haciendo todo lo demás —respondió Horacio de vuelta.


—Mmm, espero que mamá hiciera la famosa ensalada de pollo —dijo Federico.


—Bueno, deberían saber que su mamá todavía los mima a ustedes echándolos a perder. Trato de decirle que ya están todos crecidos y no es necesario que los mime, pero ella no me escucha —dijo Horacio. Los tres chicos se miraron entre sí y rodaron los ojos. Ellos sabían que su padre era el mayor blando de todos ellos.


—Claro papá, mamá es la única que nos malcría —dijo Marcos, mientras golpeaba a su padre en la espalda—. Vamos primero para que podemos conseguir un poco de ensalada de mamá y Pedro pueda poner los filetes en la parrilla —continuó.


Su boca estaba empezando a volverse agua solo de pensarlo.


—¿Perdiste otra vez? —Horacio volvió su atención hacia Pedro.


—¡Ah papá! Sabes que me engañaron porque soy el único que puede cocinar algo digno para comer —dijo Pedro.


Ellos se rieron y se dirigieron cómodamente hacia la casa. 


Se oía a la gente riendo y hablando, incluso desde el granero. A Marcos le encantaba tener a su familia y amigos en el rancho. Él era un hombre afortunado.


No había necesidad de una mujer en su vida, pensó. Se sorprendió por la leve punzada que sacudió sus entrañas. 


Decidió apartar esos pensamientos de su mente.


—Así que, Marcos, ¿cuándo vas a establecerte como tus hermanos y darle a tu pobre mamá algunos nietos? Sabes que ella no se está haciendo más joven y llora en la noche de la angustia de tener un hijo viviendo solo — dijo Horacio.


Marcos suspiró antes de hablar.


—Sabes que nada de eso es cierto, papá. Tú eres el que quiere nietos corriendo alrededor. Creo que Federico y Pedro están haciéndolo muy bien dándote un montón de pequeños Alfonso —dijo—. Y si mamá te oye decir que está vieja, estarías en graves problemas —añadió con una sonrisa maliciosa.


—Ahora, no contestaré eso. Por supuesto que es tu mamá la que se preocupa por ti —repitió—. Y si te atreves a decirle a tu mamá lo que dije, serás tú el que está en graves problemas —amenazó.


—Está bien papá, puedes hacerle saber que me quedaré como un solterón empedernido. Hay demasiados corazones que se romperían si decido atarme en matrimonio. Yo no quiero ser responsable de toda esa angustia —dijo con una sonrisa.


—Tú sabes que vas a caer igual que nosotros lo hicimos —añadió Federico su granito de arena.


—No te metas en esto, Federico —dijo Marcos, con un tono de queja.


—No te preocupes hermano, la vida matrimonial no es tan mala y es muy bueno ser padre. Hablando de la paternidad, ¿dónde está mi hijo? — preguntó Pedro a su padre.


—Él estaba jugando con su prima cuando me fui de aquí. —Sonrió con cariño Horacio, al hablar de sus nietos.


Pedro y Federico aumentaron su ritmo para poder ver a sus hijos. Marcos negó con la cabeza, pensando que sus hermanos estaban muy mal. Por lo menos le agradaban sus esposas y los niños eran bastantes agradables