lunes, 30 de marzo de 2015
CAPITULO 93
Malena y Juana estuvieron agitadas con el vestido de Paula,
asegurándose de que todo era perfecto. Ella respiraba profundamente dentro y fuera, tratando de calmarse, mientras la música comenzaba. No podía calmar el rápido latido de su corazón.
Levantó la mano para frotarse el martilleo de su cabeza.
Tenía miedo a la muerte. Su hijo estaba ya ahí, luciendo tan guapo en su pequeño traje. Había estado tan orgullosa cuando él le había dicho que estaba de pie con Pedro como uno de sus padrinos.
—Va a estar bien, toma algunas respiraciones más profundas. Malena y yo caminaremos por el pasillo y entonces tú nos seguirás en unos dos minutos, está bien —le dijo Juana.
Paula sintió un pánico instantáneo a la idea de caminar por ese pasillo por su cuenta. No creía que sería capaz de hacerlo.
—Espera —dijo con pánico—. No tenemos que hacerlo de la manera tradicional, todas podemos caminar juntas —le pidió a las chicas.
Se miraron una a la otra como si hubiera perdido la cabeza, vieron el pánico en sus ojos y se encogieron de hombros.
—Claro —dijeron al unísono.
—Gracias. —Comenzaba a sentirse un poco mejor.
—Oye, es nuestro trabajo como tus damas de honor ayudarte a caminar por el pasillo. No estaríamos haciendo lo correcto si tu corres en la otra dirección —dijo Juana con una sonrisa.
—Ustedes son las mejores.
—No te atrevas a arruinar su maquillaje —dijo Malena mientras se limpiaba su propio ojo.
Las tres mujeres se rieron y luego se abrazaron entre ellas.
Paula podía sentir su pulso comenzaba a reducir la velocidad.
Estaba llamando a la puerta.
—¿Está todo bien? —preguntó Horacio a través de la puerta.
—Todo está bien. Llegando en un momento —dijo Malena.
—Es bueno saberlo —dijo Horacio y luego oyeron que sus pasos comenzaban a retirarse.
Malena salió de la puerta, con sus dos nuevas hermanas a ambos lados de ella. Hubo una exclamación en el público cuando los tres hermosas mujeres se abrieron camino hacia el altar. Ninguno de ellos se dio cuenta de la imagen impresionante que ellas hicieron.
Los hombres que estaban al final del pasillo no podían quitar los ojos de las mujeres gloriosas. La visión de los ellas era suficiente para detener el tráfico, o causar un disturbio.
El pecho de Pedro se hinchó de orgullo, mientras se daba cuenta que en tan solo cortos minutos, la hermosa visión caminando hacia él sería su esposa. Quería correr hacia ella y tirarla a sus brazos. Tomó todo lo que tenía el estar allí y esperar a que llegara a él.
La ceremonia transcurrió en un borrón y antes de que se diera cuenta Paula, el predicador les estaba pronunciando que eran marido y mujer. Pedro la tomó en sus brazos y apretó sus labios a los de ella suavemente. Fue lento y dulce, y le quitó el aliento.
Se sentía como si estuviera flotando en una nube mientras se abrían camino por el pasillo y luego pararon saludar a los invitados. Ella estaba en piloto automático mientras cortaban el pastel y bebían un sorbo de champán. Ella no sería capaz repetir una palabra que dijo durante el brindis. Tenía ojos y oídos para nada más que su marido.
Cuando llegó finalmente el momento para el baile, Paula se fundió en los brazos de Pedro y apoyó la cabeza contra su pecho. Le frotó suavemente la espalda, aliviando sus nervios por completo. Él era el más magnífico hombre al que jamás hubiera esperado.
Él cantó junto con la melodía country que tocaba la banda y ella se deslizó por la pista de baile iluminada, como una verdadera princesa, siendo cortejada por su príncipe azul.
No podía creer que una boda podría ser tan mágica o que era la novia de Pedro.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves? —le preguntó.
—Solo alrededor de un centenar de veces esta noche.
—Eres siempre hermosa, pero verte caminando por el pasillo con ese vestido ha tomado todo pensamiento racional de mi cabeza —dijo al tiempo que le daba la vuelta.
—Al verte en ese esmoquin, luciendo tan impresionante me ha hecho querer despojártelo poco a poco —le susurró.
Todo el cuerpo de Pedro se tensó ante sus palabras pronunciadas en voz baja. La empujó con fuerza contra su cuerpo e incluso a través de las capas de seda y encaje ella podía sentir cómo sus palabras le habían afectado.
—Vamos a salir de aquí —le declaró a ella.
—Eso suena perfecto para mí —respondió ella y le cogió la mano cuando empezó a conducirla fuera de la pista de baile.
Ambos oyeron un alboroto en el servicio de comida y se volvieron para averiguar lo que estaba pasando. Oyeron a uno de los guardias de seguridad del personal decirle a alguien que saliera de inmediato, antes de que hubiera consecuencias.
Ambos caminaron hacia la conmoción para averiguar lo que estaba pasando. Paula se quedó sin aliento cuando descubrió lo que estaba causando toda la agitación. Ella los vio unos dos segundos antes de que ellos la vieran.
—¿De verdad cree que el juez va a creer esta farsa de matrimonio pequeña zorra? —escupió una mujer de mediana edad a Paula.
—¿Qué están haciendo aquí? —Paula les preguntó en completo shock.
—Hemos venido por nuestro nieto. Lo robaste de nosotros y con tu marido apenas en la tumba, parece como que tú has encontrado un nuevo hombre para derrochar su dinero. Siempre has sido una cazadora de oro. Le rogamos a nuestro hijo que no casara contigo. Incluso le dijimos que el
niño no era suyo. Nos quedamos impactados cuando los resultados del ADN llegaron —continuó la mujer lanzándole insultos a Paula.
—Le has hecho un examen a mi hijo sin mi conocimiento —le rabió Paula. Pedro estaba impresionado de lo único que ella se molestó en comentar fue por la violación en contra de su hijo.
—Por supuesto que lo hicimos. ¿No pensaste que íbamos a tomar la palabra de alguna vagabunda que el niño era realmente nuestro nieto, ¿verdad? —escupió la mujer.
—Si no querían tener nada que ver con él, entonces ¿por qué lucharán por su custodia? —le preguntó Paula a la mujer horrible.
—Tú nos arrebataste a nuestro hijo, ahora vamos a tomar el tuyo — explicó la mujer.
Pedro estaba aturdido por el odio que provenía de la mujer que solía ser la suegra de Paula. No sabía que alguien podía ser tan cruel y malvado. Nunca había tenido la tentación de golpear a una mujer en su vida, pero tuvo que luchar como el infierno por no abofetearla.
—Usted no se acercará a mi hijo. Nunca lo quiso y no lo usará como peón en un juego que no quiero jugar —dijo Paula, con toda la fuerza de una madre protectora en su voz.
—Tú niñita estúpida, no nos puedes ganar —espetó la mujer.
—Trátalo y llévate a mi hijo y verás cómo te gano —dijo Paula, malinterpretando deliberadamente su significado.
—Nos llevaremos esta noche a Diego. ¿Dónde está? —dijo la mujer y comenzó a moverse hacia la zona de recepción de la boda.
—Sobre mi cadáver —dijo Pedro a la mujer, dando un paso delante de ella.
Ella se burló de Pedro y luego tropezó hacia atrás, ya que estaba flanqueada a ambos lados por sus hermanos. Los tres de pie allí hicieron un espectáculo intimidatorio.
—Seguridad, escolten a esta pareja. Si ellos atacan de ninguna manera llamen al sheriff. Es un amigo personal y estará aquí en unos minutos —agregó Pedro mientras miraba a la odiosa mujer.
—Bien, nos vamos a ir por ahora, pero disfrutar de tu familia
fingida, porque lunes por la mañana, el niño será nuestro —dijo, antes de darse la vuelta y alejarse. Su marido le siguió detrás dócilmente y los guardias de seguridad los siguieron, asegurándose de que realmente se fueran.
—Paula, siento mucho lo que pasó —dijo Pedro con ella, mientras tiraba de su tembloroso cuerpo en sus brazos.
—No, Pedro, soy yo la que lo siente. No deberían estar involucrados en esto —dijo en un sollozo.
—No mereces ninguna de las cosas que te dijo. No dejes que tenga el poder sobre ti al afectarte en algo —dijo mientras estrechaba su barbilla gentilmente en sus manos.
Paula le miró a los ojos y se dio cuenta de que tenía razón.
Si se rompía entonces le estaba dando una pequeña victoria a la mujer. Se negó a hacerlo.
—¿Quieres irte? —le preguntó a ella.
—No, tienes razón, no voy a dejar que arruine mi día de la boda. Si me das unos minutos para refrescarme, me gustaría bailar un poco más — le dijo ella con una sonrisa valiente.
—Todo lo que tú quieras —le respondió.
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