viernes, 13 de marzo de 2015

CAPITULO 33






Paula pasó los próximos dos meses consiguiendo que su hogar estuviera decorado y listo para su recién nacido. Con frecuencia dejaba lo que estaba haciendo y frotaba su vientre. Estaba feliz por el hecho de que pronto iba a ser madre.


Su relación con Pedro estaba marchando bien, pero también le hacia falta algo. Hacían el amor con frecuencia, y era asombroso. Cuando estaban juntos en la cama, ella se sentía querida, como la mujer más hermosa del mundo.


Cuando estaba en sus brazos, todo era perfecto. Él todavía no le había dicho las palabras mágicas, pero se sentía amada por él. Tal vez él no sería capaz de decirle que estaba enamorado de ella.


Todos los días peleaba consigo misma para no gritarle esas palabras.


Cada vez que hacían el amor, ella las decía en su mente una y otra vez. “Te amo, Pedro”. “Te amo”. Como deseaba tener la confianza para decirle lo que sentía. Temía que si se lo decía, él pensaría que era demasiado pegajosa, y después se alejaría de ella.


No sabía si podría sobrevivir si él ya no la quisiera. Se había comenzado a imaginar el “felices para siempre” que había leído en muchas novelas románticas. Siempre había pensado que sólo era posible en ficción, pero ahí estaba, viviendo en su propia novela.


Paula estaba perdida en sus propios pensamientos en lo que intentaba leer un libro fuera de la piscina. Su estomago estaba más grande, ya que estaba en medio de su tercer mes de embarazo. Se mantuvo esperando a que Pedro sintiera repulsión por su cuerpo, pero parecía pensar que los cambios eran sexis, si su reacción del cuerpo era una indicación.


Incluso en las raras noches que no hacían el amor, podía sentir la evidencia de que él la quería al estar presionado en la suavidad de su espalda.


—Hola, sexy —dijo Pedro mientras se sentaba y le acariciaba el cuello—. ¿Cómo te sientes hoy?


Continuó hacia arriba de su cuello con un beso con los labios abiertos que hacía su pulso se disparara.


—Me siento muy bien —ronroneé—. ¿Quieres que te lleve arriba y te muestre? —declaró, mientras sus besos ya estaban haciendo a su cuerpo llenarse de necesidad.


Él se rió y tiró de ella hacia su regazo, donde unieron sus bocas en un profundo beso. Para cuando se separaron para tomar el aire que tanto necesitaban, ella pudo sentir la evidencia de su excitación, y ya estaba lista para él.


Deslizó su falda hacia arriba y la tomó ahí mismo en la sala de estar con ella sentada arriba de él. Ella se vino rápido y fuerte y después colapsó en sus brazos.


—Bueno eso fue un gran Hola —susurró él mientras continuó acariciándole la espalda.


—La cena está lista —escucharon una voz que venía de adentro de la casa.



* * * *


Pedro tapó rápidamente a Paula, olvidando que su sirvienta pudo haber entrado en cualquier momento.


Olvidaba que el resto del mundo existía cuando ella estaba envuelta en sus brazos.


A él no le gustaba perder el control de esa manera, y se sentó incomodo mientras su cuerpo trataba de regresar a la normalidad.


—Lo siento —dijo un poco tímido—. Sólo venía a saludarte, pero me vuelves un poco loco —continuó. Ella puso la mano sobre su rostro mientras miraba sus ojos—. No lo lamentes. Yo también te deseo así, y nadie nos descubrió —dijo ella, sonando un poco a la defensiva—. Quiero hacerte el amor tanto como nos sea posible antes que nuestro hijo tome toda la habitación, y ya no puedas tocarme —terminó con poca conciencia.


Él la miró a los ojos de manera profunda y habló honestamente:
—Eres hermosa,Paula, y tu cuerpo cambiando con nuestro hijo creciendo dentro de ti, sólo hace engrandecer esa belleza. Siempre te querré, y eso no cambiará. —Continuó acariciándola.


Se sentaron juntos por un rato más hasta que el hambre finalmente los hizo levantarse e ir a la cocina, donde compartieron una silenciosa y agradable cena. Se fueron temprano a la cama e hicieron el amor de nuevo. Cuando Paula llegó al clímax, susurró finalmente en voz baja sin
poder ya contenerse:
—Te amo.


Ella lo sintió ponerse rígido con sus palabras y temió que de alguna manera hubiera roto las reglas de su matrimonio.


Él no dijo nada, pero no la apartó. Ella reposó en sus brazos, sintiéndose desolada y esperando que él le repitiera las palabras.


Sintió que él la amaba, pero tal vez se equivocó. Lagrimas silenciosas rodaron por sus mejillas hasta que finalmente se quedó dormida de puro agotamiento.


Pedro se quedó ahí, sosteniendo a Paula, en lo que su respiración se tranquilizaba, para estar seguro que estaba realmente dormida. Ella lo amaba, pensó con asombro. Ya había visto los signos de su apego y sintió que ella se estaba enamorando, pero él tenía tanto miedo de abrirse.


Había habido muchas mujeres que habían dicho esas mismas palabras, no porque lo amaran, si no porque amaban su dinero, su poder, y todo lo que él les podía dar.


En el interior, él sabía que Paula no era una de esas mujeres, ella ya lo tenía completamente envuelto alrededor de sus dedos. Al darle su amor también, parecería que él estaría dando la última pieza de él. No estaba listo para hacer eso. Tenía que quedarse con algo, trató de razonar.




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