viernes, 13 de marzo de 2015

CAPITULO 32




Paula y Pedro tuvieron un tiempo increíble en su luna de miel.


Él la había llevado a París por un par de semanas. No sacaron a colación ninguno de los problemas que alguna vez habían estado tan presentes en su relación desde el principio. Simplemente llegaron a conocerse mutuamente.


Pasaron cada noche en el hotel haciendo el amor, aferrándose el uno al otro, ninguno de los dos dispuestos a dejar ir al otro. Paula pensó, si su relación se mantenía progresando de este modo, podrían tener un futuro juntos después de todo.


Pedro la llevó por todo París. Estaba como una niña en Disneylandia.


Amaba toda la historia y antigua belleza de todo. Sabía que no era nada nuevo para Pedro y calculó que estaba aburrido como una ostra.


Estaba equivocada al respecto. Pedro estaba visitando Paris por primera vez a través de sus ojos. Era increíble ver las cosas que él había visto en innumerables ocasiones a través de ella. Ella tenía tal amor y reconocimiento de todo a su alrededor.


Pedro hubiera preferido quedarse en su lujosa habitación de hotel todo el tiempo y recorrer su cuerpo en su lugar, pero a regañadientes se la llevó por la ciudad del amor. Se preguntó cuando su sed por su esposa sería en cierto modo saciada.


Le hizo el amor a ella y después podía volver y hacerlo de nuevo cinco minutos después. No podía tener suficiente de ella, y ella parecía igual con él. Ella no solía ser la que tomaba la iniciativa en hacer el amor, pero lo compensaba con total entusiasmo una vez que empezaban.


La luna de miel terminó demasiado pronto. El viaje fue increíble, pero estaba ansioso en mostrar a su esposa su regalo de bodas. Ambos durmieron más en el vuelo red eye a casa, ya que no durmieron mucho en París. Cuando llegaron de vuelta a Seattle, temprano en la mañana, ni siquiera tuvieron que lidiar con el jet lag.



* * * *


El avión de la compañía era bastante cómodo, era como si ni siquiera volara. Paula estaba feliz con su matrimonio y no podía conseguir lo suficiente de su esposo. Estaba encantada con sólo seguirlo a cualquier lugar. No podía obtener lo suficiente de sus manos sobre su cuerpo. Se tensaba con anticipación al pensamiento de sus dedos mágicos acariciándola.


La invitó para un maravilloso desayuno en un pequeño comedor familiar, cuya especialidad era un voluminoso omelet. Consumió toda su comida y apenas se llenaba. 


Estaba seriamente preocupada, iba a ganar cien libras si no se cuidaba.


—No puedo creer la cantidad de alimentos que estoy comiendo. Mejor detenme antes de que sea tan grande como una ballena —dijo preocupada Pedro.


Él rió en voz alta.


—Recuerda, Paula, estás comiendo para dos y te puedo decir ahora, si estás llevando mi niño, será muy exigente, incluso desde el vientre.


Oh bueno, pensó ella, de todos modos él no estaba con ella por su cuerpo.


Se casó con ella porque llevaba a su niño. Ese pensamiento puso de nuevo un poco de malestar en su buen humor. Paula decidió olvidarlo y no pensar en ello. Estaba disfrutando su tiempo con Pedro demasiado para dejar que algo le afectara.


—Tengo un regalo de bodas para ti. Espero que te guste porque sería difícil devolverlo —dijo Pedro a Paula. Ella no tenía ni idea qué otra cosa podría darle.


Deseaba que él pudiera darse cuenta de que lo único que quería era su amor. No le interesaba su dinero o su poder. 


No le importaban los viajes a París o el gran diamante que ahora descansaba en su dedo. Sólo quería que la amara tanto como ella lo amaba.


También se sintió mal, porque no tenía nada que darle a él.


—No sabía que teníamos que darnos regalos. No tengo nada para ti.


—Déjame mostrarte lo que es —le dijo mientras la ayudaba a entrar al auto. Se dirigían a la casa de sus padres y ella calculó que era su casa, aunque no entendía por qué ellos tenían dos apartamentos en la ciudad.


Se dio la vuelta y condujo por un largo camino y ella estaba aun más confundida. ¿Hacia donde iban? Continuó bajando la interminable entrada sombreada con hermosos árboles por todo el camino. Detuvo el auto frente a una casa de estilo colonial que era más grande de lo que cualquier persona necesitaba.


Salió del auto y llegó a su lado, abriendo la puerta. Ella dio un paso hacia fuera y le miró curiosamente. Subieron los escalones y él abrió la puerta, de repente levantándola en sus brazos y llevándola a través del umbral.


—Bienvenida a casa —dijo antes de colocar sus labios sobre ella. Paula estaba sin palabras. Había conseguido un nuevo hogar. ¿Había tenido esto todo el tiempo y sólo se quedó en los apartamentos para estar más cerca para trabajar? ¿Vivió allí antes con otra mujer?


Tenía tantas preguntas, pero tenía mucho miedo de las respuestas para preguntarle en voz alta.


—¿Ésta es realmente nuestra casa? ¡Tenemos una casa real! —exclamó finalmente y dejó asumir su emoción.


Siempre había soñado con tener un verdadero hogar, con una familia de verdad en ello, pero nunca había pensado que le sucedería. Sabía que iba a tener un hijo, pero tener un marido, también, parecía tan irreal. Apenas podía respirar y tenía miedo de parpadear, con el temor de que todo pudiera desaparecer.


Pedro la dejó en el suelo, y ella salió corriendo de una habitación a otra. El lugar era enorme. Había algunos muebles, pero no muchos. La cocina tenía todos los electrodomésticos conocidos por el hombre, y ella no podía esperar para utilizarlos todos.


Una escalera enorme circulaba alrededor, lo que permitía dos formas de subir o bajar. Tenía el tipo de barandilla en el que veías a la realeza descender en todas las películas románticas. Arrastró su mano a lo largo de la barandilla mientras corría escaleras arriba. Varias habitaciones eran absolutamente impresionantes.


Se sorprendió por la falta de mobiliario. Tal vez los entregaran más adelante. Entró en una habitación y se quedó sin aliento. No había nada en él, pero si una hermosa cuna antigua con ropa de cama de encaje.


Caminó lentamente hasta la cuna y pasó su mano, imaginándose a su niño durmiendo bajo el delicado edredón. 


De pronto, Pedro estaba detrás de ella, envolviéndola en sus brazos. —Esta era la misma cuna en la que yo dormía cuando era un bebé. Sé que la mayoría de las madres quieren diseñar su propio cuarto, pero significaría mucho para mí y para mis padres si usamos esta cuna para nuestro hijo, —le susurró al oído.—Mi madre hizo esta misma colcha. Pasó meses en ella mientras estaba embarazada de mí. Ella hizo una para una para cada uno de sus hijos y luego la guardó para sus futuros nietos —continuó él.


Paula quedó sin habla. Se sintió tan conmovida por este pedazo de historia de su familia, sabía que no sería capaz de pronunciar las palabras. En su lugar, dio la vuelta en sus brazos y decidió mostrarle lo mucho que le gustaba la cuna.


Pedro suavemente la levantó y la llevó a su habitación. Se centró sobre todo él y no en terminar su recorrido por la casa hasta mucho más tarde.


Mientras yacían en la cama juntos y ella se acurrucaba bajo su barbilla, él le frotaba la espalda mientras hablaba.


—Debes haber notado la falta de mobiliario. Algunas de las piezas aquí vienen de mis padres, y los otros es lo que he recogido a lo largo de los años. El resto de la casa es para ti para decorar. Puedes hacer lo que quieras. Si quieres algo de ayuda, mi madre me ha pedido que te informe que ella disfrutaría trabajar contigo para hacer de este nuestro hogar. En otras palabras, ella te está pidiendo que dejes que ella te lleve por toda la ciudad en un frenesí de compras. Mi madre le gusta mucho ir de compras, especialmente cuando es para alguien más. Estarás suplicando misericordia, pero, sinceramente, si lo quieres hacer por tu propia cuenta, prepararé una excusa —dijo.


Paula sabía lo que él quiso decir. Podría haberse negado, pero ella amaba a sus padres y no creía que sería capaz en negarles algo. Había disfrutado, pasando el rato con su madre y aprendiendo de ella. Ana sabría todo acerca de lo que los bebés necesitaban. Paula no sabía nada.


—Estaría muy contenta de ir con tu mamá, pero no sé cuándo voy a tener el tiempo —dijo.


Pedro respiró hondo, como si estuviera tratando de ganar valor. Eso la sorprendió, ya que parecía que nunca tuviera miedo de nada.


—¿Qué es? —preguntó.


—Paula, honestamente no estoy tratando de controlarte, pero creo que sería mejor si tuvieras que centrarte en ti y el bebé. Ya has tenido problemas de salud y estarás muy ocupada preparando las cosas para nuestro nuevo hogar y el bebé. No creo que debas de trabajar más para la empresa. —Él finalmente llegó al punto.


Paula tenía muchos sentimientos encontrados. Se sorprendió de que la emoción más fuerte que sintió fuera la de alivio. Ella lo estaba haciendo bien en su trabajo, pero no le gustaba. Había tanta tensión implicada, y todo lo que podía pensar era en su futuro hijo y su marido, de todos modos, lo que hizo que trabajar tanto fuera más difícil. El médico no la había liberado del reposo en cama, y podría una vez más centrarse en su carrera después de que ella diera a luz a su hijo en forma segura.


No quería ser completamente dependiente de Pedro. Ya tenía una buena cantidad de ahorros, debido al hecho de que tenía muy pocos gastos. Esa era su manta de seguridad. No era lo suficiente para durar mucho tiempo si ya no estaban juntos, pero sería suficiente para conseguir instalarse en un nuevo lugar mientras ella encontraba un trabajo.


—Tendría que entrenar a una nueva persona. Estoy de acuerdo con no trabajar por ahora, especialmente desde que el Dr. Scott dijo que tengo que permanecer en reposo tanto como sea posible. Quiero conseguir un trabajo después de que el bebé esté con unos meses de edad, sin embargo, tal vez sería mejor si yo no trabaje para mi esposo —dijo.


Pedro parecía aliviado. —No tienes que preocuparte sobre el
entrenamiento de alguien. Mi padre ya ha tomado cuidado de todo eso mientras estábamos en nuestra luna de miel —dijo alegremente.


—¿Quién es esta nueva persona? —preguntó con suspicacia. No quería que alguna joven delgada y linda pensara en trabajar con su marido por incontables horas a la semana. Sabía que había muchas mujeres por allí que no tendría ningún problema para dormir con un hombre casado, y a través de esa puerta de conexión entre sus oficinas era demasiado fácil para escabullirse.


La idea de que otra mujer colocara sus manos sobre Pedro era lo suficiente para acelerar su respiración, y estaba lista para rasguñar los ojos de esta persona inexistente. Ésta era su familia, y haría cualquier cosa a su alcance para no soltarlo.


Pedro se rió. Sabía exactamente lo que estaba pensando.


—No te preocupes. Ella es una abuela felizmente casada con seis nietos, que está más que calificada. Ella en realidad trabajaba para otra división en la empresa, y mi padre sintió que era hora de que ella consiguiera un ascenso —le aseguró.


—Esther ha estado trabajando con ella la semana pasada y se ha adaptado en el trabajo rápidamente. Creo que lo hará bien para nosotros en las oficinas corporativas. Por supuesto, ya no será un placer para mí trabajar cada día, sabiendo que no estás allí. Me he acostumbrado a tu olor,
invadiendo cada aspecto de mi área de trabajo. Desesperadamente lo voy a extrañar —dijo, acariciando su cuello.


—Creo que todo ha sido tomado con cuidado, entonces —dijo, sintiendo un poco de suerte, ya que había sido sustituida tan fácilmente—. Voy a centrarme en conseguir que nuestra casa esté lista para el bebé. —Paula estaba asustada, como siempre había trabajado tan duro, y ahora no se esperaba mucho de ella salvo para conseguir que la casa estuviera lista y esperar a su pequeño por nacer. No sabía lo que iba a hacer con el tiempo extra en sus manos.


Además, ella no tomaría nada de su marido si alguna vez él decidía que el matrimonio había terminado. Ella lo amaba, y no se convertiría en la mujer que él creía que era al comienzo de su relación.


Fue triste para ella saber cuántas personas utilizaban a Pedro y su familia para sus propias necesidades egoístas. 


¿No podían todas ésas personas ver que los Alfonso eran gente increíble, con o sin el dinero y el poder?


Bueno, ella planeaba mostrarle lo mucho que lo amaba por él mismo —y nada más— por el resto de su vida.




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