domingo, 8 de marzo de 2015

CAPITULO 17






Él estaba un poco nervioso como para mirarla por completo. 


Paula estaba luchando por mantener sus emociones bajo control. Se veía sólo bien, no estaba tratando de impresionarlo, de ninguna manera. Iría con él, sólo para mostrarle que podía estar en su compañía sin ser afectada por eso.


La única cosa que la mantenía de decirle lo que realmente pensaba sobre él, era el hecho de que estaba sentada en la mesa de su padre, y ella respetaba a Horacio. Tan lejos como fue Pedro, más le valía ser cuidadoso, porque podría resbalar y atropellarlo cuando estuviera probando su nuevo carro.


—Estoy lista, Sr. Alfonso —dijo con voz melosa, chorreando vinagre— Aunque tal vez quiera alistarse usted, y limpiar la mermelada de su cara—añadió con satisfacción.


Sus ojos se estrecharon aun más antes de que se levantara de la mesa y entrara a la casa sin decir otra palabra. En silencio Paula se rió entre dientes, disfrutando de la victoria de ganar su pequeña guerra. Se sentía bien el tirar al todo poderoso Pedro de un solo golpe.


—Bueno, ustedes chicos parecen estarse llevando muy bien —dijo Horacio con completa sinceridad. Ella no pudo saber si lo decía enserio o no.


Parecía que sí. Tal vez los dos no habían sido tan obvios como ella había pensado. Se imaginó que se podía haber rebanado la tensión entre ambos con un cuchillo, pero era bueno que Horacio no lo hubiera notado.


—Es un gran jefe. —Fue todo lo que dijo antes de bajar la mirada y comenzar a picar su desayuno. No vio la sonrisa divertida en la cara de Horacio.


—Me alegra escuchar eso, ya que ustedes dos estarán pasando mucho tiempo juntos. Amaba mis viajes de negocios. Esther era invaluable al tener todo en orden cuando estábamos de viaje. No pude haber hecho mi
trabajo tan bien sin ella. Ana nos acompañaba con frecuencia, especialmente cuando íbamos a lugares tropicales. Así fue como las dos se convirtieron en grandes amigas.


Paula sintió un momento de puro pánico mientras Horacio hablaba sobre ella viajando con Pedro. ¿Cómo le podría ser posible mantenerse calmada si estuvieran encerrados solos en su jet, o en una suite de hotel? Ni siquiera escuchó el resto de lo que estaba diciendo Horacio. Algo sobre Ana y Esther. No importaba, lo que si importaba era que tal vez terminaría en alguna isla tropical con un jefe al que al parecer ella no le podía quitar las manos de encima.


Trató de relajarse, pensando de nuevo en la conversación que habían tenido. Él no estaba interesado en tener sexo con ella, ya no. Ya había obtenido lo que él quería. Ella podía lidiar con su sarcasmo, incluso con sus groserías; pero no podía lidiar con su contacto, al menos no sin derretirse.




******



Pedro regresó y se quedó de pie a su lado, esperando impacientemente, mientras Paula tomaba unos cuantos bocados más de su comida, masticando tan despacio como le era posible. Miró intencionalmente a su reloj, tratando de hacer que apresurara su paso.


—Ahora, Pedro, deja de estar tan impaciente. No es educado apresurar a una señorita —regañó su padre.


—Tenemos que hacer muchas cosas hoy padre, sólo quiero que ya nos vayamos porque tengo planes con Vanina está noche —añadió, mintiendo al decir que tenía una cita.


Notó que Paula se tensó en su asiento. Excelente, pensó. 


No estaba tan despreocupada como le quiso hacer creer a él. Estaba sorprendido de cuán bien lo hizo sentir ese pensamiento. Él no reaccionaba bien a los rechazos, incluso si no quería a la mujer. Sin embargo, ese no era el caso para nada. Él todavía la quería, incluso ahora más que nunca.


Se puso de pie y tomó su bolso del respaldo de la silla.


—No quisiera hacer esperar a tu cita —dijo con una voz perfectamente calmada—. Muchas gracias por el desayuno, Horacio. Estuvo delicioso. Su compañía fue la manera perfecta de comenzar mi día —dijo y luego caminó tranquilamente por la puerta, dejando a Pedro para que la alcanzara.


Parecía que había estado persiguiendo en muchas ocasiones desde que la conoció.


Él sonrió para sí mismo mientras miraba el meneo de sus caderas, y los pantalones ajustados que le moldeaban su exquisito trasero. Tenía que admitir que no le molestaba esa vista por detrás. Perseguirla no estaba mal, para nada mal.


—Que se diviertan, chicos. —Pedro escuchó a su padre gritar, pero no se preocupó en responderle.


Estaba muy ocupado manteniendo la vista en su increíble sensual y frustrante asistente.




******



—¿Horacio Alfonso, que estás tramando?


—Buenos días, hermosa. Sólo estaba tomando el desayuno con una hermosa señorita y tu hijo gruñón. —Horacio levantó la mirada en lo que Ana entró por la puerta. Incluso con el ceño fruncido, era absolutamente exquisita.


—Los dos sabemos que eso es mentira. Estas de Cupido, y por cómo se ven las cosas entre estos dos, te está yendo muy bien. —Lo dijo con un tono de desapruebo—. Cuando el chico se entere de lo que estás tramando, te dejara de hablar. Sólo que ya te lo advertí.


—Para cuando se dé cuenta, estará muy enamorado de su esposa y me lo agradecerá. —Horacio lo dijo con la misma actitud muy seguro de sí mismo que Pedro había heredado. Horacio, esperó que indudablemente así fuera el caso. 


Porque, de otra manera su esposa estaría en lo correcto, y su hijo no estaría nada feliz con él. Era un riesgo que estaba dispuesto a tomar.


—Vamos a dar un paseo —dijo al levantarse de la mesa y jaló a Ana a sus brazos, se inclinó y le dio un beso de buenos días.


Su intención era que fuera un beso corto, pero para cuando se alejó, se había quedado sin aliento. Sonrió al ver como Ana se sonrojaba y sus ojos se ponían vidriosos.


¿Estaba tan mal el querer que sus hijos tuvieran un amor como el que él tenía con Ana? No creyó que hubiera nada de mal con eso.


Decidió que ese día iba a ser un gran día. Ya había empezado maravillosamente con Pedro y Paula rumbo a una apasionada relación. Y terminaría aun mejor con Ana a su lado.


—Horacio Alfonso, sólo estás tratando de sacar mi lado bueno al distraerme —dijo casi sin aliento.


—¿Y está funcionando?


El rostro de Ana se suavizó cuando miró en sus ojos. No podía estar molesta con él por mucho tiempo, lo cual era algo muy bueno, considerando que él hacía muchas cosas estúpidas.


—No debería dejarte salirte con la tuya y tus misterios, pero de repente ya no me importa. Vamos a ese paseo —dijo, su rostro suavizándose en lo que alzaba su mano y le acariciaba la mejilla.


—Nada me haría más feliz —le dijo Horacio antes de inclinarse y besarla de nuevo.


No, definitivamente no había nada malo en querer que sus chicos tuvieran lo mismo que él. Le agradecerían su intromisión cuando tuvieran a una buena mujer a su lado.





2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, qué hermosos los 3 caps. Lo único que espero que no peleen mucho Paula y Pedro.

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  2. Muy buenos capítulos! No pueden negar lo que siente, pero como les cuesta aceptarlo!

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