martes, 17 de marzo de 2015
CAPITULO 47
Pedro se despertó por el sonido de lloriqueo de su hijo. Miró al reloj, notando que eran las tres de la mañana. Estuvo al instante en alerta. Caminó dentro de la habitación de Joaquin y lo miró desde abajo en la cuna. Era tan diminuto y frágil. Joaquin empezó a dar patadas de emoción tan pronto como vio a Pedro, lo cual lo llenó de calidez.
Pedro lo tomó, sintiendo que el bebé tenía un pañal lleno.
Estaba agradecido por los días que había cuidado a su hermosa sobrina. Él aprendió a cómo cambiarla, así que sabía qué hacer con su hijo.
―¿Estás listo para salir de ese pañal asqueroso? ―susurró a su hijo.
Joaquin le respondió con una risita y dio patadas un poco más. Pedro lo cambió, luego se movió a la silla mecedora y lo acurrucó durante un tiempo.
El temperamento de Joaquin cambió después de unos diez minutos, sin embargo, parecía como si estuviera a punto de lanzar un ataque de nuevo.
Incluso al estar con él un día, Pedro sabía que su hijo quería ser alimentado.
―Vamos a despertar a tu madre. Ciertamente no puedo alimentarte ―dijo Pedro a Joaquin con una risa entre dientes. Dio un paso en el cuarto de ella con una luz brillando suavemente desde el pasillo. Su respiración le fue arrebatada por su expresión pacífica. Al dormir parecía tan joven e inocente.
No lucía como si fuera lo suficiente madura para ser una madre.
Joaquin empezó a sacudirse en sus brazos, recordándole que era tiempo de comer. Eso sacó a Pedro de su trance.
Caminó cerca de la cama y se sentó.
El movimiento despertó a Paula e hizo que se sentara erguida.
―¿Qué está mal? ―pregunto con pánico, preparándose para saltar.
―Está bien ―dijo Pedro, mientras colocaba una mano en su hombro para tranquilizarla―. Joaquin despertó y está hambriento. Lo he cambiado, ahora tú lo alimentas, entonces yo le sacaré los gases y lo pondré de nuevo en su cama ―explicó.
Paula seguía desorientada, pero extendió los brazos a su hijo.
―No necesitas quedarte. Hacemos esto cada noche ―declaró ella. No lo quería ahí con su cuerpo expuesto. En medio de la noche sería muy difícil no lanzarse sobre Pedro.
No necesitaba mostrarle lo mucho que seguía afectándola.
―Quiero estar con él. Si tienes algunas de esas botellas, entonces me haría cargo de la alimentación nocturna ―dijo él con optimismo. Paula tuvo que sonreír un poco por su falta de conocimiento sobre el nombre.
―No, me gusta nuestros momentos en la noche ―se limitó a decir.
Ella pensó que era lo suficientemente oscuro que podía alimentar a su bebé sin tener que cubrirlo. Le gustaba ver su cara preciosa mientras comía. Podía acariciar suavemente su cabeza y calmarlo. A él le gustaba demasiado y se dormía rápidamente después de que eructaba. Cuando Joaquin gruñó un poco para luego sorber leche nuevamente, Pedro dejó escapar una risa tranquila, haciendo saltar a Joaquin. Sorprendentemente siguió adherido y sorbió incesantemente.
―A mi hijo le gusta su comida ―declaró orgullosamente Pedro.
Paula le sonrió a Pedro por primera vez en el cuarto oscuro.
Su cara perdió la vigilante expresión. No pudo evitarlo; él necesitaba tener contacto físico con ambos, ella y su hijo. Se deslizó un poco más cerca en la cama así su hombro estaba presionado contra el de ella, luego extendió su mano y cepilló los suaves mechones de cabello de la cabeza de su hijo.
Sus ojos estaban todavía juntos y él no pudo resistir llegar hacia ella.
Gentilmente tocó sus labios con los de ella. Su sabor era exquisito y el placer se disparó a lo largo de su acalorado cuerpo. Él la deseaba terriblemente. Lo más probable es que la habría tomado si su hijo no estuviera adherido a ella.
Ella se apartó, su respiración desigual y bajó la mirada a la cabeza de Joaquin. Su mano seguía descansando allí y el borde de su pulgar tocaba su seno. Tomó otra respiración brusca y se giró, así su mano tendría que caer.
Ella jaló a Joaquin a su hombro y rápidamente se cubrió mientras empezaba a sacarle los gases.
―Déjame hacerlo ―dijo él, mientras suavemente tomaba a Joaquin y lo colocaba sobre su propio hombro. Joaquin dio un fuerte eructo y comenzó a moverse en su hombro en busca de más comida.
Pedro sabía que no había manera de que pudiera sentarse y mirarla alimentar a su hijo. La deseaba demasiado para sentarse a su lado en la cama por más tiempo.
―Te dejaré terminar ―murmuró mientras salía de la habitación. Dos noches más se dijo mientras se preparaba para una noche agitada. Estaría de suerte en conseguir incluso unos minutos más de sueño con la forma en que su cuerpo estaba en llamas.
Paula dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio a Pedro salir de la habitación. Todavía tenía un hormigueo comprimiendo a través de su cuerpo donde él se había presionado contra ella. Sabía que simplemente estaba tratando de ser parte de todo, pero ella no creía que tuviera la fuerza de voluntad para resistirse a él.
Había estado tan sola y necesitada de afecto.
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