—Respira, Paula. Sólo respira. —Ella se sentía como que iba a hiperventilar mientras se paraba en el vestidor de la gigantesca mansión. Había pasado la mañana siendo
mimada por su día de bodas.
Su cabello estaba en un moño, con rizos cayendo por su cuello y su rostro.
Su maquillaje había sido expertamente aplicado para borrar los círculos negros y resaltar sus ojos y su boca. Sus uñas fueron extendidas y pintadas. No se sentía como ella misma.
Ellos la habían puesto en un vestido magnífico y miraba en el espejo a una extraña. ¿Quién era la chica que la miraba? Ellos le habían dado unos benditos minutos para calmarse, por los cuales estaba agradecida.
Ellos la habían puesto en un vestido magnífico y miraba en el espejo a una extraña. ¿Quién era la chica que la miraba? Ellos le habían dado unos benditos minutos para calmarse, por los cuales estaba agradecida.
—Es hora, Paula —Escuchó que Horacio dijo suavemente.
Eso fue lo suficiente para que girara su cabeza. Ella nunca lo había escuchado hablar sin su tenor normal. Él se miraba guapo en su esmoquin. Ella definitivamente sabía que los chicos se miraban geniales en ellos. Él era tan parecido y tan diferente de Pedro.
Eso fue lo suficiente para que girara su cabeza. Ella nunca lo había escuchado hablar sin su tenor normal. Él se miraba guapo en su esmoquin. Ella definitivamente sabía que los chicos se miraban geniales en ellos. Él era tan parecido y tan diferente de Pedro.
Horacio había envejecido bien. La más grande diferencia entre Horacio y Pedro eran sus ojos. Los ojos de Pedro siempre estaban enfocados y determinados, mientras que los de Horacio tenían líneas de la risa alrededor de ellos y siempre parecían brillar. Él se miraba muy relajado.
Ella se preguntó si habían sido así toda su vida, o habían estado en un momento tan enfocados como los de su hijo.
Horacio caminó y la besó en la mejilla.
—Estoy tan feliz de que finalmente tengo una hija en la familia. Eres hermosa por dentro y por fuera. —Envolvió sus grandes brazos alrededor de ella en un abrazo gentil.
Esas palabras significaban mucho para ella. Él sabía cuánto necesitaba ella ser incluida en una familia amorosa. Hubiera dado cualquier cantidad de dinero para ser amada de la manera en que Horacio amaba a sus hijos
Ella estaba obteniendo un pedazo de eso ahora, y no quería que nunca se fuera.
—Como tu padre no está aquí, quería saber si pudiera tener más que el honor de que me permitieras caminar contigo por el pasillo —dijo él con lágrimas en los ojos.
Los ojos de Paula ardían y ella contestó a su gentil oferta.
—Sería para mí un honor que tú me escoltaras. Eres la clase de padre que siempre soñé tener. —No podía decir nada más porque ella se había atragantado mientras miraba a los ojos amables de él. Él la acercó en un abrazo, y ella se colgó a él, esperando que él nunca la dejara ir. Había sido cuidadosa a través de los años de no encariñarse demasiado de la gente, y en unos cuantos meses, ella amaba a toda la familia de Pedro.
—Ahora, ahora, no quieres ponerte toda llorosa y arruinar tu maquillaje.
No creo que mi hijo pueda aguantar cualquier retraso. Él ya está caminando en el pasillo. El sacerdote lo acaba de conducir a su punto en el altar —Se rió por lo bajo Horacio.
Paula tomó una última mirada final en el espejo y tomó un respiro hondo.
—Estoy lista —dijo ella. Tomó el brazo de Horacio y él la condujo fuera de la habitación. La música llenaba el aire mientras ellos pasaban la entrada.
Ella jadeó, y lo único que la sostuvo de correr fue Horacio agarrando su brazo.
—Pensé que sólo unas cuantas personas estarían aquí —murmuró ella.
—Ahora, Paula, no tengas miedo. Mi hijo mayor finalmente se está casando, y no podíamos herir los sentimientos de nadie al no ser incluidos en el asunto —dijo él, haciéndola sentir culpable por no querer que todos esos extraños la miraran.
Paula tomó un respiro hondo y sintió los nervios corriendo por todo su cuerpo mientras tomaban el primer paso por el pasillo hermosamente decorado. Ella miró directo al frente porque temía que si miraba a los extraños, se giraría y huiría.
Miró a Pedro al final del pasillo, justo a una corta distancia de ella. Él le quitó la respiración con lo hermoso hombre que era. Sus ojos se encontraron y se sostuvieron. Él le dio una sonrisa que parecía decirle que todo estaría bien.
Paula sintió como si el viento la golpeara. Se paró para respirar. Horacio la miró curiosamente, pero ella no se dio cuenta. No se dio cuenta de nada, sólo que su cuerpo se estremecía.
Estaba enamorada de él, y se dio cuenta que no podía imaginar su vida sin él. Él iba a ser su esposo, pero no la amaba. Ella no sabía cómo se iba a poner después de la boda. ¿Cómo podría estar con él todos los días, haciendo el amor y criando a sus hijos sin saber si él la amaba? Ella
apenas se podía sostener.
Horacio le dio un toquecito, y finalmente se puso de nuevo a caminar hacia adelante. Ella tuvo que luchar para alejar las lágrimas. Quizás él al final se enamore de mí, trató de confortarse. Si él pensaba que ella de alguna manera lo había atrapado en el matrimonio, ¿cómo podría confiar en ella, mucho menos amarla? Él sabía que ella no había planeado el embarazo, pero él era honorable por hacer esto por su hijo, y, por lo tanto, siempre se sentiría como si fuese atrapado.
No había nada que al momento ella pudiera hacer, así que continuaría caminando por el pasillo y terminaría con la boda. Ella era una persona fuerte. Tenía que almacenar y alejar su amor e intentar sobrevivir todo el evento.
* * * *
Pedro sintió un momento de pánico cuando Paula se detuvo a medio camino en el pasillo. ¿Iba a girarse y correr? Él no dejaría que ella llegara lejos. Él sabía cuánto ella quería el bebé y, aunque le doliera mucho que la atrapara, no podía dejarla ir. En los meses que la había conocido, ella había invadido cada sentido, y no podía imaginar su futuro sin ella en él.
Suspiró de alivio cuando empezaron a caminar de nuevo hacia él. Cuando su padre puso la mano de ella en la suya y ella caminó a su lado, una calma silenciosa cayó sobre él. Él la tenía en sus brazos, y no iba a dejarla ir.
Él apenas escuchó las palabras del sacerdote. Se concentró lo suficiente para decir las palabras que necesitaba decir; al contrario, su mente estaba consumida por su hermosa novia.
Ella era toda una visión. Él había salido con modelos y herederas. Había estado con más mujeres de las que debería estar, pero ninguna de ellas había sido capaz de causar el endurecimiento en sus intestinos como Paula lo hacía. Ella era una belleza natural y eso opacaba a las más brillantes estrellas de Hollywood.
Él movería el cielo y la tierra para tenerla a ella como su esposa para siempre. Se había enamorado de ella. Estaba conmocionado por los sentimientos más profundos de su alma con esa revelación. No podía dejar que ella se enterara de sus sentimientos porque entonces sabría que tenía el poder para ponerlo de rodillas y que rogara por clemencia.
Él no dejaría que ella lo destruyera. Él sería un buen esposo, ella aprendería a amarlo y no por su nombre o su dinero. Por favor, Dios, deja que ella me ame y no por lo que puedo darle, agregó secretamente a sus votos de amor, honor y obediencia.
Terminaron la ceremonia, y el sacerdote le dijo que podía besar a su novia.
Pedro le dio una sonrisa amplia.
—Felizmente. —Luego él la dejó caer sobre su espalda y consumió su boca.
Se olvidaron de que estaban parados en una habitación llena de gente.
Ninguno de ellos tenía idea de cuánto tiempo había durado el beso.
Podrían haber estado solos en su dormitorio. Había pasado mucho tiempo de que había sostenido y saboreado el dulce néctar de sus labios.
—Ah, hijo, tienes mucho tiempo para hacer eso en la luna de miel — interrumpió Horacio al par y le dio una palmada en la espalda a su hijo. La multitud se rió por el entusiasmo de Pedro. Paula se volvió escarlata, y Pedro se miraba como un marido muy orgulloso.
Para todos aquellos que atestiguaron la boda, el matrimonio se veía como una unión de amor que iba a durar para siempre. La manera en que ellos se miraban sólo podía ser descrita como atontada.
Caminaron por el pasillo mientras Horacio conducía a un vasto grupo de gente al patio trasero. En el verdadero modo Alfonso, ellos hacían una boda espectacular que al menos durara una semana. Pedro miró las expresiones faciales de su novia mientras pasaban por la multitud. Ella estaba atemorizada.
El patio tenía glamorosas carpas, llenas con tablas cubiertas con lino.
Había una pista de baile con luz suave, y toda una banda tocando música.
Los meseros pasaban bandejas con champán y comida, atendiendo a los invitados. En cada mesa había cristal, porcelana y los arreglos florales más fragantes y coloridos.
Pedro quería todas esas cosas tontas y tradicionales. No sabía por qué.
Dios sabía que no era una boda convencional. Paula probablemente pensaba que era más apropiado tener guardias con armas indicándoles a las personas dónde sentarse de mesa en mesa, desde que él la había llevado a la fuerza a su matrimonio.
Él se sorprendió al ver que ella parecía estar disfrutando. O su novia estaba llena de sorpresas, o era una actriz fenomenal.
* * * *
—Sabes, estás absolutamente impresionante esta noche —dijo Tomas a Paula cuando finalmente se las arregló para tener un momento a solas con ella.
Ella lo abrazó, agradecida de que su mejor amigo estuviera entre el mar de extraños.
—Gracias por estar aquí, Tomas. Esto es abrumador —dijo con un sollozo.
—Eso sí, no te olvides de mí ahora que estás casada y embarazada —dijo con una sonrisa burlona.
Ella pudo ver la inseguridad debajo de las bromas, sin embargo.
—No he tenido verdaderos amigos durante toda mi vida. Tú eres el primero, y te prometo que siempre serás la primera persona que llame cuando necesite un hombro para llorar. Sabes que también me puedes llamar en cualquier momento. Siempre seremos los mejores amigos —dijo.
Ella le dio un abrazo antes de que fuera llamada a cortar el pastel.
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