miércoles, 18 de marzo de 2015

CAPITULO 51





Paula bajó las escaleras con Joaquin en sus brazos. Estaba irritable y cansada. La noche anterior no había podido dormir. Después del beso de despedida de Pedro, se había quedado en la cama pensando en él, con su cuerpo ardiendo. Para empeorarlo todo, cuando finalmente se estaba perdiendo en un sueño sin descanso Joaquin se despertó y decidió mantenerse despierto por un rato y jugar después de comer.


Pedro se mantuvo lejos de ella toda la noche como prometió. 


A la segunda hora de estar caminando por el piso con Joaquin, pensó que su decisión de que él se mantuviera alejado pudo haber sido un poco apresurada.


Supo que tenía ojeras bajo sus ojos. No se molestó en maquillarse un poco, estaba usando un viejo pantalón y una camisa gastada. No le importaba parecer algo que el gato había vomitado. Solo quería un café caliente y unas doce horas de sueño ininterrumpido.


—Buenos días, señora Alfonso. ¿Le gustaría que me quedara con Joaquin para que pueda desayunar? —preguntó Tina, mientras ponía una taza de un café que olía increíblemente frente a ella.


Paula casi respondió que no, estaba acostumbrada a cuidar de su hijo por sí sola, pero el aroma que se desprendía de la cocina hizo que cambiara de opinión.


—Eso sería maravilloso, si no le importa —respondió finalmente.


—Mi esposo, Edward y yo, nunca fuimos bendecido con un hijo propio.
Realmente disfrutaré teniendo un bebé en la casa. Esperó poder mimarlo bastante —dijo Tina con un guiño y una sonrisa. Tina tomó a Joaquin en sus brazos y cuando él le sonrió a ella, río con verdadera alegría, haciéndolo sonreír más.


Paula se relajó, sabía que su hijo estaba en buenas manos.


—Haré que María traiga su desayuno. Disfrute su comida —dijo Tina, luego caminó hacia la cocina con Joaquin en sus brazos. Paula comió su desayuno en silencio y sintió que sus párpados empezaban a caer.


No podía creer lo cansada que estuvo todo el tiempo. 


Realmente le gustaría dormir ocho horas seguidas, un lujo que toda recién madre quería.


Valía más que una gran cantidad de dinero.


—Buenos días, espero que hayas dormido bien —dijo Pedro, sonaba muy feliz. Paula se despertó de golpe. Él no parecía que hubiera perdido nada de sueño, pensó acusadoramente. De hecho, él parecía como si nunca
hubiera perdido una noche de sueño en toda su vida. En ese momento, lo envidiaba un poco.


—Dormí genial —mintió. Se rehusaba a alzar la vista y hacer contacto visual con él.


Pedro se sentó frente a ella, María colocó su café y comida frente a él.


—Gracias, María —replicó. La conversación cesó mientras él se comía su desayuno.


Pedro estaba sorprendido por el golpe de lujuria que estaba sintiendo.


Paula parecía cansada, obviamente no había dormido bien. 

De hecho, él tampoco había dormido bien. Solamente lo escondía mejor que ella. Aun con ojeras y con esa ropa, ella se veía mucho más sexy que cualquier otra mujer que hubiera visto. Tenía una atracción natural para él.


Pedro se inclinó sobre la mesa para alcanzar la sal y vio sus grandes ojos.


Paula casi jadeó. Ella no estaba feliz cuando vio la mirada de
reconocimiento en sus ojos. Él sabía cómo la afectaba y ya estaba realmente cansado de sí mismo. Ella no aumentaría su ego haciéndole saber cuánto la afectaba realmente.


Comieron en un silencio incómodo, mientras Paula intentaba
recuperar la compostura. A no le gustaba como su mundo siempre parecía detenerse cuando él estaba alrededor de ella.


Ella apostaba que los objetos simplemente caerían naturalmente del cielo y aterrizarían a sus pies si él les ordenaba hacerlo.


—Tengo algo de trabajo que hacer aquí en la oficina de la casa. Si necesitas algo, puedes venir a verme —habló finalmente después de un momento.


Paula simplemente asintió, luego se levantó de la mesa y se dirigió hacia la cocina. Había una cuna en una esquina donde su hijo dormía sonoramente. Sonrió hacia su precioso bebé.


—Señora Alfonso, si lo desea puede acostarse un rato, estaré más que encantada de cuidar a Joaquin. Hay varias botellas listas por si se despierta con hambre —dijo Tina amablemente.


La primera reacción de Paula fue negarse, pero no sería buena con él si no conseguía dormir. Había una casa llena de personas más que dispuestas y felices de ayudarla. No era egoísta dormir un poco.


—Gracias, Tina, aceptaré la oferta, por favor despiértame si necesitas algo.


Paula besó la cabeza de su hijo y luego se dirigió hacia las escaleras.


Se acostó en la cama y cayó rápidamente en un exhausto sueño. No se agitó por cuatro horas.


Cuando despertó, se sintió desorientada. No estaba acostumbrada a tomar siestas tan largas, se asustó por un momento al ver la hora.


Rápidamente se calmó, sabiendo que si cualquier problema hubiera sucedido la habrían despertado.


Entró en la ducha y se lavó su sueño. Tomar largas duchas era otro lujo al que las nuevas madres renunciaban. Era siempre tan paranoica con que Joaquin la necesitara mientras se duchaba y que no lo escucharía. Esto era absurdo, considerando que sabía lo ruidoso que su hijo podía ser cuando no estaba feliz con algo.


Se vistió y bajo las escaleras. Encontró a Joaquin en la sala de estar con Pedro. Su hijo estaba completamente despierto, haciendo pequeños sonidos hacia su padre. Pedro parecía estar emocionado. Los observó por unos minutos. La forma tan relajada en que su esposo interactuaba con su hijo era algo especial de ver. Sabía que había tomado la decisión correcta al casarse con él. Él obviamente amaba a Joaquin inmensamente.


Hizo un sonido y él levantó la mirada para verla en la entrada.


Rápidamente endureció su expresión, y ella se desanimó un poco.


Su relación no se iba a hacer más fácil en ningún momento cercano.


—Llegas justo a tiempo —empezó Pedro—, nuestro hijo me estaba diciendo que quiere algo de comida.


Él sonrió mientras sus ojos iban de nuevo hacia su hijo. 


Paula caminó hacia ellos y cuando Joaquin notó su presencia, sus ruidos aumentaron y sus piernas patearon. Él sabía que la comida estaba cerca y le estaba haciendo saber a su madre que quería comer.


Paula sonrió, mientras se agachaba para coger a Joaquin. 


Su mano chocó contra las piernas de Pedro y sus miradas se unieron por un momento.


Él rápidamente inhaló y sus ojos se oscurecieron por el deseo. Necesitaba a su esposa y entre más pronto la tuviera, mejor.


Paula rápidamente alzó al bebé y se sentó en el extremo más alejado del sofá. Las puntas de sus dedos estaban hormigueando, donde lo había tocado.


No tenía idea cómo se suponía que debía continuar resistiendo el deseo que tenía por él. Era potente. Lo deseaba mucho más de lo que había deseado a cualquier otro hombre.


No había estado con nadie desde la noche con él en el elevador y su cuerpo ansiaba ser tomado.


—Lo alimentaré aquí —finalmente le dijo. Él usualmente la dejaba alimentar a su hijo en privado, pero aparentemente ese momento no estaba dispuesto a dejarla.


—Adelante, voy a mirar el final del partido —replicó.


No había mantas cerca y Joaquin se estaba preparando para hacer un berrinche en cualquier momento, mientras empezaba a aferrarse a su blusa.


Paula se alejó un poco de Pedro, intentando darse un poco de privacidad y pronto acercó a su hijo. Él empezó a comer con ganas y Paula se relajó y miró el juego con Pedro, sin decir nada.


Pedro se sentó en el sofá, a corta distancia de Paula. Él sabía que debía darle la privacidad que ella quería, pero simplemente no quería alejarse de los dos. Le gustaba que ambos estuvieran en la habitación con él. Le estuvo dando a ella su distancia y finalmente decidió que estaba cansado de darle espacio. Quería que los dos estuviesen junto a él y lo iba a obtener.


Se levantó y se sentó junto a Paula, sus piernas, caderas y hombros se tocaban. Él estiró su brazo por detrás del sofá, por lo que la espalda de ella se presionaba contra su pecho. 


Sintió como se tensaba por la proximidad, pero se mantuvo en silencio. Él no dijo nada, sólo continuo viendo el juego,
aunque no había forma que le hubiera podido decir a alguien el marcador, o siquiera quienes jugaban.


Sólo podía pensar en ella.


Terminó de alimentar a su hijo y se cubrió velozmente, luego lo acomodó contra su hombro y le dio palmaditas en la espalda. Los grandes y adormilados ojos de Joaquin miraron a su padre y Pedro no pudo resistir el tocar su cabeza.


—¿Comiste suficiente? —La respuesta de Joaquin a las palabras de su padre fue unos cuantos sonidos. Pedro río un poco y se quedó ahí, disfrutando la cercanía de Paula, junto con su hijo en sus brazos. Él podría acostumbrarse a todo eso del matrimonio y no le molestaría tener más niños corriendo frente a él. Ese pensamiento lo alegró.


Nunca se había imaginado a sí mismo como el tipo de persona que se establecía en algún lugar, pero mientras más tiempo pasaba con Paula y su hijo, más quería la vida marital.


Se sentaron así por un rato, Paula finalmente se permitió disfrutar de los dos hombres en su vida. Intentaría mantener su distancia, pero era cada vez más difícil. El olor de Pedro la rodeaba y ella se esforzaba por mantener la distancia emocional. A pesar de haber dormido cuatro horas poco antes, sus ojos se empezaron a cerrar.


Oh bien, pensó, los cerraría por un momento y descansaría.





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