Pedro sabía que Paula estaba balbuceando por lo que no le daría tiempo para hablar. Él pensó en dejarla hablar y luego darle su opinión
Cuando por fin dejó de hablar y lo miró, sus miradas se encontraron. La vio subir ligeramente la barbilla, y sus hombros estaban visiblemente firmes. De repente, parecía enfadada y no podía entender por qué.
—Creo que debería irse ahora, señor Alfonso. Tengo mucho que hacer esta noche, y me gustaría acomodarme —dijo ella firmemente. Se puso de pie al otro lado de la habitación, lejos de él, con los brazos cruzados, luciendo como si quisiera decir muchas cosas más.
Pedro finalmente se apartó de la pared y comenzó a caminar hacia ella. Él estaba tomando su tiempo, sin prisa para la conversación que estaban a punto de tener. Ella dio un paso atrás mientras él se acercaba.
—Sr. Alfonso —Ella enfatizó su nombre—, lo de anoche fue un error. No debió haber sucedido, y no habrá una segunda vez. Lo siento si usted pensó que tenia el derecho o que yo iba a entregarme a usted en agradecimiento por la generosidad de su familia, pero yo no soy una puta barata —finalizó.
Él sabía por la mirada en sus ojos que estaba aterrorizada, además ella retrocedió un paso, lo que hizo que su temperamento empeorara aun más.
Nunca antes había golpeado a una mujer, y nunca lo haría, aunque si alguien lo presionara a hacerlo, nunca seria ella.
Pedro estaba más enfadado de lo que él recordaba haber estado antes.
Tuvo que quedarse donde estaba porque temía que pudiera estrangularla si se acercaban demasiado. ¿Cómo se atreve a pensar que él esperaba que ella pagara la generosidad de su empresa con su cuerpo? ¡Ella fue quien estuvo persiguiendo el premio gordo! Ella no había sido inocente cuando gritaba su nombre en medio del placer. Lo había querido tanto como él la había deseado.
Se quedó mirándola durante un par de minutos antes de que finalmente se calmara lo suficiente como para hablar.
—Te dije antes que teníamos que hablar un par de cosas, que aún tenemos que hablar. Pero ahora mismo, vamos a arreglar esos comentarios que acabas de hacer. Nunca he pagado por sexo, en cualquier forma, en mi vida. Cualquier mujer que he tomado en mi cama ha llegado de buena gana, y cuando ella se va, sigue pidiendo más. Anoche estabas tan
dispuesta a saltar en la cama conmigo, como yo quería estarlo contigo.
Había dos de nosotros entrelazados entre las sabanas, y me niego a tomar toda la culpa.
Vio la fuga de miedo en sus ojos mientras la ira tomaba su lugar. A medida que sus palabras siguieron apuñalándola, ella extendió la mano para abofetearlo, pero él le agarró la mano antes de que lo hiciera.
—Te lo advertí, yo sólo te dejaría salirte con la tuya una vez —dijo él con una sonrisa.
Luego la tiró a sus brazos y aplastó sus labios contra los de ella. Estaba tan enojado que el beso fue casi agresivo en su intensidad. Él no fue gentil mientras hacia que ella se rindiera ante él. La agarró del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás por lo que tuvo mucho mejor acceso, su cuerpo palpitante de deseo desatado.
Ella luchó contra él por unos segundos, pero luego le devolvió el beso con la misma pasión.
Cuando él supo que tenía su entrega total, la rechazó, a pesar de que tuvo que usar cada onza de control que tenía, para hacerlo. Ella tenía los ojos vidriosos de pasión, y su ira se había vuelto a reavivar.
Se quedaron en un punto muerto, jadeando, cada uno luchando contra sus intensas emociones.
—Siéntate, Paula —dijo él finalmente, un poco más calmado mientras se acercaba al sofá. Ella no quería enfrentarse a su ira si seguía desafiándolo.
* * * *
Estaba empezando a darse cuenta de que había una
delgada línea entre el amor y el odio. No era tan hostil hacia Pedro como quería serlo.
Cuanto más estaba a su alrededor, más notaba las cosas atractivas de él, no sólo su gran aspecto. Lo que era aun más atractivo que su aspecto, sin embargo, era la forma en que hablaba con los demás empleados y la forma en que estaba dispuesto a echarles una mano. Tal vez ella lo había juzgado antes de tiempo y eso era lo que les había hecho ser tan hostiles el uno con el otro. Sabía que ella había estado emitiendo una actitud negativa desde el primer día que empezó. Estaba dispuesta a hacer un cambio. No quería involucrarse con él en una relación, pero podía respetarlo como un jefe.
Finalmente, se imaginó que ella podría terminar bien con este asunto, así que se sentó en la silla frente a él.
—Estoy físicamente atraída por ti. No significa nada, sin embargo; eso fue lo que quise decirte antes. Lo de anoche no debió haber ocurridó. Fue un momento de debilidad para mí. No quiero perder mi trabajo, y no quiero tener una aventura con mi jefe. Tenemos que seguir siendo profesionales a partir de ahora —afirmó en lo que esperaba que fuera un tono profesional.
Él la miró como si hubiera perdido el juicio.
—Estoy de acuerdo contigo, Srta. Chaves—dijo él, volviendo a nombrarla por su apellido—. Lo de anoche no debió haber ocurrido. Pero tenemos que lidiar con las consecuencias de la noche. Me olvidé de utilizar protección, es la primera vez que me sucede. Sé que eras virgen y probablemente no estás en control de la natalidad —dijo finalmente—. Yo no me desligo de mis responsabilidades, así que si estás embarazada, necesito saberlo en cuanto lo sepas. No tendré un hijo que se críe sin mí. Nos casaríamos inmediatamente. ¿Entiendes?
Paula estaba tan sorprendida por las palabras de Pedro, ella no respondió durante varios segundos. Ella no había pensando que él consideraría esa opción. Ella hubiera asumido en el caso de un embarazo no planeado, que él le pediría un aborto. Ella nunca lo haría, pero sabía que muchos hombres no querrían la responsabilidad. Cuanto más pensaba en ello, sin embargo, el sentido le hizo ver que él lo haría porque lo consideraría correcto, para cuidar de su hijo. Venía de una familia amorosa, que nunca negaría a uno de los suyos.
Paula tomó unas cuantas respiraciones profundas antes de hablar con Pedro. Ella repitió a sí misma que no podía permitirse el lujo de perder su trabajo, y si estaba embarazada no podía darse el lujo de que supiera al
respecto. Él podría fácilmente demostrar que podía cuidar mejor al niño.
No necesitaba ni quería un hombre en su vida. Tenía que concentrarse en sí misma. Había visto a su madre con más hombres de lo que nadie podría contar. También había visto cómo esos hombres abusaban de su madre diariamente. Era sólo su voluntad de supervivencia que le había salvado del mismo abuso. Había aprendido a una edad joven a ocultarse cuando los amigos de su madre se acercaban. Ella no había conocido todavía a un hombre en el que pudiera confiar.
—¿Vas a estar ahí mirándome, o te vas a comportar como una adulta y hablar? —le espetó él.
—En primer lugar, sólo porque soy una empleada suya no le da el derecho a hablarme de esa forma. En segundo lugar, nunca me casaría con usted, por cualquier motivo, especialmente, no para atormentar a cualquiera de mis hijos —dijo ella con frialdad.
—Si hay un niño, maldita sea, bueno... —Pedro comenzó a exigir de ella otra vez, pero ella lo interrumpió.
—Si hay un niño, será mío y sólo mío. No se trata de los viejos tiempos en que una mujer tiene que hacer la voluntad de un hombre. Así que un niño no es algo de lo que tiene que preocuparse. Ya he comprobado mi calendario, y no hay nada que temer. Lo de anoche fue un error. He estado saliendo con un hombre durante un año y había estado reacia a dar ese último paso. Dado que con usted no fue demasiado incómodo, ahora puedo consolidar nuestra relación —mintió ella.
Había una mirada sigilosa en la cara de Pedro, mientras caminaba lentamente hacia ella. Se quedó de pie firmemente, no retrocediendo de nuevo. Ella tenía que mostrarse firme, a pesar de que estaba temblando sin control en el interior.
Sin decir nada, Pedro se inclinó y tiró de su cabeza hacia atrás, moviendo su cara con una precisión a un centímetro de la de ella. Se quedó congelado en su lugar hasta que ella empezó a temblar de necesidad.
—Así que lo de anoche fue sólo una prueba para tu novio y para ti —dijo con una voz tan tranquila que era mucho más aterradora que si hubiera estado gritando. Podía sentir la energía acumulándose en sus brazos.
No tenía miedo de que él la golpeara. Tenía mucho más miedo de que la besara de nuevo. Su resistencia se encontraba en su punto más bajo, y si él tomaba sus labios otra vez, ella acabaría rogándole para que no se detuviera.
El calor mantuvo a su cuerpo a la espera de lo que estaba a
punto de pasar.
—No me gusta ser utilizado, Srta. Chaves. Para nada. Realmente no me gusta que me mientan. Puede que lo pasó anoche no fue nada para ti, pero mientras yo estaba duro y profundamente dentro de tu cuerpo, no había otro hombre en tu mente. Estabas estremeciéndote por mí y sólo por mí.
Cuando te acuestes con tu novio, será mi cara la que verás. No te hará temblar de la forma en que yo lo hice. No te hará gritar de placer. Desde luego, no te dejará satisfecha, tu cuerpo sólo quedara agotado. —Se detuvo un momento mientras su corazón bombeaba y sus piernas temblaban, tratando de aliviar el dolor insoportable que estaba causando con nada más que sus palabras—. Puedes pensar en eso.
Él la empujó y salió del apartamento.
Paula esperó hasta que oyó cómo la puerta se cerró antes de perder la compostura. Una vez que ella oyó el chasquido de la chapa de la puerta, se dejó caer contra la pared, con las rodillas temblando mientras se deslizaba hacia abajo. Luego, lloró un buen rato.
¿Por qué había permitido que esto sucediera? Si ella hubiera tomado un baño después y no hubiera estado sólo una toalla... Si tan sólo hubiera sido capaz de decir que no, entonces tal vez —sólo tal vez— hubieran sido capaces de estar en la misma habitación sin atacarse el uno con el otro, o tratando de quitarse las ropas. Incluso, podrían haber mantenido una actitud profesional. Incluso mientras lo pensaba, sabía que era una fantasía. La atracción salvaje era demasiado fuerte, aun desde el primer día.
Ella permaneció en el mismo lugar por más tiempo del que debería, llorando y sintiendo lástima de sí misma. Al final, se levantó. No iba a dejar que esto la afectara más. Iría a trabajar con su escudo de armadura.
Era la cosa más inteligente que podía hacer,
Ella había sido inteligente por los primeros veinticuatro años de su vida.
Tendría que perdonarse este error de juicio. A todo el mundo se le permitía cometer un error de vez en cuando.
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