martes, 10 de marzo de 2015
CAPITULO 22
Paula tenía sentimientos encontrados cuando fue a trabajar el lunes. Estaba flotando en las nubes, porque su nuevo auto
había sido entregado la noche anterior, y le encantó
conducirlo. Era una sensación excitante el conducir la hermosa maquina y saber que nunca tendría que luchar con la multitud en el transporte público de nuevo. Definitivamente había estado un par de veces aterrorizada en el autobús cuando había estado en contacto con algunas personas poco respetuosas. Estaba aterrorizada, por otra parte, del ambiente de trabajo al entrar por esas puertas dobles.
¿Pedro iba hacerle una escena? ¿Iba a enviarla a empacar? ¿Podía despedirla? No podía hacerlo simplemente por su relación física.
Pedro podría, sin embargo, despedirla por no ser lo suficientemente buena en su trabajo. Ella ya estaba nerviosa por lo bien que hacia su trabajo.
Aparcó el auto y se dirigió hacia el interior. Acababa de ver cómo podría ir su día. No había nada que pudiera hacer al respecto, por lo que tendría que hacer lo que pudiera e ir allá.
Las puertas del ascensor sonaron, y la puerta se abrió junto a la cara sonriente de Tomas.
—Me preguntaba cuando ibas a llegar. He estado rebotando en mi asiento durante media hora —dijo, sin tiempo para saludos.
Paula suspiró.
—Hola, Tomas. Si has estado saltando en tu asiento por media ahora, entonces, has estado aquí por mas de una hora porque llegué media hora antes —respondió ella. Él pasó un brazo alrededor de sus hombros y la llevó a su escritorio.
—Está bien, Paula, es hora de hablar. ¿Qué ha pasado? Me abandonaste totalmente este fin de semana. La forma en que el jefe estaba actuando la noche del viernes, yo ni siquiera sabía si iba a estar aquí esta mañana —se quejó él.
—Todo está bien, Tomas. El jefe y yo sólo teníamos un pequeño malentendido. Te prometo que voy contarte todo más tarde, pero tengo que empezar a trabajar en mi trabajo antes de que la persona antes mencionada entre y tenga una razón para despedirme por ser una vaga — dijo ella mientras se dirigía a su oficina.
Tomas caminó junto a ella.
—Llegaste temprano. No puedes meterte en problemas por hablar conmigo en tu tiempo libre.
—No creo que sea nuestro tiempo libre cuando estamos en estas oficinas.
Por favor, sólo déjame ir a trabajar, y vamos a salir esta noche, te lo prometo —dijo, mientras lo empujaba y sacaba de su oficina.
Paula estaba ocupada en su escritorio cuando Pedro llegó dos horas más tarde. Debe ser bueno ser el jefe y aparecer cuando te apetezca, pensó ella hostilmente, y luego se arrepintió inmediatamente.
Ella no era una especie de exnovia de la secundaria que iba a tener pensamientos mezquinos. Lo que él hacia con su tiempo libre, era su asunto, sin duda no el de ella.
—Srta. Chaves, necesito que vengas aquí, por favor —dijo por el intercomunicador, haciendo que su frente sudara. Se secó la frente y agarró su cuaderno, apretó sus rodillas para no temblar.
Con la mayor calma que podía fingir, dio un paso a través de sus puertas comunicadas y se acercó a su mesa. Él estaba en el teléfono, de espaldas a ella, mientras miraba por la ventana con una vista espectacular de la ciudad.
Esperó cinco minutos, demasiado nerviosa para sentarse, pero muy inestable sobre sus pies, ya que su cuerpo temblaba.
Finalmente, él colgó el teléfono y se volvió hacia ella, su cara
completamente inexpresiva. Ella parpadeó mientras sus miradas se juntaron. Ella creyó detectar una oleada de fuego en sus ojos, pero él parpadeó y ese fuego desapareció, haciéndola pensar que no era nada más que su imaginación.
—Toma asiento. Tengo que dictarte algunos archivos para que los escribas —dijo en su tono más profesional.
Ella se sentó temblorosamente mientras se dispuso a tomar notas. Él comenzó a hablar, y pronto se vio envuelta en el trabajo, sin tiempo para preocuparse por nada que no sea conseguir una redacción correcta.
—Gracias, eso es todo. Estaré fuera de la oficina el resto del día, así que me los envías a través de correo electrónico antes de esta noche.
Pedro se volvió hacia su ordenador y empezó a escribir algo, despidiéndose de ella. Estuvo sentada un momento más, y finalmente consiguió marcharse y se dirigió a su oficina.
Se dejó caer en su silla y dejó escapar un suspiro de alivio.
Parecía que realmente iba a actuar como si nada hubiera pasado. Ella estaba aliviada, e irracionalmente dolida a la vez.
De inmediato empezó a escribir sus cartas, y el día transcurrió rápidamente. Él se fue antes del almuerzo, dándole a ella finalmente la oportunidad de respirar. No era fácil hacerlo cuando sólo tenía una puerta delgada entre ellos.
El resto del día transcurrió sin incidentes. Pedro se comunicaba con ella estrictamente por correo electrónico, y a las cinco de las tarde su humor se había disipado considerablemente.
—Mi ordenador está apagado, los teléfonos fueron desconectados, y si no haces lo mismo, voy a tener que sacarte a la fuerza de este lugar —dijo Tomas mientras se dirigía a su oficina y se sentaba en el escritorio.
—¿Cómo pudiste conseguir un trabajo cuando estás más interesado en salir corriendo por la puerta que trabajar? —bromeó ella.
—Cariño, estoy en mi puesto actual por mi personalidad burbujeante. Todo el mundo quiere que le conteste sus teléfonos —respondió con un guiño sugerente.
—Eres justo lo que recetó el doctor, Tomas. Necesito música a todo volumen, comida chatarra, y un montón de soda —dijo Paula mientras apagaba su computador.
Tomas saltó del escritorio y tomó su abrigo antes de que ella pudiera. Se lo ofreció, y ella sonrió mientras se lo ponía. Era un gran tipo. Realmente era tan malo que fuera gay. A ella le encantaría tener a un hombre como él en su vida.
Bueno, si ella estuviera saliendo con alguien, eso era.
—Gracias, Tomas. Eres un bombón.
—Que se lo digan a mi ex. Me dijo que estaba coqueteando demasiado. Le dije que había una gran diferencia entre el coqueteo y ser amable. Algunas personas son muy celosas. ¿Quién tiene tiempo para todo ese drama?
—Amen. Ahora, vamos a irnos antes de que Sr, Alfonso aparezca con un proyecto que me mantenga ocupada toda la noche —dijo con una sonrisa, pero ella no estaba lejos de la verdad. El hombre lucía como si pudiera trabajar día y noche, sin siquiera detenerse para comer o dormir.
—Cariño, el único proyecto en que Pedro trabajaría toda la noche no me involucra, por desgracia. Tú, en cambio, probablemente podría quemar su aceite a la medianoche, o en cualquier momento —se burló Tomas.
Paula golpeó su brazo antes de colocar el suyo a su alrededor, y lo siguió hasta el ascensor. Éste abrió rápidamente y caminaron fuera del edificio.
Llegaron a su lugar favorito, con tiempo suficiente para encontrar todavía un asiento. Después de ordenar, Tomas la miró expectante.
—¿Qué?
—No te hagas la tonta conmigo. He estado esperando todo el fin de semana largo. Tú convenientemente comiste en la oficina hoy, así que ahora quiero que todos los detalles interesantes. No te atrevas a dejar una cosa fuera — exigió Tomas.
Paula contempló la posibilidad de mentirle, pero como ella no podía mentirle por cosas que valían nada, sabía que perdería el aliento. Además, ella realmente necesitaba alguien con quién hablar, y ella sabía que sus secretos estarían a salvo con él.
—Está bien, pero te advierto que es una larga historia... —dijo ella. Él sólo levantó las cejas y esperó mientras descansaba la barbilla entre sus manos entrelazadas, haciéndole saber que tenía toda la noche.
Paula finalmente dijo todo, desde las candentes escenas entre ellos, a partir del primer día, el sexo excepcional, y finalmente la escena en su apartamento. Los ojos de Tomas estaban muy abiertos mientras la miraba con deleite conmocionado.
—Di algo —exigió ella cuando él continuó allí sentado con la boca abierta.
—Oh mi, mi, el ambiente de Capitol Hill4 estaba caliente. Mataría por haber sido uno de esas moscas en la pared cuando todas las chispas explotaron. ¿Cómo diablos hiciste para mantener tu virginidad a la madura edad de veinticuatro años y no hacerlo en el asiento trasero del coche de un musculoso adolescente?
—De todo lo que acabo de decir, ¿esa es la pregunta que tienes para mí?
—Bueno, sí. No puedo creer que eras virgen. ¿Te dolió?
Para Paula esta conversación hubiera sido extraña si hubiera sido con cualquier otra persona, pero ella ya conocía la actitud sin límites en el bar de Tomas. No ocultes nada nunca.
—Sí, durante unos dos segundos, pero luego era sólo... ni siquiera bueno… era increíble —suspiró ella.
—Oh —respondió Tomas, recogiendo el menú de bebidas para avivar su rostro. Ella no pudo evitarlo y se rió, se rió realmente, por primera vez en semanas. Ella debería haber llamado Tomas el domingo y él habría ido. Ella se habría sentido mucho mejor para venir a trabajar al día siguiente.
—Gracias, Tomas. Tenía que sacar todo esto de mi pecho, y realmente necesitaba reír —dijo mientras sus ojos ardían de emoción.
—Te amo, Paula, y voy a estar allí para ti en cualquier momento, de día o de noche. Ahora, tienes que estar ahí para cuando aparezca en tu puerta a las 3 de la mañana con el corazón roto.
—Mi puerta siempre estará abierta para ti —prometió ella.
—Al parecer, eres una puta —dijo con una sonrisa mientras bromeaba con ella—. Yo habría dado un millón de dólares si Pedro me hubiera presionado contra la pared.
—No tienen ni siquiera un centenar de dólares, por lo que está fuera de tu alcance.
—Si que te gusta aplastar a mis sueños, ¿no? —dijo mientras se dejó caer en su asiento
La comida llegó y continuaron con las bromas. En el momento en que se fueron, se estaba haciendo tarde, y Paula llegó a su casa en un estado de ánimo mucho mejor que cuando había salido esa mañana. Ella comenzó a sentirse optimista ya que su mundo comenzaba a relajarse. Se quedó dormida con una sonrisa aún en su rostro
4 Capitol Hill: zona residencial de Washington
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