lunes, 16 de marzo de 2015

CAPITULO 45





Horacio se aseguró de llegar antes que Paula.


Cuando ella entró en el comedor y vio a Ana y a él sentados allí, su rostro la delató. A ella solo le llevó unos dos segundos componer sus facciones y luego saludarlos, pero en ese momento de descuido, Juan y Horacio tenían su respuesta.


Horacio y Ana admiraron al bebé, turnándose para sujetarlo.


Ana no sabía lo que estaba pasando, pero se sintió atraída por el chico.


Se resistía a soltar Joaquin al final de la noche.


Paula tenía algunas lágrimas en sus ojos cuando recogió a su hijo y salió de la casa. Se había hecho una broma sobre el publicar perdones melancólicos. Horacio pensó que se sentía un poco culpable por mantener al bebé alejado. Sabía que si todos se ponían a esperar, iría por su cuenta decir la verdad. Ella era simplemente una persona demasiado amable para mantener a su hijo lejos de sus abuelos que lo amaban.


*****


Ni Horacio ni Juan eran pacientes y no iban a esperar a que ella viniera a su alrededor a contar la verdad. Pedro iba a saber que era padre tan pronto como Horacio lo llamara a casa. Había estado esperanzado el año pasado al pensar que Pedro y Paula tendrían una conexión instantánea.


Había estado decepcionado cuando su hijo llegó a casa y no dijo una sola palabra acerca de ella.


Luego había puesto sus esperanzas una vez más, cuando había visto a su hijo abatido y sin prisa por viajar a lugares lejanos. Pero después de un mes, Pedro empezó a desaparecer de nuevo y pareció volver a la normalidad.


Después de comer con Juan, Horacio supo por qué su hijo había estado tan triste y distante. Pedro aún tenía esa mirada vacía en él, pero eso estaba a punto de cambiar.


Pedro entró por la puerta, sin lucir contento de que Horacio
le hubiera pedido correr a casa


—Es mejor que te sientes, Pedro. Tengo una noticia que está a punto de cambiar tu vida —informó Horacio. Quería ir directo al punto y no tratar de aliviar las cosas, haciendo una pequeña charla.


—Solo escúpelo papá. Tuve un vuelo de veinte horas y no conseguí dormir nada. Quiero una comida caliente y caer de bruces en la cama — habló Pedro con cansancio.


—Eres padre —dijo Horacio sin añadir nada más.


Pedro miró a su padre, esperando el remate del chiste. Se quedaron allí, los dos mirándose fijamente y sin hablar durante un minuto entero.


—¿Te importaría explicarlo? —preguntó Pedro finalmente.


—Conocí a tu hijo hace un par de días atrás. Tienes un hijo de tres meses de edad. —Fue la única explicación que dio.


—Eso es imposible... —comenzó cuando de pronto se detuvo. Horacio podía ver los engranajes girando en su cabeza.


Pedro empezó a pensar de nuevo en su noche en el ascensor con Paula. Sólo había tenido relaciones sexuales sin protección una vez en su vida. Comenzó haciendo matemáticas en su cabeza y el ajuste de línea de tiempo.


Las piernas de Pedro ya no podían apoyarlo. Se dejó caer en la silla que estaba afortunadamente detrás de él.


—¿Por qué...? ¿Por qué no me lo dijo? —logró exprimir de su garganta constreñida.


—No sé el por qué o el cómo. Todo lo que sé es que conocí a tu hijo y lo supe. ¿Te gustaría ver una foto?


—Por favor.


Horacio le pasó las fotografías que Juan le había dado, sin decir una palabra más. Pedro bajó la mirada hacia ellas y cuando finalmente volvió a mirar había lágrimas en sus ojos.


—Realmente es mío. Soy padre. —Él puso su cabeza entre las manos y dejó salir todo. No tardó mucho para que Pedro tuviera un ataque de ira.


¿Cómo se atrevió Paula a alejar a su hijo de él? No la había maltratado de ninguna manera y no tenía derecho a ocultar algo tan grande de él. Ella misma le explicaría y no quería perderse nada más de la vida de su hijo. No podía creer que fuera a sostenerlo en tan solo unos minutos. Las millas se extendían a medida que se abría paso a través del tráfico de camino a su apartamento.





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