martes, 31 de marzo de 2015

CAPITULO 97




—No tengas miedo —dijo Pedro convenció a Paula. Estaba
aterrorizada y pensó que su marido había perdido el juicio.


No había manera de que pudiera ser atada a la lona vuelo, como se refirió a ella. Estaban en un barco en el océano hermoso y él tenía la idea brillante para que hicieran paravelismo5.


—Confía en mí te va a encantar. No hay otra experiencia que se le parezca —continuó con tratando de convencerla. 


Sin Paula realmente consciente de lo que ocurría, se encontró estando amarrada en el artefacto que había tratado desesperadamente de evitar.


—No puedo hacer esto Pedro —dijo ella con pánico.


—Si no lo haces, tendrás remordimientos. Cierra los ojos y la parte que da miedo habrá terminado antes de que te des cuenta —le dijo y luego agregó insulto a la energía, golpeándola en el culo.


Paula miró a Pedro y luego con una mirada determinada le dio el visto bueno al capitán del barco. Parecía saber que no podía darse su tiempo a cambiar de opinión, porque el segundo siguiente estaba acelerando y ella comenzó a levantarse en el aire.


Su respiración salió de ella con la sensación de volar. Estaba
aterrorizada al principio, pero cuando llegó a su altura y se dio cuenta que no era tan lejos, sus miedos comenzaron a desvanecerse y se encontró con que estaba disfrutando de la brisa del océano que atravesaba su pelo.


No se parecía a nada de lo que jamás había experimentado. 


Ella se echó a reír en la pura alegría de volar por el aire sobre el hermoso Océano Pacífico. Sin embargo, no iba a admitir nada de eso a Pedro. Era demasiado engreído como estaba.


Pedro podía ver la risa en la cara de Paula. Le pidió al capitán mantenerla ahí un rato más.


Sabía que una vez que lo intentara pensaría que era genial. 


El primer paso en cualquier nueva aventura era siempre el más difícil.


Cuando el capitán comenzó a retroceder a Paula, Pedro vio la decepción cruzar sus facciones. Ella llego con seguridad al barco y Pedro le preguntó si lo disfrutaba. Trató de jugar fría y luego se rindió y le echó los brazos al cuello, dándole las gracias por convencerla.


—Puedes limpiar esa mirada de suficiencia de tu cara —dijo
mientras juguetonamente le dio una palmada en el brazo.


—Yo no dije nada —se defendió Pedro.


—No es necesario, tu cara lo dice todo.


—Lo siento —dijo él, pero todavía no podía borrar la sonrisa. Paula renunció a su enfado fingido porque estaba teniendo demasiada diversión para fingir incluso estar molesta.


—¿Quieres hacerlo de nuevo?


—¿Puedo? —preguntó ella con entusiasmo.


—¿Qué tal si vamos juntos?


—Eso suena muy bien —respondió ella. El equipo fue conectado a los dos y pronto estaban en el aire. Pedro se aferraba a su mano y la experiencia fue aún mayor estando alto en el cielo con él.


—Mira hacia allá —dijo Pedro con ella. Paula volvió la cabeza y luego se quedó sin aliento al ver un grupo de delfines saltando en el agua. Eran hermosos, se elevaban en el aire y parecían esperar por el agua. Hablaban entre sí y parecía un grupo de niños jugando.


Cuando la tripulación les trajo de vuelta, Paula estaba una vez más decepcionada. Descubrió que tenía una actividad favorita de nueva y no quería que terminara.


—¿Podemos hacerlo de nuevo mañana? —le preguntó.


—La próxima vez que no quieras hacer una actividad, quiero que recuerdes este momento y tal vez no vas a oponerte tanto —dijo a carcajadas.


—Está bien, voy a recordarlo y no ser una molestia.


La próxima aventura a la que le llevó fue el esnórquel. 


Estaba teniendo tantas experiencias nuevas y quería hacer cada una de ellas para siempre. Paula agarró el brazo de Pedro mientras miraba hacia abajo en el agua. Señaló debajo de ella y Pedro vio como una tortuga se deslizaba. Él la atrajo hacia otro lugar y señaló las escuelas de pescados coloridos nadando. Fue una experiencia emocionante y el momento en que salió del agua, los dos estaban empapados y arrugados. Comieron bajo un paraguas y se rehidrataron.


Mientras estaban sentados a la mesa, algunos músicos se acercaron, tocando música y serenata a ellos. Paula pensó que era una maravilla y buscó en su bolso para darles una propina.


—Gracias —les dijo.


—No, gracias a usted linda señorita.


Otro vendedor se detuvo con una cesta de rosas y Pedro compró hasta la última para ella. Ella se sonrojó cuando todos los otros clientes aplaudieron el gesto romántico.


—Eres demasiado hermosa como para tener una rosa de un solo color.


—Eres demasiado romántico para ser verdad —respondió ella. Ella se inclinó sobre la mesita y lo besó suavemente—. Gracias, Pedro.


—¿Lista para dirigirte a la habitación? —preguntó esperanzado.


—Estoy muy lista, pero me has prometido romance y quiero ir a bailar.


—Estas en lo correcto. Vamos a disfrutar de la piscina por un tiempo y luego te llevaré a un club de salsa —dijo, con un meneo de cejas.


Estuvieron en la piscina, disfrutando de los últimos rayos de sol, antes de que los colores brillantes subieran a los cielos con la puesta de sol.


Fueron a la habitación, donde una vez más trató de convencerla de quedarse en ella, pero estaba decidida a ir a bailar en la romántica ciudad.


Él la llevó a un club lleno de humo y cuando ella miró a su alrededor, estaba agradecida que estaba oscuro, porque la manera como la gente bailaba la hizo ruborizarse otra vez.


—Vamos a bailar —susurró con voz ronca en su oído. Paula lo siguió a la pista y cayó en sus brazos. Comenzó un juego de seducción y era una participante dispuesta. Sus manos se frotaban a lo largo de la espalda y por los costados, rozando sus pechos. Su boca bajó por su garganta y luego de vuelta a los labios, por lo que pudo enredar sus lenguas juntas.


Pedro, me haces sentir tan... —jadeó, mientras apretaba sus caderas contra las suyas. Movió las manos de su cuello, apretando sus caderas, para tirar de él aún más. Él gimió cuando él imitaba hacer el amor con ella en la pista de baile. 


Jugaron con los demás, anticipando la noche que se avecinaba, la construcción de los deseos, así que cuando
estuvieran por fin juntos sería con una explosión.


—Tenemos que irnos ahora, antes de que me olvide que estamos en un lugar público —gruñó Pedro en su oreja y luego lamió a lo largo del lóbulo.


—Estoy lista cuando lo estés — ronroneó ella y movió sus caderas contra él un poco más, solo para poner a prueba su poder sobre él. Por su reacción tenía bastante control.


Pedro la llevó fuera del club y elogió al transporte. No había manera de que él tuviera la paciencia de tomar la larga caminata de vuelta a la comodidad de su habitación.


Paula se despertó con el olor del café recién hecho y comida caliente.


Ella se estaba muriendo de hambre después de su día de aventura y de su noche. Ella salió de la cama y se puso la bata de seda, sintiéndose extremadamente femenina.


—¿Cómo has dormido, hermosa? —preguntó Pedro, cuando llegó desde la otra habitación a unirse a ella en la mesa. Ella ya tenía la boca llena de comida y tuvo que tragar antes de que pudiera responderle.


—Me seguí despertando por alguna razón —bromeó.


—No puedo imaginar que causaría eso.


—Sin embargo, yo tendría que decir que, si me siguen dando placer de la manera que ha sido, sin duda vale la pena perder el sueño —dijo, y le dedicó una sonrisa seductora.


—¿Quieres que te muestre un poco más de placer?


—Necesito alimento —le rogó, mientras mordía en un jugoso melón. Parte del jugo goteaba por su barbilla y Pedro fue rápidamente a limpiarlo.


—Me parece que no puedo tener suficiente de ti —gruñó, antes de llevársela a la cama. Se quedaron allí por un tiempo muy largo, antes de decidirse a disfrutar de su último día en la playa.


Pedro le mostró algunos nuevos sitios, la llevó para un almuerzo romántico y, por supuesto, la llevó de nuevo a hacer paravelismo.


Para cuando regresaron al hotel, Paula estaba una vez más a punto de desmayarse. No podía imaginar una luna de miel más perfecta que la que Pedro le estaba dando.


Paula estaba triste cuando hicieron sus maletas, que serían llevadas a la planta baja. No estaba preparada para volver al mundo real. Ella había amado su tiempo a solas con Pedro y tenía miedo de que dando un paso atrás en su vida normal se perdería una parte de la magia que habían creado.


El trayecto hasta el aeropuerto fue en silencio mientras Paula tomó todo lo que pudo antes del inevitable viaje en avión. Pedro podía ver su tristeza y frotaba suavemente su espalda mientras pasaban por las calles de Mazatlán. Miró por la ventana y vi a una pareja volando por el aire en una paravela y suspiró. Ella podría estar allí en la ciudad por una semana o incluso un mes. Bueno, ella podría si su hijo estuviera allí con ellos. Lo extrañaba y eso hizo volver a casa más soportable.


Caminaron por el aeropuerto y se acomodaron en sus asientos de primera clase antes de que ella lo supiera. La azafata les ofreció una bebida y pronto estuvieron en el aire. 


Una lágrima resbaló por su mejilla mientras observaba el hermoso Océano Pacífico lentamente desaparecer bajo las nubes se cernían bajas.


—Voy a traerte de vuelta en cualquier momento que quieras —la consoló Pedro.


—No es eso Pedro, es solo que ha sido tan maravilloso estar aquí sola contigo.


—Vamos a tener mucho tiempo para estar solos juntos —la
tranquilizó.


—¿Me lo prometes?


—Nena, voy a estar rogando que huyas conmigo —dijo con una sonrisa maliciosa. Parte de la tensión y la tristeza desapareció cuando miró a los ojos de Pedro. Tal vez las cosas permanecerían igual, incluso con el mundo real inmiscuyéndose con ellos una vez más.










5 El Paravelismo (del Inglés: Parasailing) o paranavegación es una actividad recreacional
donde una persona es sujetada a la parte trasera de un vehículo (usualmente un bote)
mientras se es atado a un paracaídas especialmente diseñado para este deporte.

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