domingo, 22 de marzo de 2015
CAPITULO 65
Al día siguiente el doctor entró en la habitación y miró algunos gráficos
—Bueno, tenemos algunas buenas noticias, señor Alfonso. Ella está curándose maravillosamente y debería despertar en cualquier momento.
También parece que el bebé no fue afectado por el accidente y su embarazo va bien —terminó él.
Pedro se sentó en shock. Él tenía una mezcla de emociones corriendo a través de él. ¿Sabría ella que estaba embarazada? Ella le hubiera dicho.
—¿De cuánto tiempo? —escupió finalmente.
—Lo siento, asumí que ya sabía. —El doctor parecía tropezar con las palabras. Él miró de nuevo a las gráficas—. Ella está como por la doceava semana —dijo él finalmente.
El rostro de Pedro se encendió con alegría. Ellos iban a tener otro hijo.
Amaba demasiado a su hijo y ahora iban a darle un hermano. Incluso mejor, él estaría ahí durante todo el embarazo. Él vería a su hijo llegar al mundo y estaría ahí para disfrutar cada día del embarazo completo.
Él se sentó junto a Paula y le agradeció al cielo por todas las
bendiciones en su vida. Su esposa iba a estar bien, aunque se sentiría mucho mejor cuando ella finalmente abriera los ojos. Él iba a tener otro hijo que amar. Joaquin era el mejor hijo en todo el universo. Solo parecía bien traer más hijos al mundo. Él sonrió, pensando que sonaba un poco predispuesto, pero eso también estaba bien.
Él hizo un voto de que nunca más dejaría que nada malo le pasara a su familia. No podía soportar sentirse tan inútil.
Más tarde ese atardecer, ambas familias fueron a ver a Paula, trayendo más flores y globos. Su habitación se miraba como una florería por todos los arreglos que le había dado la gente que le deseaba lo mejor.
—Vamos a tener otro bebé —dijo emocionado Pedro a todos en la habitación. Él sabía que tenía que esperar que Paula estuviera despierta para decirle a todos, pero no podía evitarlo. Estaba demasiado emocionado por eso.
Hubo un momento de silencio antes de que todos vitorearan.
—Felicidades, hijo —casi gritó Horacio antes de darle a Pedro un gran abrazo de oso.
—Eso es maravilloso, simplemente maravilloso —agregó Juan con lágrimas en sus ojos.
Sus hermanos le dieron un gran abrazo y Juana lo besó en la mejilla.
Ellos estaban igual de emocionados que él.
—Ni siquiera sé si Paula lo sabe, pero no pude esperar para decirle a todos —dijo Pedro avergonzado.
—Pedro —Su cabeza se giró mientras escuchaba el suave susurro de su nombre siendo dicho. Los ojos de Paula estaban confundidos y lo estaba mirando directamente.
—Bebé, es bueno verte despierta. —Él se sentó en la silla junto a la cama de su esposa y puso su mano en la de ella.
—¿Qué…? ¿Qué pasó? —finalmente se arregló para decir.
Su garganta se sentía como una lija. El resto de la habitación estaba completamente en silencio.
—Estuviste en un accidente automovilístico terrible, pero ahora todo está bien. Deberías ser capaz de volver a casa en unos días —dijo él.
—No recuerdo. Estaba manejando y entonces todo quedó negro… — dijo ella, sonando asustada.
—No tienes nada de qué preocuparte. El doctor dijo que ibas a estar bien —le aseguró.
—Joaquin está bien, ¿cierto? —preguntó ella. El monitor de su corazón empezó a sonar frenéticamente mientras miraba por la habitación buscando a su hijo.
—Joaquin está bien. Tienes que tranquilizarte, tu ritmo cardiaco se ha acelerado —dijo él calmadamente y suspiró de alivio cuando los pitidos disminuyeron—. Él está en casa con Julia. Ella estará aquí en una hora con él —le dijo y la besó gentilmente.
Paula miró el rostro de Pedro. Él lucía como si hubiera sido el que estuvo en el accidente. Sus ojos tenían círculos oscuros y su rostro estaba sin rasurar. Su ropa parecía estar desesperada por cambiarse. Nunca se había visto mejor para ella.
—Siento las cosas que dije. Te amo más de lo que nunca podrás imaginar. Simplemente estaba asustado. Has tenido mi corazón por tanto tiempo y tenía miedo de que si te decía de alguna manera, me controlarías.
Me he dado cuenta pronto que eso no importa. Cuando pensé que podía perderte estuve a punto de volverme loco. Por favor, perdóname por ser tan estúpido —le rogó.
Ninguno se dio cuenta de que sus familias silenciosamente salieron de la habitación, dándoles la privacidad que necesitaban. Ellos no se fijaron de las miradas felices entre Horacio y Juan, los dos padres entrometidos.
—Claro que te perdono Pedro. Te amo demasiado. Quería regresar a casa en el momento que me fui. Estaba pensando en que prefería vivir contigo sin amor que sin ti —contestó ella.
—Así que, ¿vamos a estar bien? —le preguntó.
—Vamos a estar más que bien. Creo que finalmente podemos ser una familia real —dijo ella.
—Hablando de familias —empezó él—. ¿Cómo te sientes con la idea de darle a Joaquin un nuevo hermano o hermana?
Paula le sonrió de oreja a oreja.
—Nada me haría más feliz que tener una casa llena de hijos corriendo por ahí, llenando las esquinas vacías. —Le sonrió ampliamente—. Tan pronto salga de aquí, empezaremos a trabajar en eso.
Pedro le dio una sonrisa cegadora.
—No me molesta practicar por el bebé número tres, pero el número dos ya se está cocinando —dijo.
Paula miró a su esposo con confusión por unos minutos antes de que se diera cuenta de lo que realmente estaba diciendo.
—¿Estamos…? —empezó, luego él asintió—. ¿Estamos realmente embarazados? —le preguntó con esperanza.
Pedro asintió. Él estaba embargado por la emoción que no podía hablar.
Encontró divertido decirle a ella que estaba embarazada cuando normalmente era al revés.
—No puedo creerlo —jadeó ella—. ¿Cómo lo sabes?
—Ellos hicieron toda clase de exámenes para asegurarse que estabas bien, y encontraron que estás en la doceava semana. El bebé está bien. De hecho van a traer un monitor esta tarde para que podamos ver a nuestro pequeño —dijo él.
—No puedo creer que no supiera que estaba embarazada. Pensé que tenía gripa. Supongo que incluso la gripa no puede durar demasiado —dijo ella, sintiéndose un poco tonta.
—Me debí dar cuenta que algo pasaba por mí mismo. Has estado durmiendo mucho y apenas comes. Tenemos que cuidarte apropiadamente para que cuidemos a nuestro bebé —dijo él, y gentilmente acarició su pancita, la que tenía un poco crecida.
Paula miró su mano en su estómago y se rió.
—Pensé que estaba engordando —dijo ella, volviéndose un poco rosa.
—Te amaría sin importar cómo lucieras —dijo él y ella podía ver que lo decía en serio.
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