martes, 24 de marzo de 2015

CAPITULO 73





—¿Puedes hacer algunos platos de acompañamiento para la
barbacoa familiar esta noche? Están trayendo todo lo demás —dijo Eduardo a Paula cuando ella bajó las escaleras.


—Por supuesto —respondió Paula. Estaba increíblemente nerviosa.


Su jefe iba a estar en casa esa noche y no solo él, sino toda su familia.


Realmente esperaba que no perdiera su trabajo una vez que Pedro descubriera que su nueva cocinera tenía un hijo.


Ella hizo que la tripulación de hombres desayunara y almorzara, y luego pasó la mayor parte del día en la cocina preparando una variedad de platos para la cena de esa noche.


—Mamá, ¿puedo nadar ahora? —preguntó Diego, mientras se acercaba corriendo a la cocina, usando su traje de baño y una expresión esperanzada en su rostro.


—¿Cómo puedo decirle no a esa cara? —respondió ella—. Déjame correr escaleras arriba, cambiarme, y luego podemos nadar un rato.


La piscina era justo lo que necesitaba para relajar sus músculos y su mente estresada. Había un trampolín y juguetes flotantes. Jugó con su hijo en la parte menos profunda, disfrutando de su risa. Estaban en el medio de una guerra de salpicadera cuando Pedro salió al patio.


Él contuvo el aliento cuando vio a su nueva cocinera. Ella era impresionante y se encontró a sí mismo intentando controlar el endurecimiento de su cuerpo. Se puso de pie en las sombras y observó mientras ella jugaba con el joven muchacho. Su risa se arrastró hacia él, haciéndolo querer desnudarse y unírseles.


Ella salió de la piscina y el agua goteó de su cuerpo apenas vestido.


Tenía el cabello largo y oscuro en cascada por su cuerpo curvilíneo.


Definitivamente tenía curvas en todos los lugares correctos. 


Sus manos morían de ganas por explorar esas curvas.


Finalmente levantó la mirada y sus ojos negros impresionantes lo notaron a él allí de pie. Rodaron con sorpresa mientras ambos se quedaron allí, mirándose el uno al otro por lo que se sintió horas. Paula finalmente salió de su trance, envolviendo la toalla alrededor de ella y comenzó a caminar de nuevo.


Ella tomó una profunda respiración y se presentó.


—Hola, soy Paula y usted debe ser mi jefe —dijo con una brillante sonrisa. Estaba esperando que si fingía confianza suficiente él vería más allá del hecho de que tenía un hijo y le permitiría mantener el trabajo.


Él era seriamente el hombre más sexy que había visto jamás. Tenía bastante más de seis pies de alto y estaba sólidamente construido. Tenía músculos en todos los lugares correctos y la apretada camiseta y pantalones empotrados no ocultaban nada de su vista. Tenía cabello oscuro, cubierto por un desgastado sombrero Stetson y sus ojos azul marino parecían no perderse nada. Ella estaba teniendo un momento difícil apartando la mirada de esos ojos hipnotizantes.


La miró de arriba abajo, para finalmente responderle:
—Soy Pedro Alfonso. ¿Eres la nueva cocinera que mi padre
contrató? —le preguntó, a pesar de que sabía la respuesta.


Diego notó al nuevo hombre y salió corriendo de la piscina.


—Hola, soy Diego. Me gusta tu sombrero —dijo, sonriendo al hombre, mientras goteaba por todas partes sus botas de vaquero.


—Diego, cariño, retrocede un poco. Estás goteando agua sobre las botas del Sr. Alfonso —dijo ella, un poco horrorizada. Estaba tratando de mezclarse y allí estaba con Diego goteando sobre el pobre hombre.


Pedro se inclinó de manera que estuvo al nivel de los ojos de Diego.


—Está bien, Hombrecito. Puedes decirme Pedro. ¿Estás disfrutando la piscina? —preguntó.


—Es la mejor y más grande piscina, y los cachorros son tan lindos, ¿sabías que hay caballos en todas partes y Doug dijo que va a enseñarme a montar todos ellos y todo? —dijo Diego, todo en un respiro. No podía contener su emoción.


Pedro rió ante el entusiasmo de Diego y luego le alborotó el cabello.


Paula finalmente se permitió relajarse. Al hombre parecía genuinamente gustarle los niños. Era maravilloso que él tuviera un lado suave para los niños. Ella jamás supo que existieran hombres como él. Comenzó a sentir las primeras cuerdas de alivio al darse cuenta de que lo más probable era que él no iba a despedirla por traer una persona extra a su hermosa casa.


—Quizás puedes ayudar a elegir cuál de los cachorros nos
quedaremos y darle un nombre —dijo Pedro.


El rostro de Diego pareció caer al instante y había lágrimas en sus ojos.


—¿Qué pasa, bebé? —preguntó Paula, mientras se dejaba caer de rodillas junto a Pedro.


—¿Por qué los cachorros tienen que irse? —preguntó a Pedromientras las lágrimas corrían por su rostro. Todo lo que Diego había escuchado era que solo un cachorro conseguiría quedarse y estaba devastado por ello.


Pedro fue tomado completamente por sorpresa. Si veía a un niño o mujer llorando, todo lo que quería hacer era arreglar el problema, sin importar lo que fuera.


—Nos quedaremos todos los cachorros. Hay un montón de espacio para que corran por aquí. Puedes nombrarlos a todos —dijo Pedro con un poco de pánico. Le habría dado al niño un puñado de billetes de cien dólares si eso hubiera hecho que las lágrimas pararan.


—¿Lo prometes? —preguntó Diego, con cierto escepticismo.


—Palabra de Scout.


—Gracias —dijo Diego mientras las lágrimas se evaporaban
instantáneamente y se lanzó a sí mismo a los brazos de PedroPedro lo abrazó y sintió que su corazón se hacía un poco más grande. Ni siquiera había notado el agua empapando su ropa.


Paula tuvo que alejarse de la escena que tenía delante.


Podía verse a sí misma enamorándose de su jefe y no permitiría que eso pasara.


Necesitaba el trabajo y los hombres como Pedro no sentaban cabeza con mujeres como ella, así que no había nada que pudiera suceder entre ellos más que sexo, y luego su empleo terminado. Ella casi deseó que fuera un matón distante, en lugar de un sexy vaquero con un corazón cálido con los niños.


—Diego, vamos adentro. Necesito terminar de preparar la cena, así que ya no puedo vigilarte fuera de aquí —dijo ella, volviéndose hacia la casa.


—Ah, mamá, quiero nadar un poco más, por favor —rogó. 


Ella tenía una debilidad por su hijo y odiaba decirle que no, pero realmente necesitaba terminar de cocinar.


—Te llevaré afuera a nadar mañana, pero realmente necesito terminar la cena.


—Estaba planeando nadar un poco. Mantendré un ojo en él —dijo Pedro—. Quédate con tu mamá en la cocina por unos minutos mientras corro arriba para cambiarme la ropa —finalizó y luego corrió por las escaleras, sin esperar por una respuesta de Paula.


Ella pensó que Pedro era como su padre y no estaba acostumbrado a que le dijeran que no. No iba a discutir con él. Tenía que hablar con Diego y le dijo que se comportara lo mejor posible.


Paula disfrutó sola en la cocina mientras escuchaba los sonidos de la risa de su hijo a través de la puerta abierta. 


Antes de que lo supiera, todo estaba terminado, así que se dirigió arriba para limpiar. Comprobó a Diego, quien estaba más que contento de estar chapoteando por ahí con Pedro, así que se permitió un lujosamente largo baño de burbujas. 


Apoyó el cabeza contra la bañera, suspirando en voz alta. 


No podía creer cuán afortunada era de haber encontrado semejante trabajo con un jefe amable quién era también bueno con su hijo.







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