lunes, 23 de marzo de 2015

CAPITULO 72





Pedro estaba de un humor increíblemente malo mientras volvía a la habitación del hotel, lo cual era inusual para el normalmente afortunado hombre que va feliz por la vida. 


Cualquier persona que lo conocía sabía que era mucho más probable verlo gastando una broma que alzando la voz.


Lanzó su sombrero de vaquero en la cama y se quedó mirando la luz intermitente en su teléfono indicando que tenía un mensaje. Su negocio fracasó ya que el hombre con el que había estado hablando a lo largo de los últimos meses se había olvidado de decirle que las diez cabezas de ganado que estaba tratando de vender estaban al borde de la muerte.


Una de las pocas cosas que Pedro no podía tolerar era el abuso animal. Podía entender un tipo de perforación para marcarlos, pero abusar de un animal estaba fuera de lugar. 


Un hombre no abusaba de un animal y nunca dañaba a una mujer.


Aquellos eran bastante básicos. Cuando se enfrentó a esa escoria de hombre que había tratado esa noche, le tomó todo su esfuerzo no volver a sus años de adolescencia y lanzarle un golpe al hombre.


Se sirvió una copa y dejó que el calor se extendiera por su garganta para ayudar a calmar sus nervios. Entonces finalmente escuchó su correo de voz.


—Buenas noticias hijo, te he encontrado una nueva cocinera. Ella es absolutamente perfecta. Hizo la cena para los chicos esta noche y creo que los hombres han ganado unos kilos. En el momento en que ellos habían mordisqueado cada última migaja de su pastel de manzana, tuvimos que casi contratar una grúa para levantarlos de la mesa. Llámame cuando llegues. —Encontró demasiado fuerte la voz de su padre en el teléfono.


—Me gusta mucho. Una cosa menos de la que tengo que
preocuparme —dijo Pedro en voz alta para sí mismo. Se sentó para devolver la llamada de su padre.


—Ya era hora de que llamaras —retumbó la voz de Horacio sobre la línea.


—Yo estoy muy bien, ¿y cómo estás tú, papá?


—Sí, sí, cómo estás y etc. —bromeó Horacio de vuelta.


Pedro realmente amaba a su padre. Amaba a su familia entera, incluyendo a sus cuñadas y sobrinos hermosos. Su familia había crecido en los últimos años y estaba empezando a sentir un poco de soledad, viendo el amor claro entre sus hermanos y sus esposas. Jamás se lo
admitiría a su padre casamentero, sin embargo.


—¿Recibiste el ganado? —le preguntó Horacio.


—No, el hombre resultó ser un verdadero delincuente —respondió Pedro, sintiendo que la ira comenzaba a hervir de nuevo al explicar la historia a su padre.


Hablaron de negocios un rato más y entonces Pedro le dijo que necesitaba descansar un poco.


—Te veré mañana. Vuelvo a casa temprano ya que no hay necesidad de permanecer aquí por más tiempo —dijo Pedro.


—Genial, hijo, mañana conduciré de vuelta. Voy a llamar al resto del clan y podemos tener una reunión familiar. No tenemos una hace unas semanas, lo cual es demasiado tiempo —dijo Horacio con seriedad.


—Estoy de acuerdo contigo, llama al clan y podemos tener una barbacoa. Hablaré contigo mañana —dijo Pedro y colgó el teléfono. Él ya se sentía mejor. No había nada que le hacía sentirse tan bien como estar con su familia.








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