miércoles, 25 de marzo de 2015

CAPITULO 76







Todos se habían cambiado de sus ropas mojadas y la mayoría de los invitados empezaron a irse. Pedro atizó el fuego y la familia se sentó junta, contando historias hasta las primeras horas de la mañana.Paula intentó excusarse, para dejar a la familia tener tiempo juntos, pero Malena y Juana habían decidido que era su nueva mejor amiga e insistieron en que se quedara.


Ella no luchó mucho contra ellas. Estaba pasando un momento increíble y no quería subir sola a su habitación.


—Tengo que dormir un poco —finalmente dijo Federico y luego movió sus ojos a Juana. Paula podía sentir el leve rubor volviendo a su rostro.


Sabía que él realmente quería tener a su esposa sola. 


Malena y Hernan pronto los siguieron, y de repente Paula se encontró a sí misma sola con Pedro.


El fuego se había apagado a principalmente brasas y apenas había luz suficiente para ver su rostros en las sombras.


—Mejor me voy a dormir un poco —dijo ella y se obligó a dar un bostezo. Sabía que no iba a ser capaz de dormir por un tiempo, estado tan liquidada.


Pedro puso su mano sobre el brazo de ella cuando intentó levantarse.


Ella se sentó allí, no sabiendo qué decir.


—Paula, siento tanto lo que pasó en la piscina. En serio, usualmente no agarro a las mujeres y lo hago con ellas delante de toda mi familia — dijo él mientras pasaba las manos por su pelo revuelto.


La mano de ella estaba ansiosa por suavizar su cabello de regreso a su lugar, pero se las arregló para meter las manos bajo sus muslos.


—No hay problema. No es como que no fuera una participante dispuesta, pero lo siento también. Honestamente, usualmente no hago eso —dijo, todavía un poco horrorizada de sí misma.


—Bien, ambos lo sentimos —dijo él y luego sonrió. El hombre debería ser registrado como un arma letal para que las mujeres pudieran ser prevenidas.


—Así que, ¿somos amigos, no? —le preguntó a ella.


—Sí, claro —respondió, finalmente sintiendo la presión en su pecho comenzar a disminuir.


—Bien —dijo él—. ¿Quieres ver algo realmente genial? —preguntó.


—Claro.


Él la agarró de la mano y empezó a conducirla hacia el granero. Ella pensó que iba a soltarla, pero mantuvo el agarre y no tuvo la fuerza de voluntad para apartarlo. Había notado que toda su familia eran personas amables y delicadas, así que se dijo que leyera demasiado sobre ese gesto.


—Mi yegua favorita está a punto de dar a luz. No hay nada más maravilloso y hermoso como eso —le dijo a ella con entusiasmo.


Paula se encontró ansiosa por ver al nuevo potro. Llegaron al establo y escuchó algunos ruidos de dolor. Paula levantó la mirada con preocupación.


—¿Está ella bien?


—Ella está bien. He estado revisándola por los últimos días y el veterinario ha estado examinándola. Todo está según lo previsto y el potro está en la posición correcta. Dar a luz todavía duele, sin embargo.


—Sí, lo hace —concordó ella enfáticamente.


—Supongo que tú sabes más que yo —dijo él con un avergonzado encogimiento de hombros.


Paula rió y luego se calmó cuando se acercaron al establo con el trabajador caballo. Ella era hermosa, con un color marrón oscuro, brillante pelaje y un vientre abultado.


—¿Cómo estás chica? —habló Pedro en voz baja a la yegua.


Ella pareció rodar sus ojos ante el hombre despiadado, o es lo que a Paula le gustaba creer. Recordaba cuando estaba dando a luz y los doctores le habían preguntado cómo estaba. Había querido golpearlos tan duro como podía y luego les preguntó la misma cosa. Los hombres no tenían idea.


—Eres una chica bonita —dijo Paula en voz baja, mientras frotaba gentilmente su nariz. La yegua relinchó un poco hacia ella, como si dijera “al menos tú entiendes” y luego volvió a ignorarlos a ambos.


Paula no tenía idea de cuánto tiempo pasaron allí, pero cuando el cielo comenzó a aclararse, la yegua finalmente empujó el nuevo potro de su cuerpo, junto con la ayuda de Pedro. Ella lo miró, sentando en el suelo, con el bebé en su regazo desgarbado y sintió que su corazón latía con
fuerza. Él estaba cubierto de polvo y sangre, y todavía irresistible.


Una vez que todo el calvario terminó, se dio cuenta de cuán cansada estaba. El sol salío sobre la colina y se imaginó que sería mejor intentar conseguir un par de horas de sueño.


—Gracias por compartir esto conmigo. Fue realmente increíble —le susurró. Ella no quería asustar al nuevo caballo, así que estaba hablando y moviéndose en silencio.


—Gracias por hacerme compañía. No tenía la intención de
mantenerte despierta toda la noche.


—Valió mucho la pena —respondió ella con honestidad.


Pedro estaba ocupado asegurándose de que el nuevo caballo estuviera sano, así que Paula se deslizó fuera del establo y se dirigió de regreso a la casa. Se acostó y sus últimos pensamientos antes de sucumbir finalmente al agotamiento fueron sobre su nuevo empleador.



Sabía que iba a tener que alejarse de él.






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