martes, 10 de marzo de 2015

CAPITULO 23





Paula entró en el ascensor, con algo de miedo y una emoción indefinida comprimiendo su pecho. Ella necesitaba hablar con Tomas. No podía decírselo por teléfono, así que había estado esperando nerviosamente desde la noche anterior, y se le había hecho imposible dormir.


Ella estaba en su quinto mes como asistente de Pedro, y le encantaba su trabajo, bueno al menos una parte de él. 


Ella sabía lo que estaba haciendo, y ahora estaba segura de sus habilidades. Esther se había detenido en varias ocasiones para elogiar su trabajo, diciendo que era como si Paula hubiera estado en la compañía durante diez años en lugar de unos pocos meses. Las dos habían estado muy cerca, y Paula nunca la rechazó cuando la invitaba a comer o a ver una película.


Ella tenía dos grandes amigos ahora. Tres, si contaba a Horacio, quien la iba a ver por lo menos una vez a la semana para saber cómo estaba.


Insistió en llevarla a comer, diciéndole que estaba demasiado delgada y que necesitaba un poco de carne en sus huesos antes de que fuera arrastrada por un fuerte viento. Era un hombre sabio, y no era algo malo decirle a una mujer que estaba flaca. Obviamente había estado felizmente casado durante muchos años, y no sólo eso, sino que sabia escuchar a su esposa.


Pedro era estrictamente profesional con ella. Le había dado sus asignaciones de trabajo a Paula, con muy poca conversación entre ellos, y luego la dejó sola. Nunca se detenía y era siempre cortés.


A menudo se encontraba mirándolo mientras él dejaba la habitación, más a menudo de lo que debería, y estaba en camino a enamorarse de él, pero hacia un muy buen trabajo ocultándolo. Él había sido más que profesional, que era lo que quería, por lo menos lo que debería querer.


Se decepcionaba cada vez que Pedro salía de la habitación, se sentía muy vacía. Incluso había intentado ir a una cita con un chico de contabilidad, pero había sido un desastre. La había aburrido hasta las lágrimas, y cuando él la había besado al final de la noche, no había sentido la más mínima pizca de pasión.


Casi todas las noches se despertaba en las primeras horas de la mañana con el nombre de Pedro en sus labios, su cuerpo mojado y dispuesto a él.


Ella estaba agradecida de que él estuviera manteniendo las distancias, porque ella nunca tendría la fuerza de voluntad para alejarlo si hacía un movimiento.


Sus hormonas estaban por todo el lugar, al menos sabía por qué ahora.


No tenía otro hombre para comparar a Pedro, como también no podía imaginar un sexo mejor que el que había tenido con él. Parecía estar en un constante estado de excitación, su cuerpo deseaba lo que su mente no necesitaba. ¿Por qué no podía ser simplemente fácil? ¿Por qué Pedro?


Si ella iba a comenzar una relación, superar su miedo a los hombres, entonces ¿por qué no podía ser de un tipo como Bob de contabilidad?


Claro, era aburrido, pero con él estaría a salvo, segura y sería fácil. No haría que su presión arterial subiera. Él sería fácil, suave, ¿por qué no él?


Sabía por qué no. Ella podía creer que no quería pasión, pero sólo un sabor haría cambiar su opinión. Un sabor que era como una droga, que le hacía querer más. Algunos días eran más fáciles que otros, y sabía que hoy iba a ser uno de esos días difíciles.


Paula había pospuesto tomar una prueba de embarazo por mucho tiempo porque ya sabía la respuesta. Había estado lidiando con las náuseas matutinas durante dos meses, y hubo cambios sutiles en su cuerpo. Ella era naturalmente pequeña, así que la mayoría no se dio cuenta de la pequeña protuberancia en la parte inferior de su estómago, pero lo hizo.


Finalmente colapsó y tomó la prueba, luego la tiró a la basura. Ya sabía que la respuesta era afirmativa.


Las puertas del ascensor se abrieron y ella salió, caminando directamente hacia el escritorio de Tomas. Estaba en el teléfono, por lo que zapateó con impaciencia a la espera de él. Llevó un dedo a sus labios en una disculpa.


Obviamente, podía ver que ella realmente necesitaba hablar con él.


—Me alegro de que hayas llegado temprano, Srta. Chaves. ¿Puede venir a mi oficina? —preguntó Pedro mientras se acercaba al escritorio.


Paula le envió a Tomas una mirada de pánico, pero él estaba ocupado en el teléfono. No había nada que pudiera hacer para salvarla de todos modos.


No era como si Pedro supiera algo. Ella no sabía lo que iba a hacer, pero no podía decirle, a pesar de que sabía que estaba mal.


—Sí, por supuesto, Sr. Alfonso—respondió finalmente, al mismo tiempo que Tomas colgó el teléfono. Articuló traidor a él mientras caminaba detrás de Pedro.


Tomas le envió una mirada inquisitiva, pero ahora tendría que esperar aun más tiempo para hablar con él. De ninguna manera se arriesgaría a que Pedro oyera su conversación.


—Déjeme ir a mi oficina y sacar mi bloc de notas —dijo Paula cuando llegaron a sus puertas.


—No lo necesitas. Adelántate, deja tu bolso y tu abrigo y luego entra —dijo Pedro mientras pasaba a través de su propia puerta.


Paula tomó su tiempo para dejar sus cosas. Sabía que Pedro no era paciente, pero ella apenas había dormido, y su corazón estaba corriendo a toda velocidad. Necesitaba hablar con su amigo, conseguir un poco de perspectiva, no estar sentada frente a Pedro, absorbiendo su esencia, viendo a sus ojos azules brillantes, y luchando contra el impulso de saltar sobre su regazo.


Caminó lentamente hacia la oficina de Pedro, esperando que la conversación no durara demasiado tiempo. No estaba preparada para enfrentarse a él, y muchos menos, después de haberse hecho la prueba.


Ella no debería haberla hecho durante la semana. ¿En qué estaba pensando?


Se sorprendió al encontrarlo de pie junto a la ventana. 


Estaba con la mirada fija hacia la ventana, con las manos detrás de la espalda mientras miraba hacia abajo en la niebla de la mañana de Seattle. Ella se puso de pie cerca de la mesa, sin saber si debía decir algo o no.


—Tengo un viaje de negocios la semana que viene y necesito que vengas conmigo —dijo, todavía sin volverse.


El corazón de Paula comenzó a latir con fuerza. Ella no había ido a ningún viaje con él, sin embargo, había salido mucho en los últimos meses. Se preguntó qué era todo esto, y por qué la necesitaba allí repentinamente.


—¿A dónde? —preguntó finalmente ella, sin que importara realmente.


Todo lo que realmente importaba era el hecho de que ella estaría con él, completamente solos.


—Australia. Contamos con un viñedo allí, y hemos estado teniendo problemas. Parece que alguien está deliberadamente tratando de sabotear nuestros cultivos. Nos ha tomado muchos años desarrollar nuestra gran reputación por nuestros excepcionales productos, pero un envío malo puede destruir todo eso —dijo Pedro mientras finalmente se volvía hacia ella. Paula podía ver la frustración que sentía, pero todavía no entendía por qué tenía que ir con él.


—Esto podría tomar un par de semanas y necesito una asistente. Esther ha estado yendo a los viajes conmigo, pero finalmente puso sus pies en el suelo y se niega a viajar más, así que necesito que vayas —dijo, obviamente pensando que ella estaba confundida.


Ante sus palabras, sintió ira al rojo vivo hervir en su interior. 


Él le había dado la espalda y no le había permitido hacer su trabajo. Había pensado que lo estaba haciendo tan bien, cuando todo el tiempo, él no había confiado en ella. Se sentía traicionada, la cual era una extraña emoción respecto a su trabajo.


Ella todavía no había dicho ni una palabra cuando él volvió a hablar.


—Mira, Paula, nada de esto ha tenido que ver con tu desempeño laboral. Vamos a dejar las cosas así —dijo mientras se pasaba los dedos por el pelo.


—Ya veo —respondí con frialdad, aunque ella no lo hacía para nada.


—Eres tan increíblemente ingenua. Puedo ver que estás enojada y herida por no pedirte que vinieras conmigo. ¿De verdad quieres que te lo explique? —Prácticamente gritó.


—No, estoy bien —respondió ella, pensando que era hora de irse. Estaba obviamente enfadada con él.


—Yo no te lleve, porque sabía que el momento en que el jet se pusiera en el aire, acabaríamos en mi muy grande y cómoda cama... y no dormiríamos en ella —dijo, mirando directamente a sus asombrados ojos.


Paula quedó sin aliento ante su audacia. No había nada más claro que eso, pensó ella.


—Bueno, yo... uh... ya veo —tartamudeó ella mientras daba un paso atrás.


—Tengo una reunión a donde ir. Vamos a terminar esta conversación más tarde —dijo, despidiéndose. La forma en que sus palabras fueron pronunciadas, como una amenaza. 


Ella no tenía ninguna duda de que se estaban acercando a una confrontación.


No podía saber si estaba más asustada o excitada por la perspectiva.


Rápidamente se retiró a su oficina, donde pasó el resto del día en su computadora. No tuvo un momento a solas con Tomas ya que Pedro le enviaba más y más trabajo. Se sobresaltó cuando Tomas entró y saltó sobre su escritorio.


—Paula, es tarde, y estoy más que listo para la hora feliz. Vamos, chica. Te llevaré lejos de aquí.


—Lo siento, Tomas. No me di cuenta de la hora. Ha sido un día inusualmente estresante. He estado tratando de hablar contigo desde esta mañana, pero luego me he hundido en trabajo —dijo, mientras la tensión de la noche anterior se desplomaba de nuevo sobre ella.


—Bueno, no te preocupes, el día ha terminado, y te voy a sacar a pasear por la ciudad —dijo él, prácticamente saltando en su asiento.


—En primer lugar, Tomas, es un día de semana, y no todos podemos quedarnos hasta las tres de la mañana y luego funcionar al día siguiente. Más importante, sin embargo, es que realmente necesito hablar contigo en algún lugar más tranquilo que el lugar al que acostumbramos a pasar el rato —dijo ella, tratando de mantener la voz baja.


—Si intimidad es lo que quieres, entonces eso es lo que obtendrás. Sé de un club increíble al que no te he llevado antes. Vamos a ir allí, tomar unas copas y luego los dos podemos buscar chicos calientes. Justamente hay unos saliendo de la oficina, y se ven bien en su traje de negocios —dijo con un silbido.


Paula no pudo evitarlo y se echó a reír. Era imposible estar preocupada cuando estaba en presencia de Tomas. Él estaba tan lleno de vida, y tenía una manera de hacerle ver fácil el lado positivo de las cosas.


—Estoy dentro. No podría evitar el encuentro con mi futuro príncipe encantador —bromeó ella, no sabiendo que significaba eso en lo más mínimo. Sus pensamientos se desviaron a Pedro, sentado solo en su oficina, pero ella se negó a seguir pensando en él.


Tenía que desahogarse con Tomas, y la realidad era que no iba a poder salir por un tiempo muy largo, si es que salía alguna vez, porque en unos seis meses, tendría un bebé recién nacido.



2 comentarios:

  1. Cada vez me gusta más esta historia, pero ya quiero que estén juntos jaja. #AnsiedadAlLímite

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  2. Muy buenos capítulos! ojalá Paula se lo cuente enseguida!!! No me gusta que estén así, ojalá el viaje los una!

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