domingo, 22 de marzo de 2015
CAPITULO 67 (FINAL SEGUNDA PARTE)
Horacio amaba Acción de Gracias. Era un momento para reunirse con su familia, comer buena comida y reflexionar sobre otro año maravilloso con su querida familia y amigos.
Tenía mucho más que agradecer este último año con el nacimiento de otra nieta hermosa y tres otros nietos.
Él abrazó a Emilia, acercándola, y aspiró su aroma mágico.
Sólo tenía, una semana de nacida y él había estado feliz cuando ella había hecho su entrada al mundo.
—Eres un gran regalo para nuestra familia —le susurró suavemente, mientras le acariciaba la cabeza suave.
Emilia miró a su abuelo, que parecía hipnotizado por la voz.
—Cuéntanos otra historia, abue —exigió Olivia.
—Por supuesto —respondió a su nieta mayor—. Era la noche antes de Navidad, cuando toda la casa... —comenzó, y los cuatro nietos pusieron toda su atención a su abuelo.
Justo cuando Horacio estaba terminando su historia, Emilia comenzó a quejarse y Paula entró en la habitación tibia.
—A mí me suena a que Emilia está lista para la cena de Acción de Gracias de papá —le dijo, antes de agacharse y darle un beso en la mejilla.
Horacio entregó a regañadientes a Emilia a su madre. Ella se rió de él:
—No te preocupes abuelo, puedes tenerla de vuelta pronto —dijo.
—Llevaré a los niños y te daré un poco de privacidad —respondió él bruscamente antes de partir.
Paula se sentó en la mecedora cómoda que Horacio había comprado para ella y Juana. Ella alimentó a su hija y se sintió tan contenta que fácilmente podía desbordarse.
—Aquí estás. La cena está siendo servida. Cuando hayas terminado de darle de comer, puedo hacerla eructar mientras te sientas. Necesitas descansar —dijo Pedro mientras entraba en la habitación.
—Ya casi hemos terminado —dijo Paula en voz baja.
Estuvieron en un agradable silencio mientras Emilia terminaba de comer. Paula luego la entregó a su padre y se sentó con ellos a medida que él la hacía suavemente eructar.
—Puedes ir a comer —dijo con una sonrisa afectuosa.
—Lo sé, pero esperaré. Todavía no puedo creer lo maravillosa que se ve en tus brazos. Tus manos son más grandes que su pequeño cuerpo — respondió ella.
Pedro se rió entre dientes. Él había tenido tanto miedo al sostener a su pequeña hija por primera vez. Ella era tan pequeña, se sentía como si la fuera a romper, pero una vez que Paula colocó a Emilia en sus brazos sabía que podía sostenerla las veinticuatro horas del día y aun así no sería suficiente.
Pedro terminó de hacerla eructar y ella estaba profundamente dormida.
Él la acostó en su cuna y luego caminaron tomados de la mano hacia la risa proveniente de la habitación del comedor.
Horacio estaba en el balcón diciendo una oración. Estaba tan agradecido por su creciente familia. Había un brillo en sus ojos al pensar en su hijo menor.
—Ah Marcos, te he encontrado la pareja perfecta —le susurró a la noche.
Horacio rió para sus adentros al imaginar a su hijo menor luchando por mantener su soltería. Definitivamente lucharía contra eso, pero la caída sería tan dulce.
—Horacio, todos esperan por ti. —Era el dulce sonido de la voz de Ana.
—Pueden esperar un momento más. Ven aquí, mi bella esposa —dijo, mientras sostenía su brazo hacia ella.
Él la tomó en sus brazos y la besó con un profundo amor que iba más allá de la pasión. Ella era una parte de su alma.
Había pasado por lo bueno y lo malo con su esposa y rezaba cada noche para que tuvieran muchos más años juntos.
—Está bien, mi esposa, vamos a cenar algo —dijo finalmente. Ellos caminaron tomados de la mano hacia el comedor. Horacio miró hacia la gran mesa, llena de risas y un poco de caos.
Joaquin estaba tirando la comida por toda su cara y la silla alta. Olivia estaba riendo de algo que su tío Marcos le dijo y Samuel estaba dormido en brazos de su padre. Horacio miró hacia el despacho y supo que la bebé Emilia estaba a salvo en su cuna.
Él estaba tan lleno de amor que tuvo que sentarse allí durante unos momentos antes de que finalmente se parara para hacer un brindis.
Todo el mundo sabía que la cena de Acción de Gracias no comenzaba oficialmente hasta que él hiciera un brindis y cada año la bendición se convertía en algo cada vez mayor, por lo que agradecía mucho más.
—Me gustaría hacer un brindis —comenzó a Horacio con su normal voz estruendosa—. Estoy muy agradecido por las nuevas adiciones a nuestra familia. Juana y Paula, que han traído luz y alegría a mis hijos y voy a estar agradecido cada día de que de alguna manera se las arreglan para domar a estos vándalos5 —dijo.
Todos en la mesa se echaron a reír, mientras que las parejas felices se acercaron un poco más el uno al otro.
—Por supuesto, la bendición más grande de todas es tener por fin el zapateo de pequeños pies corriendo. Amo a cada uno de mis hermosos bebés —continuó, mientras miraba a Joaquin, Olivia y Samuel—. ¡Y qué bendición tener a Emilia que nació justo una semana antes del más agradecido de los días! —dijo, y luego le dio un poco de tos.
Todo el mundo sabía que estaba tratando de contener su emoción, así que todos fingieron no darse cuenta y le dieron un momento para recobrar la compostura.
—Sé que el próximo año estará lleno de muchas bendiciones más — dijo, y miró a Marcos, su hijo menor, quien comenzó a retorcerse un poco en su asiento.
—Ah, hermano menor, creo que papá está profetizando que vas a ser el próximo que le dará un nieto —incitó Federico a su hermano menor.
—Sabes que eso no va a suceder. Soy un soltero empedernido —dijo con una risa, pero también luciendo un anhelo en sus ojos que tanto Juana y Paula vieron. Se miraron la una a la otra y sonrieron.
—Tus hermanos estaban igual hasta que conocieron al amor de su vida. Ahora son mucho más felices de lo que eran antes. Nosotros tenemos que tener a alguien a nuestro lado —dijo. A continuación, tomó la mano de su bella esposa Ana en la suya.
»Estoy muy agradecido por todo lo que me dan todos los días que estoy bendecido lo suficiente como para estar contigo Eres mi luz, mi única razón de ser —dijo. Todo el mundo se quedó en silencio al ser testigos de un amor que no podía ser igualado.
—También te amo, Horacio —respondió ella, antes de limpiar discretamente una lágrima de su cara.
—Ahora vamos a comer esta comida maravillosa que ha sido preparada —dijo con una voz ligeramente agrietada.
—Aquí, aquí —gritaban todos. El resto de la noche se llenó de risas y momentos memorables.
5 El término en ingles hooligan hace referencia a los tipos que causan disturbios cuando van a ver
un partido de fútbol, por lo que la traducción al español más acertada es vándalo.
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Ayyyyyy !! que bellisimo final , amo esta historia, gracias Carme :)
ResponderEliminarPreciosa historia, me fascinó. Gracias Carme x adaptarla.
ResponderEliminarAy me encantó!!
ResponderEliminarHermoso final! Ahora a esperar qué le preparará Horacio a Marcos!
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