EXTRAÑO CUPIDO (NOVELA ADAPTADA)
miércoles, 1 de abril de 2015
CAPITULO 104 (EPILOGO)
Horacio se sentó en su silla, mirando a todos sus nietos rasgando papel para abrir sus regalos de Navidad. Él estaba abrazando a la bebe Camila contra su pecho. Ella sólo tenía unas pocas semanas de edad y era tan hermosa como el resto de sus nietos.
Pedro y Paula sin duda tenían la receta adecuada para la creación de un hermoso bebé.
Sonrió al ver a Diego y Olivia compartiendo chocolate.
Olivia había estado un poco decepcionada al ver que Diego era su primo y ella no podía casarse con él, pero pronto se recuperó cuando se enteró que eso significaba que pasarían más tiempo juntos.
Samuel y Emilia estaban cada uno balanceándose en sus caballos nuevos y riéndose de una manera que hizo que toda la habitación se iluminara.
Ana estaba tocando canciones de Navidad en el piano y todos los niños estaban cantando. Malena tenía una voz muy bonita y cuando fue acompañada por Juana y Paula sonó como los ángeles desde el cielo.
Los tres hombres estaban compartiendo una copa junto al fuego y cada cierto par de minutos les echaban un vistazo a sus mujeres, como para asegurarse de que ellas no desaparecieran.
Horacio se llenó de orgullo por lo bien que su plan casamentero había resultado. Ahora tenía la gran familia que había anhelado y si las cosas seguían yendo tan bien como lo había hecho, sería bendecido con más nietos.
Tenía que admitir que estaba un poco decepcionado de que no tenía a nadie más para emparejar. Descubrió que era bastante bueno en eso.
—Papá, ven a tomar un poco de este coñac que es muy bueno —lo llamó Federico.
—Dame un minuto —dijo. De mala gana se levantó y colocó a Camila en su cuna portátil, de pie sobre ella, asegurándose que no despertara.
Estaría más que feliz de ir a recogerla de nuevo.
Ella siguió dormida, sin darle excusa para estrecharla entre sus brazos de nuevo. Se acercó a sus muchachos y extendió la mano para tomar una copa.
—Tengo que admitir, papá, que la Navidad se pone mejor cada año —dijo Pedro mientras una vez más miraba a su esposa e hijo.
—Pensé que el matrimonio sería el final de mi vida y, sin embargo, me parece que era realmente el comienzo —admitió Federico.
—Nunca pensé que iba a dar el paso, pero sin Malena sólo soy media persona —dijo Hernan.
—Por supuesto, todos esos bebés maravillosos hacen los días de fiesta resplandecientes de nuevo —añadió Horacio mientras miraba alrededor de la habitación llena de música y risas.
—No me gusta admitir que tenías razón, papá, pero vamos a tener que darte el crédito esta vez —dijo Federico.
—Bueno, es bastante bueno escuchar eso de vez en cuando —dijo Horacio, mientras su pecho se hinchaba un poco.
—Feliz Navidad a todos —dijo Hernan a la habitación en general. La habitación estaba llena de coros de Feliz Navidad, y Hernan supo que la vida era tan grande como nunca podría ser alguna vez.
CAPITULO 103
El equipo de búsqueda llegó a la casa y Pedro llevó a los hombres a la granja. Los perros olfatearon la zona y entonces inmediatamente comenzaron a tirar de sus cadenas para seguir su aroma. Pedro no desperdició el tiempo en seguirlos.
Federico y Hernan estaban justo allí, a su lado, y los tres siguieron al equipo de búsqueda a través del bosque.Pedro no podía entender por qué ella habría posiblemente venido por aquí a menos que fuera contra su
voluntad.
A una milla a través de los bosques que bordeaban su propiedad, el jefe del equipo de búsqueda se detuvo, tirando del todo el mundo para una charla.
—Veo una cabaña sobre la subida de allí, y los perros parecen estar dirigiéndonos directamente hacia ella. Ahora, no sabemos si Paula se lastimó y buscó refugio, o si fue secuestrada, pero con la sangre y el camino directo dirigiéndonos a este lugar, parece más como un secuestro para mí —dijo el líder de la búsqueda.
—Vamos entonces —dijo Pedro con un gruñido. Si alguna bestia tenía a su esposa, iba a conseguirla de vuelta y entonces rasgar al hombre en pedazos.
—Pedro, sé que quieres precipitarte de inmediato, pero eso no es lo más inteligente que hacer. Necesitamos acercarnos sigilosamente a la propiedad. Si alguien ha tomado a tu esposa y está dentro con ella, y sabe que estamos allí, se convertirá en una situación de rehenes. El mejor resultado para Paula es si podemos capturar a este tipo afuera. Vamos a entrar en la cabaña desde diferentes direcciones. Vamos a hacer una comprobación de la radio para asegurar que las piezas auditivas están funcionando. Nadie hable más fuerte que un susurro —ordenó el líder.
Era obvio que todo involucraba que el tipo era un ex militar.
Pedro estaba agradecido de que él estuviera a cargo de la operación.
Se separaron y se dirigieron lentamente hacia la cabaña.
Pedro estaba con sus hermanos, y el líder de la búsqueda estaba entrando desde un lado. A medida que se acercaron más, Pedro escuchó una conmoción y los perros comenzaron a volverse locos.
—Lo tengo —Pedro escuchó que alguien gritaba.
—Revisen la cabaña —corrió otra voz. Pedro no necesitaba nada más provocante que eso. Corrió los últimos cien metros, gritando el nombre de Paula y abriendo la puerta, sin preocuparse por su propia seguridad.
Cuando Pedro miró a la cabaña con poca luz y vio a Paula yaciendo allí, atada a la cama, cada instinto en él dijo que corriera de regreso hacia las puertas y matara al hombre que le había hecho esto. No había manera que pudiera dejarla lo suficiente para eso, sin embargo.
—Pedro, sabía que me encontrarías —sollozó, mientras él se sentaba en la cama gentilmente y la tocaba. Tocó todo su cuerpo, para asegurarse de que nada estuviera roto y luego se inclinó para besar suavemente su boca hinchada.
—Lamento tanto que esto te sucediera, cariño —le dijo, con los dientes apretados. Comenzó a desatarla y tuvo que contener la rabia dentro, cuando vio sus muñecas y tobillos enrojecidos. No podía creer lo que ese monstruo le había hecho pasar.
—Estoy bien, Pedro, has llegado antes de que pudiera lastimarme — le dijo ella, con lágrimas corriendo por sus mejillas sucias.
Pedro la levantó sobre su regazo y se sentó allí, abrazándola, tan agradecido de que estuviera a salvo. Siguió frotándole la espalda y corriendo su mano sobre el bulto de su vientre.
—¿El bebé? —preguntó, asustado de escuchar si algo estaba mal.
—El bebé está bien, he estado sintiendo movimiento, pero
definitivamente quiero ir a recibir un chequeo de inmediato. Me golpeó bastante duro en la cabeza.
Pedro podía ver la sangre seca en su hermoso cabello y todo su cuerpo se tensó para una pelea. La alzó en brazos y la sacó de la cabaña.
No podía soportar tenerla allí dentro durante un minuto más.
Pronto oyeron el sonido de sirenas, mientras la policía y los
paramédicos bajaban al camino de la entrada cubierto de tierra. Pedro la sostuvo en sus brazos hasta que la ambulancia vino más cerca.
Rápidamente se acercó a ella y la recostó gentilmente en la camilla. El paramédico la conectó a algunas máquinas y pronto el sonido del latido del corazón de su bebé pudo ser escuchado sobre el caso a su alrededor.
Pedro exhaló su primer suspiro de alivio desde que descubrió que había desaparecido. Miró por encima al hombre que estaba siendo actualmente cargado a la parte trasera de un coche patrulla.
—Sr. Alfonso, tenemos algunas preguntas que necesitamos hacerle a ambos, usted y su esposa —dijo un oficial mientras se acercaba a la ambulancia.
—Mi esposa necesita ir al hospital de inmediato; ¿puede por favor seguirnos allí? —le preguntó al hombre.
—Podemos hacerlo. Este tipo estará siendo encerrado, de manera que no dañará a nadie más esta noche —dijo el oficial, y luego se alejó.
—Vamos a ir de vuelta a la finca y encontrarnos con ustedes en el hospital —dijo Federico, antes de que él se volviera y comenzó a correr por la colina con Pedro.
Pedro se sentía mejor mientras la ambulancia comenzaba a hacer su camino hacia el hospital. Se sentiría mucho mejor cuando confirmaran que todo estaba bien con ambos, su esposa y su hijo por nacer.
Paula fue trasladada de urgencia al quirófano y al poco tiempo, vista por uno de los médicos, quien resultó ser un amigo personal de Pedro.
—Ella va a estar bien —les dijo el doctor—. Quiero que mantengas un ojo sobre ella esta noche mientras está durmiendo a causa de ese bulto. Parece que tuviste mucha suerte en encontrarla tan rápido — terminó él.
—Muchísimas gracias Jim, agradezco que la vieras tan rápido —dijo Pedro, mientras estrechaba la mano del hombre.
—Sabes que haría cualquier cosa por ti, Pedro —dijo el Dr. Jim y entonces se fue.
El doctor le había dado unas pastillas para el dolor por lo que su cabeza no le latía con fuerza, pro estaba adolorida y le quemaban las manos. No quería nada más que bañarse la mugre del cuerpo y hundirse en un baño de burbujas.
Pedro la ayudó a vestirse y ella tuvo que sonreír ante la ironía.
Usualmente estaba tratando de sacarle la ropa, no ponérsela.
—Esto es un cambio —dijo ella con una sonrisa coqueta hacia él.
Pedro la miró en estado de shock cuando se dio cuenta de que estaba bromando con él.
—Te amo, Paula. Ni siquiera puedo pensar en lo que podría haber pasado si no hubiéramos llegado allí cuando lo hicimos —dijo con una voz gruesa.
—Pedro, llegaste allí a tiempo y simplemente no quiero pensar en ese hombre o el lugar nunca más. Soy una de las afortunadas que fueron encontradas porque te tengo a ti —dijo ella, mientras pasaba su mano por la mejilla de él.
—Está bien, por ti voy a intentar dejar de preocuparme —dijo él con una sonrisa débil.
—Gracias. Ahora vamos a casa. —La tomó de la mano y la llevó fuera del área de Urgencias. Federico y Hernan se levantaron de un salto tan pronto como los vieron.
—¿Estás bien? ¿El bebé está bien? —preguntaron al unísono. Paula asintió y luego por un impulso abrazó a cada uno de los hermanos.
—Gracias por preocuparse por mí. Me alegra tenerlos como mis hermanos —dijo ella mientras una lágrima se deslizaba hacia afuera.
Ambos hombres tenían un enorme nudo en la garganta como para decir una palabra, y en su lugar la abrazaron más fuerte. Unos minutos después, hicieron su camino afuera hacia el auto.
Los hombres estaban tratándola como a una muñeca de porcelana.
Pedro incluso sostuvo su cabeza mientras se agachaba para entrar al auto, preocupado de que pudiera golpeársela en la jamba de la puerta.
Ella se sentó en el asiento trasero, se acurrucó en los brazos de Pedro, en el corto paseo de regreso a la casa. Cuando se detuvieron, la puerta principal se abrió y el porche se llenó de sus hermanas, Horacio y Ana, Nora y Sebastian, y Eduardo.
Una vez más se vio superada por la emoción, mientras miraba al increíble grupo de personas que eran su familia.
Subió las escaleras y se vio envuelta en abrazos y besos, y luego llevada al estudio, donde se sentó, con una manta echada sobre ella y una taza humeante colocada en sus manos.
—Bebe esto y entonces te llevaremos escaleras arriba para limpiarte antes de que tengas alguna conversación —dijo Nora, tomando el relevo como una mamá gallina.
Paula obedientemente se bebió el líquido calmante y se dio cuenta que la hizo sentirse mejor y pareció darle un poco de energía adicional, de la que había estado seriamente agotada.
Cuando terminó la bebida, Juana y Malena la llevaron arriba y estuvo aliviada de saltar bajo los calmantes chorros de agua caliente. Se tomó su tiempo para lavar cualquier rastro del hombre que la había raptado y volvió su piel rosa de tanto fregar.
Para el momento en que salió y se puso un pijama de franela limpia se sintió casi humana de nuevo.
—Por favor, quemen esas ropas —dijo sobre la ropa cubierta de lodo que había estado usando.
—No hay problema —dijo Malena y se llevaron la ropa del suelo, lanzándolas en el bote de basura—. Se habrán ido antes de que entres aquí de nuevo.
Las chicas se dirigieron a las escaleras y Paula estaba una vez más, colocada sobre el sofá con una manta echada sobre ella. Pedro se sentó a su lado y tiró de ella con fuerza contra su costado.
Paula explicó toda la historia de cómo había estado en el granero y pensaba que el hombre se había aproximado a ella desde atrás, golpeándola en la cabeza con algo.
—¿Diego está bien? —preguntó.
—No le dijimos qué estaba pasando. Pensamos que sería lo mejor — dijo Horacio.
—Gracias, Horacio, no habría querido que supiera —dijo ella, sintiéndose aliviada. Lo iría a ver cuando se fuera a la cama, a pesar de que sabía que estaba a salvo.
—Sé que todos están preocupados y esperando que me desmorone en cualquier momento. Estaba aterrada más allá de cualquier cosa cuando estuve encerrada en esa cabaña, pero el terror terminó en el minuto en que Pedro entró por la puerta. Sabía que de alguna manera estaría allí para salvarme y quiero que sepan que realmente no tienen que
preocuparse por mí —les dijo sinceramente.
—Está bien, dejaremos de preocuparnos —dijo Malena—. Bueno, podríamos preocuparnos un poco, pero nos aseguraremos de ocultarlo de ti —añadió con una sonrisa.
—Todos pueden utilizar las habitaciones para invitados de aquí o ir a casa, pero voy a llevar a mi esposa arriba para tomar un agradable y largo baño de burbujas para aliviar sus dolores en las articulaciones y luego a la cama —Pedro le dijo a su familia.
—Creo que nos iremos a casa y abrazaremos a nuestros hijos por un tiempo —dijo Juana cuando se acercó y abrazó a Paula.
—Eso suena como una gran idea —le dijo Paula.
—Haremos lo mismo, pero vendremos este fin de semana con los niños para que podemos tener una gran barbacoa familiar —le dijo Malena.
—Perfecto. Gracias, Malena —dijo Paula, emocionada con tener a la familia otra vez juntos.
—Tu madre y yo vamos pasar la noche aquí. Nos sentiremos mejor por la mañana si llegamos a pasar tiempo con nuestro nieto —dijo Horacio.
Él y Ana le dieron un beso a Paula antes de partir hacia las escaleras.
—Los amo —gritó tras ellos.
—Voy a hacerte la cena para que comas después de tu baño. La dejaré en la mesa junto a la puerta. Será algo fácil para tu estómago —dijo Nora y luego se fue corriendo a la cocina.
—Estoy realmente agradecido de que estés bien. Desde que has entrado a esta vieja casa, hay notablemente más risas. Eres una hermosa mujer por dentro y por fuera —le dijo Eduardo.
—Gracias, Eduardo. Todos ustedes son mi familia —dijo ella y lo besó en la mejilla. Murmuró algo y luego se fue arrastrando los pies.
—Tú, mi hermosa esposa, eres increíblemente amada —le dijo Pedro cuando finalmente estuvieron solos.
—Ese es el mejor regaño que pude haber recibido nunca —dijo Paula a su marido.
Pedro la levantó en sus brazos y la llevó gentilmente hacia su habitación. La sentó en la cama y luego la atrajo a un cálido baño de burbujas. Lentamente despojó la ropa de su cuerpo y la besó suavemente, antes de meterla en el baño, liberándola delicadamente el agua calmante.
—¿Quiere unirte? me vendría bien un masaje en los pies —le preguntó Paula. Pedro se despojó de sus ropas y se subió en el lado opuesto de la bañera. Levantó su pie sobre su regazo y comenzó a masajearlo suavemente.
Pedro frotó sus pies y lentamente masajeó su camino hacia sus pantorrillas bien torneadas y muslos. Todos los pensamientos del día fueron arrastrados cuando Pedro la acarició, desde la planta de los pies hasta la parte superior de los muslos y la espalda baja.
Él le dio la vuelta y lavó suavemente su espalda, luego llevó sus manos alrededor y pasó los dedos jabonosos a lo largo de su estómago y sobre los montículos de sus pechos. Ella apoyó la cabeza en su cuello y permitió que las sensaciones de su toque lavaran sobre ella. Podía sentir su erección presionando contra su espalda y sonrió por lo masculino que
era su marido.
Él finalmente los enjuagó a ambos y llevó su cuerpo mojado a la cama. Pasó la toalla sobre ella, haciéndola afligirse por él. Luego la metió en la cama y la tomó en sus brazos.
—Sabes lo mucho que te amo, ¿no? —le preguntó a ella, mientras la besaba gentilmente en los labios y la garganta.
—Creo que tanto como yo te amo —le respondió ella y luego gimió.
—Creo que estuve enamorado de ti desde el segundo en que los vi a ti y a Diego allí de pie, tan hermosos, después de que había pasado un día tan podrido —le dijo a ella, mientras continuaba deslizando sus manos por todo su cuerpo.
—Me enamoré de ti la primera vez que hablaste cariñosamente a mi hijo —dijo ella, con lágrimas en los ojos.
—Oh Paula, ¿cómo podía no amarlo, cómo podía no amarte? —dijo él. Le mostró cuánto hasta bien entrada la noche.
CAPITULO 102
Paula despertó con la cabeza palpitante. Intentó levantar la mano, sentir qué era y encontró que era incapaz de mover sus manos. Trató de sentarse y no pudo mover su cuerpo en absoluto. Comenzó a entrar en pánico y empezó a tirar de sus brazos y piernas.
Abrió los ojos para ver lo que la rodeaba. Estaba en una cama sucia, en una habitación pequeña y sus brazos y piernas atados. Comenzó a llorar mientras se llenaba de terror. No podía entender qué estaba pasando.
—Pedro —exclamó con una voz llena de dolor. No hubo respuesta—. Pedro —gritó otra vez, más fuerte.
Escuchó un ruido y al principio sintió alivio, pensando que Pedro la había encontrado. La puerta se abrió y un hombre extraño caminó a través de ella. Nunca lo había visto antes, pero la asustó en su esencia misma.
—Finalmente despertaste, estaba comenzando a preocuparme —le dijo, mientras miraba de soslayo a través de la habitación.
—¿Dónde estoy y por qué estoy atada? —le preguntó ella al hombre, con un labio tembloroso.
—Estás en casa —dijo el hombre trastornado. Paula no sabía cómo responder a lo que había dicho. No quería provocar su ira, pero no quería que pensara que quería quedarse.
—No entiendo.
—Es realmente sencillo de entender —se burló el hombre, mientras se acercaba a ella. Un escalofrío de disgusto corrió por su espalda cuando el hombre miraba de soslayo sobre ella.
—Tuvimos una conexión y luego elegiste a ese estúpido hombre rico en lugar de mí. Aceptaste mis flores, leíste mis cartas de amor y aún te casaste con él. Bueno, eres mía ahora y no te dejaré salir de aquí —dijo el hombre.
Paula lo miró con horror. Esta era la persona que había estado acosándola. No entendía cómo era eso posible.
Habían encontrado fotos de ella en las cosas de Chris y él había sido un criminal convicto. Miró al hombre con confusión, mientras la realidad estaba tratando de hundir su cerebro aturdido.
—Realmente no entiendo, porque nunca te he visto antes —le dijo ella.
—Nos conocimos. Tú me ayudaste a escoger algo de fruta en el supermercado cuando eras nueva en la ciudad y te dije que te devolvería el favor —dijo él. Por su propia vida que no podía recordar el evento. —Dijiste que sería agradable y que me verías la próxima vez. Seguí regresando a la tienda a la misma hora, pero nunca apareciste, así que te envié flores. Vi tu cara cuando las aceptaste y estabas sonriendo. Luego te envié notas y cartas. Sabía que querías estar conmigo, pero Pedro no iba a dejarte ir. Entonces fuiste y te casaste con él, y me engañaste, por lo que he estado esperando hasta que pudiera tenerte sola —dijo el hombre espeluznante.
Estaba ahora sentado en el borde de la cama, y Paula estaba más allá de aterrorizada. Estaba su completa merced, sin manera de escapar.
Pedro nunca sería capaz de encontrarla; ni siquiera sabía dónde estaba.
Estaba tan asustada que iba a perder el bebé debido a este hombre cruel.
Quería poner su mano protectoramente sobre su vientre, pero no podía mover los brazos.
—Soy muy mala con los nombres, ¿puedes decirme el tuyo de nuevo? —ella le preguntó, esperando detener al hombre hasta que pudiera encontrar algo mejor.
—Es Joshua, ¿recuerdas?
—Oh sí, ahora lo recuerdo —le mintió. Todavía no podía recordarlo.
—Ves que teníamos una conexión, sabía que si te llevaba lejos de ese lugar me recordarías —le dijo, mientras pasaba su sucia mano por el lado de su rostro.
—Estoy realmente incómoda Joshua, ¿puedes desatarme? —le preguntó, en lo que esperaba fuera una voz amistosa.
—Todavía no —dijo él, y comenzó a pasearse—. Podría estar tratando de engañarme. Mi papá me enseñó que las mujeres mienten todo el tiempo para conseguir lo que quieren —le escupió.
—Joshua, no te mentiría —dijo ella, esperando ganar su confianza.
—Solo cállate —le gritó y levantó la mano en el aire, como si fuera a pegarle. Paula se encogió lejos, pero por suerte nunca lanzó el golpe. Se quedó allí en silencio y lloró. Rezó porque de alguna manera Pedro la encontrara.
—Voy a hacernos la cena, como una verdadera familia y luego te llevaré afuera para usar el baño porque esta noche serás finalmente mía — dijo él, antes de salir de la habitación.
Paula inmediatamente comenzó a girar contra sus ataduras,
intentando conseguir por lo menos un miembro libre. Si pudiera liberar una mano, podría deshacer el resto y tal vez huir. Cuando la lucha no estuvo haciendo nada más que desgastarla, finalmente se rindió y decidió guardar sus fuerzas. Parecía que su única oportunidad sería cuando la
soltara para ir afuera. Había sido una corredora muy buena cuando estaba en la secundaria, por lo que si podía perderse, podría tener una oportunidad de escapar.
El mayor problema era que ya se estaba haciendo de noche afuera y no tenía idea de a qué dirección correr. No le importaba. Correría hasta que no pudiera ir más lejos y luego encontraría un lugar donde esconderse. La oscuridad al menos la ocultaría de él también. Esperaría hasta que amaneciera si es lo que necesitaba hacer. No se quedaría allí y dejaría al hombre violarla.
Se quedó allí hasta que finalmente el dolor y el cansancio que sentía le dieron alcance y la sumió en un sueño inquieto.
Paula despertó por los perros ladrando y hombres gritando.
Sintió que sus esperanzan comenzaban a crecer.
Quizás Pedro la había encontrado y acabaría con toda esta pesadilla. Esperó y luego escuchó el sonido de su nombre siendo gritado.
CAPITULO 101
Pedro llegó al aeropuerto cuando su teléfono sonó. Lo cogió,
pensando que sería Paula para un último adiós.
—Oye Pedro, puedes cancelar el viaje, tenemos el tema resuelto —dijo una voz.
—¿Estás seguro? —preguntó Pedro, pero ya estaba volviendo a su auto para dirigirse a casa.
—Sí, tenemos todo arreglado. Puedes quedarte ahí, donde sé que realmente quieres estar —dijo el hombre con una risa en su voz.
—En eso tienes razón. Prefiero estar con mi familia —dijo Pedro con un suspiro de alivio.
—¿Qué está pasando allí, a todos se les está cayendo la cabeza sobre los talones?
—Hemos descubierto que es mucho mejor tener una mujer hermosa a nuestro lado cada noche que estar fuera tratando de encontrar una chica nueva cada fin de semana —dijo Pedro con sinceridad.
—Creo que voy a seguir adelante y mantendré mi soltería —dijo su amigo y luego colgó el teléfono.
Pedro se detuvo delante de la casa y llamó a Paula. No consiguió una respuesta, así que se dirigió a las escaleras.
Sonrió mientras la imaginaba acostada en su cama. Ella tendía a tomar una siesta de vez en cuando con el embarazo desgastándola.
Rápidamente abrió la puerta y entró. Paula no estaba ahí tampoco.
Todavía era indiferente. Buscó por la casa y luego en la piscina, y todavía no podía encontrarla. Sabía que tenía que estar alrededor porque su auto estaba posicionado en el garaje.
La propiedad estaba demasiado tranquila. Miró a su alrededor, entonces pensó en el granero. Lo más probable era que estuviera allá abajo jugando con los gatitos de nuevo. Corrió allí y se sintió aliviado al ver las puertas abiertas.
Ninguno de sus hombres dejaría la puerta abierta, por lo que tenía que estar allí. Dio un paso y se sorprendió al no encontrarla. Se apoderó de los gatitos y su corazón pareció detenerse en su pecho…
Se dejó caer de rodillas y tocó el pañuelo que sabía pertenecía a su esposa. Cuando examinó las gotas de sangre tendidas ahí, en el heno, el pánico se intensificó.
¿Qué había pasado?
Corrió a la casa y llamó al hospital. Quizás se había lastimado y llamó a una ambulancia para que la recoja.
Unos minutos después Pedro tenía cero respuestas. Era hora de llamar por un poco de ayuda y enviar un grupo de búsqueda. Su esposa nunca se iba lejos sin decirle a alguien dónde estaba. Cogió la radio y tuvo a todos sus hombres entrando inmediatamente. Luego llamó a su padre, quien llamaría a sus hermanos.
Pedro organizó a los chicos y todos tomaron diferentes secciones del rancho. Se había ido por menos de una hora, así que ella no podía haber llegado demasiado lejos.
Raídamente dio gracias a Dios de no haberse subido a ese avión. Si no hubiera venido a casa antes, ella podría haber
estado ahí fuera toda la noche antes de que alguien notara su falta.
Pedro negó con la cabeza cuando se dio cuenta de que lo más probable era que estuviera exagerando. Probablemente estaba junto al lago, o leyendo un libro, no muy lejos de casa. Él parecía tener un miedo irracional de que algo estuviera mal. No podía conseguir sacar las manchas de sangre de su mente. Si no fuera por eso, no estaría tan aterrado.
Después de que todos los hombres buscaron cada centímetro de la propiedad, se reunieron de nuevo en la casa. Nora y Sebastian había regresado y hecho café, té y emparedados, y los dispuso a todos.
—Todos necesitan comer y mantener su energía para encontrar a Paula —ella demandó a los hombres. Todos obedecieron, aunque nadie tenía apetito para nada.
Cada persona en el rancho se había enamorado de Paula y que su desaparición se produjera allí, era una gran tensión entre todos ellos. La familia de Pedro llegó mientras estaban haciendo un nuevo plan de juego y se sintió aliviado al tener a su padre y hermanos a su lado.
—He llamado a búsqueda y rescate. Van a sacar a los perros. Los llevaremos a la granja, que es el último lugar donde sospechamos que ella estuvo y la rastrearemos —dijo Federico.
—No entiendo dónde podría posiblemente haber ido —dijo Pedro, con la cabeza entre las mano—. Han sido horas y nunca se va sin avisarle a alguien. Diego estará en casa en unos minutos y siempre está aquí cuando entra por las puertas delanteras.
—La encontraremos, hermano. Te lo prometo —dijo Hernan con convicción. Puso la mano en el brazo de su hermano con comodidad.
Los tres hermanos siguieron hablando acerca de las diferentes opciones, mientras las mujeres hacían llamada tras llamada, intentando ver si había sido vista en alguna parte.
Un equipo de noticias apareció y Horacio les dio una breve
declaración y luego les pidió que presentaran su foto.
Cuando alguien desaparecía, quien estaba asociado con los Alfonso, era noticia de primera plana. Horacio odiaba que tuviera que arrebatar el tiempo de sus hijos para dar una declaración, incluso se trataba de una corta.
Horacio terminó y luego les dijo que por favor se quedaran atrás de su familia. Sabía que no iba a conseguir que se fueran por completo, pero podía mantenerlos lejos de la casa.
—¿Se fueron, Papá? —preguntó Pedro cuando Horacio entró de nuevo.
—Bueno, sabes que no se irán por completo hasta que sea
encontrada, pero están al final del camino y lejos de la casa. —Horacio le aseguró a su hijo.
—Vamos a encontrarla, ¿verdad, Papá? —Pedro le preguntó a su padre. En ese momento se sintió más como un niño, necesitando el consuelo de su padre, que un hombre adulto con hijos propios.
—Te garantizo que la encontraremos y estará bien. —Le prometió a su hijo. Oró a Dios que pudiera mantener esa promesa.
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