miércoles, 1 de abril de 2015

CAPITULO 103





El equipo de búsqueda llegó a la casa y Pedro llevó a los hombres a la granja. Los perros olfatearon la zona y entonces inmediatamente comenzaron a tirar de sus cadenas para seguir su aroma. Pedro no desperdició el tiempo en seguirlos.


Federico y Hernan estaban justo allí, a su lado, y los tres siguieron al equipo de búsqueda a través del bosque.Pedro no podía entender por qué ella habría posiblemente venido por aquí a menos que fuera contra su
voluntad.


A una milla a través de los bosques que bordeaban su propiedad, el jefe del equipo de búsqueda se detuvo, tirando del todo el mundo para una charla.


—Veo una cabaña sobre la subida de allí, y los perros parecen estar dirigiéndonos directamente hacia ella. Ahora, no sabemos si Paula se lastimó y buscó refugio, o si fue secuestrada, pero con la sangre y el camino directo dirigiéndonos a este lugar, parece más como un secuestro para mí —dijo el líder de la búsqueda.


—Vamos entonces —dijo Pedro con un gruñido. Si alguna bestia tenía a su esposa, iba a conseguirla de vuelta y entonces rasgar al hombre en pedazos.


Pedro, sé que quieres precipitarte de inmediato, pero eso no es lo más inteligente que hacer. Necesitamos acercarnos sigilosamente a la propiedad. Si alguien ha tomado a tu esposa y está dentro con ella, y sabe que estamos allí, se convertirá en una situación de rehenes. El mejor resultado para Paula es si podemos capturar a este tipo afuera. Vamos a entrar en la cabaña desde diferentes direcciones. Vamos a hacer una comprobación de la radio para asegurar que las piezas auditivas están funcionando. Nadie hable más fuerte que un susurro —ordenó el líder.


Era obvio que todo involucraba que el tipo era un ex militar. 


Pedro estaba agradecido de que él estuviera a cargo de la operación.


Se separaron y se dirigieron lentamente hacia la cabaña. 


Pedro estaba con sus hermanos, y el líder de la búsqueda estaba entrando desde un lado. A medida que se acercaron más, Pedro escuchó una conmoción y los perros comenzaron a volverse locos.


—Lo tengo —Pedro escuchó que alguien gritaba.


—Revisen la cabaña —corrió otra voz. Pedro no necesitaba nada más provocante que eso. Corrió los últimos cien metros, gritando el nombre de Paula y abriendo la puerta, sin preocuparse por su propia seguridad.


Cuando Pedro miró a la cabaña con poca luz y vio a Paula yaciendo allí, atada a la cama, cada instinto en él dijo que corriera de regreso hacia las puertas y matara al hombre que le había hecho esto. No había manera que pudiera dejarla lo suficiente para eso, sin embargo.


Pedro, sabía que me encontrarías —sollozó, mientras él se sentaba en la cama gentilmente y la tocaba. Tocó todo su cuerpo, para asegurarse de que nada estuviera roto y luego se inclinó para besar suavemente su boca hinchada.


—Lamento tanto que esto te sucediera, cariño —le dijo, con los dientes apretados. Comenzó a desatarla y tuvo que contener la rabia dentro, cuando vio sus muñecas y tobillos enrojecidos. No podía creer lo que ese monstruo le había hecho pasar.


—Estoy bien, Pedro, has llegado antes de que pudiera lastimarme — le dijo ella, con lágrimas corriendo por sus mejillas sucias.


Pedro la levantó sobre su regazo y se sentó allí, abrazándola, tan agradecido de que estuviera a salvo. Siguió frotándole la espalda y corriendo su mano sobre el bulto de su vientre.


—¿El bebé? —preguntó, asustado de escuchar si algo estaba mal.


—El bebé está bien, he estado sintiendo movimiento, pero
definitivamente quiero ir a recibir un chequeo de inmediato. Me golpeó bastante duro en la cabeza.


Pedro podía ver la sangre seca en su hermoso cabello y todo su cuerpo se tensó para una pelea. La alzó en brazos y la sacó de la cabaña.


No podía soportar tenerla allí dentro durante un minuto más.


Pronto oyeron el sonido de sirenas, mientras la policía y los
paramédicos bajaban al camino de la entrada cubierto de tierra. Pedro la sostuvo en sus brazos hasta que la ambulancia vino más cerca.


Rápidamente se acercó a ella y la recostó gentilmente en la camilla. El paramédico la conectó a algunas máquinas y pronto el sonido del latido del corazón de su bebé pudo ser escuchado sobre el caso a su alrededor.


Pedro exhaló su primer suspiro de alivio desde que descubrió que había desaparecido. Miró por encima al hombre que estaba siendo actualmente cargado a la parte trasera de un coche patrulla.


—Sr. Alfonso, tenemos algunas preguntas que necesitamos hacerle a ambos, usted y su esposa —dijo un oficial mientras se acercaba a la ambulancia.


—Mi esposa necesita ir al hospital de inmediato; ¿puede por favor seguirnos allí? —le preguntó al hombre.


—Podemos hacerlo. Este tipo estará siendo encerrado, de manera que no dañará a nadie más esta noche —dijo el oficial, y luego se alejó.


—Vamos a ir de vuelta a la finca y encontrarnos con ustedes en el hospital —dijo Federico, antes de que él se volviera y comenzó a correr por la colina con Pedro.


Pedro se sentía mejor mientras la ambulancia comenzaba a hacer su camino hacia el hospital. Se sentiría mucho mejor cuando confirmaran que todo estaba bien con ambos, su esposa y su hijo por nacer.


Paula fue trasladada de urgencia al quirófano y al poco tiempo, vista por uno de los médicos, quien resultó ser un amigo personal de Pedro.


—Ella va a estar bien —les dijo el doctor—. Quiero que mantengas un ojo sobre ella esta noche mientras está durmiendo a causa de ese bulto. Parece que tuviste mucha suerte en encontrarla tan rápido — terminó él.


—Muchísimas gracias Jim, agradezco que la vieras tan rápido —dijo Pedro, mientras estrechaba la mano del hombre.


—Sabes que haría cualquier cosa por ti, Pedro —dijo el Dr. Jim y entonces se fue.


El doctor le había dado unas pastillas para el dolor por lo que su cabeza no le latía con fuerza, pro estaba adolorida y le quemaban las manos. No quería nada más que bañarse la mugre del cuerpo y hundirse en un baño de burbujas.


Pedro la ayudó a vestirse y ella tuvo que sonreír ante la ironía.


Usualmente estaba tratando de sacarle la ropa, no ponérsela.


—Esto es un cambio —dijo ella con una sonrisa coqueta hacia él.


Pedro la miró en estado de shock cuando se dio cuenta de que estaba bromando con él.


—Te amo, Paula. Ni siquiera puedo pensar en lo que podría haber pasado si no hubiéramos llegado allí cuando lo hicimos —dijo con una voz gruesa.


Pedro, llegaste allí a tiempo y simplemente no quiero pensar en ese hombre o el lugar nunca más. Soy una de las afortunadas que fueron encontradas porque te tengo a ti —dijo ella, mientras pasaba su mano por la mejilla de él.


—Está bien, por ti voy a intentar dejar de preocuparme —dijo él con una sonrisa débil.


—Gracias. Ahora vamos a casa. —La tomó de la mano y la llevó fuera del área de Urgencias. Federico y Hernan se levantaron de un salto tan pronto como los vieron.


—¿Estás bien? ¿El bebé está bien? —preguntaron al unísono. Paula asintió y luego por un impulso abrazó a cada uno de los hermanos.


—Gracias por preocuparse por mí. Me alegra tenerlos como mis hermanos —dijo ella mientras una lágrima se deslizaba hacia afuera.


Ambos hombres tenían un enorme nudo en la garganta como para decir una palabra, y en su lugar la abrazaron más fuerte. Unos minutos después, hicieron su camino afuera hacia el auto.


Los hombres estaban tratándola como a una muñeca de porcelana.


Pedro incluso sostuvo su cabeza mientras se agachaba para entrar al auto, preocupado de que pudiera golpeársela en la jamba de la puerta.


Ella se sentó en el asiento trasero, se acurrucó en los brazos de Pedro, en el corto paseo de regreso a la casa. Cuando se detuvieron, la puerta principal se abrió y el porche se llenó de sus hermanas, Horacio y Ana, Nora y Sebastian, y Eduardo.


Una vez más se vio superada por la emoción, mientras miraba al increíble grupo de personas que eran su familia. 


Subió las escaleras y se vio envuelta en abrazos y besos, y luego llevada al estudio, donde se sentó, con una manta echada sobre ella y una taza humeante colocada en sus manos.


—Bebe esto y entonces te llevaremos escaleras arriba para limpiarte antes de que tengas alguna conversación —dijo Nora, tomando el relevo como una mamá gallina.


Paula obedientemente se bebió el líquido calmante y se dio cuenta que la hizo sentirse mejor y pareció darle un poco de energía adicional, de la que había estado seriamente agotada.


Cuando terminó la bebida, Juana y Malena la llevaron arriba y estuvo aliviada de saltar bajo los calmantes chorros de agua caliente. Se tomó su tiempo para lavar cualquier rastro del hombre que la había raptado y volvió su piel rosa de tanto fregar.


Para el momento en que salió y se puso un pijama de franela limpia se sintió casi humana de nuevo.


—Por favor, quemen esas ropas —dijo sobre la ropa cubierta de lodo que había estado usando.


—No hay problema —dijo Malena y se llevaron la ropa del suelo, lanzándolas en el bote de basura—. Se habrán ido antes de que entres aquí de nuevo.


Las chicas se dirigieron a las escaleras y Paula estaba una vez más, colocada sobre el sofá con una manta echada sobre ella. Pedro se sentó a su lado y tiró de ella con fuerza contra su costado.


Paula explicó toda la historia de cómo había estado en el granero y pensaba que el hombre se había aproximado a ella desde atrás, golpeándola en la cabeza con algo.


—¿Diego está bien? —preguntó.


—No le dijimos qué estaba pasando. Pensamos que sería lo mejor — dijo Horacio.


—Gracias, Horacio, no habría querido que supiera —dijo ella, sintiéndose aliviada. Lo iría a ver cuando se fuera a la cama, a pesar de que sabía que estaba a salvo.


—Sé que todos están preocupados y esperando que me desmorone en cualquier momento. Estaba aterrada más allá de cualquier cosa cuando estuve encerrada en esa cabaña, pero el terror terminó en el minuto en que Pedro entró por la puerta. Sabía que de alguna manera estaría allí para salvarme y quiero que sepan que realmente no tienen que
preocuparse por mí —les dijo sinceramente.


—Está bien, dejaremos de preocuparnos —dijo Malena—. Bueno, podríamos preocuparnos un poco, pero nos aseguraremos de ocultarlo de ti —añadió con una sonrisa.


—Todos pueden utilizar las habitaciones para invitados de aquí o ir a casa, pero voy a llevar a mi esposa arriba para tomar un agradable y largo baño de burbujas para aliviar sus dolores en las articulaciones y luego a la cama —Pedro le dijo a su familia.


—Creo que nos iremos a casa y abrazaremos a nuestros hijos por un tiempo —dijo Juana cuando se acercó y abrazó a Paula.


—Eso suena como una gran idea —le dijo Paula.


—Haremos lo mismo, pero vendremos este fin de semana con los niños para que podemos tener una gran barbacoa familiar —le dijo Malena.


—Perfecto. Gracias, Malena —dijo Paula, emocionada con tener a la familia otra vez juntos.


—Tu madre y yo vamos pasar la noche aquí. Nos sentiremos mejor por la mañana si llegamos a pasar tiempo con nuestro nieto —dijo Horacio.


Él y Ana le dieron un beso a Paula antes de partir hacia las escaleras.


—Los amo —gritó tras ellos.


—Voy a hacerte la cena para que comas después de tu baño. La dejaré en la mesa junto a la puerta. Será algo fácil para tu estómago —dijo Nora y luego se fue corriendo a la cocina.


—Estoy realmente agradecido de que estés bien. Desde que has entrado a esta vieja casa, hay notablemente más risas. Eres una hermosa mujer por dentro y por fuera —le dijo Eduardo.


—Gracias, Eduardo. Todos ustedes son mi familia —dijo ella y lo besó en la mejilla. Murmuró algo y luego se fue arrastrando los pies.


—Tú, mi hermosa esposa, eres increíblemente amada —le dijo Pedro cuando finalmente estuvieron solos.


—Ese es el mejor regaño que pude haber recibido nunca —dijo Paula a su marido.


Pedro la levantó en sus brazos y la llevó gentilmente hacia su habitación. La sentó en la cama y luego la atrajo a un cálido baño de burbujas. Lentamente despojó la ropa de su cuerpo y la besó suavemente, antes de meterla en el baño, liberándola delicadamente el agua calmante.


—¿Quiere unirte? me vendría bien un masaje en los pies —le preguntó Paula. Pedro se despojó de sus ropas y se subió en el lado opuesto de la bañera. Levantó su pie sobre su regazo y comenzó a masajearlo suavemente.


Pedro frotó sus pies y lentamente masajeó su camino hacia sus pantorrillas bien torneadas y muslos. Todos los pensamientos del día fueron arrastrados cuando Pedro la acarició, desde la planta de los pies hasta la parte superior de los muslos y la espalda baja.


Él le dio la vuelta y lavó suavemente su espalda, luego llevó sus manos alrededor y pasó los dedos jabonosos a lo largo de su estómago y sobre los montículos de sus pechos. Ella apoyó la cabeza en su cuello y permitió que las sensaciones de su toque lavaran sobre ella. Podía sentir su erección presionando contra su espalda y sonrió por lo masculino que
era su marido.


Él finalmente los enjuagó a ambos y llevó su cuerpo mojado a la cama. Pasó la toalla sobre ella, haciéndola afligirse por él. Luego la metió en la cama y la tomó en sus brazos.


—Sabes lo mucho que te amo, ¿no? —le preguntó a ella, mientras la besaba gentilmente en los labios y la garganta.


—Creo que tanto como yo te amo —le respondió ella y luego gimió.


—Creo que estuve enamorado de ti desde el segundo en que los vi a ti y a Diego allí de pie, tan hermosos, después de que había pasado un día tan podrido —le dijo a ella, mientras continuaba deslizando sus manos por todo su cuerpo.


—Me enamoré de ti la primera vez que hablaste cariñosamente a mi hijo —dijo ella, con lágrimas en los ojos.


—Oh Paula, ¿cómo podía no amarlo, cómo podía no amarte? —dijo él. Le mostró cuánto hasta bien entrada la noche.




No hay comentarios:

Publicar un comentario