miércoles, 1 de abril de 2015

CAPITULO 101




Pedro llegó al aeropuerto cuando su teléfono sonó. Lo cogió,
pensando que sería Paula para un último adiós.


—Oye Pedro, puedes cancelar el viaje, tenemos el tema resuelto —dijo una voz.


—¿Estás seguro? —preguntó Pedro, pero ya estaba volviendo a su auto para dirigirse a casa.


—Sí, tenemos todo arreglado. Puedes quedarte ahí, donde sé que realmente quieres estar —dijo el hombre con una risa en su voz.


—En eso tienes razón. Prefiero estar con mi familia —dijo Pedro con un suspiro de alivio.


—¿Qué está pasando allí, a todos se les está cayendo la cabeza sobre los talones?


—Hemos descubierto que es mucho mejor tener una mujer hermosa a nuestro lado cada noche que estar fuera tratando de encontrar una chica nueva cada fin de semana —dijo Pedro con sinceridad.


—Creo que voy a seguir adelante y mantendré mi soltería —dijo su amigo y luego colgó el teléfono.


Pedro se detuvo delante de la casa y llamó a Paula. No consiguió una respuesta, así que se dirigió a las escaleras. 


Sonrió mientras la imaginaba acostada en su cama. Ella tendía a tomar una siesta de vez en cuando con el embarazo desgastándola.


Rápidamente abrió la puerta y entró. Paula no estaba ahí tampoco.


Todavía era indiferente. Buscó por la casa y luego en la piscina, y todavía no podía encontrarla. Sabía que tenía que estar alrededor porque su auto estaba posicionado en el garaje.


La propiedad estaba demasiado tranquila. Miró a su alrededor, entonces pensó en el granero. Lo más probable era que estuviera allá abajo jugando con los gatitos de nuevo. Corrió allí y se sintió aliviado al ver las puertas abiertas.


Ninguno de sus hombres dejaría la puerta abierta, por lo que tenía que estar allí. Dio un paso y se sorprendió al no encontrarla. Se apoderó de los gatitos y su corazón pareció detenerse en su pecho…


Se dejó caer de rodillas y tocó el pañuelo que sabía pertenecía a su esposa. Cuando examinó las gotas de sangre tendidas ahí, en el heno, el pánico se intensificó. 


¿Qué había pasado? 


Corrió a la casa y llamó al hospital. Quizás se había lastimado y llamó a una ambulancia para que la recoja.


Unos minutos después Pedro tenía cero respuestas. Era hora de llamar por un poco de ayuda y enviar un grupo de búsqueda. Su esposa nunca se iba lejos sin decirle a alguien dónde estaba. Cogió la radio y tuvo a todos sus hombres entrando inmediatamente. Luego llamó a su padre, quien llamaría a sus hermanos.


Pedro organizó a los chicos y todos tomaron diferentes secciones del rancho. Se había ido por menos de una hora, así que ella no podía haber llegado demasiado lejos. 


Raídamente dio gracias a Dios de no haberse subido a ese avión. Si no hubiera venido a casa antes, ella podría haber
estado ahí fuera toda la noche antes de que alguien notara su falta.


Pedro negó con la cabeza cuando se dio cuenta de que lo más probable era que estuviera exagerando. Probablemente estaba junto al lago, o leyendo un libro, no muy lejos de casa. Él parecía tener un miedo irracional de que algo estuviera mal. No podía conseguir sacar las manchas de sangre de su mente. Si no fuera por eso, no estaría tan aterrado.


Después de que todos los hombres buscaron cada centímetro de la propiedad, se reunieron de nuevo en la casa. Nora y Sebastian había regresado y hecho café, té y emparedados, y los dispuso a todos.


—Todos necesitan comer y mantener su energía para encontrar a Paula —ella demandó a los hombres. Todos obedecieron, aunque nadie tenía apetito para nada.


Cada persona en el rancho se había enamorado de Paula y que su desaparición se produjera allí, era una gran tensión entre todos ellos. La familia de Pedro llegó mientras estaban haciendo un nuevo plan de juego y se sintió aliviado al tener a su padre y hermanos a su lado.


—He llamado a búsqueda y rescate. Van a sacar a los perros. Los llevaremos a la granja, que es el último lugar donde sospechamos que ella estuvo y la rastrearemos —dijo Federico.


—No entiendo dónde podría posiblemente haber ido —dijo Pedro, con la cabeza entre las mano—. Han sido horas y nunca se va sin avisarle a alguien. Diego estará en casa en unos minutos y siempre está aquí cuando entra por las puertas delanteras.


—La encontraremos, hermano. Te lo prometo —dijo Hernan con convicción. Puso la mano en el brazo de su hermano con comodidad.


Los tres hermanos siguieron hablando acerca de las diferentes opciones, mientras las mujeres hacían llamada tras llamada, intentando ver si había sido vista en alguna parte.


Un equipo de noticias apareció y Horacio les dio una breve
declaración y luego les pidió que presentaran su foto. 


Cuando alguien desaparecía, quien estaba asociado con los Alfonso, era noticia de primera plana. Horacio odiaba que tuviera que arrebatar el tiempo de sus hijos para dar una declaración, incluso se trataba de una corta.


Horacio terminó y luego les dijo que por favor se quedaran atrás de su familia. Sabía que no iba a conseguir que se fueran por completo, pero podía mantenerlos lejos de la casa.


—¿Se fueron, Papá? —preguntó Pedro cuando Horacio entró de nuevo.


—Bueno, sabes que no se irán por completo hasta que sea
encontrada, pero están al final del camino y lejos de la casa. —Horacio le aseguró a su hijo.


—Vamos a encontrarla, ¿verdad, Papá? —Pedro le preguntó a su padre. En ese momento se sintió más como un niño, necesitando el consuelo de su padre, que un hombre adulto con hijos propios.


—Te garantizo que la encontraremos y estará bien. —Le prometió a su hijo. Oró a Dios que pudiera mantener esa promesa.






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