miércoles, 1 de abril de 2015
CAPITULO 100
—¿De verdad te tienes que ir? —Paula gimió cuando Pedro estaba empacando su maleta. Había sido llamado a Montana por un asunto urgente. Normalmente habría ido con él, pero Diego tenía un viaje de campo al día siguiente y ya había aceptado acompañarlo.
—Créeme, no quiero irme —le dijo, mientras hacia una pausa en su equipaje, para tirar de ella cerca de él y besarla suavemente.
Pedro desnudó lentamente a su bella esposa y la amó gentilmente, no queriendo irse incluso por una noche. No habían pasado una noche separados desde el día de su boda. Iba a extrañarla más de lo que podía imaginar.
Se vistieron y caminó con él abajo. La besó una vez más antes de salir por la puerta. Se dio la vuelta para ver una lágrima cayendo por su mejilla y casi dijo al infierno con eso y entró. Odiaba verla sufrir.
—Estaré bien, solo voy a extrañarte —le aseguró ella, cuando él se detuvo indeciso en lo que debía hacer.
—¿Estás segura de que lo estarás? —le preguntó mientras estaba junto al auto, sin saber si debía abrir la puerta o no.
—Voy a estar bien. Son solo las hormonas del embarazo actuando — lo tranquilizó.
—Estaré de regreso antes de que siquiera te des cuenta que me fui.
Se quedó mirando hasta que el auto se perdió de vista. Al entrar a la casa, se vio envuelta en la soledad. La tripulación estaba fuera en el pasto de Norte, a varias millas de distancia. Eduardo estaba donde sus familiares por unos días y Nora y Sebastian estaban haciendo algunas compras.
Normalmente no estaba sola en el enorme rancho de la casa y decidió que realmente no le gustaba la sensación de ello.
Decidió caminar al establo, donde ahora nuevos gatitos habían nacido hace un par de semanas. Sabía que una visión de ellos definitivamente la animaría hasta que Diego regresara a casa de la escuela.
Paula caminó por el camino hacia la ahora familiar granja.
Entró, lo que se sintió un poco extraño, ya que nadie estaba en ninguna parte. Se quedó allí para acariciar a los gatitos, sintiendo lástima de sí misma.
Oyó un ruido detrás de ella, pero antes de que fuera capaz de darse la vuelta y ver qué era, sintió un dolor punzante en la cabeza y todo se volvió negro.
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